Dicen los que estuvieron cerca del gobernador que al enterarse de
que Jesús Aguilar Padilla sería subsecretario de Agricultura, el rostro
se le descompuso. En la madre. Nada de bromas, ningún chistorete,
mucho menos deseos de bailar como acostumbra. Todo su equipo cercano
puso cara de funeral. Se debe, de alguna forma, al nivel del nuevo
cargo del exgobernador, pero, más que eso, a la lectura que se hace,
justa o torcida. El PRI juega mucho con los mensajes y los que rodean a
Malova, él mismo, saben de eso. Pero tal vez estén exagerando: el
miedo hace ver fantasmas.
Abona en ese nerviosismo que afloró en los malovistas el hecho de que
el nombramiento de Jesús Aguilar haya sido por indicación directa del
presidente de la República, Enrique Peña Nieto, con el que mantuvo en el
último año y medio, una relación cercana, directa o a través del
secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.
Como sea, a la camarilla insaciable que (des)gobierna actualmente
Sinaloa se le desfondó el piso, porque un día antes había sido electo
presidente del CEN del PRI el ex gobernador del estado de México, César
Camacho, el mismo que quince días antes, en Culiacán, advirtió que en el
partido se premia la lealtad, dicho que los malovistas —la mayoría
todavía formalmente en el partido— tomaron como una advertencia y hasta
con falsa indignación.
Había razones para que el gobernador se desquiciara. No se reponía de la
designación de César Camacho como nuevo dirigente nacional del PRI,
cuando le cayó como rayo el nombramiento de Aguilar Padilla.
Pero no hay que adelantar vísperas. Si viviéramos en una democracia
avanzada pudiéramos pensar que lo de Aguilar tiene que ver con el lugar
que ocupa Sinaloa en el espectro agrícola del país. Y nadie podría
regatearle el conocimiento del tema agrícola, que tiene que dominar a
fuerzas después de haber gobernado Sinaloa durante seis años.
Y en ese sentido debiera esperarse que Aguilar abone no solo al
desarrollo agrícola del país, a la defensa de los productores nacionales
frente a las amenazas —que no son pocas— de los competidores gringos,
sino de manera especial a Sinaloa, por el solo hecho de ser de aquí.
En realidad por aquí no son los pujidos del malovismo, sino por el lado
político. Después de dos años de dejar el poder, Jesús Aguilar sigue
teniendo el control del partido, que es vital en coyunturas como las que
ya están encima para la renovación del Congreso local y las
presidencias municipales. Estratégico el punto, porque el escenario que
quede será la plataforma para las elecciones de 2016, cuando se dispute
la próxima gubernatura.
Y si había voces dispersas, flaquezas, o indefiniciones en cuanto a la
línea a seguir del priismo sinaloense, con estos dos hechos, la unción
de César Camacho en el PRI y el nombramiento de Aguilar en la Sagarpa,
los priistas tenderán a cohesionarse sobre todo en torno a la idea de no
ceder espacios a los que hace dos años les arrebataron la gubernatura.
Ese es el quid. Y esa la razón del desquiciamiento repentino del
gobernador.
Aguilar no comprometerá su posición en el Gobierno federal por ajustar
cuentas políticas locales. Lo hará, sí, pero desde la otra pista que es
el PRI. Y ahí es previsible que no haga concesiones. Fuerte es el
agravio a él y al PRI, y los espacios de negociación para el malovismo
serán mínimos, aunque también los habrá. Pero en condiciones muy
desventajosas para el gobernador, a quien se le achicó la cancha en
menos de dos días.
Y claro que Jesús Vizcarra Calderón influyó con Peña Nieto para la
designación de Aguilar en la Subsecretaría de Agricultura. Vizcarra fue
uno de los “cuates” que fondearon la campaña de Peña pero no solo la de
él, sino la de varios candidatos en distritos por todo el país, para los
cuales el candidato priista le pedía apoyo al sinaloense. Y en el PRI
—como en el PAN y en las coaliciones— las deudas se pagan. Así que lo de
Aguilar debe verse solo como un abono… Quién sabe por dónde vendrán los
otros y de qué magnitud.
Por lo pronto, el gobernador López Valdez empieza a matizar su discurso.
Quién sabe si para sacarle recursos al nuevo subsecretario, también le
ofrecerá una bailadita.
Bola y cadena
NUNCA EN LA HISTORIA de Sinaloa se había visto un operativo
policiaco-militar tan burdo como el que se armó en el campo pesquero El
Colorado, después de que sus habitantes protestaron por el asesinato de
su líder Victorino Solís Luna, quien fue levantado por la Policía
Municipal, comandada esa vez por su jefe Jesús Carrasco Ruiz y luego
asesinado e incinerado.
Fue una abusiva demostración de fuerza que, de paso, pretende crear una
bola de humo sobre el tema principal: ¿quién mató al líder pesquero? Los
pobladores juran que fue la Policía Municipal y señalan directamente a
Carrasco Ruiz. Y él reconoce que estuvo en la casa de Victorino Solís,
pero niega haber ejecutado el crimen.
Pero lo peor es que en medio de las protestas y existiendo tantas
evidencias que hacen presumir al menos que la Policía cometió el crimen,
el gobernador otorgue el aval al jefe policiaco. No es esta la única
vez que Carrasco se ve involucrado en acusaciones —él y sus policías— de
este tipo, ni es el único asesinato que les achacan, ni los únicos
delitos. Está acusado del robo de un millón de pesos durante un cateo y
la persona afectada, Juan de Dios Juárez Borboa, sostiene lo dicho en
una averiguación previa.
Tal vez Mario López Valdez no se ha dado cuenta, pero ha creado un
pequeño monstruo en el norte de Sinaloa, que ahora está siendo acusado
de robar y matar a su antojo. Se olvida el gobernador que es el
principal responsable de lo que ocurre en Sinaloa y que cada robo, cada
muerto y cada infamia que se cometa contra la población, así sea en
nombre del combate a la delincuencia, será cargado a su libro de
balance. No se debe combatir al crimen desde el crimen mismo y tal
parece que Malova ha optado por esa vía, regresando a las formas más
retardatarias del Estado, cuando el robo de vacas se combatía colgando
de mezquites a los abigeos. Son otros tiempos, pero tal parece que este
gobernador no se ha dado cuenta.
Sentido Contrario
Y OTRO QUE SE EQUIVOCA es el Ejército al prestarse a un operativo de esa
naturaleza. Las fuerzas armadas se crearon para otra cosa, no para
tapar crímenes. |
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