Paola A. Praga/Zócalo
Saltillo.- A veces,
Rosa Elvia Mercado le dice a su esposo Joel “tengo ganas de que mi hijo me dé
un abrazo, de que me dé un beso”, pero él no sabe qué responder. No hay nada
que pueda hacer para regresárselo con vida.
Este año, Jorge
Antonio Mercado Alonso cumpliría 27 años, pero fue asesinado por militares hace
tres años dentro del Tecnológico de Monterrey, en la Sultana del Norte.
“Cada vez que nos
acordamos de él nos acordamos de cuando era niño, de cuando era un adolescente
y la madurez espiritual que él cogió en sus último seis meses de vida”.
Así lo inmortaliza
su madre, en la sala de su casa, donde hay fotografías de familia. Acompañada
de su esposo y padrastro de Jorge, Lorenzo Joel Medina Salazar, habla sobre los
tres años siguientes a la tragedia, durante los cuales el dolor se ha negado a
abandonar la memoria de Jorge.
Pero antes de hablar
pide un minuto para hacer una oración: “Bendito Dios y padre celestial, te doy
gracias por este tiempo, que me acompañes para responder lo que tu quieras, te
pido sabiduría para la reportera y el fotógrafo para que ellos hagan su
trabajo, que sea tu voz y tus pensamientos para que yo los comunique”.
Abre los ojos y
entonces comienza a recordar nuevamente el momento en que cambió su vida, el
asesinato que cimbró a toda la familia y que le vino a demostrar la fortaleza y
el gran amor que pudo sentir como madre.
“Veo sobrinos, veo a
hijos de amigas, que son más o menos de su edad y me acuerdo. Digo: ‘así
estuviera mi’jo’. Sí pienso qué tanto hubiera cambiado en su físico o en su
forma de ser, y a veces decimos mi esposo y yo ‘y si se hubiera casado ¿cómo le
hubiera ido?, ¿y si hubiera seguido con su beca?’ Pero era muy ocurrente y
preferimos quedarnos con esa imagen”.
Aún recuerda cuando
supo del tiroteo que le arrebató la vida a Jorge. Lo primero que hizo fue
buscar a su hijo. Le marcó en varias ocasiones a su celular, pero ante la nula
respuesta, decidió viajar a Monterrey. Allí tuvieron que trasladarse al
Servicio Médico Forense para reconocer el cuerpo de su hijo y de su amigo.
En el tercer año de
sus vidas sin Jorge, su único hijo, Rosy continúa fuerte gracias a su fe.
“Seguimos nosotros igual o peor que hace tres años, porque cada día lo
extrañamos más, pero Dios nos levanta, es el que nos dice qué hacer”, asegura.
“Es una lucha
espiritual, a diario le pido a Dios que me dé la fortaleza y yo se que Jorge
está en la presencia de Dios. No me mortifica, pero no lo veo justo que siendo
una persona como fue, dedicado a la escuela, deportista, un hijo maravilloso,
un nieto muy cariñoso, como sobrino era muy querido por todos su tíos, sus
primos lo añoran, no es justo que hayan dicho que ellos eran sicarios”.
Jorge era el único
hijo del matrimonio. Ella maestra y él ingeniero en Electrónica, orgullosos de
sus profesiones, aseguran que la máxima injusticia y el sentimiento de dolor
fue el haber manchado el honor de su hijo haciéndolo pasar por un delincuente.
“Que las autoridades
pidan una disculpa pública por manchar el nombre de mi hijo, por señalarlo como
parte de la delincuencia”, dice con un dejo de frustración y de una
inquebrantable necesidad de justicia.
Aunque avala que la
Suprema Corte de Justicia haya decidido que los delitos cometidos por militares
en activo que afecten a ciudadanos sean competencia de los tribunales civiles,
prefiere dejar el caso en manos de la “justicia divina”.
“La verdad, si son
juzgados o no, es una cuestión secundaria; para mí, quienes mataron a mi hijo
se tienen que arrepentir porque si no se van a ir al infierno, tienen que pedir
perdón a Dios porque destruyeron un templo de Dios, mataron a mi hijo, que
tenía la vida por delante”.
Con un nudo en la
garganta, el padrastro de Jorge recuerda con cariño al chico con el que
convivió desde pequeño y del que extraña las charlas, su perseverancia y su
dedicación a la escuela y el deporte.
“Es muy difícil para
nosotros, a veces Rosy me dice ‘tengo ganas de que mi hijo me dé un abrazo, que
me dé un beso’, yo no sé que responder, sólo nos aferramos a seguir adelante y
a recordarlo como fue siempre”.
CRIMEN SIN JUSTICIA
Aquella madrugada
del 19 de marzo de 2010, ni Jorge Mercado ni Javier Arredondo imaginaban que
terminaría su vida. Habían salido de la biblioteca donde estudiaron por horas,
cuando las balas los alcanzaron.
A tres años de su
muerte, la impunidad protagoniza el caso. “Recordamos, no olvidamos”, es la
consigna de los estudiantes exigiendo justicia por los dos jóvenes que
perdieron la vida en un fuego cruzado entre soldados y delincuentes, en una de
las puertas del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey
(ITESM).
En 2010, Jorge y
Javier estudiaban maestría y doctorado, respectivamente. Ambos habían terminado
la Ingeniería Mecatrónica en el Instituto Tecnológico de Saltillo, aunque sólo
Jorge Antonio era originario de Coahuila; Javier nació en Baja California.
En el anuario de la
generación 2002-2007 resaltan sus nombres en la lista de promedios de aquel
ciclo escolar, están registrados como los dos mejores alumnos: Javier, con
9.46, y Jorge, con 9.34. Incluso, fueron finalistas del Concurso Nacional de
Ciencias Básicas.
Por su excelente
desempeño académico contaban con una beca en el (ITESM), donde estaban a punto
de terminar sus estudios de posgrado.
La noche de su
muerte, mientras ellos terminaban de estudiar en la biblioteca del campus, el
Ejército Mexicano perseguía a unos delincuentes en Monterrey, Nuevo León. Los
jóvenes se vieron alcanzados por las balas.
Inicialmente fueron
señalados como sicarios, incluso el entonces rector, Rafael Rangel Sostmann,
había asegurado que en la balacera ninguna persona de la comunidad académica
había resultado herida.
Horas después se
supo que los fallecidos no sólo sí eran parte de la comunidad estudiantil, sino
que incluso el Ejército les sembró armas y despojó de sus pertenencias, lo que
dificultó a sus familiares localizar los cuerpos de los muchachos.
A partir de
entonces, estudiantes, indignados ante el hecho, iniciaron el movimiento
Asamblea Tec, integrado por alumnos; además, ambas víctimas son recordadas en
la red social Facebook: “Descansen en Paz, Jorge Antonio Mercado Alonso y
Javier Francisco Arredondo”.
En un video
realizado por los propios estudiantes del ITESM, se denuncia la serie de
irregularidades y la impunidad en el caso de los dos jovencitos.
“Recibí siete
impactos de bala, Jorge recibió seis, dos a corta distancia, ambos fuimos
golpeados en el rostro, con un objeto liso y plano cuando agonizábamos. Cuando
todo acabó, los militares movieron nuestros cuerpos de lugar y a los dos nos
sembraron armas, nos quisieron hacer pasar por sicarios”, se puede leer en
dicha página como si de una crónica de sus propias muertes se tratara.
La comunidad
estudiantil denuncia que hubo demasiadas irregularidades, pues mientras la
Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) comenzó la investigación del caso,
la PGJ, la PGR y la Procuraduría de Justicia Militar presentaron obstáculos y
poca disposición para la investigación.
“Impidieron acceso a
información, fotografías, peritajes, reconstrucción de hechos; la PGR declaró
el caso cerrado por incompetencia y lo delegó a los tribunales militares. Aún
no se sabe qué sucedió en realidad con los militares de la Unidad Néctar Urbano
4; en esa puerta hace dos años estábamos todos, yo también soy Jorge, yo
también soy Javier”, se sostiene en la web.
El 12 de agosto de
2010, la CNDH emitió la recomendación 45/2010 dirigida a la Secretaría de la
Defensa Nacional (Sedena), a la Procuraduría General de la República (PGR) y al
Gobierno del Estado de Nuevo León.
El organismo
encontró elementos que permiten acreditar violaciones a los derechos humanos, a
la legalidad y a la seguridad jurídica, a la integridad y seguridad personal,
al trato digno y a la información. Asimismo, se quebrantaron los derechos al
acceso a la justicia y al honor por actos consistentes en el uso arbitrario de
la fuerza pública, tratos crueles e inhumanos, alteración de la escena de los
hechos e imputaciones, así como ejercicio indebido de la función pública.
La CNDH aclara que
no cuenta con elementos suficientes para definir quién fue el autor de la
muerte de los estudiantes Mercado Alonso y Arredondo Verdugo.
Sin embargo, asegura
que las evidencias recabadas permiten afirmar que el uso arbitrario de la
fuerza pública por parte de la Unidad Néctar Urbano 4, perteneciente a la
Sedena, omitió proteger la integridad física de las personas que se encontraban
en el lugar del enfrentamiento.
En la recomendación
pide a la Sedena se indemnice a los familiares de las víctimas con motivo de la
responsabilidad institucional en que incurrieron sus servidores públicos. En
caso de ser requerido, se atienda a los deudos física y psicológicamente
durante el tiempo que sea necesario.
EXPEDIENTE ESTANCADO
Las credenciales de
los estudiantes abatidos nunca fueron encontradas, mientras que en el video de
los hechos se muestra cómo miembros de la Sedena destruyen la cámara de seguridad
perimetral de la institución académica.
Adicionalmente, los
elementos del Ejército sustrajeron el material videograbado por las cámaras de
seguridad del ITESM. En el fotograma del video tomado, según sustenta la
investigación, se aprecia cómo Jorge Mercado, volteando hacia atrás, corre
hacia el centro de estudios, para segundos después volver a la entrada del
campus. Por lo que posiblemente observó que Javier ya no venía acompañándolo.
Ambos recibieron
impactos de proyectil que no les produjeron la muerte de forma instantánea,
aunque no se cuenta con evidencia suficiente para determinar que los elementos
militares privaron de la vida a los estudiantes.
De acuerdo con la
CNDH, el testimonio del guardia en la caseta de seguridad, quien se resguardó
en el baño de ésta durante el percance, observó a alguien arrastrándose hacia
dentro del campus, dejando un rastro de sangre y portando una mochila negra. En
el documento en que se realizó la recomendación oficial, se señala que “el
guardia reportó a la base un estudiante herido y que escuchaba quejidos de otra
persona”.
Y agrega que “el
otro guardia, al escuchar el reporte, se dirigió al lugar donde observó los dos
cuerpos. Este guardia se detuvo al ver un soldado, quien le indico que se
tirara al suelo. En ese momento se escucharon varios balazos”.
A pesar de todas las
pruebas, la familia de Jorge hace meses que no recibe ninguna novedad sobre el
caso. Al menos una vez al mes, reciben una llamada que únicamente informa, sin
detalles, que se trabaja en un proyecto para limpiar el nombre de los
estudiantes.
Jorge Mercado Alonso
» De no haber sido
asesinado con balas calibre .223, Jorge hubiera terminado su maestría en
Sistemas de Manufactura en el Tecnológico de Monterrey, la que cursó por año y
medio con una beca, gracias a su promedio de 95.
» De no haber
muerto, Jorge hubiera concluido su proyecto de un auto híbrido solar; tal vez,
con el grupo de desarrolladores hubiera logrado crear el prototipo de vehículo
con motor Stirling y energía solar térmica.
» Jorge tal vez pudo
haber cumplido su sueño de participar algún día en las Olimpiadas, porque
practicaba gimnasia olímpica desde segundo año de primaria.
» Hubiera seguido
con su vida como otros jóvenes de su edad. No tenía vicios, pero disfrutaba de
salir a divertirse y seguir cultivando su fe en la religión.
» De no haber sido
asesinado, Jorge hubiera podido seguir hablando de Dios y escuchando la música
cristiana, como lo había hecho hasta aquel 19 de marzo.
» Jorge pudiera
seguir comiendo su comida favorita: enchiladas suizas, y seguiría saliendo con
su perro “Mic” a pasear, abrazar a su madre y desvelarse con ella hasta las 3
de la mañana hablando de sus cosas personales.
Javier Arredondo Verdugo
» Javier pudo haber
terminado su doctorado en Ciencias de la Ingeniería. Este 2013 hubiera cumplido
28 años.
» De no haber muerto
hubiera podido visitar Todos Santos, el pueblo mágico de Baja California Sur
del que estaba orgulloso, porque ahí había nacido.
» Si no hubiera
perdido la vida, podría disfrutar momentos con su sobrino Saúl, el hijo de su
hermana Reyna.
» Javier hubiera
definido su proyecto de doctorado, que se ubicaba en el campo de las
manufacturas robotizadas, que pretendía aplicar en el sector de la producción
industrial.
» Su cuerpo no
hubiera sido sepultado en el panteón municipal número dos en su pueblo natal.
» Si no hubiera sido
asesinado, Javier hubiera podido seguir con su habilidad para las matemáticas,
que desde niño había mostrado.
» Aunque era serio y
reservado, junto con Jorge pudiera disfrutar de su amistad, la que tenían hace
más de siete años y que los llevó a vivir juntos en Monterrey, para seguir con
sus proyectos escolares.
(ZOCALO/ Paola A. Praga/ 19/03/2013 - 03:01 AM)
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