En un país donde nada
sorprende, el asesinato de 10 personas el pasado 30 de julio ordenado por un
alcalde de Michoacán, Juan Carlos Arreygue, sí sorprendió. ¿Cómo puede actuar
una autoridad con tanta impunidad? El gobernador Silvano Aureoles dijo que fue una
disputa por narcomenudeo, y que el Alcalde mandó asesinarlos porque querían
quitarle el negocio.
Aureoles no estaba
sorprendido. Desde hacía tiempo dijo que se sospechaba que Arreygue estaba
vinculado a los líderes de Los Caballeros Templarios, motivo por el cual no fue
candidato del PRD, como quería. La información sobre los antecedentes del
Alcalde, lejos de generar confianza, es motivo de censura contra Aureoles.
¿Cómo permitió que una persona sobre la que había sospechas pudiera llegar a
ocupar un puesto de elección popular? El Gobernador podrá no ser culpable de
los malos pasos de Arreygue, pero políticamente hablando, es un irresponsable.
El caso del Alcalde no es un
síntoma de la descomposición que vive Michoacán, sino expresión del cáncer que no
ha podido extirparse. Hace un año, al participar como gobernador electo en un
convenio en la Secretaría de Gobernación llamado Agenda por Michoacán, Aureoles
prometió que tomaría medidas radicales para acabar con los conflictos en el
estado y la impunidad; en agosto, ofreció paz y gobernabilidad. La verborrea no
se le acababa al Gobernador, quien todavía en abril afirmó en una entrevista de
radio: “Hemos restablecido el estado de derecho; hay seguridad jurídica y las
cifras así lo reflejan”.
En ese momento, el Gobernador
ya estaba mintiendo a los michoacanos y ocultando la verdad. En el primer
trimestre de este año, según las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema
Nacional de Seguridad Pública, los homicidios dolosos en Michoacán se habían
incrementado 62.58% en comparación con el mismo periodo de 2015. En los
primeros cuatro meses de su gobierno, el robo a vivienda, vehículos y personas,
se había disparado: el robo con violencia, 45.45%; los robos a casa-habitación,
109.52%; el robo a negocios, 21.62%; y el robo a personas, 148 por ciento. La
Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana del INEGI reflejó la zozobra en
marzo de este año, cuando 70% de los michoacanos mayores de 18 años, dijo que
vivir en su ciudad era inseguro.
Aureoles afirmó en abril que
se había recuperado la tranquilidad y la paz social en Tierra Caliente. Sin
embargo, no paraban los narcobloqueos, los enfrentamientos entre grupos armados
y policías, incendios de vehículos y camiones, y suspensión de las actividades
cotidianas en seis municipios. “El estado no se encuentra fuera de control”,
insistió el Gobernador. La respuesta de la delincuencia se dio la misma noche
en que decretó Aureoles retóricamente la gobernabilidad: al menos una decena de
vehículos fueron incendiados en Apatzingán. Al igual que en ese municipio, en
Uruapan, Zamora, Buenavista, Jiquilpan y Jacona, los niños se encerraron en sus
casas y dejaron de ir a las primarias por la inseguridad.
La violencia, que nunca se
fue de Michoacán, volvió a salir a las calles durante el gobierno de Aureoles.
La Familia Michoacana revivió con su extensión en Guerrero, y Los Caballeros
Templarios, una escisión de ese cártel de mesiánicos, mantuvo sus operaciones
en Michoacán y el centro del país. El Cártel Jalisco Nueva Generación retomó
altos niveles de actividad con los cultivos de mariguana y el trasiego de los
precursores químicos para la elaboración de las metanfetaminas. El Gobernador
está rebasado, aunque niegue que el estado se le fue de las manos desde el
primer momento en que asumió el poder en octubre del año pasado.
Las condiciones de
inseguridad en Michoacán afectan a Aureoles, que mantiene la esperanza de
alcanzar la candidatura presidencial del PRD en 2018. Aureoles se había
presentado como el salvador de Michoacán, al que iba a colocar una vez más en
la ruta del desarrollo. Evidentemente, no lo ha logrado. El Gobernador no tiene
los recursos políticos para restablecer el orden y la paz prometida. Tampoco ha
funcionado la estrategia que afirmó haber instrumentado desde el inicio de su
administración. Como en el pasado reciente, con ex los gobernadores Fausto
Vallejo y Salvador Jara, Aureoles va en camino de quedar subordinado al
Gobierno federal porque fue incapaz de frenar la inseguridad.
La delincuencia, organizada y
del fuero común, le tomaron la medida desde el principio. Mucha palabrería,
pero poca eficiencia. Sobreexpuesto en los medios de comunicación de la Ciudad
de México, Aureoles se ha dedicado más a gobernar para la opinión política en
la capital federal, que a resolver los problemas que más frustran y angustian a
los michoacanos. Los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de
Seguridad Pública, que provienen de la Procuraduría michoacana, desmienten sus
afirmaciones de haber mejorado las condiciones de seguridad. Las encuestas del
INEGI que miden las percepciones, ratifican lo que da la contabilidad del
crimen.
Aureoles ha resultado una
decepción como gobernante y un fiasco como estratega. Utilizar la condena
pública del alcalde Arreygue, le ha dado prominencia nacional en estos días con
la tolvanera que levantó. Será efímero. El linchamiento público que ha
encabezado se le va a revertir. Todos los datos de inteligencia que reveló para
justificar su detención y mostrar control, desnuda su ineficiencia. Si tanto
sabía de él, ¿por qué no actuó antes? Por ignorancia o negligencia. Sólo por
estas razones se entiende lo que sucedió, aunque el Gobernador intente dibujar
la realidad de diferente manera.
(ZOCALO/ ESTRICTAMENTE PERSONAL DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 11 DE AGOSTO
2016)
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