Aunque la tensión ha bajado en el campo pesquero El Colorado, la
rabia sigue ahí, agazapada, entre pobladores que no quieren ver más
policías municipales en sus calles. Tienen una certeza, ellos
levantaron y asesinaron al líder pesquero Victorino Solís Luna y quien
comandaba el operativo es el jefe de la corporación, Jesús Carrasco
Ruiz.
Luis Fernando Nájera
Campo pesquero El Colorado.- Los gobiernos municipal y estatal
dejaron huérfanos de justicia a los habitantes de este campo pesquero,
que la reclamaron cuando uno de sus líderes fue desaparecido y
asesinado, dicen aquí, a manos de policías preventivos del grupo de
agentes ministeriales y municipales que componen el séquito de seguridad
y operativo del director interino, Jesús Carrasco Ruiz.
Y es que la creencia popular se sustenta en tres verdades: el comando de
policías preventivos que llegó hasta las orillas del campo pesquero
para allanar la casa de Victorino Solís Luna, presuntamente en busca de
un sujeto que se metió huyendo de ellos, “fantasma” al que nadie vio; la
llamada telefónica del ahora fallecido para decirle a su hermano que la
Policía Municipal de Los Mochis lo estaba deteniendo, y la aceptación
del jefe de Policía, Jesús Carrasco, de que él comandaba esa operación,
aunque como en todas las explicaciones que ofrece de operativos que
siempre terminan con muertos o desaparecidos aclaró: “Nosotros no lo
detuvimos”.
Tras el reclamo de justicia no escuchado, sino tomado con sorna, con
burla, con desenfado, la población decidió ignorar a la autoridad
municipal y a la estatal. Y ya molestos, una noche, en la penumbra,
colgaron tres mantas en las que desconocían al Gobierno y condenaban
públicamente a los ministeriales y a los preventivos. En contraparte,
pedían la vigilancia de la Armada y del Ejército, porque las policías
municipales y estatales asesinaban a placer a empresarios, a pescadores,
a pobladores.
Los habitantes del Colorado, así lo dijeron, se sentían entre la espada
de la justicia y el paredón de los delincuentes, en cualquier caso,
huérfanos, exiliados en la anarquía promovida desde el Palacio Municipal
y desde el Palacio de Gobierno. Los políticos le mentían al pueblo, y
peor aún, les enviaban policías para matarlos, asesinarlos,
desaparecerlos.
Los denunciantes son todos habitantes del poblado. No se identifican y
no hay modo de hacerlo, pues sin rostro no puede la policía ubicarlos, y
por lo tanto no podrá causarles daño, en busca de callar las voces que
los acusan de asesinos.
Reconocen temer al poder que Jesús Carrasco Ruiz, el Flaco o el Tango,
amasó en un año, pues no hay Gobierno que lo someta a la justicia, dado
que lo mismo —refieren— allana domicilios, abusa de la gente, le roba,
la priva de la libertad, la desaparece, la asesina y hasta puede esfumar
los cadáveres, ya sea dejándolos en un paraje, sepultándolos o
quemándolos.
Zuríx Adaí Verdugo Velásquez, viuda de Victorino Solís Luna, presidente
de la cooperativa Bahía de Lechuguilla, desaparecido el viernes 23 de
noviembre en medio de un operativo de la Policía Municipal de Ahome y
cuyo cadáver fue localizado quemado al día siguiente, sábado 24 de
noviembre, en el panteón de El Colexio, Choix, también se venció a ese
poder.
“Ya no voy a luchar más. Ni voy a declarar nada, ni en la Procuraduría
ni en los medios. Dejaré que las cosas se desarrollen y nada más. Debo
proteger a mis tres hijos, están chicos. Veré qué hacer para que a ellos
nada les pase. Me he resignado a saber que perdí a mi esposo. La lucha
que emprendí fue para recuperarlo con vida, pero me lo entregaron
muerto.
—¿Qué más debo hacer? Nada. Ya nada debo hacer, sino resignarme.
—¿Tiene miedo?
—Sí, tengo miedo.
—¿Habló usted con el gobernador (Mario López Valdez)?, ¿qué le prometió?
—Sí. Lo de siempre, lo mismo que le dicen a todos. Que va a hacer
justicia, que caiga quien caiga, que no protege a nadie, y cosas de
esas, las de siempre.
—¿El procurador (Marco Antonio Higuera Gómez) qué le dijo?
—Lo mismo, lo de siempre. Lo mismo que el gobernador.
—¿ Les creyó?
—Ese es su deber, si no lo cumplen, ni modo, fallaron. Pero ese es su
deber, ellos sabrán si lo cumplen… Ya no quiero hablar más, ¿usted me
entiende, verdad? Y mire, escriba lo que le digo, porque los otros
publicaron lo que quisieron. Mire, yo no acuse a ese señor (Jesús
Carrasco Ruiz), sino él fue el que reconoció que estuvo en el operativo,
en mi casa. Yo no lo vi, pero si él dice que aquí estuvo, pues debe ser
cierto.
—Entonces, ¿a quién vio usted?
—A tres policías. Ellos llegaron hasta aquí, se metieron a mi casa, dizque porque no necesitan orden de cateo.
—¿Los identifica?
—Sí. Si me los ponen de frente sí.
—¿Qué tipo de policía se metió a su casa?
—Los municipales. Fueron municipales. Eso sí lo digo, porque yo los vi y hablé con ellos. Nadie me lo contó. Lo viví.
La búsqueda del esposo desaparecido tuvo un fatal desenlace, recuerda la ahora viuda.
Después que Victorino le reportara a su hermano Aldo, que la Policía
Municipal lo detenía entre El Bule y Las Grullas Margen Izquierda, la
ahora viuda se angustió. Le llamó al celular, y algún desconocido cortó
la llamada. Luego marco al radio, y otro o el mismo desconocido cortó la
llamada. Luego, el celular fue apagado, y las llamadas dejaron de
entrar. Eso nunca lo hacía Victorino pues siempre le contestaba a ella.
Entonces reportó a cuanta corporación sabía que existía. Los marinos, el
Ejército, los municipales, los estatales, y nadie le dio una
explicación. Esperó y al día siguiente denunció ante el secretario del
Ayuntamiento (Zenón, dice ella) pero obtuvo lo mismo: nada.
Esperó unos días más, y el miércoles, cuando los trabajadores se armaron
de valor, se manifestaron en el Palacio. Nada, igual que antes, obtuvo.
Solo palabras.
Ese miércoles, los empleados de una funeraria le llamaron. Supo que
tenían un cadáver sin identificar. Supo que era su esposo por la ropa,
porque ella se la compraba.
Entonces, su esperanza terminó. Su esposo, que despareció mientras la Policía Municipal lo buscaba, estaba muerto.
Durante las exequias, el pueblo, los pescadores leales a Victorino
alzaron la voz y se declararon como comunidad independiente de Ahome,
repudiaron al alcalde Zenén Aarón Xóchihua y al gobernador Mario López
Valdez, a quienes condenaban tener a asesinos de empresarios en la
Policía Municipal. Y así continúan.
En Los Mochis, el alcalde Zenén Aarón Xóchihua Enciso ofrecía apoyar la
investigación en contra de su policía, pero no separaría del cargo al
director interino, Jesús Carrasco Ruiz, ni a ningún otro elemento, por
grave que fuera la denuncia en contra.
Dijo que pondría a disposición de la Procuraduría toda la documentación
que se refiera al operativo y haría declarar a los agentes involucrados,
pero nada más.
Y alardeó ante reporteros. La comunidad no está en la anarquía, aunque
los operativos, las incursiones de patrullas, se han suspendido. No
están solos, estamos al pendiente de ellos y en contacto con las
autoridades ejidales.
El alcalde mentía, deliberadamente mentía a reporteros, pues desde el 23
de noviembre no ha cruzado información del caso con nadie, ni con el
comisario municipal, José Abel Gaxiola Leyva, ni con el presidente del
Comisariado Ejidal, Mario Arturo Ruiz Soto.
El primero afirmó que el campo pesquero “es un santo desmadre porque
nadie, ningún funcionario ha llegado para calmar los ánimos, aunque la
presión en la gente ya está cayendo. No es que se den delitos, sino el
desmadre es porque hay mucha incomodidad contra el Gobierno. No creo que
ataquen a la Policía, a algún funcionario, pero hay esa molestia. Una
parte de la población cree que debemos tener vigilancia, pero otra la
rechaza, principalmente a los municipales, porque los considera autores
de lo que le pasó a Victorino”.
—¿Alguien del Ayuntamiento se ha comunicado con usted? ¿Alguien del
Palacio le ha pedido informes de lo que ocurre en El Colorado?
—Nadie. Cero contacto. Nadie me ha pedido un informe, nada. Es como si
el problema no existiera, como si los comentarios no se hubieran
realizado, como si las mantas no hubieran sido colgadas. Y mira que
tengo buenos contactos. Vaya, ni mi compadre me ha llamado.
—¿Quién?
—El regidor Leonel Sánchez es mi compadre, y no me ha llamado. Tampoco
Miguel Ángel Medina, que es otro regidor con el que tengo contacto lo ha
hecho, ni tampoco Miguel Ángel Camacho, el de Participación Social me
ha llamado. Nadie. Es más, ni la síndica y ni el comandante. Nadie ha
hecho nada.
Mario Arturo Ruiz Soto, comisariado ejidal de El Colorado, se mostró
reservado y pretendió rechazar hablar del caso que sufren sus
representados, por escabroso.
“Sé que hay temor en la población a la Policía, porque la consideran
responsable de lo que le pasó al líder pesquero, pero le pedimos
prudencia porque el poblado no debe quedar sin autoridad”.
—¿Tuvo usted contacto con la autoridad municipal?
—Aún no. No tengo contacto con nadie de ellos, pero la buscaré.
—¿Quién le ha preguntado por el asunto?
—Hasta hace unos minutos, un agente de gobernación.
—¿Alguien más?
—No, nadie.
—¿El alcalde?
—No. Nadie.
El doble discurso de Malova
El gobernador Mario López Valdez demostró, otra vez, su doble lenguaje.
Y es que en la víspera del Segundo Informe del alcalde de Ahome, Zenén
Aarón Xóchihua Enciso, defendió nuevamente al comandante interino de la
Policía Municipal, Jesús Carrasco Ruiz, involucrado en una nuevo
operativo que terminó en la muerte de un líder pesquero en el Campo El
Colorado, ubicado a unos 55 kilómetros al poniente de Los Mochis,
Victorino Solís Luna.
Antes, cuando la población se había manifestado en contra de la
corporación municipal, el gobernador envió por la viuda, Zurix Adaí
Verdugo Velázquez. Ella voló en helicóptero, y hablando con él, recibió
la promesa que se haría justicia, que no protegía a nadie, que caiga
quien caiga.
Pero el viernes cambió de posición y ante reporteros dudó de la versión
dada por decenas de testigos, incluyendo la de la propia mujer.
Y ahí defendió a Carrasco: “No dudo que existan personas que quieran sacar a un buen comandante”.
Y con un disculpe cerró el caso. |
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