Avanzando lento y
levantando polvaredas, aquellos “monstruos de metal” con ruedas penetraron
territorio mexicano por el noroeste de Chihuahua, seguidos de camiones cargados
con soldados, motocicletas con ametralladoras, y centenares de jinetes así como
tropas de a pie.
Era el mes de marzo
de 1916, y más de 5 mil soldados del Ejército de Estados Unidos de América
invadían territorio de México con todos los recursos a su alcance, equipados
con lo más moderno en armas y llamativos vehículos blindados, incluyendo un
escuadrón aéreo.
El objetivo,
capturar al general Francisco Villa y sus seguidores por quienes incluso
ofrecían cuantiosas recompensas luego del ataque al poblado de Columbus, Nuevo
México registrado la madrugada del 9 de marzo de ese mismo año.
Al mando del general
John Joseph Pershing, quien después de esta aventura comandaría las Fuerzas
Expedicionarias Estadou-nidenses para combatir al imperio alemán en la Primera
Guerra Mundial, la invasión llamada Expedición Punitiva habría de durar un año.
En ese lapso, el
sentimiento nacionalista se apoderaría de los chihuahuenses quienes protegieron
al ‘Centauro’ dándole refugio, proporcionando informes falsos, o confrontando
directamente al invasor como ocurrió en Parral donde el pueblo se amotinó y una
multitud entre la que destaca Elisa Griensen y estudiantes de primaria, los
expulsaron de su pueblo a balazos y pedradas.
Ese sentir también
estaría presente en las tropas de Carranza, cuyos soldados querían pelear en
contra de los invasores antes que combatir a los villistas.
Con el paso del
tiempo, los estadounidenses incrementaron sus fuerzas a 10 mil efectivos que
integraban los regimientos 6º y 17º de infantería, el 13º de caballería y una
batería primera de artillería, un escuadrón aéreo y dos compañías de
transportes, incluyendo tanques así como dos compañías de ingenieros, una de
ambulancias, un hospital de campaña, y un cuerpo de señales.
Las tropas invasoras
cometerían asesinatos en contra de la población civil mexicana y realizarían
numerosas aprehensiones de personas sospechosas de ser villistas que
terminarían en la horca acusadas de participar en el ataque a Columbus.
Sin embargo, nunca
lograrían atrapar al Centauro y el parte de guerra rendido a sus superiores por
el general John Joseph Pershing se habría de convertir siempre en el mismo:
“Tengo el honor de informar que Francisco Villa se encuentra en todas partes y
en ninguna”.
COLUMBUS, EL MOTIVO
La madrugada del 9
de marzo de 1916, las tropas de Francisco Villa invadían Estados Unidos para
atacar Columbus, Nuevo México y con ello, el Centauro concretaba un plan
pensado durante días, en parte de venganza contra sus enemigos –entre ellos el
judío Sam Ravel que defraudó al general con la venta de armas–, y en parte
estrategia para provocar al gobierno estadounidense y afectar el rumbo que
había tomado la lucha armada en México en la que el Centauro era, hasta ese
momento, el perdedor.
Los revolucionarios
mexicanos, en gran parte reclutados en Namiquipa, ingresaron por Palomas,
ubicado en el noroeste de Chihuahua y se dirigieron a su objetivo ubicado a
tres millas de ahí. También penetrarían por Ciudad Juárez.
Rompieron las cercas
de alambre que dividían la frontera y se movieron en dos columnas dirigidas por
Francisco Beltrán y Martín López; y Pablo López y Candelario Cervantes. Una se
fue al campamento militar y la segunda rodeó para entrar al pueblo.
El asalto tomó por
sorpresa a los soldados del 13º Regimiento de Caballería del Ejército de
Estados Unidos así como a los habitantes del pueblo, pero reaccionaron y
ocasionaron numerosas bajas a los atacantes mexicanos.
El grupo de
Candelario Cervantes avanzó al pueblo y llegó al hotel Commercial, propiedad
del judío Sam Ravel donde fueron recibidos a tiros por dos norteamericanos que
bajaban de sus habitaciones, pero pronto la superioridad numérica se impuso y
los villistas los asesinaron.
En medio del
tiroteo, interrogaron a un par de niños y a unas mujeres que les informaron que
Sam Ravel se había ido a El Paso, Texas a visitar al dentista, lo que le salvó
la vida al comerciante odiado por Villa.
Casi al amanecer, a
las 7:30 de la mañana, al toque de un clarín, los jinetes villistas comenzaron
a retirarse para volver a territorio mexicano y juntarse en algún punto de la
frontera.
En su persecución un
grupo de alrededor de 30 soldados estadounidenses a galope en sus caballos
intentó alcanzarlos pero fue repelido a balazos por un grupo de villistas que
al darse cuenta que los seguían, pararon
y los esperaron al estilo mexicano, con las riendas del caballo en la mano
izquierda y el rifle en la derecha.
En Columbus, que fue
y sigue siendo el único caso de una fuerza militar extranjera que haya atacado
territorio continental de Estados Unidos, los villistas confiscaron unos 100
caballos y mulas, quemaron el pueblo y mataron al menos a 17 soldados
estadounidenses y a 10 residentes del poblado. Sin embargo, perdieron a 73 de
sus compañeros en el encuentro y a cinco más que fueron capturados y fusilados
después.
BUSCANDO AL GENERAL QUERIÉNDOLO MATAR
Tras el ataque a
Columbus, el Ejército estadounidense al mando del general John J. Pershing
ingresó en territorio de Chihuahua el 15 de marzo de 1916, con el objetivo de
dar alcance y castigo a las huestes del general Francisco Villa.
Ese día ingresó por Palomas
la primera de dos columnas que integraban la Expedición Punitiva. Estaba
compuesta por más de 5 mil oficiales y soldados de caballería, infantería y
artillería, así como un escuadrón aéreo de ocho aeroplanos.
Pershing instaló su
cuartel general en la colonia Dublán, en Nuevo Casas Grandes y dos bases, una
en San Buenaventura y otra en San Antonio de los Arenales (hoy municipio de
Cuauhtémoc).
Para finales de ese
mes, los estadounidenses se habían adentrado unos 550 kilómetros al interior de
Chihuahua y dos semanas después, el 12 de abril, se encontraban en las afueras
de Parral; pero el pueblo se amotinó y mujeres entre las que se encuentra Elisa
Griensen, así como estudiantes de primaria los confrontan causándoles dos bajas
y varios heridos.
Mientras tanto,
Villa atacó Ciudad Guerrero y los pueblos de Miñana y San Isidro, pero resultó
herido en una rodilla y se vio obligado a esconderse en la serranía por dos
meses, en la Cueva del Coscomate donde se recuperó muy lentamente por la falta
de atención médica.
Al salir de su
escondite, su popularidad fue en aumento, en parte por el rechazo a la
intervención estadounidense y en parte a la táctica de Robin Hood de repartir
entre la población mercancías robadas de ranchos y haciendas de
estadounidenses.
El Gobierno mexicano
aunque en un principio permitió la invasión, al ver que la popularidad de Villa
aumentaba, protestó. Venustiano Carranza, primer jefe del Ejército
Constitucionalista y encargado del Poder Ejecutivo, pidió al presidente de
Estados Unidos, Woodrow Wilson retirar sus tropas.
El 22 de mayo de ese
año, México envíó un nuevo mensaje al Departamento de Estado norteamericano,
con la exigencia del retiro inmediato de su Ejército. Al no recibir respuesta,
Carranza decidió recurrir a la fuerza y giró órdenes para que las tropas
acantonadas en Chihuahua detuvieran todo desplazamiento de los militares
estadounidenses que los llevaran a internarse más en la entidad.
Sin embargo, los
estadounidenses movilizaron dos escuadrones del Décimo Regimiento de
Caballería.
Desde la Colonia
Dublán, en el municipio de Casas Grandes, el capitán Charles T. Boyd comandó
uno de esos escuadrones hasta la hacienda de Santo Domingo, donde se le sumaron
las tropas al mando del capitán Lewis S. Morey. En total formaron una fuerza de
unos 100 hombres.
El capitán Boyd se
dirigió hacia el oriente rumbo a Villa Ahumada donde cerca, en el pueblo de
Carrizal, se encontraba el general Félix U. Gómez con la orden de no dejarlos
avanzar, lo que provocó finalmente un enfrentamiento que tensó las relaciones
entre México y Estados Unidos.
En la batalla
murieron el capitán Francisco Rodríguez, el teniente Daniel García, el teniente
Evaristo Martínez, el subteniente Juan Lerdo, en total 26 soldados de México.
Los norteamericanos,
por su parte, tuvieron 14 muertos, entre quienes se contó el capitán Boyd,
quien ordenó el ataque a los mexicanos que intentaban hacer cumplir la orden
del Gobierno federal de impedirles el paso al sur del país.
El Ejército Mexicano
hizo prisioneros a 17 soldados, que entregó al Gobierno de Washington unos días
después en el puente internacional de Ciudad Juárez junto con los pertrechos de
guerra capturados durante la batalla.
Por este incidente
el presidente Woodrow Wilson protestó, pero convino con Venustiano Carranza en
convocar a una conferencia que se llevó a cabo en Atlantic City en septiembre
de 1916, donde se solucionó de manera pacífica el conflicto y se permitió que las
tropas estadounidenses permanecieran en México hasta febrero del siguiente año.
Durante la
Expedición Punitiva, además de desplazar a la élite de sus tropas, veteranos
que habían peleado en otras guerras como la de las Filipinas a quienes se les
encomendó atrapar a Villa, los estadounidenses decidieron probar en campo
algunos de sus nuevos y modernos equipos militares.
Camiones,
automóviles, motocicletas, carros blindados, dirigibles y aviones fueron
utilizados; pero sólo levantaban polvo que alertaba a soldados villistas y
facilitaban el escape de éstos.
Las tropas contaron
también con lo mejor del abastecimiento militar en cuestión de alimentos,
marcas comerciales de compañías norteamericanas como la Morris & Company,
dedicada a la venta de carne enlatada.
Para los
historiadores, la Expedición Punitiva, que tuvo a su disposición todos los
recursos y la tecnología bélica más moderna de su tiempo, que incluso llevó a
Estados Unidos a triunfar en la Primera Guerra Mundial, fue un verdadero
fracaso.
Villa lejos de ser
diezmado, había aumentado su número de seguidores, la población lo protegía y
se había atrevido incluso a tomar nuevamente la ciudad de Chihuahua en
septiembre de 1916 y expulsar a los carrancistas.
Aquellas tropas
entrenadas que participaron en la invasión, mucho mejor armadas, nada pudieron
hacer frente a un hombre que no había estudiado ninguna carrera, mucho menos la
de las armas.Con todo a su disposición, duraron un año buscando a Villa y no lo
encontraron.
En febrero de 1917,
junto con toda su maquinaria bélica moderna, se fueron por donde llegaron.
(Juan de Dios Olivas/El Diario)
jdolivas
@redaccion.diario.com.mx
(Juan de Dios
Olivas/ El Diario | 2014-03-01 | 23:23)
(Fuentes
consultadas: Pancho Villa, de Friedrich Katz; Pancho Villa Una biografía
narrativa, de Paco Ignacio Taibo II. Expedición punitiva: fin de intento
fallido, de Roberto Espinosa de los Monteros, en www.inehrm.gob.mx; Francisco
Villa: Ubicuo y Ausente, en www.inah.gob.mx)
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