El
mercado Reforma es el primer punto de la extensa escena de este crimen que
busca establecer la investigación ministerial. El siguiente es una vecindad de
dos pisos ubicada unas seis cuadras al poniente, en Melchor Ocampo 133, casi
esquina con 16 de Septiembre y que, dice la acusación, funciona como casa de
seguridad de elementos de Los Aztecas; un sitio donde guardan droga, dinero y a
las mujeres víctimas después de los secuestros.
Todo
esto sucede a sólo ocho cuadras de la estación Delicias de la Policía
Municipal.
A
las muchachitas, a las víctimas, dicen los testigos, las usaban también
elementos de las fuerzas federales, militares, policías locales…
Inmediaciones
del mercado Reforma. De acuerdo con la acusación, aquí ocurrió el secuestro de
varias víctimas. Foto: Alicia Fernández
Ciudad
Juárez, Chihuahua, 6 de julio (SinEmbargo).– En la entrada sur del mercado
Reforma, entre las calles Noche Triste y La Paz, cientos de maniquíes exhiben
sobre las banquetas pantalones de mezclilla y decenas de ganchos ofrecen
playeras de hasta tres por 120 pesos. Ropa de todos colores cubre a primera
vista las despintadas fachadas de dos pisos de ese cruce ubicado una cuadra al
norte de Francisco Javier Mina y a un lado de la Catedral y la Plaza de Armas.
Decenas de jóvenes, hombres y mujeres, atienden los negocios. Decenas más los
vigilan. Hay puestos de todo tipo en las aceras, de dulces, lentes, discos,
comida periódicos, revistas. Hay también estéticas, joyerías, tiendas de novias
y, como en varias calles más de este primer cuadro de la ciudad, vecindades
derruidas y prostitutas.
Las
pistas encontradas desde 2010 en este cruce por Norma Laguna fueron
confirmadas. De acuerdo con la acusación que presenta ahora la Fiscalía, la red
de trata que opera en la zona Centro secuestró a la mayoría de las víctimas,
efectivamente, en los alrededores del mercado Reforma, entre los locatarios,
vendedores, clientes y oficiales armados que patrullaban entonces.
“La
trata era investigar a muchachas que trabajaban ahí en la zona Centro, en los
puestos de los Quiroz (frente al mercado), puestos de comida, estilistas, por
lo regular eran muchachas de 13, 14, 16 años, 18, esas muchachas se mandaban a
pedir directamente de Chihuahua, Estados Unidos, ya se encargaban de buscarlas,
tomarles fotos, investigar qué familia tenían, en qué trabajaban, si eran
policías o no, hasta la gente que estaba muerta se investigaba para, por un
lado, de eso amenazarlas”, declaró en junio ante el Tribunal Oral uno de los
principales testigos de la Fiscalía, identificado como LJRL y presunto
integrante de la misma red criminal hasta su detención, en 2013.
En
otras ocasiones, agregó el mismo testimonio, invitaban a las víctimas a bailar
a la Avenida Juárez o, en otras, él mismo las “enganchaba” haciéndose pasar por
un menor perdido y “cuando me acompañaban, ya ellos estaban ahí afuera de la
troca, esperando a que llegáramos y ya, las subían contra su voluntad”.
La
teoría que busca probar la Fiscalía describe un organigrama encabezado por un
hombre identificado como Adrián Roldán de la Cruz, “Miguelito” o “Z1”, que
murió en abril de 2013 luego de un enfrentamiento con agentes ministeriales que
lo buscaban por presunta extorsión. Como su “brazo derecho” fue señalado Jesús
Hernández Martínez, alias “el Gordo Maloso”, que sería encargado de trasladar a
las víctimas a realizar el trabajo sexual, cobrar y vigilarlas; Víctor Chavira,
“El Chino”, hoy fallecido y dueño de una tienda de botas ubicada frente al
estacionamiento del mercado, las habría “enganchado” con ofertas de trabajo;
Manuel Vital Anguiano, “Don Meny”, y José Gerardo Puentes Alva, “El Gera”,
también les ofrecían empleo; César Félix Romero, “Félix”, vigilaba la
prostitución; Edgar Jesús Regalado Villa, “El Piwi”, y Jesús Damián Pérez
Ortega, “Patachú”, las seducían o secuestraban, en lo que también participaba
José Antonio Contreras Terrazas, “El Koyac”, además de otros no incluidos en
este juicio, como Pedro Payán Gloria, alias “El Pifas”, o Eduardo Sánchez
Hermosillo, “El Flaco”.
Vecindad
en calle Melchor Ocampo 133, que un testigo dice es casa de seguridad la
pandilla de los Aztecas. Foto: Alicia Fernández
El
mercado Reforma es el primer punto de la extensa escena de este crimen que
busca establecer la investigación ministerial. El siguiente es una vecindad de
dos pisos ubicada unas seis cuadras al poniente, en calle Melchor Ocampo 133,
casi esquina con 16 de Septiembre y que, dice la acusación, funciona como casa
de seguridad de los Aztecas; es decir, para guardar droga, dinero y a mujeres
víctimas después de los secuestros. Todo, a ocho cuadras de la estación
Delicias o Centro, de la Policía Municipal.
Las
piezas fueron descritas en la sala 2 de Juicio Oral de este Distrito Judicial
Bravos a través de la voz distorsionada de LJRL. Hoy de 19 años, el joven
respondió al interrogatorio desde una sala contigua y sólo ante las jueces.
Ahí, declaró haber conocido las actividades de La Línea desde los ocho años,
cuando un integrante de este grupo criminal, también dedicado a la venta de
drogas y a la trata de personas, lo adoptó de manera informal. A partir de
2008, agregó en su relato, conoció a integrantes de la pandilla de los Aztecas
y uno de sus modus operandi.
“La
levantaron el Patachú y el Piwi, ahí en La Paz y Mina, y se la llevaron de ahí,
no sé cómo, no sé si la subieron a una troca o no (como indican otros
testimonios), si se la llevaron caminando o no, pero a mí me avisaron por radio
que ya la habían levantado”, dijo el testigo sobre Idaly Juache.
Norma
Laguna, madre de Idaly Juache. Una las primeras en encontrar las pistas en el
exterior del mercado Reforma. Foto: Alicia Fernández
–Después
de que se entera usted que la levantan, ¿a dónde se la llevan? –interrogó el
agente del ministerio público.
–A
la vecindad.
–Luego
menciona usted que le dan unos golpes, si mal no recuerdo ¿el Patachú?
–Así
es.
–¿Usted
vio?
–No,
el Piwi me habló por radio y me dijo que ya tenían a la ‘31’ ahí en la
vecindad, y me dijo que me pusiera trucha si miraba cajas o no, o sea, cámpers
de policía, y ya me dijo “aquí está ya golpeándola y a ver qué pasa ahorita”, y
pues ya me colgó el radio y ya bajé como a las, casi como a la hora después de
eso y ya no estaba.
–Y
nos recuerda por favor ¿quién es quien la levanta a esta joven propiamente?
–El
Piwi.
–¿El
Piwi?
–Así
es, se la había mando pedir El Negro, el patrón propiamente, el patrón directo
del Pifas, se la pidió pues como está ahorita en la fotografía, pelo rizado y
el cuerpo que tenía, no quiero decir obviamente el cuerpo, verdad, pero ya El
Piwi la había mirado, ya la tenía localizada, ya tenía la información de ella,
como una semana ya investigándola y ya, la levantó y se la llevó para la
vecindad.
–Cuando
a ella la llevan a la vecindad, ¿usted la ve?
–Así
es.
–Y
una vez ahí, ¿qué es lo que usted mira?
–Cuando
me salí fui a dejar mercancía a los puntos donde se vendía, ya regresé como a
los quince minutos otra vez, como media hora más o menos, a recoger otra vez
mercancía y a guardar el dinero, y ya no estaba (…) No sé a dónde se la llevó,
no sé si la mandó a Chihuahua a prostituirla, pero sí, tengo entendido que sí,
porque El Negro la había mandado a pedir, pero no me comentaron si sí la
mandaron para allá a prostituirse.
–Desde
su experiencia y como trabajador de ese grupo que usted menciona, cuando hacían
los levantones, ¿de qué forma lo hacían, de manera violenta?
–A
veces de manera violenta, o a veces, pues es que El Piwi procuraba mejor
enamorarlas, ya el Patachú, El Piwi los demás ya saben cómo hacerle, se
enamoraban, se confundían y con un engaño se llevaban a equis lugar y ya las
levantaban, o a veces sí, a la fuerza.
–¿Era
común que se las llevaran a otros lugares?
–Nada
más tengo entendido que se las llevaban a Chihuahua o a Estados Unidos, o a
veces se las dejan ahí mismo a los jefes, en las casas de seguridad que tienen
ellos.
El
espacio crítico y el ambiente de vigilancia clandestina que contribuyó por años
al silencio en esta zona fueron descritos con mayor precisión cuando el mismo
testigo declaró ante el tribunal lo que sabía sobre Deisy Ramírez.
–A
ella ¿por qué la levantan?
–Creo
que andaba hablando cosas de los Aztecas, que viene siendo El Pifas, el
Patachu, el Piwi, el Yeyo, el Erick…
–¿Cómo
qué cosas?
–Pues
la movida que hacía uno. Es que esta gente no es una gente que se cuide,
simplemente toda la gente del Centro, siendo comerciantes, taxistas, ruteros,
checadores de las rutas, los que están en los puestos trabajando, sabe quiénes
son los Aztecas, quiénes traen “el power”, quiénes son los que mandan ahí y
saben también que ellos se dedican a la trata de blancas, o sea secuestrar
chavitas y ponerlas a prostituirse fuera de aquí de Ciudad Juárez, ella andaba
hablando quiénes eran los que vendían, los que extorsionaban, “mira que el
checador es halcón, así como la ves tú”, andaba diciendo ella, y pues los
rumores nos llegaron a nosotros y el Pifas dio la orden de que fueran el
Patachú, el Piwi y a como cinco minutos bajó El Pifas (de la vecindad al mercado)
y fue cuando la levantaron.
Al
describir lo ocurrido a Jéssica Leticia Peña, el testigo agrega que el
comerciante Víctor Chavira, “El Chino”, habría empezado a entregar a
solicitantes o empleadas de su negocio de botas a cambio de no pagar la
extorsión impuesta por los Aztecas.
–A
esa muchacha se le levantó por órdenes del Chino, duró como dos meses
trabajando con él, ahí en las tortas, y la misión de él era siempre estar
contratando muchachas ahí en esos lugares, siempre tenía locales afuera de que
se busca personal, muchachas de 18 años, y ya decía ahí la escuela que
requerían, primaria, secundaria, y pues nomás que fueran trabajadoras y todo
eso, y ya de esa manera una vez nada más habló Pifas y ya, dijo que ya estaban
investigadas, que sí se podía dar luz verde para mandarlas para Chihuahua y ya
de esta manera la levantaron el Pifas, el Patachú y el Piwi.
–¿Por
qué dice que la entregó El Chino?
–El
Chino trabajaba con el Pifas, tenía locales de botas, y porque no le cobraran
la extorsión así empezó a trabajar, después empezó a entrar en el sentido de
entregar chavitas de 17, 16 años para la prostitución…
DOBLE CRIMEN EN OCAMPO 133
La
vecindad a la que alude el testigo en el juicio sigue abierta, sin vigilancia.
Una puerta metálica conduce a un pasillo polvoriento que al fondo tiene una
escalera y, a ambos lados de la parte superior, otros dos pasillos con viejas
puertas de madera. Un enclenque pasamanos negro protege del vacío. Un hombre
que se identifica como Ángel García atiende al llamado en una de las
habitaciones y, al solicitársele una entrevista sobre lo que se expone en el
juicio, dice que ya estado ahí la Fiscalía preguntando y no saber más que la
condición para rentar es que los clientes tengan un trabajo. Sobre mujeres
jóvenes que llegaran, respondió no rentar a desempleados menos a menores. “Sólo
tratamos de evitar problemas”, dijo.
La
versión del testigo protegido LJRL, sin embargo, indica que, en 2011, supo que
ahí se cometieron al menos dos feminicidios. Uno contra Jusalet Alejandra de la
Cruz, de 16 años, y otro contra Nancy Gómez, de 19, asesinadas a golpes,
cuchilladas y sus cuerpos abandonados en el viaducto Gustavo Díaz Ordaz, el 12
de agosto.
–Fueron
levantadas igual; una de ellas era novia del Patachú, igual, el Patachú le
sacaba una mercancía para que se las guardaran, pero se la robaron, y
anduvieron en lo que es el ‘Sanzur’, en ‘La Playa’, en ‘La Cueva’, en ‘El
Chess’, gastando todo el dinero, pichándole a todos ahí bebidas alcohólicas. Y
a nosotros nos avisaron los halcones que hay dentro de esos bares, y así de esa
manera fue el Patachú, El Piwi, yo y El Pifas a esos antros, y las invitaron a
bailar, a tomar y tomar, sin que ellas supieran que uno ya sabía que ellas
habían robado el dinero. Yo me fui a mi casa, donde estaba viviendo con mi
esposa y mi hija, y desde como a las cuatro de la mañana me habló otra vez el
Pifas, que me fuera para la vecindad. Cuando llegué entré y ya tenían a las
muchachas ahí, las estaban golpeando; me salí para afuera para ver que no
pasara nada de policía o equis cosas, después de eso, como a los 15 segundos
salieron ya lo que es Pifas, Patachú, Piwi y el Koyac, ya con las mujeres
muertas en unas bolsas azules, y a una de ellas que se le salía el pelo del
zíper…
–Y
¿qué hicieron con ellas? –preguntó el agente del ministerio público.
–A
esa hora, como a las cuatro y media, cuatro cuarenta, nos fuimos por el
Viaducto, ahí bajando del Smart Altamirano, y ahí las tiraron, bajando.
Exterior
del Hotel Verde, donde varias de las víctimas de la presunta red de trata
fueron vistas entre 2009 y 2010. Foto: Alicia Fernández
TRATA A LA LUZ DEL DÍA
El
tercer punto crítico del crimen identificado en el juicio, con base en las
pistas encontradas desde 2010 por las familias, es una negociación denominada
Hotel Verde, un edificio de tres pisos ubicado seis cuadras al norte de la
vecindad, en el cruce de las calles Mariano Samaniego e Ignacio Manuel Altamirano,
en la colonia Bellavista, ya casi frente al río Bravo. Ahí, de acuerdo con
diversos testimonios presentados en el juicio, entre 2008 y septiembre de 2010
fueron vistas las víctimas, algunas intoxicadas con un disolvente conocido como
“agua celeste” –identificable porque se inhala a través de un trapo– y todas
ofreciendo servicios sexuales. Entrevistas recabadas entre los vecinos
completan un panorama en el que, en ese periodo, los años más violentos y de
mayor cantidad de elementos armados patrullando, entre la Ignacio Manuel
Altamirano y la parte oeste de la avenida Juárez, entre las tapias, vecindades
y baldíos, caminaban decenas de jovencitas ejerciendo la prostitución. Hombres
vigilando son parte también de lo que se describe. “Se veía que eran menores.
Venían señores de El Paso y se las llevaban, pero eran muchachitas”, dice una
persona entrevistada en los alrededores del hotel. “Había un padrote ahí que
les daba droga, y la recepcionista también, se las vendía, y ahí andaban, en
traje de baño”, agregó el testimonio a SinEmbargo.
María
García, madre de Jéssica Peña García, llegó al Hotel Verde desde los primeros
días posteriores a la desaparición de su hija, en 2010, cuando se dedicó a
buscarla entre los bares y hoteles de la zona Centro y así dio con la
recepción, donde vio menores desnudas salir de una de las habitaciones. En su
búsqueda en la zona, agregó García, también identificó a Jesús Hernández,
señalado igualmente por varios otros testigos como vigilante de este
prostíbulo. La madre de Andrea Venzor narró también un encuentro entre un
conocido y su hija que habría tenido lugar en las inmediaciones de la misma
negociación. “Él la detuvo de la muñeca, le dijo: ‘Andrea, regresa a tu casa,
tu familia te busca, si vieras cómo está tu mamá’. Y m’ija se tapaba la nariz
con el brazo y le dijo: ‘Yo no soy Andrea’, y él le respondió ‘cómo no te voy a
reconocer, tu sonrisa, tus labios, tu voz’. Pero ella dijo ‘no, no soy”,
publicó El Diario al reportar el testimonio en la audiencia judicial. “Él le
dijo ‘vámonos, Andrea, tu familia te necesita, tu mamá sufre mucho, te busca
mucho’. Entonces m’ija le dijo: ‘mira, sí soy yo, pero ¿sabes qué?, por favor
no le digas a mi mami dónde me viste, no le digas”.
El
Hotel Verde, clausurado desde 2010, después del homicidio de dos policías
federales en el exterior. Foto: Alicia Fernández
El
fenómeno de la trata de jovencitas era tan abierto en esta parte de la ciudad,
dice Santiago González, coadyuvante de la Fiscalía en la acusación, que fue
incluso captado por la cámara del vehículo de la compañía Google que, en abril
de 2009, recorrió las calles de la colonia. Ahí, dijo el abogado en entrevista,
a dos cuadras del Hotel Verde, se puede observar a plena luz del día a cuatro
menores reunidas en la esquina, vestidas con ropa sugestiva y tratando de no
ser vistas. Tres de ellas están sentadas; una volteada de perfil, dos más con
la cabeza entre las rodillas. Una cuarta aparece de pie en la imagen, dando la
espalda. A un lado de ellas, hace notar González, aparece un hombre vestido con
pantalón corto de mezclilla, playera de tirantes blanca y cachucha. Su media
filiación, agrega el abogado, corresponde con la de Eduardo Sánchez Hermosillo,
“El Flaco”.
Los
rastros del crimen quedan relativamente claros hasta esta parte del Centro
Histórico de la ciudad, que fue descrita en el juicio por los peritos de la
Fiscalía como una “zona de confort psicológico y físico para los agresores,
donde conocían atajos y movimientos para llevar a cabo sus delitos”.
El
Fiscal estatal para la Investigación de Crímenes de Género, Ernesto Jáuregui,
explica en entrevista con SinEmbargo que a los seis acusados, además de la red
de trata, se les está acusando también del asesinato por considerarse este
delito como “una consecuencia lógica y natural de todas las acciones de captar,
enganchar, mantener y vigilar la explotación” de las once víctimas. Privadas de
la vida en su mayoría por un traumatismo cráneo–encefálico, o un golpe
contundente en la cabeza, los motivos por los que habrían sido asesinadas,
agregó en entrevista, podrían ser diversos, desde que las jóvenes se
enfermaran, embarazaran o fueran adictas.
Pero
lo cierto es que lo ocurrido después de la zona Centro, confirma Santiago
González, está pendiente aún de ser resuelto. El lugar donde ocurrió cada una
de las ejecuciones y aun quiénes las cometieron son parte de los huecos. Hay
datos para suponer que a varias las trasladaron atadas, dicen los coadyuvantes.
Y Lupita Pérez Montes, por ejemplo, agrega información de la Fiscalía, fue
vista con vida en El Valle de Juárez.
Ernesto
Jáuregui, fiscal especial para la Atención de Delitos de Género del Estado de
Chihuahua. Foto: Alicia Fernández.
‘LAS USABAN PARA PLACER’
Entre
2008 y hasta al menos 2012, si algo había seguro camino El Valle desde Ciudad
Juárez es que había que pasar por inspecciones militares colocadas a lo largo
de la carretera federal 2. Había un retén en San Agustín, en el kilómetro 29,
junto a un balneario; hubo otro temporal en Loma Blanca y un campamento militar
permanece aún ocupado en El Porvenir. La salida sur a Chihuahua está también
igualmente vigilada por un puesto de revisión obligado para casi todos los
conductores.
En
ese contexto, la interrogante: si los integrantes de la pandilla de los
Aztecas, que presuntamente trabajan para La Línea o el Cartel de Juárez,
estaban secuestrando mujeres jóvenes en la zona Centro, que está bajo su
influencia, ¿cómo fue que las trasladaron al Valle de Juárez, zona no sólo
presuntamente controlada por un grupo rival, el Cartel de Sinaloa, sino además
intensamente patrullada e inspeccionada por miles de militares y policías
municipales, estatales y federales?
Una
probable respuesta es también la versión del testigo LJRL, que en más de una
ocasión durante su interrogatorio declaró ante el Tribunal Oral que la
organización criminal contaba con la protección de oficiales de todos los
niveles. “A veces me tocaba pagarle a la Policía Municipal, Federal, Estatal,
aparte siempre por radio estábamos comunicados y nos estaban diciendo lo que
pasa, qué tan ‘caliente’ está El Valle, dónde andan los ‘doblados’ (o Artistas
Asesinos, pandilla rival), qué andan haciendo. Al igual nosotros sabemos y
tenemos que estar listos o truchas por si se calienta el jale”, dijo.
–Ustedes
en su labor, ¿tenían comunicación con soldados? –le interrogó uno de los
defensores.
–El
Pifas.
–Que
usted conozca, ¿qué tipo de comunicación tenía?
–Con
los soldados de Chihuahua.
–¿Con
los de Chihuahua?
–Así
es.
–¿Y
con los de aquí?
–No,
con los de aquí no, que yo sepa.
–Para
clarificar, ¿por qué tenia comunicación con los soldados el Pifas, como usted
lo refiere?
–Porque
era un punto en donde también se les llevaban las mujeres, a veces las pedían
para un día o dos para placer, como se le pueda decir, o simplemente a veces
ahí se quedaban con ellas, era un punto donde también se guardaban las
muchachas mientras se trasladaban a Estados Unidos o a donde se fueran a
llevar.
–Desde
su conocimiento, usted menciona que en el Arroyo del Navajo iban y las tiraban,
¿correcto?
–Así
es.
–¿Y
mencionó que hombres y mujeres?
–Así
es.
–Entonces,
¿nos puede precisar dónde las mataban?
–En
la vecindad o en casas de seguridad que tenían cerca del Valle también, en
Zaragoza, Parajes de San Isidro, para Anapra, esos lugares solamente recuerdo.
RED PARA LA GUERRA
En
la entrevista, el abogado González explica que algunos acusados de esta presunta
red de trata, como Manuel Vital Anguiano, aparecen en las denuncias de
desaparición de mujeres que se han registrado desde al menos 1995 en la zona
Centro de Ciudad Juárez. Pero si esta problemática aumentó por decenas en los
años de la disputa armada por el territorio del crimen organizado, agrega el
abogado, el diagnóstico es que fueron secuestradas y prostituidas para
satisfacer las demandas sexuales de todos los que participaron en la ola de
ejecuciones.
“Los
Aztecas manejan todo tipo de negocios ilícitos, y las jóvenes eran parte de
este negocio, y ante la cantidad de sujetos, agentes federales, personas que
carecen de valores, hay demanda de servicios sexuales en ese clima, por parte
de personas violentas, de todos los que están o estaban en el crimen
organizado, asesinándose”, dice.
“El
mismo testigo menciona: ‘los jefes nos las pedían de cierta manera’, y se
perfilaban, unas para la prostitución, otras para vender droga, otras para
alguien que la hubiera solicitado, otras se las llevábamos a los federales”,
agrega.
González
explica también que otro testigo en el caso del homicidio del “Z1” declaró que
habían sido reclutados en Aguascalientes para llegar a delinquir a Ciudad
Juárez y que, como primer pago, Roldán de la Cruz les había llevado pizza y dos
mujeres. “Se describen como parte de las prestaciones del crimen organizado
–explica González. No les puedes dar seguro social, pero les das droga,
mujeres”.
En
ese contexto de violencia, agrega el abogado, las personas más vulnerables
fueron las mujeres jóvenes y pobres, cuyas desapariciones, dice, no fueron
consideradas noticia ni importantes para las autoridades que no investigaron
cuando todavía era tiempo de detener los crímenes. Pero en medio de las
ejecuciones masivas con armas largas, dice, decenas de jovencitas fueron
tomadas como “botín de guerra”.
¿Evidencias?
“La ubicación, la línea temporal. Esto ocurre entre 2009, 2010 y 2011, y si se
ven los registros, es la llegada de agentes federales, militares y no
contabilizada de otros grupos armados”, dice.
El
aumento en la prostitución fue notorio en esos años, en los que varios
ciudadanos dijeron haber atestiguado la llegada de sexoservidoras sobre todo a
los hoteles donde se hospedaban los policías federales. La demanda era tal que,
de acuerdo con lo que testificó Jesús Hernández en el juicio, él rompió
relaciones con “Z1″ porque éste trataba mal a las mujeres,
por lo que él empezó a dedicarse a la trata de personas pero ya “por su
cuenta”.
La
presencia de elementos uniformados, no sólo patrullando por las calles aledañas
al hotel Verde, sino en el exterior de la negociación, como clientes, fue
reportada por testigos en el juicio y por las personas entrevistadas en ese
sector de la Bellavista. Tan acreditada está la frecuencia de sus visitas, dice
González, que el hotel cerró en septiembre de 2010 precisamente por el
homicidio de dos integrantes de esta corporación que fueron baleados en el
exterior.
“Dice
la Procuraduría General de la República que andaban haciendo una investigación,
pero ellos no son investigadores. Se sabe que estaban esperando servicios
sexuales”, dice el abogado.
“La
corrupción es el principal aliciente para que todo esto funcione. Para que
pueda haber un rapto, para que se pueda mantener a la persona no oculta, sino
ofreciéndola, pues tiene que haber una participación de las autoridades, para
que hayan podido tenerlas a la vista y no hacer ningún tipo de movimiento”,
agrega.
La
corrupción aparece también en la explicación de los vecinos de la colonia
Bellavista a quienes se les preguntó por qué no denunciaron cuando vieron
menores ocupándose como prostitutas: “Los militares debieron verlas. Ahí
estaban”.
(Sin
embargo.mx/ Sandra Rodríguez Nieto julio 6, 2015 - 00:00h)
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