Muere Ernesto Álvarez , el guía espiritual de Amado
Carrillo Elier Lizárraga La muerte de monseñor Ernesto Álvarez Valenzuela fue motivo de tristeza para muchos culiacanenses el pasado martes. A sus 76 años, es recordado por muchos como un hombre de espíritu incansable y carácter alegre y franco, según publicó el periódico Noroeste a la mañana siguiente del fallecimiento. El diario local hace memoria de su obra como sacerdote, resaltando la construcción de la parroquia del Perpetuo Socorro, en la colonia El Vallado de Culiacán. Sin embargo, parece que la sociedad ha olvidad los nexos que este hombre tenía con el narcotráfico. En el año de 1994, Álvarez Valenzuela guio a Amado Carrillo Fuentes a través de un tour religioso en Jerusalén, acompañado por su familia. Incluso hay fotografías que documentan todos estos sucesos. Diego Enrique Osorno, del rotativo nacional Milenio, escribió sobre este viaje en un reportaje publicado en abril de 2011 en el cual da constancia del tour y habla de las mencionadas fotografías, donde El Señor de los Cielos, como se le conoce a Carrillo Fuentes, parece interpretar el vía crucis de Jesucristo. La imagen, aparentemente tomada por un fotógrafo callejero, dibuja a Amado Carrillo como un fiel creyente y practicante del catolicismo, no como el traficante de drogas y asesino que realmente fue. En algunas de ellas también aparece monseñor Ernesto Álvarez, quien explicó que su relación con el mafioso se dio gracias a la ayuda altruista que prestó a La Ciudad de los Niños, orfanato administrado por la Arquidiócesis de Sinaloa. Incluso, Diego Osorno alude en su publicación que el origen de los fondos que Álvarez Valenzuela usó para reconstruir el atrio de la Catedral de Nuestra Señora del Rosario, en Guasave, vienen de su relación con Carrillo Fuentes. Fueron revestidos con placas de oro el oratorio principal y los reclinatorios donde los seguidores del catolicismo guasavense rezan padrenuestros y avemarías. A pesar de esto, la prensa local prefirió recordarlo como un personaje hasta cierto grado pintoresco, que de niño era “peleonero” y fue expulsado de varias escuelas porque se peleaba con otros niños. La razón es porque “era muy corajudo y enfrentaba algunas situaciones que no me agradaban”, manifestó en entrevista a Noroeste durante la celebración de sus bodas de oro sacerdotales. En la publicación de El Debate sobre el fallecimiento lo retratan como “un ejemplo de fe y caridad”, por su labor altruista, por la construcción del templo de Nuestra Señora del Socorro, ubicado en El Vallado, donde ofició misa durante 27 años. “Monseñor Álvarez fue un incansable guerrero del Señor, predicábamos en tiempo y destiempo. Quienes trabajamos con él, lo recordaremos como un gran testigo del amor de Dios”, manifestó Ana Luisa Simental, excoordinadora del Congreso Diocesano de la Renovación. Vida y Obra. Ernesto Valenzuela Gómez nació en Culiacán el 3 de marzo de 1935; sus padres fueron José Trinidad Álvarez Valdez y Rafaela Valenzuela Jaquez. Sus hermanos Nicanor, Misael, Rosario Felícitas, Esther, Horacio y Rebeca. En 1948 ingresó al Seminario de la Inmaculada Concepción en Culiacán, y en 1958 se convirtió en maestro de dicho seminario. Un año más tarde es ordenado sacerdote el 15 de febrero, en la ciudad de Guasave. Ese mismo año canta su primera misa en la Parroquia del Carmen, en Culiacán. De 1959 a 1964 se desempeñó como sacerdote en las ciudades de Los Mochis, Guasave y de nuevo en Culiacán, y fue en 1966 que inició la construcción del templo de Nuestra Señora del Socorro, en El Vallado. En 1978 viajó a Dublín, Irlanda, en representación de la Renovación Cristiana de México. En 1991 recibe el nombramiento de rector de la Catedral Basílica de Nuestra Señora del Socorro, y un año después es nombrado prelado de honor por el papa Juan Pablo II. En 1994 es nombrado párroco de la Comunidad Parroquial del Espíritu Santo, en Las Quintas. En 2002 es nombrado párroco del Santuario Diocesano de Nuestra Señora del Rosario, en Guasave, donde permaneció hasta su muerte. Ernesto Álvarez fue una importante figura de la comunidad católica en Sinaloa, desempeñándose como coordinador diocesano en varias comunidades. Santa fe, otra pista El caso de monseñor Álvarez no es el único de relaciones iglesia-narcotráfico en Sinaloa. En 2003 Ríodoce revela en un reportaje la relación entre el padre Benjamín Oliva y Aurora Fuentes, madre de Amado Carrillo, de quien fuera confesor. Por aquel entonces, los pobladores del fraccionamiento Santa Fe enfrentaban problemas por deficiencia de áreas educativas, pero el suntuoso templo fue construido como caído del cielo y en tiempo récord, como expresaron algunos de los habitantes del sector. Los feligreses poco o nada sabían del origen de las limosnas, pero el padre Oliva las atribuyó a “almas piadosas desinteresadas”. Al cuestionar a los representantes del Obispado en Sinaloa sobre estos acontecimientos, la única respuesta era: “Déjenlo en paz, no lo juzguen ustedes porque se le acerca el juicio de Dios”, en alusión al grave estado de salud en el que se encontraba ya el religioso. En una ocasión, el padre Oliva recaudó 45 mil pesos, debido a que los fieles del sector se encontraban en una situación precaria, aunque se trata de gente “pobre y luchona”, como ellos mismos dijeron. El Obispado carecía de recursos propios para financiar obras de esta envergadura. Su colaboración se limitaba únicamente a pedir recaudación entre las familias. En entrevista, el cura niega recibir dinero del narco, argumentando que ni siquiera acepta la ayuda que algunos de ellos, quienes acuden a él, en busca del perdón. Sobre Amado Carrillo aseguró que “siempre fue muy sencillo, bondadoso y cariñoso. Quería acercarse a Dios pero no podía, usted sabe cómo es la mafia”, declaró a la agencia Reuters en 1997. Seis años más tarde, argumentando sentirse mal por el acoso constante de los periodistas, sufrió un infarto. |
lunes, 20 de febrero de 2012
ENTRE DIOS Y EL NARCO
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