CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El
desencuentro de Andrés Manuel López Obrador con la cúpula militar quedó en el
registro del proceso electoral. Fueron públicas sus diferencias y los mandos
del Ejército y la Marina hicieron saber que se sentían agraviados por los
dichos del ahora ganador de la elección presidencial.
Desde que era precandidato,
López Obrador criticó el papel de los militares en la estrategia contra las
drogas. Advirtió que los regresaría al cuartel para no seguir “la represión al
pueblo”. Dijo que no usaría la ley de Seguridad Interior que legalizó las
actuaciones del Ejército y de la Marina en la última década y evitó cualquier
contacto con el Estado Mayor Presidencial (EMP).
Los secretarios de la Defensa
Nacional (Sedena), general Salvador Cienfuegos Zepeda; y de Marina (Semar),
Vidal Francisco Soberón Sanz, entraron incluso en el terreno de la deliberación
política para pronunciarse contra la vaga propuesta de amnistía de López
Obrador, y a través de la prensa oficiosa hicieron saber que le estaban
haciendo la cuenta de lo que consideraron como agravios contra las Fuerzas
Armadas.
A menos de 48 horas de su
triunfo, el tabasqueño anunció la primera medida de lo que puede ser un cambio
del estatus quo al que se han ajustado las Fuerzas Armadas desde hace 12 años.
Después de una reunión con el
presidente Enrique Peña Nieto en Palacio Nacional, dijo que el EMP dejará de
estar en la Presidencia de la República y se incorporará a la Sedena.
Es más que una decisión
administrativa. Es un cambio en la relación cívico militar en México.
Con diferentes nombres, el
EMP ha existido desde el surgimiento de México como país independiente. Los
diferentes presidentes han tenido a su servicio a un grupo de militares para su
protección.
Con el tiempo, sobre todo
durante el presidencialismo priista del siglo XX, se convirtió en un poderoso
cuerpo al que ni siquiera los secretarios de la Defensa Nacional y de la Marina
han controlado.
La participación del EMP en
la represión estudiantil de 1968 en Tlatelolco es la más clara muestra de cómo
los militares que han estado ahí se han mandado solos. Por eso, entre los
militares se le conoce como un Ejército dentro del Ejército.
Integrado por elementos del
Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina, el EMP nunca ha rendido cuentas a nadie
que no sea el presidente. Pero no se sabe qué tanto le dicen.
Cuentan con un presupuesto
propio, instalaciones, grandes terrenos, aviones, helicópteros, equipo,
material, reglamento, todo para la operación de un poderoso cuerpo armado que
está al servicio del presidente y de su familia. Lo mismo que para los ex presidentes
y sus familias.
Vicente Fox y Felipe Calderón
no solo mantuvieron, sino que reforzaron ese costoso cuerpo militar.
La decisión de López Obrador
seguramente molestará a los jefes militares del EMP que han constituido una
casta durante generaciones. Se tendrán que regresar a sus cuarteles propios de
las Fuerzas Armadas y no los creados exprofeso para el poder político.
No les quedará más que
obedecer, a menos de que decidan pasar a retiro anticipado o se den de baja
como militares.
Los jefes del Ejército y de
la Marina también quedaron descolocados con el triunfo de López Obrador, no
solamente por los desencuentros que tuvieron desde la precampaña presidencial,
sino porque se les reduce el margen para influir en la decisión de quién los
habrá de suceder.
Pudiera ser que por lo menos
el Ejército tenga como jefe a un militar retirado, el general de caballería
Audomaro Martínez Zapata, quien desde el activo acompañó a su paisano desde la
campaña presidencial de 2006.
(PROCESO/ ANÁLISIS/ JORGE CARRASCO ARAIZAGA/ 4 JULIO,
2018)
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