Policías hostigan a denunciantes de la desaparición de mecánico en El Fuerte
El Fuerte.- Han pasado dos meses desde que el mecánico Arnoldo Gómez Soto desapareciera y aún no hay rastros de su ubicación.
La familia se ha quedado sola con su búsqueda, porque, dice, las
autoridades las abandonaron. Incluso aquellas que en su tiempo de
denuncia les declararon apoyo incondicional. Ya no les contestan las
llamadas, los mensajes de texto no son respondidos y se esconden para no
darles la cara. Es un trato humillante, por el desespero para encontrar
al padre soltero que una vez jurara a su hija que siempre la sacaría
adelante, cuanta tormenta enfrentara. Hoy, la chica está sola, sin madre
y sin padre. Solo la sostienen las tías y la abuela, y a su amparo
crece.
No es todo lo malo para la familia de Arnoldo, porque ahora también,
la hermana y la madre, Karla Gabriela Gómez Soto y María Yolanda Soto
Góngora, respectivamente, son hostigadas por los principales sospechosos
en el caso: la Policía Municipal local.
En una ocasión y harta del hostigamiento policial, recurrió al
comandante de la Policía Ministerial y reportó lo que ocurría. Él le
habló a Daniel Castro, director de la Policía Municipal y le dijo “que
parara a su gente o las cosas se complicaban”. Por aquella llamada, todo
se detuvo, de momento.
“Ahora nos dicen que seguimos nosotras, mis hijas, sobrinas. Los
policías detienen sus patrullas o motocicletas, nos siguen a baja
velocidad. Nos observan, gesticulan, se burlan y nos hacen llegar
comentarios amenazantes”, afirma Karla Gabriela Gómez Soto, la hermana
que desde el comienzo del martirio se destacó por la apasionada búsqueda
del hermano extraviado.
Ella es el motor en la búsqueda de Arnoldo. Y a sí misma se ha prometido que no se apagará, hasta encontrarlo.
“No podemos denunciar porque ya no confiamos en nadie. Si denuncias,
nadie te escucha, nadie investiga. Se protegen, hacen que hacen, pero
solo disimulan”.
Los testigos aportados declararon en descargo de los acusados. Otros,
por temor o miedo a represalias prometidas por los policías declinaron
declarar. Y finalmente no hay nada en claro. El paradero de Arnoldo es
un misterio.
Karla tuvo que rogar ayuda. Unos militares adscritos a esta cabecera
municipal se lo otorgaron, pese a no estar facultados legalmente para
actuar. Buscaron testigos, dieron con sospechosos, pero por estar
impedidos para actuar en asuntos del fuero común, sus indagaciones
toparon con la impunidad. Los sospechosos denunciaron a los soldados, y
ese pelotón fue cambiado de adscripción, recuerda.
La comandancia de la Policía Ministerial del Estado poco avanza.
“Sí, han detenido gente, la han llevado a declarar, pero lo que
nosotros queremos es encontrar a Arnoldo. Que ellos, con sus métodos
obtengan esa información de los implicados, al fin y al cabo son también
policías”.
El jefe de Averiguaciones Previas en Los Mochis, Arturo Arellano,
solo actúa, pero sus pesquisas no conducen a nada. Trabajo ingenuo a
favor de los policías involucrados en la desaparición de Arnoldo,
denuncia.
El alcalde, José Eleazar Rubio Ayala, que en ocasión del escándalo
público se rasgó las vestiduras, ahora ya ni los mensajes de texto
responde. Peor aún, como los avestruces, oculta la cabeza para no ver a
la familia, afirma. “Es cobarde”.
Pese a todo, ella no declina la búsqueda, y en lo que tope luchará
hasta encontrar a su hermano, que desapareció a los 35 años de edad.
Transcurrían los primeros días de agosto cuando Arnoldo se dirigía a
reparar un auto a la colonia Pablo Macías, acompañado de dos amigos, el Pájaro y David “N”. Todos viajaban en el Cutlass blanco, modelo 1995, sin placas para circular, propiedad del mecánico.
Mientras estaban en la colonia Macías, arribó un auto Athos blanco.
En él viajaban el policía José Dolores Rojo y Blanca “N”. Ambos se
embriagaban. Aparentemente Blanca le reclama a Arnoldo el rompimiento de
sus relaciones. Entonces, Arnoldo desaparece.
El auto del mecánico es encontrado con las puertas abiertas en
Ocolome, zona del río Fuerte. Testigos refieren que el carro de Arnoldo
era seguido por el Athos blanco y después que una patrulla los
interceptó.
Los testigos refieren que a la distancia vieron a un hombre hincado,
un civil, lo que parecía una mujer y policías. Entonces voltearon la
vista porque supusieron que era un operativo de rutina.
A los días, el suegro del Pájaro y padre de David, encuentra
el auto y lo remolca a un yonque de su propiedad. Avisa a la familia, y
esta, ante la tardanza del retorno de Arnoldo, comienza a marcarle al
celular. No responde e inmediatamente manda al buzón. Arnoldo estaba
perdido. Y extraviado continúa hasta ahora. Por eso, Karla, su hermana,
desató su búsqueda frenética, que ahora se tropieza con amenazas de la
Policía Municipal local.
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