El pozo de los deseos reprimidos
Álvaro
Cueva
Meterse con Teletón ya es como meterse con la Iglesia Católica, es una
cuestión de poder, pero, además, como es una cuestión de poder emocional, la
cosa se pone peor.
¿Cómo te atreves a cuestionar algo que alimenta directamente el alma de
millones de personas? ¿Quién eres tú para criticar algo tan hermoso y positivo?
Si no te desvives en elogios, es porque odias a los niños con discapacidad.
Si no invitas a los demás a cooperar, es porque no quieres a México.
Si no te entregas en cuerpo y alma, es porque no crees en la sociedad civil.
Si no das dinero, es porque no tienes alma. ¡Muere, maldito si no estás en esto!
¡Que tu alma se condene! ¡Que se pudra en el infierno! ¡Muere! ¡Te odio!
¡Muere!
¿Qué fue lo que pasó como para que yo le esté diciendo esto? Un video de poco
más de cinco minutos que abrió la campaña de este año y que circuló por las
redes sociales.
En él, personalidades que no tienen nada que ver con Lucero, Marco Antonio
Regil, Pedro Ferriz de Con o las tradicionales figuras ligadas a Teletón,
confrontaron a los cibernautas.
¿Cómo? Defendiendo esta colecta de argumentos como Televisa, la evasión de
impuestos o el dinero de las empresas. Es algo delicado, muy delicado.
¿Por qué? Porque a partir de ese punto Teletón dejó de ser una campaña de
responsabilidad social para convertirse en un tema de confrontación: o estás a
favor o estás en contra.
No más Teletón bonito, no más Teletón tierno. Si México está dividido, ahora
también tiene que estar dividido por Teletón.
Bienvenidas todas las implicaciones políticas, ideológicas y empresariales.
Bienvenido a una nueva era de terror donde, o das, o das.
Ni el gobierno se había atrevido a producir un spot tan contundente. Ni la
mismísima Secretaría de Hacienda había llegado tan lejos. Le juro que ahora sí
ya me dio miedo.
Por lo mismo, a nadie le importó que Teletón 2011 arrancara con una larga
lista de errores técnicos y que tuviera la conducción de un hombre que estuvo
involucrado en un escándalo sexual que jamás se aclaró.
A nadie le hizo ruido que ahora sí, Telmex, el enemigo a vencer, hubiera sido
parte de la fiesta, que se haya abusado de la publicidad, que las estrellas
hayan cantado con “playback” y que lo que se pudo haber resuelto en dos horas,
como el telemaratón “Hope for Haiti now”, se haya prolongado por tantísimo
tiempo.
No critiques, llora, admira, siente, que nadie reflexione sobre las lecturas
que pudiera llegar a tener el dato de que, a partir de esta edición, Teletón
trajo dólares frescos de Telefutura.
¡Viva México! ¡Viva la fiesta! ¡Vivan los niños! ¡Y que cante Alejandra
Guzmán! ¡Que canten Enrique Iglesias, Thalía, los gruperos, los infantiles, los
consagrados, los nuevos, todos!
Finalmente, si no cantan ahí, ¿dónde más van a cantar? La televisión mexicana
carece de espacios para que nuestros ídolos compartan su arte. Si no cantan en
especiales como Teletón, ¿dónde?
Lucero, no, ella que llore, sus lágrimas son uno de los puntos más esperados
en todos los teletones.
Y que llore mucho para que se nos olvide que esa televisión que durante esos
dos días jura y perjura que ama y apoya a la gente con discapacidad, es la misma
que se negó a darle transmisión estelar en vivo a los Juegos Parapanamericanos,
la misma cuyos comediantes se burlan de las minorías, la misma que nos enseña a
calificar a nuestras mujeres con palabras como “putita”.
¿Para qué ofrecer un espectáculo de calidad? ¿Para qué producir con los más
caros estándares internacionales? ¿Para qué ser congruentes? ¿Para qué
profundizar? ¿Para qué perder el tiempo?
Aquí lo que importa es la lana porque si no hay lana, no hay ayuda y si no
hay ayuda a esos pobres niños se los va a llevar la tristeza porque, como bien
dice el spot de internet, los gobiernos van y vienen, los gobiernos responden a
los colores de sus camisetas.
Esto, no. Esto, es para siempre. Esto, por supuesto, está por encima de los
gobiernos, debe tener más poder que los gobiernos y aunque por ahí se estén
defendiendo otras camisetas de otros tipos y de otros colores, es diferente.
Esto sí es lindo porque esto sí es de corazón. ¿O usted qué prefiere, a un
político o a los actores de una telenovela, a un partido o a una marca
comercial, a un secretario o a una estrella del espectáculo?
Está complicado porque, obviamente, nadie le puede desear el mal a unos
niños, mucho menos a unos niños con discapacidad y muchísimo menos a unos niños
con discapacidad que además son pobres.
La pregunta es: ¿se puede o no se puede criticar algo así? Y si no se puede,
¿no será que después nos la quieran aplicar con otro tipo de cuestiones?
Por eso le digo: ahora sí esto ya me dio miedo, ya no es una campaña de
responsabilidad social, ya ni siquiera es un asunto de rutina, es un tema de
poder, de poder emocional, el más fuerte de todos.