lunes, 21 de octubre de 2013

CARO QUINTERO Y LA HIPOCRESÍA GRINGA


Rafael Caro. Los ejes de la corrupción.


Las afirmaciones recientes de tres ex policías norteamericanos sobre el crimen de Enrique Camarena, en febrero de 1985, que estarían eximiendo a Rafael Caro Quintero de toda responsabilidad en el asesinato a pesar de que fue juzgado y sentenciado en México por este hecho, deben verse como un capítulo más de la oscura y perversa relación de Estados Unidos con los países involucrados en el tema del narcotráfico. Y en este caso terciando el problema de la contra nicaragüense que, confirmado está desde hace muchos años, recibió apoyo gringo para derrocar al gobierno sandinista después del triunfo de la revolución en Nicaragua.

No se sabe si se confirmará la veracidad de las afirmaciones de los agentes, que sostienen que a Enrique Camarena no lo torturó y asesino Caro Quintero, sino el agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Félix Rodríguez. Por lo pronto, el tema Camarena está de nuevo en los medios más importantes de México y los Estados Unidos, avivando el fuego mediático que despertó la abrupta liberación del capo mexicano, la madrugada del 9 de agosto.

¿De qué se trata ahora? ¿Cuál es el propósito de estas nuevas revelaciones sobre un caso que ha gravitado durante casi 30 años en las relaciones de México y Estados Unidos respecto al narcotráfico? ¿Qué se busca cuando Rafael Caro Quintero empieza a tener un papel preponderante en la recomposición del mapa del narcotráfico en México, empezando por los estados que conforman la ruta del Pacífico?

Habría de esperarse que el Gobierno norteamericano no cambie la versión de los hechos que ha sostenido todos estos lustros y que defienda el mito en que convirtieron a Camarena, contra el salvajismo atroz que ha representado el narco de La Noria, Badiraguato. Pero no puede decirse lo mismo de los que en Estados Unidos sostienen una larga confrontación interna por los dividendos de la lucha contra el narcotráfico. Allá, como aquí, las corporaciones policiacas han librado durante décadas una lucha soterrada por los presupuestos y las millonarias ganancias que deja el combate o, para ser más realistas, la administración del narcotráfico. La DEA y la CIA han mantenido durante décadas una rivalidad abierta por los mercados criminales, siempre favorecidos por leyes que permiten operaciones encubiertas de las que comúnmente se saca raja. Ahí está Rápido y Furioso, para no ir muy lejos.

Y a esta lucha se ha sumado en los años recientes el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés), que a pesar de haber nacido para identificar actividades criminales en las fronteras que permitan proteger los intereses norteamericanos, ha ocupado un papel muy importante en la lucha contra el narcotráfico, desplazando muchas veces a la propia DEA.

Esta es una parte de la película, la otra está en México, donde la lucha contra el narcotráfico se pervirtió antes de nacer, pues el Estado era parte del problema. En los sótanos del poder han quedado hasta ahora la participación de generales, secretarios de la Defensa, gobernadores, titulares de la PGR y de Gobernación y seguramente hasta presidentes de la República en el negocio de las drogas. Grandes crímenes incluidos como el del periodista Manuel Buendía, cuyas motivaciones no han sido expuestas públicamente hasta ahora a pesar de que un hombre fue juzgado y sentenciado como autor intelectual.

La turbia relación que durante décadas el Estado mexicano ha mantenido con los más grandes narcotraficantes les permitió a estos no solo sobrevivir, en un juego necesario de relevos que permita que la vida siga, sino hincar muchas veces al Gobierno al grado de ponerle condiciones en esta relación, lo cual empezó a ocurrir también con el Gobierno norteamericano. Revisemos si no el juicio contra Vicente Zambada Niebla, en Chicago.

Que se trague el que quiera el cuento de que Caro Quintero obtuvo su libertad sin que la PGR se diera cuenta. Y también la historia de que lo buscan afanosamente. Rafael Caro Quintero es, hoy día, el eslabón perfecto que une las complicidades históricas de los gobiernos gringo y mexicano respecto al narcotráfico.

Bola y cadena

SI JESÚS ANTONIO AGUILAR ÍÑIGUEZ pasó el examen de control y confianza podría hacer lo mismo el Cholo Iván con los mismos resultados. ¿A qué le teme entonces Gerardo Vargas Landeros, que todavía no se anima a poner la mano sobre el detector de mentiras?

Sentido contrario

NO PUEDE CONSIDERARSE un triunfo del Gobierno inaugurar una carretera que no pasa todavía las pruebas del tiempo. Si algo hay que cuestionar de los gobiernos de todos los niveles en el país, es la calidad de la obra pública. Unos días antes de la inauguración, con el paso del huracán Manuel, surgieron en los puentes y túneles de la Mazatlán-Durango defectos de construcción que podrían agravarse con el paso de los años. Qué bueno que ya se hizo la conexión de los océanos con esta rúa y ojala traiga pronto los beneficios ofrecidos para los estados conectados. Qué malo que las dudas empañen este esfuerzo.

Humo negro

¿CUÁL ES LA   PRISA DE ALEJANDRO HIGUERA porque se licite la construcción del acueducto con el cual se piensa traer agua a Mazatlán de la presa Picachos, si no hay siquiera presupuesto aprobado para la obra?

(RIODOCE/  Columna Altares y Sótanos de Ismael Bojórquez/  )

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