La
designación de Luis Videgaray al frente de la Secretaría de Relaciones
Exteriores se concretó este miércoles, pero se decidió la tarde del 23 de
diciembre, cuando en su último acuerdo, el Presidente Enrique Peña Nieto le
dijo a Claudia Ruiz Massieu que dejaría la Cancillería. Fue una reunión muy
dura entre los dos, de acuerdo con personas que conocen los detalles, pero no
había punto de retorno. Era la última secuela de la polémica visita de Donald
Trump a Los Pinos, que objetó airadamente Ruiz Massieu y la enfrentó con
Videgaray, quien fue el artífice de ese viaje. Su reivindicación parte de una
racional simplista por parte de Peña Nieto: si tenía una relación con el
entorno de Trump y este será Presidente de Estados Unidos, ¿quién mejor que él
para ser la cabeza de quien establezca los nuevos términos de la relación?
Videgaray
ya estaba haciendo ese trabajo sin cartera. En noviembre se reunió en Nueva
York con Jared Kushner, yerno de Trump, y con quien vio originalmente la
visita, para establecer el marco general de lo que sería la relación bilateral.
La canciller Ruiz Massieu fue dejada totalmente al margen de ese encuentro que,
para Peña Nieto, parecía ser todo lo que importaba en las relaciones de México
con el mundo. Ruiz Massieu no chistó. Acató la instrucción de Los Pinos y jugó
leal con Peña Nieto, quien cuando presentó su renuncia en la víspera de la
llegada de Trump, la persuadió para que se quedara. La ex secretaria debe estar
pensando el por qué no actuó como le indicaba su conciencia la noche del 30 de
agosto y se fue. Habría salido por la puerta grande de la administración, y no
corrida como ahora es el caso.
El
nombramiento de Videgaray ratifica, por otra parte, que en efecto, lo único que
le importa realmente a Peña Nieto en las relaciones internacionales de México
es Estados Unidos. ¿Nombrar a un canciller por el hecho de haber establecido la
relación con el equipo de Trump? ¿A eso se limitará la política exterior peñista?
Todo este juego de nombres y este ejercicio de serpientes y escaleras en Los
Pinos, hablan de una confusión sobre lo que se hace y una falta de claridad y
dimensión sobre los asuntos públicos.
La
invitación de Trump a México no fue producto de un diseño estratégico, como lo
ha disfrazado el Presidente. Se originó en la propuesta de un banquero
neoyorquino amigo de Trump y admirador de Videgaray, que le dijo al entonces
candidato presidencial que sería positivo que hablara con Peña Nieto porque
varias de sus percepciones sobre México eran erróneas. Trump aceptó que se
iniciaran los contactos y Videgaray fue el responsable de armar la visita. Para
compensar y darle una fachada de equilibrio, Peña Nieto le pidió a Ruiz Massieu
que tomara contacto con la campaña de la demócrata Hillary Clinton, lo cual fue
casi ocioso porque cuando se le giró la invitación para reunirse con el
Presidente, en términos formales al mismo tiempo que a Trump, Videgaray llevaba
tres semanas organizando la logística del viaje del republicano.
Ese
viaje fue un error, y metió a México dentro del proceso electoral en Estados
Unidos. El hecho que Trump ganara la Presidencia no convierte una equivocación
en un acierto. De la misma forma, el que Videgaray haya organizado ese viaje no
hace que nombrarlo canciller sea un acierto. En un galimatías político.
Videgaray no puede ser un Secretario de Relaciones Exteriores sólo para Estados
Unidos. ¿Qué pensaría Peña Nieto cuando así lo decidió? ¿Qué pensaría Videgaray
cuando así lo aceptó?
Videgaray
tendrá que establecer contacto con todas las cancillerías y hablar con todos
sus ministros, sin importar tamaños y regiones. De hecho, aunque la relación
con Estados Unidos es la más importante, durante el Gobierno de Peña Nieto no
ha sido a la que más tiempo le haya dedicado él o sus cancilleres. La pregunta
quizás tendría que ser otra: ¿realmente Videgaray llegó a Relaciones Exteriores
como respuesta a la victoria de Trump?
Es
tan obvio, si uno considera el pensamiento lineal de Peña Nieto, que quizás no
sea el verdadero fondo del nombramiento. Desde que salió Videgaray de la
Secretaría de Hacienda como consecuencia del escándalo derivado de la visita de
Trump, Peña Nieto le pidió trabajo externos. Al final no se involucró, como le
había pedido el Presidente, en el proceso electoral en el estado de México, y
sí en cambio, sirvió como enlace con el equipo de Trump. Pero la forma como
iban a trabajar una vez más no estaba clara.
Un
ministro sin portafolio, como se estaba perfilando Videgaray, lo dejaría con
acceso al Presidente, pero sin la posibilidad de poder incidir en decisiones.
Incorporarse una vez más al gabinete, le dará el espacio que necesita para
poder estar cerca de las decisiones importantes. Hace tiempo Videgaray había
dejado entrever que si bien sus aspiraciones presidenciales estaban limitadas,
lo siguiente más importante sería estar en posibilidades de incidir en la
sucesión. Desde afuera del Gobierno, eso no iba a ser posible. Adentro del
gabinete, recupera el terreno perdido. Videgaray regresó al sitio en el que sus
ideas y ambiciones pueden ser correspondidas y regresarle al Presidente Peña
Nieto el equilibrio en el gabinete que había perdido con su salida, inclinando
todo el poder hacia el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.
Todo, quizás, bajo la fachada de la victoria de Trump, gran coartada coyuntural
para su renacimiento.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
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@rivapa
(NOROESTE/
Estrictamente Personal/ Raymundo Riva Palacio/ 05/01/2017 | 04:05 AM)
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