martes, 30 de julio de 2013

LOS SECRETOS DE PUENTE GRANDE

México, DF.- Jesús Lemus, periodista de Guanajuato, permaneció preso en el Penal de Puente Grande, Jalisco, condenado por delitos políticos.

“Reporte Indigo” lo entrevistó a propósito de la publicación de su libro “Los Malditos”, en el cual aparecen conversaciones con varias “celebridades criminales” que se encuentran recluidas en el penal de máxima seguridad.

“El Mochaorejas”, el “Duby” –el narcosatánico– Alfredo Beltrán Leyva, el “Mochomo”, Mario Aburto, Daniel Aguilar Treviño –asesino de Ruiz Massieu– Ovidio Sanchez Limón, lugarteniente de “El Lazca”, y el “Gato”, cómplice de Joaquín “El Chapo” Guzmán, entre otros, hablaron en exclusiva para Lemus.

Estas conversaciones fueron reproducidas en “Los Malditos”, un libro que da a conocer algo más que los retratos hablados de la personalidad de sus entrevistados, de sus creencias y de lo que dicen.

Lemus, a través de “Los Malditos”, que ya circula bajo el sello de la editorial Grijalbo, también nos hace voltear a ver cómo se violan cotidiana y sistemáticamente los derechos humanos en las cárceles mexicanas, sobre todo en los penales de máxima seguridad.

Y cómo cualquiera puede ir a dar a ahí, trátese de un general de alto rango, o de un modesto periodista, si sus expresiones molestan al Presidente de la República, o a sus amigos.


NI UNA DISCULPA

Hoy, Jesús Lemus está libre. Lo absolvieron en segunda instancia después de haber pasado más de tres años en prisión.

Nunca se demostró culpa alguna, salvo la de molestar con sus críticas a políticos locales amigos del entonces presidente, Felipe Calderón.

Cuando Lemus salió, ni una disculpa recibió.

“Un día me mandan llamar al juzgado y me dicen que tengo la notificación de libertad”, dice Lemus en entrevista exclusiva para Reporte Índigo.

Y así como así, me dicen: ‘¿Es usted éste?’ y les digo que sí. Me dicen: ‘entonces está usted libre porque llegó la apelación que dice que no hay ninguna responsabilidad y que se le decreta su libertad en forma inmediata’.

“Entonces le pregunto: ¿Cómo así nada más? ¿Ya me voy o qué? Y les digo: ¿Ni un disculpe, ni nada nada? –en tono de broma. Yo estaba contento–. Y me responde la notificadora que no, que eso no viene en ningún lado. ‘Eso de disculpe usted es una falacia’, me dice.

Yo fui detenido el día 8 de mayo de 2008. El presidente era Felipe Calderón”.


TORTURAS CLÁSICAS

En cuanto fui detenido empezaron las torturas. Todas las formas que usted se imagine.

Desde la bolsa de plástico en la cara, desde los golpes, desde la sumersión en el agua, los toques, la simulación de ejecución cortando cartucho en la cabeza. Incluso hubo disparos cerca del oído. Golpes en el cuerpo, en las plantas de los pies. Con tal de que firmara.

En Guanajuato es una práctica común. Yo puedo hablar por eso, por lo que pasó ahí.

Después me llevan a Puente Grande y mi entrada a ese Penal es tormentosa también. Todo el que ingresa a Puente Grande es torturado.

La tortura empieza por el esposamiento por la espalda, los golpes, y un trato violatorio a la dignidad.

Hay una revisión corporal extenuante de todo, desde todas las cavidades corporales, practicada por mujeres y con gritos de guardias y oficiales. Ladridos de perros y la amenaza y golpes constantes en la espalda, en las piernas, en la cabeza, en el estómago.

Recuerdo que a la entrada a todos los presos a Puente Grande les hacen que hagan gárgaras con una sustancia que no sé qué sea, pero que te deja seca la boca. No hay salivación y eso te aumenta la sensación de ahogamiento.

De ahí, con la boca seca, te llevan corriendo y cada 10 metros te detienen y te golpean y te asfixian con la mano.


SEIS MESES DESNUDO

Ingreso a Puente Grande el 27 de mayo de 2008 y se me asigna al área de “COC” que es el Centro de Observación y Clasificación. En esa área permanezco por seis meses, cuando la regla o norma establece que un preso que entra a COC debe durar máximo 22 días.

Me mandan un pasillo donde permanezco desnudo en una celda de 2 por 3 metros. No tengo nada a mi alcance.

En ese pasillo donde yo estaba, había otras cinco celdas en las que estaban también otros reos clasificados como de “alta peligrosidad”. Es decir personas supuestamente capaces de crear un instrumento letal a partir de cualquier cosa que se les proporcione.

Así estuve yo. Así estuvieron muchos. Y estoy seguro que así están muchos.

Las revisiones de la Comisión de los Derechos Humanos nunca pasan por ahí. No hay un visitador que entre y que vea.

Las cámaras funcionan cuando hay visitas de los de Derechos Humanos, pero ya para entonces el oficial te dio tu ropa, tu uniforme, te vistió y te puso guapo.

Te da un libro, te da galletas, un colchón, tus cobijas, sábanas, almohada y eres un preso modelo en una cárcel modelo.

Pero en cuanto se iba el visitador, volvíamos a lo mismo. A la condición de desnudez.


EL PROTOCOLO DE ESTAMBUL, A 'CHINGADAZOS'

Cuando llegué a la cárcel esa, me dice el comandante: denúdese y deme la ropa. Usted saldrá en la noche al patio a hacer ejercicio. Yo pensé: Bueno, que a todo dar ¿no?

Después van por mí a la 1 o 2 de la mañana, me sacan al patio desnudo y me dice el oficial: “Usted va a darle dos vueltas a la cancha y nos devolvemos”. Sin embargo en cuanto empecé a caminar sentí el chorro de agua fría a presión en la espalda, que me tumbó.

Así con la presión del agua de una manguera de bombero sobre mi cuerpo, me fui rodando por el suelo y tuve que dar las vueltas al patio. Y después de eso vino una golpiza y luego el regreso.

En eso consistía “salir al patio”. Supuestamente era una terapia de reeducación.

Eso, a pesar que desde que ingresé al Cefereso supuestamente me aplicaron el Protocolo de Estambul, a petición de Periodistas Sin Fronteras.

Supuestamente el protocolo es para evitar torturas, pero a mí me aplicaron el Protocolo Estambul a base de chingadazos.


LOS 'GUANTÁNAMOS' MEXICANOS

Se supone que Puente Grande es un Centro Federal de Readaptación Social, pero en realidad es un centro de exterminio.

Es cierto que en México no hay pena de muerte, pero a lo que jugaron las autoridades en ese tiempo que yo estuve ahí, fue a exterminar a la gente que está adentro, a matarla poco a poco, a disminuirla todos los días.

A irla acabando, a irla apagando en sus sentimientos, en sus esperanzas, en su físico, o en su intelectualidad.

En todo lo van acabando. Todos los días hay esa tortura. Eso lo debe saber la Comisión de Derechos Humanos. Yo espero que este libro sirva para voltear los ojos hacia las cárceles.


LOS MALDITOS

No sabía si al día siguiente iban por mí y me iban a matar. O no sabía si realmente iba a pasar los 40 años que quería darme el juez.

Todo empezó un día que escuché como llegaba un preso al área de COC, un preso al que lo habían maltratado y casi lo medio matan a golpes, y me doy cuenta que era el “mochaorejas”.

Reacciono como periodista y como periodista me digo a mi mismo: “Aquí está El Mocha orejas, a 7 metros”.

¿Cuántos periodistas quisieran tenerlo a 7 metros para preguntarle algo?

Pensé que a lo mejor hay gente que sí le interesa cómo viven los presos. Porque nosotros los enterramos. Nosotros llegamos como sociedad hasta donde comienza la historia de ellos en la cárcel.

Todo termina cuando el preso ya está sentenciado. Se murió socialmente, pero el preso es una persona que está dentro de la cárcel y que está nada más privado de su libertad.

Es un ser humano consciente que vive y que siente. Que tiene familia y que tiene gente que lo quiere.

Y eso fue lo que yo quise rescatar. Dar un testimonio de vida, de dentro, como viven ellos. Cómo vivíamos todos, porque yo también estaba ahí.

Yo espero este libro sirva para voltear los ojos hacia las cárceles. Estamos creando centros de exterminio en México y eso es lo que quiero llamar la atención.

Quiero que las autoridades encargadas de los derechos humanos, vean que los centros federales lleven a una readaptación a los internos.

Que no se trate de exterminarlos, ni de violentar sus derechos. Que se trate de corregirlos y de reincorporarlos. Eso es lo que yo quiero llamar la atención con estas historias.

ENTREVISTAS EN DELIRIO

Jesús Lemus, autor del libro “Los Malditos”, advierte que el lector debe tomar las pláticas con reservas. Muchas fueron al borde de la locura o si se quiere, fantasiosamente.

La vocación de periodista de Lemus lo llevó a hacer las entrevistas en Puente Grande, pero advierte que también tuvo otros motivos para hacer el libro.

Dice que el que las quiera creer que las crea, pero eso fue lo que se escuchó en esas pláticas con “célebres” presos, sus compañeros de prisión.

‘EL DUBY’: ‘LE PIDO A DIOS QUE ME AYUDE’

Segmento de entrevista a Álvaro Darío de León Valdés, de la secta de los narcosatánicos que secuestraba y mataba a sus víctimas en rituales relacionados con Satanás

¿De verdad ves al Diablo?

–Todos los días… Pero lo escucho más seguido. Lo veo sólo en las noches, cuando me acuesto, cuando ya quiero poner en blanco la mente para descansar, y es cuando se me presenta, cuando se me aparece.

–Se parece mucho a un perro negro, con saliva en la boca y con los ojos rojos, humeantes; como que me quiere decir algo y es cuando comienza a hablarme de todo y me cuenta los días que llevo aquí; me cuenta los días que faltan lo que voy a hacer ahora que salga.

¿Estás arrepentido?

–Sí, me siento arrepentido y a veces le pido Dios que me ayude…

¿A Dios o al Diablo?

–A Dios. Y cuando el Diablo me habla me dice que me va a llevar por estar arrepentido, y que si no me arrepiento, me va a mantener vivo para siempre.


‘EL MOCHA OREJAS’: ‘NO TENGO MIEDO A MORIR’

Parte de la entrevista a Daniel Arizmendi, secuestrador famoso por la mutilación a sus víctimas

¿Tienes miedo a la muerte?

–¿Y a poco tú no? Todos le temen, tememos a la muerte, aunque digamos que somos muy cabrones; yo no le tengo miedo a morir, aunque hay veces que uno quisiera ya no despertar.

¿Estás arrepentido de lo que hiciste?

–La neta, sí eres periodista… Solo un periodista puede hacer esas pendejadas de preguntas. ¿Qué si estoy arrepentido? Sí. Sí me arrepiento de haber hecho lo que hice, pero pues aquí ya poco sirve el arrepentimiento.

Aquí ya no cuenta lo que uno piensa o diga. Aquí el arrepentimiento es solo como una pomadita que se la pone uno todos los días, cuando le duele la cárcel en los huesos, en todo el cuerpo, y por eso necesita tener uno arrepentimiento para untárselo en el cuerpo cuando no soporta uno este encierro.

–Pero, ¿sabes qué es lo peor de todo el arrepentimiento que le surge a uno estando aquí encerrado? Lo peor es no tener a quien decirle que uno está arrepentido y que aunque pudiera ya no volvería a cometer el mismo error que se cometió y que lo trajo a uno hasta aquí.

MARIO ABURTO: ‘YO NO LO MATÉ’

Condenado por el asesinato de Luis Donaldo Colosio

El instinto de reportero me saltó y le solté la pregunta:

¿Sí mataste a Colosio?

–Él me miró fijamente y sólo esbozó una sonrisa–

Yo volví a insistir con la pregunta: ¿De verdad lo mataste, o sólo te pusieron…?

–Es sólo publicidad –me soltó casi en un susurro–, yo no lo maté; pero ¿cuándo le ganas el Gobierno? Si ellos dicen que tú fuiste, pos’ fuiste tú y no hay forma de decir que no. Y mientras, aquí me estoy acabando la vida por algo que ni siquiera estoy seguro de que haya hecho.

¿Cuánto te dieron de sentencia?

–Me la dejaron en 45 años; me habían dado 48, pero luego me la bajaron a 42 y finalmente me la dejaron en 45…

Un chingo ¿no? –Le dije a manera de consolación y manifestando ese gesto solidario, de preso a preso, que sólo se entiende cuando uno está dentro.

–Pos sí, pero ya qué le haces. Como que te resignas, como que te acostumbras… y van pasando los meses y se van acabando los años. Y cada vez está más cerca la salida.

Y eso es lo que a veces lo mantiene a uno en pie: la esperanza de poder ver a la gente que uno quiere, a las personas que lo esperan a uno allá afuera, a los que no te han dejado y no te tiene olvidado, aunque para muchos seas un animal del mal.

–Y tú… ¿Quién eres? ¿De dónde saliste? Estás todo amarillo, ¿no te sacan al sol?

Soy periodista y me mandaron a la cárcel por criticar al Gobierno federal y a la administración del PAN en mi localidad. Le cuento que estoy allí por gestiones del gobernador de Guanajuato, Juan Manuel Oliva, y de un grupo de empresarios políticos de mi localidad. Todo se lo suelto en frases concretas, como se acostumbra en la cárcel, para obviar tiempo.

Mario Aburto suelta una risa sonora que obliga al guardia voltear a vernos y a conminarnos a que guardemos silencio.


RAFAEL CARO QUINTERO: ‘SOY CREYENTE’

Líder del Cártel de Guadalajara, fue condenado por narcotráfico y por el asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena

¿Cree usted que haya una vida después de esta?

–Soy creyente. Creo en Dios y considero que después de esta vida hay algo más. Tiene que ser así. –Me contestó con voz muy baja sin quitar la mirada que me mantenía a lo lejos pensando en las cosas que solo él conocía.

¿Cree usted que Dios perdone nuestros pecados?

Ante la pregunta volteó la cabeza lentamente y se me quedó mirando con aquellos minúsculos ojos negros que parecían sostener las dos largas, espesas, y negras cejas. Me observó con algo de curiosidad y esbozó una leve sonrisa.

–Sí lo creo, pero antes hay que ganarse el perdón. Aquí estamos pagando todos los pecados que cometimos.

¿Usted ha cometido muchos, don Rafa?

–Aquí estoy pagando lo que me comí. –Me contestó con un tono de sarcasmo que reforzó con una naciente sonrisa en sus labios.
 
(ZOCALO/  Reporte Índigo /30/07/2013 - 07:10 AM)

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