Dibujo: Archivo
Un tic-tac fino, como de
reloj y cada tres segundos podría no ser escuchado cuando usted hable por
teléfono.
Para un experto en telefonía
la cosa es sencilla: Su conversación está intervenida y la graban.
Esto sucede solamente cuando
el espía está usando un aparato de fabricación norteamericana. El gobierno de
ese país obliga al tic-tac, casi inaudible, como advertencia legal de
grabación.
Hay otras formas sin tic-tac
y más sofisticadas: Alguien puede colocar componentes electrónicos en su
teléfono y se transmite a otro. Y, un espía se coloca a cien metros de su casa
u oficina, apunta hacia Usted con una pequeña antena tipo parabólica y graba.
Allí ni ruidos hay.
Para esas tres formas, los
sistemas son muy costosos.
“A la mexicana”, no hay
tic-tac. De plano se escucha un chasquido que a veces se prolonga como
chicharra.
O bien, cuando Usted está en
comunicación y de pronto “se va” la voz de quien le habla, o “baja de volumen”,
entonces alguien “se colgó” de su línea. Expertos en telefonía lo explican así:
entre la comunicación hay una corriente eléctrica uniforme. Cuando alguien “se
mete a la brava”, es como si se conectara “un diablito”: Baja la potencia.
Hay más formas.
En el poste de la calle, a
donde llega su línea telefónica, se pueden colocar unos “caimanes” –pequeñas
pinzas sujetas a grabadora o audífonos– y todo facilito.
O bien, hacer la misma
operación en las cajas de la compañía telefónica instaladas en las calles y
donde comúnmente se ve a los operadores cuando realizan sus labores normales.
Pero entre los empleados de
la telefónica en Baja California no es un secreto. Agentes de Gobernación han
acudido a la central y con una grabadora que funciona al momento de establecerse
la llamada, intervienen la comunicación deseada. No hay pierde.
La Policía Judicial del
Estado, inclusive, en la persecución de acusados por graves delitos, “se cuelga”
de las líneas telefónicas.
* * *
Meter narices, ojos y oídos
en teléfonos, es de uso común hace muchos años en este país.
En septiembre de 1980, la
revista Proceso editó un libro titulado “Espionaje Político” y –entre otras
cosas– en su presentación se lee:
“…la Secretaría de Gobernación,
pero por cierto sus antecesores, tiene el encargo de meterse en la vida privada
de los ciudadanos, sin ningún rebozo ni escrúpulo. Quien más, quien menos, ha
oído la entrada de la grabadora de los espías de Bucareli, en cualquier hora y
conversación”.
En ese libro, Proceso
presentó fotocopias de reportes escritos conteniendo el texto de las
intervenciones telefónicas practicadas.
Carlos Marín, reportero,
escribió en tal ocasión: “…la investigación política invade frecuentemente el
área privada, íntima de los sujetos a espionaje, desde relaciones familiares,
amistosas, maritales, extramaritales, sexuales, etc.”
Hay más referencias sobre el
espionaje telefónico:
En su libro “Los
Periodistas”, Vicente Leñero abordó con detalles el “Caso Excélsior”, cuando
por maniobras del entonces presidente Luis Echeverría, se le arrebató a Julio
Scherer García, violentamente la dirección de ese periódico.
Era la medianoche del 20 de
julio de 1976. Scherer recibió a casa la llamada de su corresponsal en
Washington, Armando Vargas, quien le transmitía un mensaje de los periodistas
norteamericanos: Viajar a Estados Unidos para explicar a la prensa de Estados
Unidos las maniobras del Presidente Echeverría.
Al día siguiente muy de
mañana, antes de Scherer hablar con sus compañeros, recibió una llamada del
escritor Fernando Benítez. Por su intermediación, Echeverría quería hablar con
el periodista.
Scherer fue a Los Pinos y al
abrirse las puertas del despacho presidencial, Luis Echeverría le dijo: “No
vayas a Washington, Julio. Es traición a la Patria”.
–¿Cómo sabe que voy a ir a
Washington, señor Presidente? Todavía mis amigos no lo saben.
Sonrío Echeverría: “Ya lo
ves, estoy muy bien informado. El teléfono”.
* * *
En Baja California y desde el
lunes pasado el de espionaje político es tema de moda. Dos diarios, una
radiodifusora y Notivisa publicaron y transmitieron el contenido de una
grabación al gobernador Ernesto Ruffo Appel. Ya es, a estas alturas, harto
conocida.
Alguien se presentó a los
diarios y la televisora. Dejaron un sobre con la cinta. “Anónimo”, coinciden
los tres medios para acreditar el origen.
La conversación, en síntesis,
es del gobernador con Francisco Becerril, el presidente de su partido, el PAN,
captada la noche de agosto 18 en Mexicali, después de las votaciones. Allí, se
escucha cuando Ruffo le orienta cómo debe actuar ante los reporteros para
impresionarlos con una actitud de seguridad en el triunfo.
Según la grabación, Ruffo
ejemplifica a Becerril, hacer de cuenta tener por enfrente al presidente del
PRI, Arturo Guerra Flores, “dejándosela ir”. Además, aconseja-exige, sacar de
la cama al licenciado Héctor Terán Terán para presentarlo a los periodistas,
advirtiéndole no poner como pretextos sus males del corazón.
La publicación y transmisión
de la grabación originó los comentarios periodísticos y particularmente
políticos de ser ésta una grave falta del Gobernador interviniendo en la
manipulación de su partido y, en consecuencia de las elecciones. Alguien,
inclusive, se atrevió a proponer nulificar las elecciones ante la grave falta
de Ruffo.
A todo eso, el Gobernador ha
comentado-afirmado: Sí habló con Becerril, pero su plática fue alterada. Está
seguro de haber sido grabado, pero el casete
fue pasado a una computadora y se modificó la conversación.
Convocó a los periodistas
para decirles eso y zafarse de culpabilidad política. Es consejero estatal y
nacional de su partido. Las recomendaciones fueron con tal carácter y en ningún
momento utilizó fondos públicos para favorecer al PAN.
Lamentó y dijo preocuparle la
decisión de los periódicos, radio y televisión de difundir la grabación sin
saber la procedencia y autenticidad. Se dolió, seriamente, de utilizar el
casete únicamente para desprestigiarlo.
Y, declaró, haber turnado el
caso a la Procuraduría General de la República para investigar quién cometió el
delito de intervenir la comunicación, altamente penado en leyes federales.
* * *
¿Debe la prensa utilizar
alguna grabación lograda ilegalmente a funcionarios o particulares recibida por
anónimo?
El año pasado, alguien
entregó a ZETA un casete. Contenía la conversación entre Jaime Sam Fierro y
Víctor Hugo Salgado, un guardaespaldas de Xicoténcatl Leyva Mortera, acusado de
participar en el homicidio, por tortura, del comerciante sonorense Diego
Sotomayor.
El agente, entonces huyendo y
desde Estados Unidos, no solamente detallaba a Sam Fierro, en Mexicali, cómo
sucedió todo incluido el traslado momentáneo del cadáver al rancho del entonces
gobernador, sino otro punto más grave: Haber recibido de Leyva Mortera, a
través de su jefe de escolta José Osorio, cinco mil dólares y la orden para
“desaparecerse” de Baja California.
Este es un caso diferente al
de Ruffo. Había la revelación de varios delitos y la posible utilización de
fondos públicos para costear la huida de culpables.
Sí. La prensa debe utilizar
las grabaciones, cuando su contenido sirva para denunciar un delito.
En el caso de Ruffo es
discutible. No hubo delito ni dato que permitiera asomar la utilización ilegal
de fondos públicos. Se asoma en cambio el propósito de un desprestigio político
cuando está orquestada la entrega de casetes, en cadena, a prensa, radio y
televisión.
Priistas principalmente
consideran fuera de tono la actitud de Ruffo por hablar con sus compañeros de
partido la noche de elecciones.
Esto solamente ha provocado
la respuesta –a veces apasionada– sobre pecados mayores cometidos en otros
personajes.
En 1989 –comentan los
defensores de Ruffo– el Presidente Salinas utilizó dos aviones del gobierno
federal para enviarlos a Baja California por una veintena o más de personajes
para trasladarlos a México, y en su oficina, informarles la decisión del PRI
para postular a Margarita Ortega Villa antes de darse a conocer públicamente el
tradicional “destape”.
Luego los mandaría, en un
autobús oficial, para comer con el líder nacional del PRI. Después, se
utilizarían otra vez los aviones del gobierno para regresar a Tijuana y
Mexicali a los personajes bajacalifornianos.
Tal fue, una actitud política
con cargo al erario.
* * *
Ahondar en esas diferencias
sería echarle leña a la hoguera de la pasión política aun a costa de
puntualizarlas.
Pero lo verdaderamente
importante en este caso se remite ya no a la actitud de Ruffo sino al origen de
todo esto: ¿Quién grabó la conversación?
Pero la gravedad ya no es el
hecho teniendo como sujeto principal a Ruffo, pues si como éste revela haber
hablado ese mismo día con el Presidente y con el Secretario de Gobernación
¿quién se atreve entonces a grabarle sus conversaciones al Lic. Salinas de
Gortari y al Sr. Gutiérrez Barrios?
Posiblemente algún ex
gobernador resentido.
Hay otra vertiente. Héctor Terán
Terán, panista triunfante en la elección senatorial, comentó haber sospechado
de las intervenciones telefónicas cuando fue Secretario General de Gobierno
desde noviembre del 89 hasta mayo de este 91.
Y en su opinión, o fue acción
del PRI o de la Secretaría de Gobernación.
En la lógica inmediata, otros
coincidirían.
Pero en la realidad,
seguramente a gobernación y al PRI les conviene dejar en claro no haber metido
narices, ojos y orejas en los teléfonos a riesgo de, si esto no se define,
quedar como sospechosos.
Tomado de la colección Dobleplana de
Jesús Blancornelas, publicado por primera vez el 16 de septiembre de 2001.
(SEMANARIO ZETA/ DOBLEPLANA / JESÚS
BLANCORNELAS/ LUNES, 3 JULIO, 2017 12:00 PM)
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