miércoles, 21 de agosto de 2013

CARO QUINTERO : LA PRESIÓN DE ESTADOS UNIDOS


Apenas libre, el narcotraficante Rafael Caro Quintero se convirtió de nuevo en fugitivo. Se investiga a los tribunales que intervinieron en su rápida y sigilosa liberación. Temeroso, el Primer Tribunal Colegiado de Jalisco intentó que la Suprema Corte conociera del amparo directo el año pasado, y los ministros rechazaron entrarle al asunto. Los últimos años en prisión fueron relajados para el capo, quien pagaba fianzas a los presos más pobres

ESTADOS UNIDOS PEGÓ EL GRITO EN EL CIELO…

… y México reaccionó ante los reclamos del gobierno vecino, mientras Rafael Caro Quintero, motivo de la controversia, se volvió “humo”.

Solo bastaron 48 horas para que el considerado “narco de narcos” en nuestro país, saliera de prisión y despareciera bajo la más silenciosa complicidad de autoridades gubernamentales y judiciales.

Hoy, nuevamente ante la presión de los Estados Unidos y como hace más de 28 años, el capo se convirtió en el fugitivo más buscado, en medio de un escándalo por complacencia y posible corrupción de los órganos encargados de impartir justicia en este país.

El hecho denota la bipolaridad de un Gobierno Federal que a ocho meses y medio de la toma de protesta y ejercicio del poder, no ha revelado su estrategia para combatir el crimen y todas las vertientes que mantienen en la incertidumbre e inseguridad a la población, con hechos como los acontecidos en Michoacán con las autodefensas y otros signos de ingobernabilidad, pero sí ha cancelado acuerdos de coordinación locales y regionales con las agencias norteamericanas; pero ahora, y en el caso de Caro Quintero, cedió a la presión estadounidense, promoviendo la emisión de una nueva orden de aprehensión.

Lo único que se anunció a la llegada de Enrique Peña Nieto en este sentido, fue que terminaría con la violación a las garantías del debido proceso, con los arraigos de presuntos delincuentes y la presentación de éstos ante los medios de comunicación. Y así sucedió. Casi no hay detenciones de narcotraficantes de peso, se omite la información de las capturas, y a los inculpados por el gobierno de Felipe Calderón, incluida la francesa Florence Cassez, se les ha puesto en libertad.

Las relaciones y cooperación internacional para combatir el crimen organizado están trabadas. Hubo cambios que desestabilizaron su buen funcionamiento y los norteamericanos están confundidos, pues además de no conocer la estrategia del gobierno mexicano, han atestiguado su deterioro con casos como el de la liberación de Rafael Caro Quintero.
 Una rapidez inaudita

 Aunque debido a la presión ejercida por el gobierno norteamericano ya se cuenta con una orden de detención provisional con fines de extradición en contra del narcotraficante sinaloense, por su probable participación en diversos delitos por los que se le acusa ante una Corte Federal de Distrito en California, el problema será localizarle.

La velocidad impresa a la liberación de Caro Quintero es altamente sospechosa. El Tribunal Colegiado resolvió el asunto el 7 de agosto último pasado en 2 mil 556 hojas. Al día siguiente, el Tribunal Unitario que habría de ejecutar la sentencia del amparo directo lee en su totalidad la sentencia y dicta una nueva resolución, en tiempo récord, para entregar el oficio de libertad al reclusorio la noche del jueves 8 de este mes.

Personal del Tribunal Unitario informó del fallo a las 11:53 pm, al Reclusorio Preventivo de Guadalajara, según reconocimiento de la Fiscalía de Reinserción Social. Enseguida llegó el oficio de excarcelación, ordenando “se deje en inmediata libertad al señor Rafael Caro Quintero, y se informe en un lapso no mayor de 24 horas del cumplimiento de la orden”.

Increíblemente, a la 1:30 am del viernes 9 de agosto, las autoridades penitenciarias obedecieron la instrucción, siendo que a cualquier preso, cuya liberación se ordena en la mañana o en la tarde, se le deja salir hasta la madrugada siguiente por motivos de seguridad jurídica, y la total verificación de posibles causas pendientes.

El capo y sus defensores ya sabían desde el mismo 7 de agosto que iba a salir. Tan es así, que ese día se tramitó un nuevo amparo ante el Juzgado Cuarto de Distrito de Amparo en Materia Penal, para que en caso de que Caro Quintero fuese recapturado al salir, se garantizara que no sería trasladado a un reclusorio diferente al preventivo de Guadalajara.

La madrugada en que se dio la liberación, no hubo festejos afuera del penal, el ex interno fue recibido en la caseta de paso de vehículos por su familia y se retiraron del lugar a toda velocidad, previendo algún contratiempo. Pendiente quedó el amparo contra la extradición que Caro Quintero promovió el 2 de julio pasado.
“Cachetada” judicial

Al conocer de la noticia y ser cuestionado por los medios de comunicación, el procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, prometió investigar la resolución dictada en el amparo directo 180/2011, a cargo del Primer Tribunal Colegiado en Materia Penal. Se mostró sorprendido por la resolución y el hecho de que el expediente no se haya re-turnado ante otros órganos de administración de justicia.

La incompetencia del fuero federal para juzgar los homicidios del agente de la DEA, Enrique Camarena Salazar, y del piloto mexicano Alfredo Zavala Avelar, así como los crímenes de los norteamericanos John Clay Walker y Albert G. Radelat, asuntos que corresponderían al fuero común, fueron el pretexto, por lo que ve a otros delitos relacionados con el narcotráfico. Los tribunales estimaron que las penas se habían compurgado por los 28 años que Caro Quintero tenía en prisión.

Para el tribunal federal, el agente Camarena no contaba con inmunidad diplomática, y el piloto de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos no se encontraba en ejercicio de sus funciones, mucho menos tenía como comisión auxiliar al oficial norteamericano en sus investigaciones sobre narcotráfico. Por eso sus asesinatos debían juzgarse en el fuero común. Igual situación, la de Walker y Radelat.

Sin embargo, la controversia competencial no era motivo para que se ordenase la inmediata libertad del reo, a quien la sentencia de amparo solo debió proteger en el sentido de que se le procesara en el ámbito jurisdiccional adecuado. La misma controversia de competencias surgió en 1987, cuando un juez federal remitió el expediente a un juez penal estatal, quien años más tarde regresó el expediente al fuero federal y lo aceptó de nuevo.
 Mea culpa del Tribunal Colegiado

El tema de la competencia había quedado atrás. Al resolverse infinidad de asuntos, apelaciones, juicios de amparo, recursos de revisión, quejas, reclamaciones y otros medios de impugnación promovidos en los casos señalados, juzgadores y magistrados no chistaron durante tantos años. Incluso muchos de los casos fueron resueltos por el mismo tribunal que ahora emite su criterio.

Desde principios del año próximo pasado, el Primer Tribunal Colegiado en Materia Penal del Tercer Circuito intentó deslindarse de conocer del amparo directo de Caro Quintero. Prueba de ello es la solicitud que hicieron los magistrados a la Suprema Corte de Justicia de la Nación para que ejerciera la facultad de atracción y conocieran del caso.

En una solicitud que más bien parecía súplica, los magistrados señalaron a manera de introducción que se trataba de un asunto complejo, con duración inusual y que habían resuelto prácticamente de todo tipo de recursos relacionados con Rafael Caro Quintero, por lo que se requería de “la definición de temas novedosos y actuales, necesarios también para la solución de casos futuros, como los relativos a la competencia de los tribunales federales en materia de delitos cometidos en el interior y exterior de embajadas o legaciones extranjeras”.

De la misma manera, les preocupaba resolver el tema de “las personas internacionalmente protegidas que pueden ser consideradas sujetos pasivos de esos delitos; y a la posibilidad de que los tribunales varíen las conclusiones acusatorias para tipificar los delitos en una legislación penal de distinto fuero del que en ellas se invoca”.

Como si desconocieran o no quisieran hacer un trabajo que los podría comprometer, los magistrados del órgano colegiado criticaron el desarrollo del modelo de justicia y todos los cambios que ameritarían resolver el asunto de forma diferente a como se haría en la época de la detención, y se curaron en salud por la etiqueta social con que cuenta Rafael Caro Quintero y la posible reacción de los medios de comunicación ante cualquier tipo de resolución que se pudiera emitir.

Por esas razones y por el clima de inseguridad ocasionado en la actualidad por el crimen organizado, los integrantes del Primer Tribunal Colegiado pidieron “respetuosamente” a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, atraer el caso y resolverlo, “pues solo la elevada autoridad moral de la que está investido ese Alto Tribunal, puede dar al pueblo de México y a la comunidad internacional, plena certeza sobre la constitucionalidad, legalidad y transparencia de la sentencia que en definitiva se pronuncie en este asunto”.

La solicitud fue planteada el 9 de febrero de 2012 y recibida en la SCJN cuatro días después. En el mes de mayo del mismo año, la Primera Sala del máximo órgano de justicia de México decidió no ejercer la facultad de atracción para conocer del juicio de amparo directo de Rafael Caro Quintero. Los magistrados debían hacerlo con sus herramientas, conocimientos y razonamiento jurídico.

El resultado lo conocemos. El 7 de agosto de 2013 otorgaron el amparo y protección de la justicia de la unión al narcotraficante, y en cumplimiento al fallo, el Segundo Tribunal Unitario sobreseyó los delitos de homicidio en agravio de Camarena, Zavala, Walker y Radelat, dando por compurgadas las sanciones impuestas a Caro por delitos contra la salud, ordenando  su inmediata libertad.

 UN TRIBUNAL A MODO

El Primer Tribunal Colegiado en Materia Penal del Tercer Circuito fue el filtro por el que pasaron las resoluciones más trascendentales y favorables a Rafael Caro Quintero en los últimos 16 años, y que concluyeron hace unos días con la libertad definitiva del sinaloense.

En abril de 1997, los entonces magistrados integrantes del citado tribunal, otorgaron el amparo directo que anulaba la sentencia de 40 años de prisión dictada por el Juez Cuarto de Distrito en Materia Penal de Guadalajara en contra del hoy fugitivo. Dejaba sin efectos la pena impuesta en 1988 por el secuestro y homicidio del agente de la DEA, Enrique Camarena Salazar, y ordenaba la reposición del procedimiento por la falta de desahogo de unos careos. En ningún momento se objetó la competencia de fuero para conocer del caso.

En febrero de 2010, este tribunal concedió un amparo indirecto a Caro Quintero para trasladarlo del penal de máxima seguridad de Puente Grande, al reclusorio preventivo de mediana seguridad, al aprovechar la omisión de las autoridades penitenciarias federales de ofrecer como prueba el dictamen que determinara el “perfil clínico criminológico de alta seguridad” del reo. La magistrada ponente fue Rosalía Isabel Moreno Ruiz de Rivas, y completaron la resolución los magistrados José Félix Dávalos Dávalos y Lucio Lira Martínez.

La última resolución de este mes de agosto, que es del dominio público, también fue solventada por la magistrada Rosalía Moreno a la cabeza y sus mismos compañeros. Ahí exoneraron a Caro por delitos como asociación delictuosa y la siembra, cultivo y cosecha de algunos de los plantíos de marihuana del Estado de Chihuahua. Y mandaron guardar, sin resolver, el asunto de los homicidios. Resolución a la que la Procuraduría General de la República interpondrá el recurso de revisión para que sea, ahora sí, la Suprema Corte de Justicia de la Nación la encargada de dictaminar sí la sentencia de amparo directo estuvo apegada a derecho.

 ÚLTIMOS AÑOS EN PRISIÓN

Desde el 31 de mayo de 2010, cuando Rafael Caro Quintero fue trasladado del penal de máxima seguridad del Puente Grande al Reclusorio Preventivo de Guadalajara de mediana seguridad, se mantuvo con un perfil discreto. Se aseguraba que era el poder tras el trono en el manejo del autogobierno, y que “movía los hilos” del extinto José Manuel Garibay Félix “El Manuelón”. Nunca se comprobó.

A la llegada de Rafael se modificaron los esquemas de seguridad de todo el centro penitenciario. El reo ocupó el dormitorio 1 bis, con muy poca gente en su entorno, a diferencia del resto de dormitorios sobrepoblados. No salía de su confinamiento, pues aunque era respetado y hasta venerado por un grueso de la población carcelaria, no se expondría a algún atentado o represalia de otros grupos. Le cuidaban bien en el lugar.

Sin el yugo y restricciones disciplinarias de la máxima seguridad, Caro se pintó el cabello de castaño, se rasuraba todos los días y aprovechaba el tiempo para hacer ejercicio en un intento de verse más joven.

Recibía la constante visita de su familia, que nunca lo abandonó en tantos años de reclusión y lo siguió al Distrito Federal, a Almoloya de Juárez, a Matamoros, lugares donde estuvo preso. Esposa, hijos, nietos y otros familiares, le hacían compañía.

Muy pocos internos o servidores públicos en Puente Grande se atreven a hablar de él. De esos pocos, aprovechando el anonimato, unos decían que recibía visita de distintas mujeres, guapas ellas. Otros ponderan su caridad y espíritu altruista al pagar la fianza de aquellos reclusos de escasos recursos económicos, bajo la advertencia de “no quiero volverte a ver por aquí”.

Nada que ver con el preso rebelde que se conoció en el Reclusorio Preventivo Norte del Distrito Federal, o aquél indisciplinado que en el Centro Federal de Readaptación Social de “La Palma”, en Almoloya de Juárez, se ganó varias reprimendas por su indisciplina y las huelgas de hambre que organizaba.

Caro Quintero aparentó ser un interno modelo, portaba el uniforme, y cuando las autoridades pasaban por su departamento a revisión o con visita de dependencias federales y derechos humanos, el preso invariablemente les ofrecía su comida favorita: “¿Gustan un taquito de machaca con queso?”.

EVITABA CONFLICTOS

A pesar de ese buen comportamiento y una relación afable con el resto de los prisioneros y las autoridades del Reclusorio Preventivo, Caro Quintero permanecía en alerta. Sabía que su impuesto traslado mantenía intranquilos a los funcionarios estatales. Por ello, al menos cada 15 días sus abogados promovían un amparo indirecto contra un  posible cambio de prisión.

Así, el narcotraficante promovió entre mayo de 2010 y el 7 de agosto de 2013, un total de 64 amparos en contra del posible traslado que nunca llegó. La sentencia de los amparos fue siempre la misma: sobreseimiento, unas en audiencia constitucional y otras fuera de la misma, pues las autoridades negaban en todas las ocasiones el acto reclamado.

En mayo de 2007, cuando Rafael aún estaba en el CEFERESO 2 de máxima seguridad en Puente Grande, las autoridades informaron al Juzgado Cuarto de Distrito en Materia Penal de Jalisco sobre el comportamiento del reo:

“Ha mostrado facilidad y disposición para adecuarse a la dinámica de la institución, lo que ha sido evidente en su involucramiento en las actividades que se le han proporcionado por parte del área técnica, aunque con algunas deficiencias, siendo el caso de programas escolares donde demuestra desinterés, por lo que permanece inactivo en la mayor parte de las ocasiones”.

No obstante, en el resto de las actividades su participación era positiva, sobre todo en deportes, donde verdaderamente disfrutaba del momento, se interpreta del informe. En terapia ocupacional, le daban lecciones de música y, aunque mostraba cierto interés, Rafael Caro Quintero lo hacía por cumplir con el requisito institucional. En el ámbito laboral desarrolló la actividad de pintura al óleo “con agrado y dedicación”.

El área de Psicología reportó buena disposición en las sesiones psicoterapéuticas, en las que se apreciaba que “su discurso está aún matizado por los juicios y valores de orden antisocial que lo llevaron a delinquir, lo que está determinado en parte por el corto lapso de inmersión en el mismo, evidenciando además, adecuada capacidad de demora y tolerancia a la frustración, evitando conflictos con su entorno, lo que es favorecido por sus habilidades sociales, que le permiten desenvolverse con facilidad”.

Aprendió la importancia del respeto entre delincuentes en desgracia y hacia las figuras de autoridad dentro del penal federal, “con lo que ha logrado mantenerse ausente de correctivos disciplinarios desde su ingreso, lo que es indicativo de su carácter intimidable al reproche penal y social, y su aprendizaje de la experiencia carcelaria”.

El informe institucional destacó que el apoyo moral que Caro Quintero recibió mediante la visita de su núcleo familiar contribuyó a mantener su estabilidad emocional, “lo que ha impedido que se deje llevar fácilmente por sus estímulos emotivos internos, con lo cual ha evitado las conductas impulsivas que pudieran transgredir las normas conductuales establecidas para esta Institución, propiciando una adaptación funcional al actual entorno penitenciario”.

 CÓMPLICES A LA ESPERA

La liberación del hombre originario del rancho La Noria, en Badiraguato, Sinaloa, trajo consigo una serie de rumores y especulaciones sobre el posible camino que podrían seguir algunos de sus socios, cómplices y correligionarios que aún permanecen presos en diferentes prisiones del país.

Entre otros, se mencionó el caso de Ernesto Rafael Fonseca Carrillo “Don Neto”, probablemente el narco con más años de vida en la actualidad. Un abogado -que ni siquiera es su defensor-, soltó la versión de que también será liberado, por tratarse del mismo caso.

La noticia podría tener veracidad si Fonseca hubiese promovido un amparo directo como lo hizo Caro Quintero, pero no es así hasta el momento. Lo que sí es cierto es que a “Don Neto” se le juzgó en el fuero común por el homicidio de Walker y Radelat, y su sentencia podría tenerse por compurgada muy pronto. En el caso Camarena, estaría por verse el giro que den al impugnarse la resolución del amparo de Rafael Caro.

Otro posible ángulo para la liberación condicionada de Ernesto Fonseca, es la acreditación de su senilidad, que a pesar de contar con más de 80 años de edad, sus defensores no han conseguido que jueces o magistrados le permitan compurgar sus condenas en su domicilio particular. Infinidad de peritos particulares han acreditado que su peligrosidad social es mínima, obvio, contratados por los litigantes del capo.

Desde sus primeros años de reclusión, “Don Neto” ha estado enfermo prácticamente de todo. Diabetes, hipertensión, esclerosis múltiple, ceguera total en un ojo, el otro ojo con pérdida parcial de la visión, hemorroides, cáncer de próstata, huella de infarto con antigüedad de ocho años y una retahíla de padecimientos. Hoy el legendario traficante camina torpemente, con irregularidad en sus pasos, “como si se fuera a caer”, señalan los dictámenes oficiales. No se descarta que esos pasos puedan llevarlo a la reclusión domiciliaria.

Por su parte, Miguel Ángel Félix Gallardo, tiene todas las imputaciones acumuladas en el Juzgado Cuarto de Distrito en Materia Penal, con casi los mismos cargos, alguno más, otro menos, que Rafael Caro Quintero, solo que su proceso aún no cuenta con sentencia. Al igual que sus cómplices, fue condenado anteriormente a 40 años de prisión, pero un amparo directo obtenido en 2003 ordenó la reposición de procedimiento.

Sin duda, aunque la sentencia favorable a Caro podría ayudar en sus causas penales a sus ex socios, habrá que esperar la reacción de las políticas, nuevamente influidas por la presión estadounidense.

Por lo pronto, un juzgador ya otorgó la orden de detención provisional con fines de extradición en contra del personaje que sigue cimbrando las relaciones internacionales entre México y Estados Unidos. En caso de que se cumplimente el mandato judicial, los norteamericanos tendrán 60 días para presentar la solicitud formal de extradición, en los términos que dispone el tratado en la materia celebrado entre ambos gobiernos.

LA MUERTE DEL AGENTE DE LA DEA

El descubrimiento y destrucción de enormes plantaciones de marihuana en noviembre de 1984 en rancherías de los municipios de Ojinaga y Ciudad Jiménez, Chihuahua ocasionaron pérdidas económicas a los narcotraficantes sinaloenses Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo por un monto aproximado a los 20 millones de dólares.

El fracaso en el ilícito negocio y la persecución de que fueron objeto a raíz del encarcelamiento de algunos de sus cómplices, al descubrirse que tenían a más de 4 mil 500 jornaleros cuidando el desarrollo y producción del enervante en los campos agrícolas, motivaron a los criminales a investigar quiénes les habían acusado.

Fuentes cercanas a Caro y “Don Neto” les afirmaron que el agente de la DEA norteamericano, Enrique Camarena Salazar, adscrito al Consulado de los Estados Unidos de América en Guadalajara desde el 19 de junio de 1980, era el responsable de la petición del gobierno extranjero al mexicano para erradicar los cultivos de marihuana y detener a los responsables.

El 7 de febrero de 1985, aproximadamente a las 14:20 horas, a media cuadra del consulado estadounidense en Guadalajara, pistoleros de Fonseca Carrillo y Caro Quintero privaron de la libertad al agente Camarena Salazar, a quien llevaron a un domicilio de la calle Lope de Vega, en el sector Juárez, por órdenes de sus jefes.

Esa misma tarde, pero aproximadamente a las 17:00 horas, a un kilómetro del aeropuerto tapatío, sicarios del narcotraficante Miguel Ángel Félix Gallardo secuestraron al piloto aviador de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (SARH), Capitán Alfredo Zavala Avelar y lo llevaron al mismo inmueble donde estaba Camarena. Los ‘matarifes’ de Félix dijeron a los esbirros de “Don Neto” y de Caro Quintero que se trataba de un “dedo” (informante).

Según testimonio de los escoltas de ambos capos, al agente Camarena lo mantuvieron en el piso boca arriba, vendado de los ojos con tiras de plástico y amarrado de las manos por la espalda con piola de cortinaje. Ahí fue interrogado y torturado para conocer lo que sabía y sobre las acciones que llevaron al descubrimiento y destrucción de los enormes plantíos de marihuana en rancherías de Chihuahua a finales de 1984.

Camarena y Zavala fueron “cosidos” a puñetazos y patadas durante los días 7 y 8 de febrero, hasta que en esa última fecha perdieron la vida, situación que molestó mucho a Ernesto Fonseca, quien había encargado a Rafael y sus cómplices que tuvieran cuidado con el agente norteamericano para que no le pasara nada. Presuntamente “Don Neto” les dijo “son unos cochinos, asesinos, mata-amarrados”. Agentes de la Policía Judicial del Estado de Jalisco y ex elementos de esa misma corporación formaban parte de las pandillas de los narcos.

Tras una intensa búsqueda de corporaciones policiales, el 5 de marzo de 1985, ambos cadáveres fueron localizados en parcelas del municipio de Vista Hermosa de Negrete, Michoacán. Estaban dentro de dos bolsas de polietileno, en avanzado estado de descomposición, escondidos tras unos matorrales, a la altura del kilómetro 36 de la carretera Zamora-Vista Hermosa.

Las víctimas estaban irreconocibles. Al agente Camarena, originario de Calexico, lo identificó su odontólogo gracias a las restauraciones y los trabajos de rehabilitación oral, que en vida le realizó. Las ropas que tenían consigo los cuerpos putrefactos y las fichas dactiloscópicas permitieron la completa identificación de ambos ejecutados.

Los certificados de defunción, relativos a ambos fallecidos, y el resultado de las necropsias refieren como causas respectivas de sus muertes: traumatismo craneoencefálico y asfixia por fractura del cartílago tiroides (el extranjero) y traumatismo craneoencefálico y asfixia por sofocación (el mexicano). Los cuerpos tenían tierra que no correspondía al sitio donde fueron encontrados, estimándose que estuvieron inhumados previamente en el bosque La Primavera, en Zapopan.

Uno de los sicarios de Caro Quintero habría de precisar cómo murió Camarena, pues dijo presenciar el momento en que fue golpeado y le introdujeron pedazos de la funda de una almohada en la boca, lo amordazaron y le pusieron tela adhesiva en la nariz y la boca. Moribundo, vestido solo en calzoncillos y camiseta, lo llevaron hasta la cajuela de un automóvil y otro sujeto le golpeó el cráneo con una llave “L” para cambiar llantas. Después se deshicieron de su cadáver y del piloto.

Semanas después, al inspeccionar la finca de los hechos, autoridades ministeriales y peritos localizaron una funda de almohada idéntica a los fragmentos de tela en colores blanco y verde que había en la boca de Camarena y Zavala, así como las sábanas con que fueron envueltos los cadáveres. Encontraron otros girones de la misma tela en el piso y piola de cortinaje similar a la que tenían los occisos como atadura en las manos.

El 17 de marzo de 1985, Rafael Caro Quintero, la joven Sara Cosío (ajena a los delitos cometidos por el narcotraficante) y un grupo de pistoleros abordaron una aeronave Lear Jet en Guasave, Sinaloa, para transbordar en Mazatlán a un avión Turbo Hélice que los llevó hasta el aeropuerto Santa María, en San José, Costa Rica.

En la pista de Mazatlán, el sinaloense tuvo que entregar un cohecho por la cantidad de 70 millones de viejos pesos al Comandante de la Policía Judicial Federal, Armando Pavón Reyes para que le permitiera escapar, pues lo había identificado.

Previo a esa fecha, mientras que a Rafael lo buscaban por tierra, el narcotraficante se daba “vuelo” por aire. Así había viajado en febrero, de Guadalajara a Caborca, Sonora. Luego a Guaymas y de retorno a Caborca. Siguieron en el orden Culiacán, Guadalajara, Puerto Vallarta y Mazatlán.

Menos de un mes duró la estancia en la lujosa “Quinta California”, en San José, propiedad adquirida por el capo con anterioridad y sitio donde el 4 de abril de 1985 agentes de la INTERPOL localizaron y detuvieron a Caro Quintero y su pandilla.

Sara Cosío dijo que fue raptada en la fecha del despegue en Guasave y que ninguno de los viajeros llevaba documentos migratorios, por lo que el piloto pidió permiso y descendieron como vuelo privado y posteriormente los llevaron a la quinta. Inicialmente había dicho que viajó por su propia voluntad y ante el Ministerio Público Federal se dijo víctima de Caro.

Por su parte, Ernesto Rafael Fonseca Carrillo fue detenido días después en una residencia de Puerto Vallarta, rodeado de unos 20 guaruras. Había huido de Guadalajara al conocer la captura de su compadre Rafael. Uno de los escoltas de “Don Neto” tuvo un pleito en un bar del puerto y fue seguido por la policía hasta la guarida de los mafiosos, que no esperaban a la sorprendida visita.

(SEMANARIO ZETA/ Luis Carlos Sáinz Martínez/ agosto 19, 2013 12:01 PM)

Desde el 31 de mayo de 2010, cuando Rafael Caro Quintero fue trasladado del penal de máxima seguridad del Puente Grande al Reclusorio Preventivo de Guadalajara de mediana seguridad, se mantuvo con un perfil discreto. Se aseguraba que era el poder tras el trono en el manejo del autogobierno, y que “movía los hilos” del extinto José Manuel Garibay Félix “El Manuelón”. Nunca se comprobó.
A la llegada de Rafael se modificaron los esquemas de seguridad de todo el centro penitenciario. El reo ocupó el dormitorio 1 bis, con muy poca gente en su entorno, a diferencia del resto de dormitorios sobrepoblados. No salía de su confinamiento, pues aunque era respetado y hasta venerado por un grueso de la población carcelaria, no se expondría a algún atentado o represalia de otros grupos. Le cuidaban bien en el lugar.
Sin el yugo y restricciones disciplinarias de la máxima seguridad, Caro se pintó el cabello de castaño, se rasuraba todos los días y aprovechaba el tiempo para hacer ejercicio en un intento de verse más joven.
Recibía la constante visita de su familia, que nunca lo abandonó en tantos años de reclusión y lo siguió al Distrito Federal, a Almoloya de Juárez, a Matamoros, lugares donde estuvo preso. Esposa, hijos, nietos y otros familiares, le hacían compañía.
Muy pocos internos o servidores públicos en Puente Grande se atreven a hablar de él. De esos pocos, aprovechando el anonimato, unos decían que recibía visita de distintas mujeres, guapas ellas. Otros ponderan su caridad y espíritu altruista al pagar la fianza de aquellos reclusos de escasos recursos económicos, bajo la advertencia de “no quiero volverte a ver por aquí”.
Nada que ver con el preso rebelde que se conoció en el Reclusorio Preventivo Norte del Distrito Federal, o aquél indisciplinado que en el Centro Federal de Readaptación Social de “La Palma”, en Almoloya de Juárez, se ganó varias reprimendas por su indisciplina y las huelgas de hambre que organizaba.
Caro Quintero aparentó ser un interno modelo, portaba el uniforme, y cuando las autoridades pasaban por su departamento a revisión o con visita de dependencias federales y derechos humanos, el preso invariablemente les ofrecía su comida favorita: “¿Gustan un taquito de machaca con queso?”.

Evitaba conflictos

A pesar de ese buen comportamiento y una relación afable con el resto de los prisioneros y las autoridades del Reclusorio Preventivo, Caro Quintero permanecía en alerta. Sabía que su impuesto traslado mantenía intranquilos a los funcionarios estatales. Por ello, al menos cada 15 días sus abogados promovían un amparo indirecto contra un  posible cambio de prisión.
Así, el narcotraficante promovió entre mayo de 2010 y el 7 de agosto de 2013, un total de 64 amparos en contra del posible traslado que nunca llegó. La sentencia de los amparos fue siempre la misma: sobreseimiento, unas en audiencia constitucional y otras fuera de la misma, pues las autoridades negaban en todas las ocasiones el acto reclamado.
En mayo de 2007, cuando Rafael aún estaba en el CEFERESO 2 de máxima seguridad en Puente Grande, las autoridades informaron al Juzgado Cuarto de Distrito en Materia Penal de Jalisco sobre el comportamiento del reo:
“Ha mostrado facilidad y disposición para adecuarse a la dinámica de la institución, lo que ha sido evidente en su involucramiento en las actividades que se le han proporcionado por parte del área técnica, aunque con algunas deficiencias, siendo el caso de programas escolares donde demuestra desinterés, por lo que permanece inactivo en la mayor parte de las ocasiones”.
No obstante, en el resto de las actividades su participación era positiva, sobre todo en deportes, donde verdaderamente disfrutaba del momento, se interpreta del informe. En terapia ocupacional, le daban lecciones de música y, aunque mostraba cierto interés, Rafael Caro Quintero lo hacía por cumplir con el requisito institucional. En el ámbito laboral desarrolló la actividad de pintura al óleo “con agrado y dedicación”.
El área de Psicología reportó buena disposición en las sesiones psicoterapéuticas, en las que se apreciaba que “su discurso está aún matizado por los juicios y valores de orden antisocial que lo llevaron a delinquir, lo que está determinado en parte por el corto lapso de inmersión en el mismo, evidenciando además, adecuada capacidad de demora y tolerancia a la frustración, evitando conflictos con su entorno, lo que es favorecido por sus habilidades sociales, que le permiten desenvolverse con facilidad”.
Aprendió la importancia del respeto entre delincuentes en desgracia y hacia las figuras de autoridad dentro del penal federal, “con lo que ha logrado mantenerse ausente de correctivos disciplinarios desde su ingreso, lo que es indicativo de su carácter intimidable al reproche penal y social, y su aprendizaje de la experiencia carcelaria”.
El informe institucional destacó que el apoyo moral que Caro Quintero recibió mediante la visita de su núcleo familiar contribuyó a mantener su estabilidad emocional, “lo que ha impedido que se deje llevar fácilmente por sus estímulos emotivos internos, con lo cual ha evitado las conductas impulsivas que pudieran transgredir las normas conductuales establecidas para esta Institución, propiciando una adaptación funcional al actual entorno penitenciario”.

 Cómplices a la espera

La liberación del hombre originario del rancho La Noria, en Badiraguato, Sinaloa, trajo consigo una serie de rumores y especulaciones sobre el posible camino que podrían seguir algunos de sus socios, cómplices y correligionarios que aún permanecen presos en diferentes prisiones del país.
Ernesto "Don Neto" Fonseca
Ernesto “Don Neto” Fonseca
Entre otros, se mencionó el caso de Ernesto Rafael Fonseca Carrillo “Don Neto”, probablemente el narco con más años de vida en la actualidad. Un abogado -que ni siquiera es su defensor-, soltó la versión de que también será liberado, por tratarse del mismo caso.
La noticia podría tener veracidad si Fonseca hubiese promovido un amparo directo como lo hizo Caro Quintero, pero no es así hasta el momento. Lo que sí es cierto es que a “Don Neto” se le juzgó en el fuero común por el homicidio de Walker y Radelat, y su sentencia podría tenerse por compurgada muy pronto. En el caso Camarena, estaría por verse el giro que den al impugnarse la resolución del amparo de Rafael Caro.
Otro posible ángulo para la liberación condicionada de Ernesto Fonseca, es la acreditación de su senilidad, que a pesar de contar con más de 80 años de edad, sus defensores no han conseguido que jueces o magistrados le permitan compurgar sus condenas en su domicilio particular. Infinidad de peritos particulares han acreditado que su peligrosidad social es mínima, obvio, contratados por los litigantes del capo.
Desde sus primeros años de reclusión, “Don Neto” ha estado enfermo prácticamente de todo. Diabetes, hipertensión, esclerosis múltiple, ceguera total en un ojo, el otro ojo con pérdida parcial de la visión, hemorroides, cáncer de próstata, huella de infarto con antigüedad de ocho años y una retahíla de padecimientos. Hoy el legendario traficante camina torpemente, con irregularidad en sus pasos, “como si se fuera a caer”, señalan los dictámenes oficiales. No se descarta que esos pasos puedan llevarlo a la reclusión domiciliaria.
Miguel Ángel Félix Gallardo
Miguel Ángel Félix Gallardo
Por su parte, Miguel Ángel Félix Gallardo, tiene todas las imputaciones acumuladas en el Juzgado Cuarto de Distrito en Materia Penal, con casi los mismos cargos, alguno más, otro menos, que Rafael Caro Quintero, solo que su proceso aún no cuenta con sentencia. Al igual que sus cómplices, fue condenado anteriormente a 40 años de prisión, pero un amparo directo obtenido en 2003 ordenó la reposición de procedimiento.
Sin duda, aunque la sentencia favorable a Caro podría ayudar en sus causas penales a sus ex socios, habrá que esperar la reacción de las políticas, nuevamente influidas por la presión estadounidense.
Por lo pronto, un juzgador ya otorgó la orden de detención provisional con fines de extradición en contra del personaje que sigue cimbrando las relaciones internacionales entre México y Estados Unidos. En caso de que se cumplimente el mandato judicial, los norteamericanos tendrán 60 días para presentar la solicitud formal de extradición, en los términos que dispone el tratado en la materia celebrado entre ambos gobiernos.

LA MUERTE DEL AGENTE DE LA DEA

El descubrimiento y destrucción de enormes plantaciones de marihuana en noviembre de 1984 en rancherías de los municipios de Ojinaga y Ciudad Jiménez, Chihuahua ocasionaron pérdidas económicas a los narcotraficantes sinaloenses Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo por un monto aproximado a los 20 millones de dólares.
El fracaso en el ilícito negocio y la persecución de que fueron objeto a raíz del encarcelamiento de algunos de sus cómplices, al descubrirse que tenían a más de 4 mil 500 jornaleros cuidando el desarrollo y producción del enervante en los campos agrícolas, motivaron a los criminales a investigar quiénes les habían acusado.
Fuentes cercanas a Caro y “Don Neto” les afirmaron que el agente de la DEA norteamericano, Enrique Camarena Salazar, adscrito al Consulado de los Estados Unidos de América en Guadalajara desde el 19 de junio de 1980, era el responsable de la petición del gobierno extranjero al mexicano para erradicar los cultivos de marihuana y detener a los responsables.
El 7 de febrero de 1985, aproximadamente a las 14:20 horas, a media cuadra del consulado estadounidense en Guadalajara, pistoleros de Fonseca Carrillo y Caro Quintero privaron de la libertad al agente Camarena Salazar, a quien llevaron a un domicilio de la calle Lope de Vega, en el sector Juárez, por órdenes de sus jefes.
Esa misma tarde, pero aproximadamente a las 17:00 horas, a un kilómetro del aeropuerto tapatío, sicarios del narcotraficante Miguel Ángel Félix Gallardo secuestraron al piloto aviador de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (SARH), Capitán Alfredo Zavala Avelar y lo llevaron al mismo inmueble donde estaba Camarena. Los ‘matarifes’ de Félix dijeron a los esbirros de “Don Neto” y de Caro Quintero que se trataba de un “dedo” (informante).
Según testimonio de los escoltas de ambos capos, al agente Camarena lo mantuvieron en el piso boca arriba, vendado de los ojos con tiras de plástico y amarrado de las manos por la espalda con piola de cortinaje. Ahí fue interrogado y torturado para conocer lo que sabía y sobre las acciones que llevaron al descubrimiento y destrucción de los enormes plantíos de marihuana en rancherías de Chihuahua a finales de 1984.
Camarena y Zavala fueron “cosidos” a puñetazos y patadas durante los días 7 y 8 de febrero, hasta que en esa última fecha perdieron la vida, situación que molestó mucho a Ernesto Fonseca, quien había encargado a Rafael y sus cómplices que tuvieran cuidado con el agente norteamericano para que no le pasara nada. Presuntamente “Don Neto” les dijo “son unos cochinos, asesinos, mata-amarrados”. Agentes de la Policía Judicial del Estado de Jalisco y ex elementos de esa misma corporación formaban parte de las pandillas de los narcos.
Tras una intensa búsqueda de corporaciones policiales, el 5 de marzo de 1985, ambos cadáveres fueron localizados en parcelas del municipio de Vista Hermosa de Negrete, Michoacán. Estaban dentro de dos bolsas de polietileno, en avanzado estado de descomposición, escondidos tras unos matorrales, a la altura del kilómetro 36 de la carretera Zamora-Vista Hermosa.
Las víctimas estaban irreconocibles. Al agente Camarena, originario de Calexico, lo identificó su odontólogo gracias a las restauraciones y los trabajos de rehabilitación oral, que en vida le realizó. Las ropas que tenían consigo los cuerpos putrefactos y las fichas dactiloscópicas permitieron la completa identificación de ambos ejecutados.
Los certificados de defunción, relativos a ambos fallecidos, y el resultado de las necropsias refieren como causas respectivas de sus muertes: traumatismo craneoencefálico y asfixia por fractura del cartílago tiroides (el extranjero) y traumatismo craneoencefálico y asfixia por sofocación (el mexicano). Los cuerpos tenían tierra que no correspondía al sitio donde fueron encontrados, estimándose que estuvieron inhumados previamente en el bosque La Primavera, en Zapopan.
Uno de los sicarios de Caro Quintero habría de precisar cómo murió Camarena, pues dijo presenciar el momento en que fue golpeado y le introdujeron pedazos de la funda de una almohada en la boca, lo amordazaron y le pusieron tela adhesiva en la nariz y la boca. Moribundo, vestido solo en calzoncillos y camiseta, lo llevaron hasta la cajuela de un automóvil y otro sujeto le golpeó el cráneo con una llave “L” para cambiar llantas. Después se deshicieron de su cadáver y del piloto.
Semanas después, al inspeccionar la finca de los hechos, autoridades ministeriales y peritos localizaron una funda de almohada idéntica a los fragmentos de tela en colores blanco y verde que había en la boca de Camarena y Zavala, así como las sábanas con que fueron envueltos los cadáveres. Encontraron otros girones de la misma tela en el piso y piola de cortinaje similar a la que tenían los occisos como atadura en las manos.
El 17 de marzo de 1985, Rafael Caro Quintero, la joven Sara Cosío (ajena a los delitos cometidos por el narcotraficante) y un grupo de pistoleros abordaron una aeronave Lear Jet en Guasave, Sinaloa, para transbordar en Mazatlán a un avión Turbo Hélice que los llevó hasta el aeropuerto Santa María, en San José, Costa Rica.
En la pista de Mazatlán, el sinaloense tuvo que entregar un cohecho por la cantidad de 70 millones de viejos pesos al Comandante de la Policía Judicial Federal, Armando Pavón Reyes para que le permitiera escapar, pues lo había identificado.
Previo a esa fecha, mientras que a Rafael lo buscaban por tierra, el narcotraficante se daba “vuelo” por aire. Así había viajado en febrero, de Guadalajara a Caborca, Sonora. Luego a Guaymas y de retorno a Caborca. Siguieron en el orden Culiacán, Guadalajara, Puerto Vallarta y Mazatlán.
Menos de un mes duró la estancia en la lujosa “Quinta California”, en San José, propiedad adquirida por el capo con anterioridad y sitio donde el 4 de abril de 1985 agentes de la INTERPOL localizaron y detuvieron a Caro Quintero y su pandilla.
Sara Cosío dijo que fue raptada en la fecha del despegue en Guasave y que ninguno de los viajeros llevaba documentos migratorios, por lo que el piloto pidió permiso y descendieron como vuelo privado y posteriormente los llevaron a la quinta. Inicialmente había dicho que viajó por su propia voluntad y ante el Ministerio Público Federal se dijo víctima de Caro.
Por su parte, Ernesto Rafael Fonseca Carrillo fue detenido días después en una residencia de Puerto Vallarta, rodeado de unos 20 guaruras. Había huido de Guadalajara al conocer la captura de su compadre Rafael. Uno de los escoltas de “Don Neto” tuvo un pleito en un bar del puerto y fue seguido por la policía hasta la guarida de los mafiosos, que no esperaban a la sorprendida visita.

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