lunes, 21 de octubre de 2013

SESENTA DÍAS DE ANGUSTIA EN EL FUERTE, SINALOA

Familiares agraviados. Sordera institucional.

Policías hostigan a denunciantes de la desaparición de mecánico en El Fuerte

El Fuerte.- Han pasado dos meses desde que el mecánico Arnoldo Gómez Soto desapareciera y aún no hay rastros de su ubicación.

La familia se ha quedado sola con su búsqueda, porque, dice, las autoridades las abandonaron. Incluso aquellas que en su tiempo de denuncia les declararon apoyo incondicional. Ya no les contestan las llamadas, los mensajes de texto no son respondidos y se esconden para no darles la cara. Es un trato humillante, por el desespero para encontrar al padre soltero que una vez jurara a su hija que siempre la sacaría adelante, cuanta tormenta enfrentara. Hoy, la chica está sola, sin madre y sin padre. Solo la sostienen las tías y la abuela, y a su amparo crece.

No es todo lo malo para la familia de Arnoldo, porque ahora también, la hermana y la madre, Karla Gabriela Gómez Soto y María Yolanda Soto Góngora, respectivamente, son hostigadas por los principales sospechosos en el caso: la Policía Municipal local.

En una ocasión y harta del hostigamiento policial, recurrió al comandante de la Policía Ministerial y reportó lo que ocurría. Él le habló a Daniel Castro, director de la Policía Municipal y le dijo “que parara a su gente o las cosas se complicaban”. Por aquella llamada, todo se detuvo, de momento.

“Ahora nos dicen que seguimos nosotras, mis hijas, sobrinas. Los policías detienen sus patrullas o motocicletas, nos siguen a baja velocidad. Nos observan, gesticulan, se burlan y nos hacen llegar comentarios amenazantes”, afirma Karla Gabriela Gómez Soto, la hermana que desde el comienzo del martirio se destacó por la apasionada búsqueda del hermano extraviado.

Ella es el motor en la búsqueda de Arnoldo. Y a sí misma se ha prometido que no se apagará, hasta encontrarlo.

“No podemos denunciar porque ya no confiamos en nadie. Si denuncias, nadie te escucha, nadie investiga. Se protegen, hacen que hacen, pero solo disimulan”.

Los testigos aportados declararon en descargo de los acusados. Otros, por temor o miedo a represalias prometidas por los policías declinaron declarar. Y finalmente no hay nada en claro. El paradero de Arnoldo es un misterio.

Karla tuvo que rogar ayuda. Unos militares adscritos a esta cabecera municipal se lo otorgaron, pese a no estar facultados legalmente para actuar. Buscaron testigos, dieron con sospechosos, pero por estar impedidos para actuar en asuntos del fuero común, sus indagaciones toparon con la impunidad. Los sospechosos denunciaron a los soldados, y ese pelotón fue cambiado de adscripción, recuerda.

La comandancia de la Policía Ministerial del Estado poco avanza.

“Sí, han detenido gente, la han llevado a declarar, pero lo que nosotros queremos es encontrar a Arnoldo. Que ellos, con sus métodos obtengan esa información de los implicados, al fin y al cabo son también policías”.

El jefe de Averiguaciones Previas en Los Mochis, Arturo Arellano, solo actúa, pero sus pesquisas no conducen a nada. Trabajo ingenuo a favor de los policías involucrados en la desaparición de Arnoldo, denuncia.

El alcalde, José Eleazar Rubio Ayala, que en ocasión del escándalo público se rasgó las vestiduras, ahora ya ni los mensajes de texto responde. Peor aún, como los avestruces, oculta la cabeza para no ver a la familia, afirma. “Es cobarde”.

Pese a todo, ella no declina la búsqueda, y en lo que tope luchará hasta encontrar a su hermano, que desapareció a los 35 años de edad.

Transcurrían los primeros días de agosto cuando Arnoldo se dirigía a reparar un auto a la colonia Pablo Macías, acompañado de dos amigos, el Pájaro y David “N”. Todos viajaban en el Cutlass blanco, modelo 1995, sin placas para circular, propiedad del mecánico.

Mientras estaban en la colonia Macías, arribó un auto Athos blanco. En él viajaban el policía José Dolores Rojo y Blanca “N”. Ambos se embriagaban. Aparentemente Blanca le reclama a Arnoldo el rompimiento de sus relaciones. Entonces, Arnoldo desaparece.

El auto del mecánico es encontrado con las puertas abiertas en Ocolome, zona del río Fuerte. Testigos refieren que el carro de Arnoldo era seguido por el Athos blanco y después que una patrulla los interceptó.

Los testigos refieren que a la distancia vieron a un hombre hincado, un civil, lo que parecía una mujer y policías. Entonces voltearon la vista porque supusieron que era un operativo de rutina.

A los días, el suegro del Pájaro y padre de David, encuentra el auto y lo remolca a un yonque de su propiedad. Avisa a la familia, y esta, ante la tardanza del retorno de Arnoldo, comienza a marcarle al celular. No responde e inmediatamente manda al buzón. Arnoldo estaba perdido. Y extraviado continúa hasta ahora. Por eso, Karla, su hermana, desató su búsqueda frenética, que ahora se tropieza con amenazas de la Policía Municipal local.

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