Revista Visión Saltillo
Saltillo, Coah.- Al sentir que su vida corría peligro,
Esteban sacó la navaja que guardaba entre sus ropas y de dos piquetes mató a
“El Tazmania”, que tendido en un charco de sangre vio cortada su existencia de
vilezas y sobrevivencia.
Entre las empobrecidas y despintadas calles del sector Santa
Teresa, el joven que disfrazaba su gusto por lo ajeno “vestido” de voceador,
acabó inerte ante la multitud de mirones, que atónitos se preguntaban por qué
lo habían matado de tan cruel manera.
Sin embargo, tras el crimen se escondían una serie de
acontecimientos que comenzaron cuando el padre de “Estavis” baleó al
comerciante de periódicos que irónicamente moriría a manos de la misma familia
meses después, cuando le cobraron la afrenta de un presunto robo.
Tarde de mandados
Estresado por los quehaceres diarios que le exigían moverse
con presteza, Esteban Saúl tomó las llaves de su van y con voz acelerada pidió
a su gente que lo acompañaran, la tarde sabatina corría y debían estar temprano
en el rancho.
Sin perder el tiempo, Francisco y Horacio abordaron el
vehículo en que salieron rumbo a la casa de Saúl en la Santa Teresa, durante el
trayecto, Paco dialogaba con su hijo sobre las actividades que realizarían ese
día, mientras el tío Lacho escuchaba con atención la charla.
Ya cuando la Chevrolet destartalada había dejado atrás los
semáforos que la llevaron hasta la calle Felipe Berriozábal, una figura delgada
tomó la atención de los viajantes y el recuerdo los invadió repentinamente, se
trataba de Édgar, el voceador con el que tenían marcadas diferencias vecinales
desde tiempo atrás.
Tras cruzar miradas directas de un odio que parecía infinito,
los viejos rivales se retaron como queriendo pelear, aunque el destino ya les
tenía deparada la peor de las sorpresas y sería instantes después cuando se
daría el trágico encuentro.
El nacimiento de aquel rencor había florecido cuando
Francisco se enfrentó a “El Tazmania” por motivos que nadie supo, pero que
dieron como resultado el balazo que don Paco le dio al comerciante en una
pierna, para darle el susto con el que se ganaría el respeto.
Pero lejos de sentir miedo ante la figura del señor, Édgar
Rubén intentó validar su ley callejera, haciendo sentir su presencia cada que
se lo encontraba, ganándose la antipatía de la familia Niño, que con los roces
entre ambos sujetos albergaron el germen de la venganza.
Ignorando eso, el vendedor hizo su vida, aunque siempre bajo
la sombra de la desconfianza, que terminó fallándole el día menos pensado,
cuando la daga asesina le atravesó el cuerpo para cobrarle la factura terrenal
que ya tenía fecha de caducidad.
Guardando su secreto a costa de todo, Édgar ignoró el ataque
sufrido y patentó su gusto por la venta de diarios, para de esa forma
satisfacer el orgullo de su familia que siempre lo creyeron honrado y
trabajador.
Fue así como durante mucho tiempo “El Tazmania” recorrió los
rincones del sector donde había crecido, ganándose la vida dignamente, pero con
la espina de fabricar enemigos que le salían en el camino de la vida, sorteando
las dificultades siempre con éxito y de la mejor manera posible.
Trágico encuentro
Dejando de lado los festejos patrios que adornarían la ciudad
de noche, “Estavis” llegó con su gente a la casa de donde saldrían a la
carretera, convirtiendo la rutina en deseo, cuando se engancharon con el
voceador que se convertiría en noticia minutos después.
Justo cuando estaba por llegar a su domicilio, Esteban Saúl
intercambió miradas con el enemigo de su padre y sin pensarlo dos veces le rayó
la madre, encontrando eco en sus palabras, tras recibir un insulto de la misma
categoría.
Enfurecido por la reacción, el ropero de 1.90 metros que
trabajaba como vulcanizador detuvo la marcha de su Chevrolet, para encarar al
mercader, que se estaba embriagando con su amigo Víctor afuera de la casa de
éste.
Aprovechando que el rival de la familia estaba solo en la
banqueta, porque Víctor se había ido a calmar el ansia de la naturaleza,
Esteban se paró frente al vicioso y comenzaron la discusión que se transformó
en tragedia.
Enfurecido por las injurias que había recibido, “El Tazmania”
se acercó a la ventanilla de la van y amagando al conductor con su botella de
plástico intentó rociar de solvente el vehículo para tratar de incendiarlo.
Con esto buscaba demostrar su hombría a Tintina, la mujer con
quien se había quedado conversando mientras su acompañante se entretenía
adentro de su casa, ignorando lo que pasaría durante su ausencia.
Para su triste suerte, Esteban resultó más hábil y bajó de la
unidad para hacerle frente a la situación, sometiendo al rijoso, que nada pudo
hacer ante la superioridad física del vulcanizador, que los golpeó con furia,
mientras pretendía sacarle algunas verdades.
“Me empezó a tirar insultos diciendo que me iba a matar, me
dijo que por qué chingados andaba diciendo que él se había metido a mi casa
para robar, yo lo único que le contesté fue que me habían dicho que él había
sido.
“Después de eso le dije a él que no valía madre, que todavía
me robaba y me la estaba haciendo de pleito, pero él me dijo: ‘Ya estuvo puto,
ahorita te voy a prender con thinner’”, dijo durante su declaración
preparatoria.
Al ver que su rival empuñaba un vidrio con el que pretendía
atacarlo, “Estavis” sacó lo más fino de sus habilidades manuales, y utilizando
la fuerza bruta, derribó a su oponente, que cayó para ser tundido en un mar de
patadas que presagiaban lo peor.
Esto porque el victimario sacó de entre sus ropas la navaja
que usaba para trabajar en la vulcanizadora, asestándole una herida en el pecho
y otra más en la espalda, cobrando de manera absoluta las discrepancias que
para entonces comenzaban a hacerse insostenibles.
Infructuosa huida
Al ver que “El Tazmania” ya no se movía, el parcha llantas
corrió hasta su camioneta y con la navaja en la mano emprendió la huida,
mientras Víctor Alfonso, “El Monstruo”, retornaba al lugar tan sólo para
percatarse de que su amigo acababa de ser asesinado.
Consternado por la desgracia que estaba padeciendo, “El
Monstruo” intentó evadir la realidad emocionalmente, pero no pudo, optando por
avisar a los familiares del caído sobre la trifulca que desde el principio
creyó perdida.
Imaginando que Édgar Rubén estaba vivo, el testigo del ataque
llegó a la casa del voceador para decirle a Rosalba que su hijo estaba tirado
en la calle, generando caos entre los parientes del infortunado, que ya no
viviría para contarla.
Mientras los deudos del comerciante de periódicos vivían su
propio calvario familiar, Esteban se perdía entre los rincones del sur de la
ciudad, aunque ya estaba siendo buscado por una caravana de patrullas
municipales, cuyos oficiales estaban enterados de la situación.
Desplegando un operativo de búsqueda que se extendió por
todas partes, las autoridades comenzaron las pesquisas del asesino, para que no
se convirtiera en prófugo de la justicia, siendo ubicado por los municipales en
el cruce de periférico LEA y Obregón.
Tras reconocer la camioneta boletinada minutos antes, los
guardianes asignados a la zona sur cerraron el paso del crucero, capturando al
vengador, quien se entregó “voluntariamente” y mostró el arma con la que
perpetró el homicidio.
A escasas cuadras de ahí, paramédicos de la Cruz Roja
decretaban el deceso del agredido, tras desangrarse mientras esperaba la ayuda
que de nada le sirvió porque dejó de existir, instantes después de ser
vapuleado por su enemigo.
Lo dramático de su muerte acercó a una muchedumbre de mirones
que se congregaron en torno al cuerpo, arremolinándose para conocer los
pormenores del crimen, que no pudieron atestiguar por completo, pues el fiscal
que tomó conocimiento ordenó el acordonamiento del área y evacuación de la
misma.
Durante varias horas, peritos en criminalística de la
entonces Fiscalía General del Estado levantaron evidencias para redondear el
caso, que lograron resolver en cuestión de minutos, ante la coordinación y
eficaz movilización de los cuerpos policiales que triunfaron en la misión que
se les había presentado.
Contradicciones fatales
Cuando “Estavis” quedó a disposición de la Fiscalía por el
delito que se le imputaba, el proceso legal en que estaba inmerso contrapuso la
declaración de los involucrados, ya que mientras los familiares de “El
Tazmania” alegaban problemas personales entre el ofendido y su agresor, éste
defendía su integridad aportando otra versión de los hechos.
En su primer interrogatorio formal ante el juez que lleva las
diligencias del caso, el vulcanizador alegó que portaba el arma blanca porque
forma parte de la herramienta que utiliza en su negocio, negando en todo
momento que la portara para buscar a su rival y saldar cuentas
premeditadamente.
De igual manera manifestó que al “toparse” con Édgar Rubén
intentó ignorarlo para evitar problemas y seguir con su rutina de fin de
semana, asegurando que aunque respondió a los insultos mentándole la madre al
vendedor, jamás imaginó que éste fuera a responder violentamente.
En sus múltiples explicaciones a las autoridades penales,
ratificó su versión de que su vivienda había sido robada por el fallecido e
intentó llegar a un arreglo con la familia de éste, que se comprometió a pagar
el monto de lo hurtado por el extinto comerciante.
Debido a que los días pasaron y la deuda no fue saldada como
habían acordado, éste acudió a la casa de su víctima en la calle San Jerónimo
de la misma colonia Santa Teresa, donde vivió y murió entre la maraña de la
populosidad que siempre le rodeó.
Ahora, Esteban Saúl espera con filosofía la llegada del día
en que recupere su libertad largamente anhelada, mientras la contraparte vive
del recuerdo que les provoca haber perdido al miembro de su familia en una
situación completamente trágica.
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