Puesta en manos de amigos y compadres, la Academia de Policía desvía su objetivo
A un cuarto de siglo desde su creación, el Instituto Estatal de
Ciencias Penales y Seguridad Pública es un abundante filón de gatilleros
profesionalizados para el crimen organizado. Al egresar en serie a
elementos expertos en el manejo de armas, explosivos y en tácticas de
defensa —sin garantizarles un empleo en los cuerpos policiacos— le nutre
de sicarios a las células del narcotráfico.
La falta de planeación y del elemental ejercicio de demanda=graduados
toca fondo en la comúnmente llamada Academia de Policía de Sinaloa. Con
alrededor de dos mil agentes estatales, ministeriales, municipales,
turísticos, de tránsito y custodios, así como licenciados en
criminalística, peritos profesionales, investigador policial y agentes
del Ministerio Público formados de 2011 a la fecha, se estima que apenas
el 65 por ciento de ellos son contratados por el Gobierno.
“¿Y el resto a dónde va? Los encuentras de malandrines al servicio de
grupos criminales que están a la caza de policías y profesionistas en
el área de seguridad, que se frustran al no contar con el empleo que les
ofrecieron al ingresar”, afirma un instructor integrante de un bloque
de docentes que plantea una reestructuración a fondo del funcionamiento
de la Academia.
Con la renuncia de Humberto López Favela a la Dirección del Iecpysp,
presentada el primero de junio de 2013, la estabilidad del plantel se
volvió caótica. El programa implementado por el gobernador Mario López
Valdez para formar “policías eficaces y confiables” que abatan el
fenómeno de inseguridad se tornó un conflicto de favoritismos,
frustraciones, revanchismos y abusos.
Los compadres y cuates llegaron también a la institución. Es el caso,
denuncian trabajadores del instituto, del comandante disciplinario,
César Yunue de la Cruz Oliden, a quien le atribuyen ser compadre de
Genaro García Castro, secretario de Seguridad Pública del Gobierno del
Estado.
A Yunue de la Cruz lo acusan de despótico, expulsando a estudiantes
que se niegan a aceptar su trato arbitrario. “Porque se le antoja, corre
o da de baja con motivos inventados o sin motivos de peso a cadetes
hombres y mujeres que tienen hasta un año de antigüedad escolar”.
Como muestra del desinterés que el gobierno de Malova tiene
hacia el Iecpysp señalan la designación de un director encargado,
Vicente Perales Medina, desde que dejó el cargo López Favela. Al que
está al frente de la Academia le critican un total desconocimiento del
área de seguridad pública, incapacitado para rediseñar un instituto que
produzca solo policías y no gatilleros para el crimen.
Policías, no pistoleros
Para la planta docente y alumnos del Iecpysp existe una amenaza
velada. Ninguna cuestión interna debe ventilarse afuera, menos en los
medios. Es inviolable: el que lo haga se va de inmediato.
Por eso un grupo integrado a la plantilla docente, que en forma
debida acredita su nombramiento y función en la Academia de Policía de
Sinaloa, decide insubordinarse aprovechando el vacío de gobierno que
existe en la institución.
Lo que plantea es que se asuman medidas para
que los elementos formados se integren a tareas de seguridad pública o
investigación criminalística, invirtiendo los procedimientos y
preparando únicamente a las personas que se requieren y que den el
perfil, previo estudio de las necesidades.
El comportamiento entre egresados y empleados, de acuerdo con
estudios de la Secretaría de Seguridad Pública y de la Procuraduría
General de Justicia del Estado, establece que un 35 por ciento de
quienes estudian en la Academia quedan sin formalizar su ingreso a las
policías o dependencias a que se perfilan.
Este déficit de plazas, existente desde que en septiembre de 1988
abrió sus puertas la Academia de Policía de Sinaloa, arroja un dato
alarmante: de los más de 40 mil agentes que ha adiestrado en 25 años,
aproximadamente 15 mil pasan a ser desempleados y poseen conocimientos y
destrezas que debieran estar solamente al servicio de las instancias de
seguridad pública.
El planteamiento central consiste en que los solicitantes se sometan a
un examen de control y confianza y sean checados en la base de datos de
Plataforma México para detectar si son aptos para formar parte de las
corporaciones policiacas o si se trata de individuos infiltrados por la
delincuencia organizada para que se capaciten y se integren luego a sus
comandos criminales.
Actualmente se les ingresa a la Academia y al terminar el curso para
policía acreditable, o adquirir el grado de técnico superior
universitario en seguridad pública, o licenciado en criminalística, se
les somete a las pruebas de control de confianza con el objetivo de
evaluarlos para ocupar una plaza laboral.
Y en los exámenes de control de confianza se frustra un 20 por ciento
de los que se prepararon para ser policías; otro 15 por ciento no halla
oportunidades para incorporarse a las instituciones estatales o
municipales de seguridad pública.
Vocaciones caídas
Ya fuera de las aulas, el problema se torna más grave. Los egresados
en situación de desempleo dan testimonio del absurdo de convocarlos a
ser policías y luego de capacitarlos quedarse fuera de las
corporaciones.
Se trata, por ejemplo, de jóvenes de entre 18 y 35 años de edad que
tras el internamiento de año y medio se graduaron como técnicos
universitarios en seguridad pública, certificados como policías de
élite. Cuatro meses después de concluir sus estudios, ninguna
corporación los ha dado de alta.
Otros desperdician su preparación. Es el caso de los cadetes del
grupo TSU-8, con especialidad en ingeniería de tránsito, que están
subaprovechados al ordenar la vialidad en cruceros del centro de
Culiacán a pesar de que fueron capacitados para el diseño de estrategias
para mejorar el tráfico vehicular en las ciudades sinaloenses.
Es un desorden generalizado. Los que se prepararon para la Policía
Estatal de Caminos se sienten timados porque no fue creada la
corporación a la cual iban a incorporarse y los traen patrullando a
bordo de unidades de las policías de los municipios. Los que se
capacitaron para formar parte de las unidades de operaciones especiales y
rescate siguen en la incertidumbre, sin trabajo y sin un ofrecimiento
firme de que lo tendrán.
“Es la academia de las mentiras”, la define un egresado del nivel
técnico superior universitario que recibió la oferta de entrar al
Iecpysp y al graduarse aceptó en la desesperación un empleo levantando
la pluma de un estacionamiento en un edificio de Gobierno.
A mucho otros, en un afán por reclutarlos, los aceptaron en la
Academia sin cumplir la edad de 18 años bajo la promesa de agilizarles
ante la Secretaría de la Defensa Nacional el trámite de liberación de la
cartilla militar. Al graduarse ocupaban el documento para acceder a un
empleo y “nos dijeron que no nos iban a ayudar, que nos rascáramos con
nuestras propias uñas”.
La inconformidad rompió el miedo. Están bajo la advertencia del
director: “Ninguna palabra de esto a nadie porque los tengo vigilados… y
por mi cuenta corre que si hablan no obtengan trabajo en ninguna
corporación policial en el estado”.
Y sí lo cumple, según testimonia Felipe Chucuan Jacobo, quien a
inicios de junio de 2013, después de 20 años de ser el encargado de
Servicios Médicos del Iecpysp recibió el aviso de despido laboral de
parte del director encargado Vicente Perales Medina.
Todo ello pone a la defensiva al personal académico y alumnos de la
Academia de Policía. Cuando la institución convocó, hace un mes, a más
jóvenes a ingresar para formar parte de la Policía Ministerial
Acreditable, la pregunta que se hicieron es la misma de hace dos décadas
y media: ¿serán policías o terminarán siendo sicarios de los cárteles
del narcotráfico?
Lección 1: el narco siempre te espera
A Luis se le presentó la “oferta” tres días después de haber
ingresado a la Academia de Policía, como aspirante a policía estatal
acreditable.
—¿Tú de qué vas a trabajar cuando salgas de aquí? —le preguntó un
compañero de aula que esperó hasta hallarlo solo en el campo de tiro.
La interrogante le sorprendió por la obviedad de la respuesta.
—Pues de policía estatal —contestó.
“No seas güey, te van a dar carrilla fuerte en los operativos. Mínimo
te mandan a Choix, o si tienes suerte a Mochis, a que te maten los de La Mochomera. Yo ya tengo mejor chamba”, le espetó el cadete.
—¿Mejor chamba? ¿De qué?
—Con los Ántrax. Le va bien a uno, es el triple o más de lo
que te pagan en el Gobierno y es menos chamba. Muchos de los que
entramos a la Academia ya amarramos.
—Chale, pues no. Yo le dije a mi apá que quiero entrar a la Ministerial y no le puedo fallar.
—De todos modos piénsalo. No tenemos prisa, siempre sabemos esperar.
Tienes seis meses para decidirte. Y si te decides, desde ahorita
empiezas a ganar pero con la condición de que tengas palabra, que no te
rajes.
Desde el inicio del curso le llegaron más ofrecimientos de enlistarse
por anticipado en el bando delictivo. Muchos de sus compañeros recibían
la beca de hasta seis mil pesos mensuales que les otorga la Secretaría
de Seguridad Pública mientras realizan el internamiento en la Academia,
pero a la vez sus familias recogían otro sobre mensual, con diez mil
pesos en efectivo, de parte de un reclutador de sicarios para el cártel
de Sinaloa.
Luis resistió la tentación. En seis meses ya no le insistieron pero
confirmaba que el adiestramiento en áreas como uso de armamento, manejo
de explosivo, conocimiento de claves policiales y operaciones tácticas
lo recibían al menos diez personas de su grupo con el fin de ponerlo al
servicio del crimen organizado.
En la ceremonia de graduación se le volvió a acercar aquel sujeto.
“Bájate de la nube bato, no seas pendejo, aquí te dejo mi número de
teléfono por si acaso se ofrece. Mi jefe tiene paciencia, pero no
mucha”.
Las semanas posteriores se le derrumbaron las expectativas de ser
parte de la Policía Estatal Acreditable. Le dieron largas, le dijeron
una y otra vez que hiciera el examen de control de confianza, que no
había plazas, que el secretario no autorizaba nuevos ingresos, que por
lo pronto podía entrar a los Servicios de Protección como guardaespaldas
de empresarios.
Se desesperó. Buscó el papelito que había guardado en un escondrijo de la cartera y marcó.
—¿Qué ondas cabrón?, ¿ya te animaste?
—Estos ojetes no tienen pa’cuando. Yo ocupo chambear.
Al día siguiente le asignaron una zona del sur de Culiacán para que
vigilara que nadie rondara la casa de un capito. Y el tipo con el que
contactó le entregó 15 mil pesos como “anticipo”. “Esto es pa’que calmes
el hambre nomás. En la quincena te llega la pachocha grande”, le dijo.
En un mes lo integraron a un grupo armado que protege al mismo
jefecillo del narcotráfico. En vez de las patrullas de la Ministerial,
en las que quiso andar, ahora se sube a diario a una camioneta Escalade
blindada, con vidrios polarizados, sin placas y con aditamentos para
defensa contra ataques.
Luis sabe bien qué hacer en situación de peligro. Lo aprendió bien en
el Instituto Estatal de Ciencias Penales y Seguridad Pública.
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