COLOMBIA.
Entre la guerra y la paz, un Premio Nobel.
La profunda violencia que se
vive y la proliferación de armas y grupos delincuenciales en Sinaloa, están
dejando de ser problemas de Mario López Valdez y deben ya ser una preocupación
de quien va a asumir la gubernatura el próximo 1 de enero.
Malova ya se va y largos se
le hacen los días y las horas para pasar la estafeta. Encontró un estado bañado
en sangre y así lo dejará. Casi diez mil homicidios, si a los 7 mil 500
asesinatos se les suman los desaparecidos. Tres mil más que el gobierno
anterior. No cumplió con la demanda de los sinaloenses de vivir en una entidad
en paz, a pesar de que fue su más importante promesa de campaña.
La gran contradicción del fin
de su mandato es que, habiendo tomado partido en la narcoguerra, termina en
medio de ella, ahora reiteradamente cuestionado desde las mismas fuerzas
federales que son atacadas por las bandas del narcotráfico.
Todo el gobierno de López
Valdez, sus jefes operativos de seguridad y los jefes policiacos en los
municipios, están siendo señalados en esferas federales como cómplices de los
cárteles de la droga. Decenas de tarjetas informativas están ya en manos de las
autoridades y los escenarios han llegado hasta la PGR, la Sedena y Los Pinos.
Pero que nadie se emocione: no pasará nada. El sistema ha funcionado y seguirá
operando así.
Ahora, mientras Malova
prepara su retirada, se supone que Quirino Ordaz Coppel debe estar diseñando
una estrategia para combatir la violencia, haciendo diagnósticos, estableciendo
prioridades, definiendo enfoques y buscando instrumentos para combatirla. Se
supone.
Los escenarios son muy
semejantes a los de hace seis años, cuando llegó López Valdez y se vivía una
guerra encarnizada entre los cárteles de la droga por el control de los plazas.
Ya al final de su gobierno, las fuerzas de los hermanos Beltrán Leyva
reaparecieron con furia por el sur de Sinaloa y han convertido esa parte de la
entidad en un infierno. Y en el centro norte, a pesar de las incursiones
militares y de la Marina, sigue prevaleciendo el poder de Isidro Meza Flores,
el Chapo Isidro, ligado a los Beltrán.
¿Mandos civiles o militares?
Esa es la primera pregunta que se hace cada vez que hay un cambio de gobierno
desde que a Renato Vega Alvarado (1993-1998) se le ocurrió llenar de milicos
las corporaciones policiacas. Hijo de un general (Renato Vega Amador), por ahí
venía parte de la explicación de que acudiera a la fuerza castrense para
combatir el crimen, que en esos tiempos empezaba a adquirir niveles
preocupantes ya que, después de la aprehensión de Miguel Félix Gallardo en
1989, surgieron liderazgos que se pelearon las plazas, entre ellos los Arellano
Félix, Joaquín Guzmán, Héctor el Güero Palma, Amado Carrillo, entre otros.
No se descarte que Quirino
Ordaz vuelva al esquema inaugurado por Vega Alvarado y deje la seguridad de la
entidad en los militares. Habría una razón similar, pues su suegro (qepd), Luis
Ángel Fuentes Álvarez, fue general de división, director del Colegio Militar y
muy cercano a los círculos del poder desde Luis Echeverría.
Se ha dicho que el secretario
de la Defensa, Salvador Cienfuegos, influyó para la designación de Quirino,
pero, más allá de eso, cierto o no, la verdad es que hay una relación muy
cercana entre los dos personajes debido a esta historia familiar.
La primera semana del mes
pasado estuvo en Culiacán el general retirado, Armando Acata Paniagua, quien
fue secretario de seguridad con Renato y varios años con Juan Millán. Visitó
las instalaciones del C-4 sin que nadie explicara qué hacía ahí. ¿Parte del
equipo de transición de Quirino? Pues que no se dude, pero decir más ya es
especular.
Lo cierto es que, más allá de
si son militares o civiles los nuevos mandos policiacos, las estrategias de
seguridad deben sufrir un cambio drástico. O seguiremos, como sexenio tras
sexenio, acumulando muertos… y frustraciones.
BOLA Y CADENA
POR LO QUE RESPECTA A LOS QUE
SE VAN, no todo está dicho. Muchos elementos se han acumulado en su contra y
hay mucho resentimiento en mandos castrenses, sobre todo porque de la
corrupción que existe en las corporaciones policiacas emana la facilidad con
que las bandas criminales pueden moverse para cometer actos como la emboscada
del viernes 30. Así que no se descarte un manotazo.
SENTIDO CONTRARIO
APENAS LA SEMANA PASADA
LLAMABA la atención esa conferencia de prensa conjunta entre el gobernador
electo, Quirino Ordaz y la nueva bancada panista, que no parecía estar
guardando la debida distancia del próximo jefe del Ejecutivo, sin menoscabo de
la necesaria coordinación entre los poderes, al margen de los estandartes
políticos. Con la definición de las comisiones en el Congreso del Estado, donde
el PRI acapara todo, queda claro que, o los diputados panistas llegan muy
verdes, o con la consigna de velar por sus intereses personales, pues esa
franja de la sociedad que los panistas representan, quedó simplemente
aplastada.
HUMO NEGRO
POCO SE HA DICHO EN MÉXICO de
las iniciativas para conseguir la paz en Colombia, después de 52 de existencia
de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Hace una semana, durante un
plebiscito, los colombianos dijeron NO a la paz, en un resultado sorprendente
pero empujado por las fuerzas más conservadoras de ese país. El jueves pasado,
el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, fue reconocido con el Premio
Nobel de la Paz 2016, por su empuje hacia la firma del acuerdo de paz con los
guerrilleros. El documento previo de paz, firmado en La Habana y ratificado en
Cartagena, Colombia, hace dos semanas, recogía con mucho las razones de existir
del movimiento guerrillero que sigue dispuesto a desarmarse y las aspiraciones
de paz de un pueblo cansado ya de tanta violencia. Pero con ese NO los
esfuerzos han quedado en el limbo. Que este gesto de la Academia Sueca, que
otorga el Nobel, sea un aliciente para que los colombianos no quiten el dedo
del renglón y sigan escribiendo una nueva historia.
(RIODOCE/ COLUMNA “ALTARES Y SÓTANOS” DE
ISMAEL BOJÓRQUEZ/9 OCTUBRE, 2016)
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