Agosto de 2013: las primeras
columnas sobre corrupción en el gobierno de Enrique Peña Nieto eran opacadas
por el Mexican Moment, cuando la gloria de un presidente reformador y atrevido
era modelo en el mundo; dentro del Gabinete soslayaban las imputaciones que
varios de sus compañeros olían a gas.
Octubre de 2014: altos
funcionarios minimizaban que sus tres grandes proyectos de inversión –que se
cayeron estrepitosamente–, tenían a chinos como inversionistas, que causaba
inquietud en Estados Unidos.
Noviembre de 2014: la
revelación de la “casa blanca”, la propiedad de la primera dama Angélica Rivera
comprada a través de una inmobiliaria de un amigo muy cercano al Presidente,
creó un conflicto de interés de la que todavía no salido y que definió su
gobierno, justa o injustamente, como corrupto.
Agosto de 2016: el periódico
The Guardian recicló información vieja y volvió a noquear, en términos de
opinión pública, a Peña Nieto.
La temporada de caza contra
él se abrió hace tiempo. No hay forma de cambiar el rumbo de la opinión pública
por el descrédito de Peña Nieto. Si existen o no razones fundadas para ello,
dejó de ser relevante hace tiempo. La percepción crucifica al Presidente, y un
mínimo resfriado tiene el impacto de una metástasis de cáncer. Esto es lo que
sucedió con el reportaje publicado en la versión digital de The Guardian el
martes, donde su corresponsal reportó que la primera dama está usando una
propiedad de lujo comprada por una compañía “que se espera concurse por
lucrativos contratos gubernamentales”. El gancho al hígado de Peña Nieto busca
la analogía con la “casa blanca”, pero la imputación futurista –como cuestionó
la Presidencia en un comunicado–, es hipotética y carece de la fuerza de
aquella investigación.
Sin embargo, el reportaje
abona a la percepción de conflicto de interés y corrupción. The Guardian afirmó
que la señora Rivera está usando un departamento en Key Biscayne, al sur de
Miami, “con la aparente bendición del Grupo Pierdant, que es un competidor para
manejar los puertos de México”.
Faltan los datos que
establezcan la conexión con las licitaciones, pero no hay misterio en lo demás.
El corresponsal, quien escribió que “parece que (ese grupo) le permitió a la
primera dama usar esa propiedad, adicionalmente a su otro departamento (en
Miami, que registró en su declaración patrimonial), permitiendo que fuera
administrado como una sola unidad”, ignora los antecedentes de su revelación.
La propiedad que cita el
diario, en el número 799 del boulevar Crandon, era de la señora Rivera antes de
conocer a Peña Nieto. En noviembre de 2014 la cadena Univisión publicó que ese
departamento había sido adquirido por la señora Rivera con un préstamo
hipotecario de 1.3 millones de dólares, según documentos públicos del condado
Miami-Dade.
El condominio en Ocean Tower
One –eje del reportaje en The Guardian–, fue comprado en 2005 por 1.77 millones
de dólares a Elyssies Vanconcello Diniz y su esposa, y quedó registrado a
nombre de la empresa Unit 304 Oto Inc. de la cual Rivera es directora. Según
Univisión, cuando la señora Rivera adquirió la propiedad estaba casada con el
productor y padre de sus tres hijas, Alberto Castro, cuya deuda la pagó seis
años después al Espirito Santo Bank, cuando ya era esposa de Peña Nieto.
En mayo de 2012, en un sitio
creado en la campaña presidencial de 2012, llamado Peña Vuela, se refirieron
todos los vuelos que realizó el entonces gobernador del Estado de México entre
2009 y 2011, incluidos 69 personales en México y en el extranjero, de los que
31 de ellos fueron a Miami. En un apartado dentro de la misma página, llamado
“¿A dónde va el candidato?”, mencionaban ese mismo departamento.
En el comunicado de la
Presidencia, el vocero Eduardo Sánchez acusó a The Guardian de no confirmar su
información y realizar “una especulación a todas luces dolosa”.
Sánchez atrapó a The
Guardian, que bien pudo haber explorado otros ángulos que ahora que recicló ese
departamento, pueden ser abordados. Unit 304 Oto Inc. está conectado con
Biscayne Ocean Holdings, propiedad del Grupo Pierdant que encabeza Ricardo
Pierdant, amigo de Peña Nieto desde la universidad. ¿Esto explica el porqué
pagó los impuestos del otro departamento de la señora Rivera en Brickell Key
Drive, una isla de apartamentos de lujo no tan nuevos? No es claro, pero la
vinculación que se da luego de que la señora Rivera conoció a Peña Nieto, la
coloca en el ámbito de una empresa fantasma (Shell Companies) en Miami, que son
investigadas hace tiempo por su potencial para evadir impuestos.
El otro ángulo explosivo es
que no aparece esa operación inmobiliaria de Key Biscayne en la declaración
patrimonial de la señora Rivera, ni tampoco en la del Presidente, hasta donde
se conoce públicamente, lo que constituye un delito. Peor aún, el martes
Pierdant le dijo a Univisión que el departamento era suyo, en contradicción a
lo que había reportado la cadena en 2012. Si es de él, ¿cuándo lo vendió la
señora? Si fue así, ¿por qué tampoco lo reportó en su declaración patrimonial?
El mal manejo de la
comunicación política volvió a colocar a Peña Nieto y a su esposa en un pantano
del que no han salido porque manejan la opacidad con la que manejan sus asuntos
personales, y no aprendieron la lección de la “casa blanca”. Peña Nieto es el
objetivo central de enemigos públicos y encubiertos desde hace años, sometido a
caza permanente. No podrá afrontar el acoso sin la regla básica para
contrarrestar la percepción: la transparencia. Abrirse no resolverá sus
problemas, pero cuando menos le dotará de la trinchera que tanto necesita.
(ZOCALO/ ESTRICTAMENTE PERSONAL DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 11 DE AGOSTO
2016)
No hay comentarios:
Publicar un comentario