Reunió a 3 millones de fieles en su primer viaje
internacional y sus declaraciones cimbran a la Iglesia. Habló de
priorizar a los pobres y de renovación. De los homosexuales dijo: ‘quién
soy yo para juzgarlos’. ¿Hasta dónde podría llegar el líder de los
católicos?
"No se puede imaginar una Iglesia sin mujeres activas. Sobre la ordenación
de las mujeres la Iglesia ha hablado y ha dicho no. Lo dijo Juan Pablo II con
una formulación definitiva. Esa puerta está cerrada"
"No debemos marginar a la gente por esto, deben ser integrados a la sociedad"
"Todavía no he encontrado a nadie en el Vaticano que me muestre una tarjeta
de presentación ‘gay’"
"En la curia hay gente santa, de verdad. Pero también hay una corriente de
corrupción. Se habla del ‘lobby gay’, y es verdad"
"Francisco, no es un nombre sino un proyecto
de Iglesia. Una Iglesia pobre,
humilde, despojada del poder,
que dialoga con el pueblo"
Teólogo de la liberación
Rompiendo
paradigmas y dejando atrás la pompa y circunstancia del papado,
Francisco se paseó por el centro de Río o por la playa de Copacabana en
un vehículo descubierto saludando a cientos de miles de personas que lo
aclamaban casi en delirio. Besó niños, estrechó manos, agitó banderas, y
hasta tomó mate, como todo buen argentino.
Y sus declaraciones cimbraron a conservadores y tradicionalistas:
“Si una persona es gay y busca a Dios, y tiene buena voluntad, ¿quién
soy yo para juzgarla?”, fue la frase que estremeció al mundo y que el
Papa Francisco dijo a los periodistas durante su vuelo de regreso a
Italia.
Ya relajado, después de la satisfacción de haber reunido en su última
misa a más de 3 millones de fieles en Copacabana, el Pontífice católico
se explayó y habló de lo esperado, el papel de la mujer en la Iglesia:
“No se puede imaginar una Iglesia sin mujeres activas”, y precisó,
“sobre la ordenación de las mujeres la Iglesia ha hablado y ha dicho no.
Lo dijo Juan Pablo II con una formulación definitiva. Esa puerta está
cerrada”.
Antes, durante una semana en la ciudad más importante de Brasil, el
Papa presidió eventos multitudinarios al margen de la conferencia
“Jornada Mundial de la Juventud” pidiendo a jóvenes de 170 países que
“saquen la Iglesia a la calle, armen lío en las diócesis, exijan cambios
y salgan sin miedo, a evangelizar”.
Sobre la pobreza fue contundente: “Amen la pobreza y no se comporten
como príncipes. Pierdan el temor a involucrarse en temas sociales y
reconquisten a los fieles que se fueron hacia iglesias evangélicas o
abandonaron toda religión”.
El papa se dirigió varias veces a los jóvenes, a quienes pidió
“meterse en la vida”: “Ofrezcan una respuesta cristiana a las
inquietudes sociales y políticas, y eviten la apatía”.
“El diálogo es la mejor opción entre la indiferencia egoísta y la
protesta violenta”, les dijo a los políticos, y les recordó que deben
ser responsables y trabajar por el bien común.
En la última misa, que fue una fiesta de cantos y ritmos en
Copacabana, se reunieron los presidentes liberales de América Latina.
Las presidentas de Brasil y Argentina, Dilma Rousseff y Cristina
Kirchner, así como Evo Morales, boliviano.
Felices y en lo que parecía un delirio por ver al Papa que ya llaman
“de los pobres”, decenas de personas entraron al mar. Ahora veremos la
trascendencia de este primer viaje internacional del Francisco, y lo que
podría significar para el futuro de la Iglesia Católica.
‘¿Quién soy yo para juzgarlos?’
Jorge Mireles
“Si alguien es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad ¿quién soy yo para juzgarle?”.
Con estas palabras históricas y sin precedentes el Papa Francisco sigue marcando la pauta de su pontificado.
Todavía en el avión que lo sacó de Brasil, el líder religioso no
tardó en continuar la línea revolucionaria que está caracterizando su
mando al frente de la Iglesia Católica.
“No debemos marginar a la gente por esto, deben ser integrados a la sociedad”, aseveró frente a la prensa que lo acompañaba.
Francisco no esquivó preguntas y procuró contestar con un tono
desenfadado y coloquial, ese que le ha valido más adeptos en apenas unos
meses en el cargo.
Jorge Mario Bergoglio rompe por completo con el discurso de su antecesor, el Papa emérito Benedicto XVI.
En 2005 el entonces pontífice alemán firmó un documento en el cual
los hombres con profundas tendencias homosexuales no deberían ser
sacerdotes.
Ahora Francisco intenta mostrar una cara más incluyente y
conciliadora de la Iglesia católica, aunque sin invitar a los
homosexuales a ser sacerdotes, da un mensaje de inclusión en la
sociedad, y aclara:
“El problema no es tener esta tendencia, todos necesitamos ser
hermanos. El problema es tener un lobby. Hay muchos grupos de presión,
con esta tendencia, lobbys políticos, el lobby, ese es el gran
problema”.
En repudio a los males que pesan en la curia: intrigas, corrupción,
peleas intestinas y pederastia, los temas tuvieron repercusiones
inmediatas.
Nichi Vendola, gobernador de la región de Puglia y el primero
abiertamente homosexual en Italia en ocupar una gobernación, publicó la
agencia de noticias The Associated Press: “De un solo golpe llevó a cabo
una brillante operación al separar el tema de la homosexualidad del de
la pedofilia”.
Junto a Vendola, muchos activistas y simpatizantes de los derechos de
la comunidad homosexual aplaudieron las palabras de Bergoglio.
Sobre las intrigas dentro del Vaticano, el Papa que habla franco y
sin rodeos contestó: “La última vez que hubo dos Papas no se hablaban
entre ellos, se peleaban para ver quién era el verdadero. Yo quiero
mucho a Benedicto XVI. Es como tener al abuelo en casa”.
A pesar del arduo trabajo de la Jornada Mundial de la Juventud en Río
de Janeiro a sus 76 años, el argentino no se molestó en sentarse ni en
establecer un cerco para las decenas de periodistas invitados de
diferentes países que abordaron el mismo avión Airbus A330 de Alitalia.
Irremediablemente llegó el momento de hablar de uno de los temas más
polémicos y, quizás, la pregunta más difícil que la prensa le hizo: la
situación del afamado “lobby gay” que presuntamente orilló a Josep
Ratzinger a renunciar.
En junio pasado, Francisco habría reconocido abiertamente la
existencia de este “cabildeo homosexual en el interior de la Santa
Sede”.
Tal aseveración la hizo durante un encuentro con la directiva de la
Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosas y Religiosos,
según publicó la web chilena Reflexión y Liberación.
En dicha reunión, el Papa supuestamente comentó: “En la curia hay
gente santa, de verdad. Pero también hay una corriente de corrupción. Se
habla del ‘lobby gay’, y es verdad, está ahí, hay que ver qué podemos
hacer”.
En esta ocasión, cuando se le preguntó de dicho tópico, Francisco
comentó: “Mucho se ha escrito sobre este ‘lobby de cabildeo gay’.
Todavía no he encontrado a nadie en el Vaticano que me muestre una
tarjeta de presentación ‘gay’”.
Aseguró que el problema no es la orientación sino “aprovecharse de esta orientación para presionar”.
El misterio de Copacabana
Félix Arredondo
Todavía no podría explicarse el por qué Francisco llenó las plazas, pero su influencia no tiene precedentes.
Se puede creer o no. Se puede creer en cosas distintas.
Se puede ser católico, musulmán, o budista, o hasta ateo.
Sin embargo, en lo que todos probablemente estén de acuerdo es que lo
acontecido en Brasil en la última semana, fue un fenómeno insólito que
llamó la atención del mundo.
Y es que las escenas de lo ocurrido en Brasil durante la visita del
Papa Francisco la semana pasada simplemente son tan impactantes que nos
obligan a plantearnos al menos algunas preguntas como estas:
¿Qué fue lo que motivó a más de 3 millones de personas, en su mayoría
jóvenes, para reunirse a la orilla del mar, en las playas de
Copacabana para estar con el Papa Francisco?
¿Qué dijo este Papa que no hubiesen dicho antes otros tan carismáticos como Juan Pablo II?
¿Qué dice, pero sobre todo qué hace un hombre de 77 años de edad para
poder inspirar y emocionar a los millones de jóvenes que durmieron en
la playa con tal de vivir la experiencia multitudinaria con este Papa?
Es probable que haya muchas y variadas explicaciones del fenómeno.
Sin embargo, también la respuesta podría ser que se trata de un
misterio.
Un misterio, porque como lo ha dicho el propio Papa Francisco: “tal
vez hemos reducido nuestro hablar del misterio a una explicación
racional; pero en la gente, el misterio entra por el corazón. En la casa
de los pobres, Dios siempre encuentra sitio”.
Y aunque ciertamente es complicado tratar de explicar el misterioso
fenómeno de Copacabana, no es difícil adivinar que el Papa Francisco
desde el primer momento de su pontificado entró por el corazón, como
entran los misterios, al sentimiento de muchos millones de personas.
Y es que partir de que el mundo supo que el jesuita argentino Jorge
Mario Bergoglio fue elegido Papa, Francisco se “echó a la bolsa” a
millones de personas en el mundo.
Aquel cardenal argentino era distinto. No era como muchos otros de su rango.
Un Papa humilde
Francisco se ha mostrado al mundo como de una persona humilde que por
decisión propia solía viajar en autobús aun y cuando ya era cardenal.
Y que, no obstante que ya había sido declarado Papa electo, decidió
viajar en el mismo autobús que los “otros muchachos” –sus compañeros los
cardenales– para asistir a una cena que se les ofrecía a todo el
colegio cardenalicio.
Rechazó las zapatillas rojas de lujo que suelen usar los Papas.
Prefirió una silla de madera a una recubierta de oro. Optó por dormir
en una recamara austera.
Después, el jueves santo, les lavó los pies a jóvenes de un reclusorio.
Y lo más sorprendente: quiere una Iglesia pobre y para los pobres.
De ahí que si hubiera una forma definir en una frase la principal
característica del pontificado del Papa Francisco, bien se podría decir
que es el Papa de los pobres.
Probablemente por eso, el teólogo Leonardo Boff, uno de los más destacados exponentes de la teología de la liberación dice:
“Francisco, no es un nombre sino un proyecto de Iglesia. Una Iglesia
pobre, humilde, despojada del poder, que dialoga con el pueblo.”
Francisco de acuerdo con la liberación
Cualquiera diría que todos los Papas, cardenales, obispos, y
católicos creen en lo mismo porque dicen creer en el evangelio de
Cristo.
Pero no. En la práctica frecuentemente hay diferencias de fondo, aun
dentro de la Compañía de Jesús, sobre lo que tendrían que hacer los
católicos para practicar el Evangelio.
Solo hay que recordar el inacabado debate sobre la teología de la
liberación que suscitó condenas, regaños y hasta exclusiones en contra
de quienes predicaban sus postulados.
Más aún en contra de aquellos curas que trataron de justificar el uso
de la violencia, como lo hicieron Hidalgo y Morelos en su tiempo, por
su afán de liberar a los pobres y oprimidos.
El jesuita Jorge Mario Bergoglio en los años 70 nunca fue un
activista. Nunca tomó las armas ni apeló a los métodos violentos, como
otros de su generación sí lo hicieron.
Sin embargo, no por eso dejo de creer que la opción preferencial de la Iglesia Católica son los pobres.
De ahí que en su primer discurso a los cardenales, obispos y clérigos
en Brasil, el Papa les dijo claramente a sus ministros que “el trabajo
pastoral no se basa en la riqueza de los recursos, sino en la
creatividad del amor”.
Reconoce sí, “que es necesario la tenacidad, el esfuerzo, el trabajo,
y la organización pero que hay que saber ante todo que la fuerza de la
Iglesia no reside en sí misma sino que reside en las aguas profundas de
Dios”.
Con una profundidad admirable, les recordó a los obispos que la
“Iglesia no puede alejarse de la sencillez, pues de lo contrario olvida
el lenguaje del misterio. Se queda afuera, a las puertas del misterio,
y, por supuesto, no consigue entrar en aquellos que pretenden de la
Iglesia lo que no pueden darse a sí mismos, es decir, a Dios.”
El viejo más joven en la playa brasileña
Las multitudes que reunió en sus eventos de la Jornada de la
Juventud, fue sorprendente ver que en todas partes los jóvenes seguían
sus pasos y lo escuchaban con atención.
Otra de las razones que pudieran llevar a explicar parte del misterio
de Copacabana, es que el Papa Francisco quizá sea el joven rebelde más
viejo del mundo.
Con sus 77 años a cuestas es un revolucionario, y no se rinde. Se
rebela contra el inmovilismo en el que parece haber caído la Iglesia
Católica.
Cada día sorprende.
Y no ha faltado quien afirme que será el Papa Francisco quien decrete
el fin del celibato obligatorio para sacerdotes católicos.
Ha demostrado su deseo de limpiar la casa Vaticana. De permitir que
entre el aire nuevo. Quiere revitalizar la institución de la Iglesia.
En su convocatoria a la revolución y a la rebelión les dijo a los jóvenes reunidos en Copacabana:
“Yo les pido que sean revolucionarios, que se revelen contra lo
provisional que cree que ustedes no son capaces de asumir
responsabilidades”.
Lunes 29 de julio de 2013)
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