Enrique Ochoa llegó a la
dirigencia del PRI como producto de dos variables: la introspección, y la
improvisación del Presidente Enrique Peña Nieto. La primera, como resultado de
un proceso íntimo donde rechazó las influencias externas sobre nombres que
podrían encabezar el partido, y de las reticencias del Secretario de Hacienda,
Luis Videgaray, a un cambio en la dirección de la Comisión Federal de
Electricidad. La segunda, la improvisación, porque fue hasta el martes por la
tarde cuando lo citó en Los Pinos para notificarle su decisión unipersonal, sin
que fuera acompañada de estrategia alguna.
El Presidente Peña Nieto dejó
al delfín a merced de los leones. Su dedazo enfrentó resistencias públicas y
beligerantes como no se habían visto en años. No se preparó un proceso inverso,
como placearlo ante la militancia en el País antes de hacerlo líder del PRI,
para generar consensos, ni hubo una estrategia de arropamiento mediático.
Cuando los leones saltaron y la República de las Opiniones lo crucificó, no
hubo voces -salvo la del coordinador del PRI en el Senado, Emilio Gamboa-, que
salieran en su apoyo. Los dos pilares en el Olimpo peñista, los secretarios
Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong de Gobernación, no desplegaron sus oficios
para respaldar la decisión presidencial. Tampoco hizo nada la oficina de prensa
de Los Pinos.
Dejaron que Ochoa resolviera
las cosas como pudiera, y descubrió las mezquindades de sus camaradas. Al
cuestionar su militancia -detonada por un video donde niega ser militante y
puesto en YouTube por el Gobernador panista Francisco Domínguez-, le regatearon
apoyos. La indiferencia y la oposición que encontró en los días previos a
asumir el liderazgo del partido no fue contrarrestada por la señal inequívoca
que era un hombre del Presidente. Los priistas, expertos en semiótica, deben
haber visto que los alfiles de Peña Nieto no movieron un músculo ni lanzaron
una mirada que confirmara el deseo de Los Pinos. Actuaron, por tanto, en
consecuencia.
Ochoa tendrá que traducirle
al PRI y a la sociedad que vota, qué es lo que piensa Peña Nieto del País, de
su Gobierno, sus políticas, y el por qué optó de manera unipersonal por él. El
nuevo líder del partido tiene características que pueden servirle, como su
conocimiento profundo de las reformas peñistas y su habilidad como polemista,
que juntas son buena combinación para el debate; su capacidad de organización
en momentos de crisis, como lo demostró durante el huracán “Odile” que devastó
Baja California Sur en septiembre de 2014; y la forma como, aunque en el bajo
perfil durante las reuniones de gabinete, hablaba sin temores cuando requerían
de su palabra. Pero nadie le ha regateado capacidades técnicas y articulación.
El cuestionamiento es que dirigirá un partido que no conoce.
El nuevo líder del PRI ha
adelantado que hará una presidencia donde debatirá en la arena pública y
mostrará los contrastes. Ha definido los términos de la batalla. Tan corruptos
son algunos gobernadores priistas, como panistas y perredistas. Tan opacos y
maniqueos son algunos de quienes visten la casaca tricolor, como quienes usan
las morenas de Andrés Manuel López Obrador. Mediocres han sido los rendimientos
en la economía, como pobre fue la gestión del ex Presidente Felipe Calderón.
Deficientes los gobiernos panistas y perredistas, como los priistas, y con
oscuras relaciones unos como otros con el narcotráfico. Es decir, Ochoa llega a
un lodazal donde no hay buenos, sino menos malos que otros.
No es una arena pública
novedosa. Si no la agitó el Presidente Peña Nieto es porque sus asesores le
aconsejaron no gobernar con el retrovisor ni cobrar las facturas para los
panistas que se llenaron los bolsillos de dinero mal habido. El mejor ejemplo
lo dio la Gobernadora de Sonora, Claudia Pavlovich, que denunció a la PGR por
congelar la averiguación contra su antecesor, el panista Guillermo Padrés,
puesta en el limbo por instrucciones de Los Pinos. También dejó tranquilo al ex
Gobernador de Guerrero, Ángel Heladio Aguirre, pese a meter en la cárcel a
varios de sus colaboradores más cercanos -y a su hermano también-, por actos de
corrupción en su Gobierno. El Presidente cuidó también a sus aliados
perredistas en el Pacto por México para que sirvieran de contrapeso a López
Obrador. Vistos los resultados, esa política de avestruz hacia la oposición
aliada le dio pocos frutos a Peña Nieto, pero no hay señales de cambio real.
La tolerancia con la
corrupción ha sido una huella que cada vez se impregna más en el legado
peñista. El lunes se sacudió un poco el lastre, pero como lo había anticipado
Monroy, el recargón fue contra priistas: Javier Duarte, Gobernador de Veracruz;
Roberto Borge de Quintana Roo, y César Duarte de Chihuahua. Una vez más, Peña
Nieto contra los suyos. Pero ya es un avance, porque hasta el lunes, la impunidad
era generalizada. La pregunta es si Ochoa quiere combatir en todos los frentes, ¿lo dejará Peña Nieto? El
líder del PRI está en una encrucijada, porque al aceptar dirigirlo apostó su
futuro. Si fracasa, mucho por lo que trabajó durante su vida profesional, será
tirado a la basura.
Entendiendo todo lo que tiene
que perder, habrá que darle, al nuevo líder del PRI, el beneficio de la duda,
aunque él como todos saben que el camino al éxito no dependerá sólo de él, sino
de quien lo puso en ese lugar.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ Estrictamente Personal/
Raymundo Riva Palacio/ 13/07/2016 | 04:12 AM)
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