Durante el cónclave los cardenales italianos –opuestos
a los “extraeuropeos”– querían recuperar para su país el papado. Y
aparentemente tenían todo amarrado para que así fuera: Hasta se emitió por
error un comunicado de la Conferencia Episcopal Italiana que celebraba la
elección del cardenal milanés Angelo Scola, su candidato. Pero lo que algunos
medios han llamado “una traición” entre italianos inclinó la balanza en favor
del argentino Bergoglio, a quien se considera un “pastor”, un “hombre de
gobierno” que dirigirá la Iglesia de modo distinto a Benedicto XVI, el teólogo
que sucumbió a los escándalos vaticanos.
ALEJANDRO GUTIÉRREZ/Reportaje Especial
CIUDAD DEL VATICANO
(Proceso).- Los gritos eufóricos de los miles de fieles reunidos en la Plaza
de San Pedro y el repiqueteo de las campanas, la tarde del miércoles 13, que se
desataron al surgir la fumata blanca, sólo se interrumpieron cuando el
protodiácono francés Jean Louis Tauran proclamó el habemus papam y pronunció el
nombre del sucesor de Benedicto XVI: “El eminentísimo y reverendísimo señor
Jorge Mario Bergoglio, el cardenal de la santa iglesia romana, que ha tomado
como nombre Francisco”.
La certeza que el
anuncio daba de tener un nuevo pontífice se tradujo en más gritos de júbilo que
invadieron la plaza, pero también de miradas cruzadas de muchos fieles que se
preguntaban quién es Bergoglio.
Internet y las redes
sociales tuvieron sentido cuando al momento de conocerse el nombre muchos
fieles recurrieron a sus teléfonos y tabletas para consultar en el ciberespacio
y enterarse de que se trataba del arzobispo de Buenos Aires.
“¡Argentina!
¡Argentina!”, gritaba, smart- phone en mano, un italiano subido en una valla
del obelisco central de la plaza. “¡Es el cardenal de Buenos Aires!”, insistía.
“¡Latinoamericano!”, terciaba una mujer.
“Preferible un Papa
latinoamericano que uno de la curia (vaticana)”, sentenció Luigi, un italiano
que dice haber estado presente en la misma plaza en 1979, cuando se anunció el
pontificado de Karol Wojtyla y en 2005, con Joseph Ratzinger, y que se queja de
los recientes escándalos en la Iglesia.
Precisamente esos
son los problemas con los que tendrá que lidiar el nuevo Papa, el sucesor 266
de Pedro: Los escándalos de pederastia en distintas partes del mundo, las
guerras por espacios de poder entre los sectores de la Santa Sede, incluidos
presuntos casos de corrupción, mucho de ello contenido en los Vatileaks, la
masiva filtración de informes privados del Vaticano.
Tras saberse su
nombre en la plaza y en el ciberespacio, se destacaban las situaciones inéditas
de este nuevo pontificado: Es el primer Papa que convive con su antecesor, el
primer latinoamericano, el primero que surge de las filas de la Compañía de
Jesús y el que por primera vez usa el nombre de Francisco.
Había una suerte de
sorpresa por este tercer pontífice no italiano: Luego del polaco y el alemán
llega este argentino de 76 años. De la multitud surgían comentarios sobre los
papables que se quedaron en el camino, del cardenal de la arquidiócesis de
Milán, Angelo Scola, y del arzobispo de Río de Janeiro, Odilo Scherer, quienes
encabezaban los vaticinios hasta antes del encierro de los cardenales bajo los
frescos de Miguel Ángel, el martes 12.
Por lo menos el
festejo en la plaza era una cara muy opuesta a lo que, un día después, publicó
Vatican Insider, sitio web del diario La Stampa, en el sentido de que el
“superfavorito Scola” no sólo tuvo en contra una fuerte corriente
“extraeuropea” que optaba por un papado fuera del viejo continente, sino que
fue “traicionado” por los cardenales italianos que no votaron por él,
“corriente curial” encabezada por “los enemigos-aliados Bertone y Sodano
irreductiblemente hostiles a Scola por antiguas envidias y rivalidades”,
aseguraba.
Incluso la misma
noche del anuncio del nuevo Papa –cita el medio– “un desafortunado comunicado
de la Conferencia Episcopal Italiana expresaba ‘el sentimiento de toda la
Iglesia italiana al conocer la noticia de la elección del cardenal Angelo Scola
como sucesor de Pedro’”.
Bergoglio tuvo al
menos 77 de los 115 votos del Colegio Cardenalicio, que representaban las dos
terceras partes exigidas. El primer día hubo una primera fumata negra casi a
las 20:00 horas, lo que el mismo Federico Lombardi, portavoz vaticano, daba por
sentado.
El segundo día, tras
dos votaciones matutinas, hubo una fumata negra a mediodía. Por la tarde hubo
dos votaciones más, cuando la plaza se empezó a atestar de gente venida de
prácticamente todas las partes del mundo.
A las 19:08 surgió
el humo blanco, provocando una sorpresa en la plaza porque mucha gente daba por
hecho que la elección podría no definirse sino hasta el jueves. Un fotógrafo
que cubrió el cónclave confesó: “Creo que a todos nos cogió desprevenidos, casi
dábamos por hecho que habría fumata negra”.
Con una túnica
blanca Francisco salió al balcón central de la Basílica de San Pedro, en su
presentación pública, y rompió la acartonada liturgia vaticana con una dosis de
humor: “Saben que el deber del cónclave era dar un obispo a Roma. Parece que
mis hermanos cardenales han ido a buscarlo al fin del mundo. Pero aquí
estamos”.
Recordó a su
antecesor al pedir “una oración por nuestro obispo emérito, Benedicto XVI.
Recemos todos juntos por él, recemos por él para que el Señor lo bendiga y la
Virgen lo proteja”.
Y pidió comenzar
“este viaje, el obispo y el pueblo. Este viaje de la Iglesia de Roma, que guía
a todas las iglesias, un viaje de hermandad, de amor, de confianza entre
nosotros”. Y que el viaje sea “fructífero para la evangelización de esta
hermosa ciudad”.
Al día siguiente, en
la primera homilía con los cardenales que lo eligieron, les pidió volver a la
esencia del cristianismo y llevar una vida “irreprochable”, dar la espalda a la
“mundanidad y a la frivolidad”.
Improvisando y en
italiano el pontífice les dijo: “Podemos caminar como queramos, pero si no
confesamos a Jesucristo la cosa no funciona. Nos convertiremos en una ONG
piadosa, pero no seremos Iglesia”.
Por la mañana, luego
de rezar en privado acudió al sitio donde se hospedaba, pagó personalmente la
cuenta y recogió su maleta.
A su regreso al
Vaticano, Bergoglio escribió su primera carta dirigida al doctor Ricardo di
Segni, rabino jefe de Roma, en la que decía: “Espero intensamente poder contribuir
al progreso de las relaciones entre judíos y católicos conocidas a partir del
Concilio Vaticano II, en un espíritu de colaboración renovada”, según publicó
la página de la comunidad hebrea citada por el diario El País, el que aseguró
que la respuesta fue la invitación del presidente israelí Simón Peres a que
visitara el país: “Será bienvenido como un hombre de inspiración que puede
ayudar a traer la paz a una zona tormentosa…”.
Fragmento del reportaje que se publica en la edición
1898 de la revista Proceso, ya en circulación.
(PROCESO/ALEJANDRO
GUTIÉRREZ/ 19 DE MARZO DE 2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario