Casi 20 años estuve pasando noticias y comentarios en mis programas de radio.
Primero fue en mi añorada FM 105 y sólo un par de años en la DR. Y durante todo
ese tiempo de manera frecuente me llamaba para dar su opinión, sobre todo cuando
estaba candente el tema de la política. Lo hacía siempre salpicado de sus
espontáneas ocurrencias.
Cuando la mañana de este miércoles me entero de que
“El Lupito” (una vez me regañó porque yo le decía así) Barrera, me pegó la
nostalgia por todos esos años de trabajo, donde de alguna u otra manera los
compartí con él. Me gustaba que me llamara, porque además de que tenía su bien
ganada experiencia en cuestión de medios, me entretenía la forma en que daba su
opinión.
Desde que empecé a laborar en los medios, aquel mes de junio de
1982, en que José Luis Bórquez Rivas tuvo la gentileza de darme la oportunidad
de intentarlo en La Voz del Puerto, donde permanecí por casi 9 años, lo conocí.
Me acuerdo muy bien la primera vez que lo vi, recargado en el barandal de la
planta alta de Palacio Municipal. “Ese es el Lupe Barrera” me dijo Roberto Dyke
Rivera, quien hacía también sus pininos en este asunto. Tiempo después, el mismo
“Robertón” me diría… “cómo admiro a ese cab…”
Estaba gordo, tenía los
cachetes chapeteados. Dyke Rivera lo seguía. Su admiración por él era real. Un
día me dijo sin poder parar de carcajearse: “me encontré al Lupe, bien pe… me
invitó a comer carne asada y le dije que si… se sacó la carne de una bolsa del
pantalón y unas tortillas de la otra!!” La ocurrencia la festejamos durante
varias semanas y hasta años después.
Tuvo una tremenda influencia como
periodista. En el gobierno de Samuel Ocaña García, este llegó a tenerle tanta
confianza, que en una ocasión (según nos platicó el propio Lupe, una anécdota
que recuerda muy bien Enrique “Tito” Rodríguez) se enteró que el Ejecutivo
viajaría a México, y le pidió que lo llevara diciéndole: “Sammy, no seas gacho,
llévame contigo”. Relataba que no solamente se lo llevó “porque se reía mucho de
lo que yo le platicaba”, recordaba, sino que además se la pasó “de lo más bien”
los tres días que estuvo en la capital del país.
Además, estuvo casado con
una hermana de María Dolores del Río.
En las últimas semanas estuve en
contacto con él. Le había dicho que me gustaría que su columna apareciera en
este medio. Le pedí nomás que me diera chanza de recomponer aquí un poco las
cosas para empezar a trabajar. Me llamó por teléfono hace como unos 15 días para
preguntarme que si cuando empezaba. Ya pronto, le dije. Y me respondió “la nube
pronto se llenará de agua, no te preocupes”, y volvió a la paciente
espera.
Cómo no recordar su risita pícara cuando hacía algún comentario
--político o de otro tipo-- con marcado sarcasmo. Era un ocurrente. Pero también
muy preciso para decir las cosas. No se andaba por las ramas. Confieso que
siempre me gustó su estilo para escribir. Hasta para hacerlo como él hay que
tener estilo.
Tengo aún poca información sobre las causas reales de su
fallecimiento. Mi amiga Sara Valle Dessens me lo confirmó muy de mañana. Al
parecer fue un infarto. Se enteró porque Lupe vivía a tres casas de la de sus
papás. Más tarde sabremos donde será velado su cuerpo y la hora de sus
funerales.
Seguramente recordaremos ahí muchas de sus anécdotas. Y nos
volveremos a reír con todo lo que le gustaba compartirnos. A pesar de su
enfermedad nunca perdió su buen humor (“aunque a veces es muy corajudo”, me
decía su hermana Janny).
Descansa en paz, amigo.
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