miércoles, 12 de diciembre de 2012

CULIACÀN, PARAÌSO DEL CRIMEN





Ismael Bojórquez    

No hay ninguna justificación ni razón para estar satisfechos, como parece ser el caso del secretario de Seguridad Pública de Culiacán, Alfonso Carlos Ontiveros Salas: la capital de Sinaloa se sigue consumiendo en la violencia de alto impacto, pero también en aquella generada por la delincuencia de poca monta. 

Nadie detiene a los gatilleros de la mafia que todos los días dejan su macabra cuota de sangre sobre el asfalto, en los caminos vecinales, en el interior de un bar y hasta en el domicilio de las víctimas. 

Pero tampoco a los raterillos de televisores en las colonias ni a los que arrebatan bolsos en los centros comerciales.

Muchachas violadas y asesinadas son ahora parte puntual de la estadística mensual, el robo de vehículos sigue siendo un problema grave y no se diga los robos en casa habitación, los asaltos a mano armada.

Culiacán es, para decirlo en términos llanos, la ciudad más insegura de Sinaloa y una de las menos habitables, por esta razón, del país.

Pero el secretario de Seguridad Pública se muestra feliz porque los delitos están bajando. Y habla como si no hubiera registro de ellos. Ni memoria.


Al secretario hay que decirle que antes de que llegara la presente administración, que inició Héctor Melesio Cuen y asumió en plena carrera electoral Aarón Rivas, los niveles de la incidencia delictiva eran mucho más bajos.


Hay que decir, de acuerdo con los registros de la Procuraduría de Justicia, que de 2005 a 2010, la incidencia delictiva en Culiacán se fue incrementando paulatinamente. Y que tuvo un repunte drástico a partir de que llega Cuen a la alcaldía en 2011. Y no debe atribuirse esto a un incremento general en la criminalidad en todo el estado o en todo el país, porque, al contrario, 2010 fue más violento en todos los aspectos.


Algo pasó en 2011 que hizo que los delitos se dispararan y esto tiene que ver con la administración pública, el relajamiento de la vigilancia y hasta con las complicidades de las corporaciones policiacas con la delincuencia.


De 4 mil 431 delitos de alta incidencia registrados en 2007, se pasó a 5 mil 46 en 2008, año en que estalló la guerra en el cártel de Sinaloa, subió a 5 mil 360 en 2009 y a 6 mil 897 en 2010, el año más violento en Sinaloa y en el país.


Pero al operarse el cambio de Gobierno en Culiacán, la violencia se disparó. Algunos resortes de la administración quedaron sueltos, porque la incidencia delictiva quedó retratada en 10 mil 144 casos en 2011 y hasta octubre del presente año se han registrado 7 mil 164 delitos.


El incremento pues, en estos dos años, es brutal. Por eso es tramposa la relación que hace Ontiveros Salas entre un año y otro. Si él comparara los números del primer año de la presente administración (2011) con el primero de la pasada (2008), resulta que los delitos sencillamente se duplicaron.


Si la incidencia delictiva de Culiacán se compara con los otros dos municipios más grandes de Sinaloa, Mazatlán y Ahome, los resultados son más ominosos. Históricamente estos dos municipios han sido menos violentos. La incidencia en Ahome, que tiene 400 mil habitantes —la mitad de la población con que cuenta Culiacán—, es de alrededor de mil 700 delitos promedio en los últimos dos años. Es decir, proporcionalmente mucho menor. Y en Mazatlán igual, con una población similar a la de Ahome, tiene una incidencia que rondará los 2 mil delitos este año, acotando que la tendencia es claramente a la baja, pues en 2011 presentó 2 mil 644 delitos.


Queda claro que Melesio Cuen se equivocó al poner frente la seguridad a un hombre que no desconocía la problemática pues ya había sido director de la Policía y subprocurador de Justicia, pero que había dejado su resto profesional corriendo trabajadores y maestros de la UAS, o llevando bajo el brazo litigios torcidos —desde la Dirección de Asuntos Jurídicos de la Universidad, a la cual llegó después del crimen de Enrique Ávila Castro— que siempre le salieron costando a la UAS millones y millones de pesos.

Ontiveros fue el brazo ejecutor de Cuen durante su administración y del actual rector Víctor Antonio Corrales Burgueño, hasta que dejó el cargo para asumir la Secretaría de Seguridad. Pero acá no tenía que lidiar con jubilados a los que se les esquilma hasta el voto, académicos o trabajadores, sino con estructuras criminales que para operar ocupan casas de seguridad, vehículos robados, dinero… y cuyas fuerzas, no siempre controlables, operan por su cuenta asaltando gente en los cajeros y hasta violando jovencitas que salen de los antros o son levantadas en sus barrios.


“Voy con todo por un Culiacán seguro”, fue una de las cantaletas de Melesio Cuen en su campaña por la presidencia, pero es claro que no tenía ni una pobre idea de cómo enfrentar a la delincuencia. La pregunta es por qué, con estas cifras, el alcalde lo sostiene en el cargo.


Bola y cadena


DE HECHO, LAS MEDIDAS MÁS fuertes que ha tomado Ontiveros no han sido contra la delincuencia, a la que tolera y desdeña —“No hay una situación de alarma por las violaciones de jovencitas”, dijo al referirse a los casos de violaciones que se conocieron en la Isla Musala. Las medidas más estrictas las ha tomado contra el personal de la misma corporación policiaca, hombres y mujeres que se atreven a reclamar sus derechos laborales y a los cuales el secretario ha boletinado, hostigado, despedido.


Humo negro

VESTIRSE DE LUCHADOR es cosa de niños, circular en bicicleta y hasta en moto. Bailar, trotar como loquito en el carnaval antes de que pase la reina, repartir huevos y pollos en los tianguis, jugar beisbol y agarrarle la pierna a una edecán pueden ser vistos como chistes salados que al final hacen ver mal a un gobernante, aunque la corte abyecta le aplauda mientras dice “que ocurrente es usted gobernador, qué chistoso, qué estilo”... Pero pilotear un helicóptero oficial es otra cosa. Y peor aún la explicación que da. Hay un remedio muy bueno para el aburrimiento, es legal y no significa ningún riesgo para terceros: descular hormigas.
 

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