jueves, 11 de agosto de 2016

A LA CAZA DE PEÑA NIETO

Agosto de 2013: las primeras columnas sobre corrupción en el gobierno de Enrique Peña Nieto eran opacadas por el Mexican Moment, cuando la gloria de un presidente reformador y atrevido era modelo en el mundo; dentro del Gabinete soslayaban las imputaciones que varios de sus compañeros olían a gas.

Octubre de 2014: altos funcionarios minimizaban que sus tres grandes proyectos de inversión –que se cayeron estrepitosamente–, tenían a chinos como inversionistas, que causaba inquietud en Estados Unidos.

Noviembre de 2014: la revelación de la “casa blanca”, la propiedad de la primera dama Angélica Rivera comprada a través de una inmobiliaria de un amigo muy cercano al Presidente, creó un conflicto de interés de la que todavía no salido y que definió su gobierno, justa o injustamente, como corrupto.

Agosto de 2016: el periódico The Guardian recicló información vieja y volvió a noquear, en términos de opinión pública, a Peña Nieto.

La temporada de caza contra él se abrió hace tiempo. No hay forma de cambiar el rumbo de la opinión pública por el descrédito de Peña Nieto. Si existen o no razones fundadas para ello, dejó de ser relevante hace tiempo. La percepción crucifica al Presidente, y un mínimo resfriado tiene el impacto de una metástasis de cáncer. Esto es lo que sucedió con el reportaje publicado en la versión digital de The Guardian el martes, donde su corresponsal reportó que la primera dama está usando una propiedad de lujo comprada por una compañía “que se espera concurse por lucrativos contratos gubernamentales”. El gancho al hígado de Peña Nieto busca la analogía con la “casa blanca”, pero la imputación futurista –como cuestionó la Presidencia en un comunicado–, es hipotética y carece de la fuerza de aquella investigación.

Sin embargo, el reportaje abona a la percepción de conflicto de interés y corrupción. The Guardian afirmó que la señora Rivera está usando un departamento en Key Biscayne, al sur de Miami, “con la aparente bendición del Grupo Pierdant, que es un competidor para manejar los puertos de México”.

Faltan los datos que establezcan la conexión con las licitaciones, pero no hay misterio en lo demás. El corresponsal, quien escribió que “parece que (ese grupo) le permitió a la primera dama usar esa propiedad, adicionalmente a su otro departamento (en Miami, que registró en su declaración patrimonial), permitiendo que fuera administrado como una sola unidad”, ignora los antecedentes de su revelación.

La propiedad que cita el diario, en el número 799 del boulevar Crandon, era de la señora Rivera antes de conocer a Peña Nieto. En noviembre de 2014 la cadena Univisión publicó que ese departamento había sido adquirido por la señora Rivera con un préstamo hipotecario de 1.3 millones de dólares, según documentos públicos del condado Miami-Dade.

El condominio en Ocean Tower One –eje del reportaje en The Guardian–, fue comprado en 2005 por 1.77 millones de dólares a Elyssies Vanconcello Diniz y su esposa, y quedó registrado a nombre de la empresa Unit 304 Oto Inc. de la cual Rivera es directora. Según Univisión, cuando la señora Rivera adquirió la propiedad estaba casada con el productor y padre de sus tres hijas, Alberto Castro, cuya deuda la pagó seis años después al Espirito Santo Bank, cuando ya era esposa de Peña Nieto.

En mayo de 2012, en un sitio creado en la campaña presidencial de 2012, llamado Peña Vuela, se refirieron todos los vuelos que realizó el entonces gobernador del Estado de México entre 2009 y 2011, incluidos 69 personales en México y en el extranjero, de los que 31 de ellos fueron a Miami. En un apartado dentro de la misma página, llamado “¿A dónde va el candidato?”, mencionaban ese mismo departamento.

En el comunicado de la Presidencia, el vocero Eduardo Sánchez acusó a The Guardian de no confirmar su información y realizar “una especulación a todas luces dolosa”.

Sánchez atrapó a The Guardian, que bien pudo haber explorado otros ángulos que ahora que recicló ese departamento, pueden ser abordados. Unit 304 Oto Inc. está conectado con Biscayne Ocean Holdings, propiedad del Grupo Pierdant que encabeza Ricardo Pierdant, amigo de Peña Nieto desde la universidad. ¿Esto explica el porqué pagó los impuestos del otro departamento de la señora Rivera en Brickell Key Drive, una isla de apartamentos de lujo no tan nuevos? No es claro, pero la vinculación que se da luego de que la señora Rivera conoció a Peña Nieto, la coloca en el ámbito de una empresa fantasma (Shell Companies) en Miami, que son investigadas hace tiempo por su potencial para evadir impuestos.

El otro ángulo explosivo es que no aparece esa operación inmobiliaria de Key Biscayne en la declaración patrimonial de la señora Rivera, ni tampoco en la del Presidente, hasta donde se conoce públicamente, lo que constituye un delito. Peor aún, el martes Pierdant le dijo a Univisión que el departamento era suyo, en contradicción a lo que había reportado la cadena en 2012. Si es de él, ¿cuándo lo vendió la señora? Si fue así, ¿por qué tampoco lo reportó en su declaración patrimonial?

El mal manejo de la comunicación política volvió a colocar a Peña Nieto y a su esposa en un pantano del que no han salido porque manejan la opacidad con la que manejan sus asuntos personales, y no aprendieron la lección de la “casa blanca”. Peña Nieto es el objetivo central de enemigos públicos y encubiertos desde hace años, sometido a caza permanente. No podrá afrontar el acoso sin la regla básica para contrarrestar la percepción: la transparencia. Abrirse no resolverá sus problemas, pero cuando menos le dotará de la trinchera que tanto necesita.

(ZOCALO/ ESTRICTAMENTE PERSONAL DE           RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 11 DE  AGOSTO    2016)





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