Instrumento crucial para que los ciudadanos empiecen a tomar el
timón y enderecen el barco que los políticos llevan a pique, la reforma
constitucional que permite candidaturas independientes —postularse a un
cargo público sin convertirse en rehén de los partidos— le viene como
“anillo al dedo” a Sinaloa para finiquitar los ciclos de electores
profundamente decepcionados ante representantes sociales inmensamente
corruptos. El Congreso del Estado, tardío pero ni modo, ha aportado la
herramienta y faltan ahora los liderazgos y electores dispuestos a
usarla para empujar la democratización en esta tierra de los once ríos y
mil agravios.
Dejada ahí, en la intrascendencia y la apatía, la reforma al artículo
10 de la Constitución de Sinaloa en su párrafo primero y fracción 2
sería algo así como no utilizar las lanchas salvavidas en pleno
naufragio. El desprestigio de las organizaciones partidistas y la
empedernida costumbre de personajes que reciben el voto e inmediatamente
traicionan a sus adeptos, ha orillado a la gente a elegir bajo el
absurdo del menos peor o la seducción de la dádiva que prostituye el
sufragio.
La democracia en Sinaloa se tornó desilusión, desespero e impotencia.
Los bandoleros de la política encontraron espacios vacíos que la
sociedad civil no podía llenar al carecer de la posibilidad de
prescindir de los partidos a la hora de buscar el poder. Esas vacantes
en lo referente a la representatividad fiable las han ido ocupando
grupos o proyectos que han sabido capitalizar el descontento de la
población. Es el caso del Partido Sinaloense que dirige Héctor Melesio
Cuen Ojeda y que emergió precisamente de la exasperación colectiva ante
siglas como el PAN, PRI y PRD que perdieron la vergüenza y también la
confianza de sus seguidores.
El malogrado experimento de 2010 en Sinaloa es otro referente para
entender la decepción social hacia los políticos. El triunfo de Mario
López Valdez, a quien los electores identificaron como un actor
ciudadano descobijado por su partido, el PRI, y guarecido bajo la
alianza opositora, decayó en una caricatura del cambio, la alternancia
fingida, que al final de cuentas derribó más la de por sí derrumbada fe
en la siglas electoreras y los monigotes disfrazados de estadistas.
Con las candidaturas independientes, la cuestión a resolver es si la
ciudadanía debe construir los liderazgos que necesita o si tendrán que
ser los líderes los que construyan ciudadanía. En Sinaloa, tanto la
ciudadanía como los liderazgos están apagados, rendidos o bien
cooptados. Si la sociedad civil prosigue postrada, echada a la abulia
democrática, entonces reincidirán los vivales en usufructuar tales
desidias y el círculo vicioso será el mismo al que rige desde hace
décadas.
La deuda del conglomerado sinaloense es enorme en materia de
participación. El estado luce fracturado en muchos aspectos y eso no
sería novedad a no ser que el primero de enero de 2011 se instaló el
régimen autollamado del cambio, de la alternancia. La gente salió a
votar y creyó con eso lo solucionaba todo, sin embargo el principio de
autoridad se halla en crisis y la delincuencia en sus diferentes
expresiones gana terreno metiéndose como la humedad en todo, hasta en el
Gobierno.
¿Por qué las mismas masas que eligieron a Malova no salen
ahora a reclamarle las decenas de promesas incumplidas? ¿Debemos aceptar
que el cambio se trate solamente de uniformes y útiles regalados en las
escuelas? ¿Quién le está pidiendo cuentas al gobernador de los negocios
que sigue haciendo con sus cuates, ahora rescatando empresas con
recursos públicos?
La 60 Legislatura local ya hizo su parte, a reserva de que en los
próximos meses se trabaje en el correspondiente reglamento y sin pasar
por alto que la reforma constitucional fue casi forzada y es
extemporánea en cuanto a los plazos federales. Corre la cuenta regresiva
de Sinaloa. De aquí en adelante debe ir más aprisa la sociedad que los
políticos o partidos. Hay materia para ciudadanizar el Gobierno antes de
que sean irremediables los saldos del saqueo, la traición y la
impudicia que han dejado sexenios enteros de timadores de la función
pública.
Re-verso
Se puede, si se quisiera,
en un día de elección,
acabar con el ratón,
y destruir la ratonera.
La sombra de Viz
Entre los invitados especiales de Enrique Peña Nieto, a su primer
informe, estaba Jesús Vizcarra Calderón, el político que muchos dan por
muerto en Sinaloa. Cerca del empresario de la carne, pero distante del
presidente, Mario López Valdez parecía asistir al final de sus días de
gloria. En la política también hay tiempo para retoñar y hay tiempo para
marchitarse. Malova parece sufrir por adelantado la sequía de poder.
Irse a destiempo
Los jóvenes se nos están yendo de las manos. Unos reclutados por el
crimen, otros atrapados por las adicciones, otros en el desempleo y
muchos sin siquiera poder estudiar una carrera porque no hay cupo en las
escuelas. ¿Los ve, gobernador? ¿Y si también decreta una alerta de
jóvenes?
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