EL LIBRO. Cazando al Chapo.
Andrew Hogan, el agente de la
DEA que encabezó la cacería del ‘Chapo’ en 2014 escribe un libro en el que
relata cómo y por qué lo reaprehendieron en el edificio Miramar, de Mazatlán
Habían pasado nueve años
desde que Joaquín el Chapo Guzmán escapó de Puente Grande Jalisco, en enero de
2001, y el recién nombrado Fiscal General de Estados Unidos, Eric Holder,
quería probarse ante el entonces mandatario estadounidense Barack Obama, y
capturar a Guzmán Loera.
Chicago era donde el ex
presidente había vivido gran parte de su vida, y era obvio que Holder quería
lucirse, pues Barack contaba con muchos amigos en esa ciudad, donde el Chapo
tenía sus más efectivos operadores: los hermanos Pedro y Margarito Flores.
Pero luego de una serie de
fallidos intentos por capturar a Guzmán Loera, la verdadera oportunidad se
presentó cuando Andrew Hogan, un antiguo agente del departamento del Sheriff de
la ciudad de Kansas, apareció en la escena.
Hogan había sacado el más
alto promedio de la Academia de la DEA, en Quántico Virginia, sobre todo en el
área de investigación, y luego de integrarse a la oficina de la DEA en Phoenix
Arizona, Hogan se habría de convertir en el caballo de batalla de Holder para
el arresto del capo sinaloense. Así, para enero de 2008, inició el plan maestro
para convertirse en el agente que haría todo para meterse hasta el tuétano de
la organización criminal conocida como “el Cártel de Sinaloa”, que entonces se
decía que el Chapo era uno de sus líderes.
La operación, que tenía como
objetivo cazar al Chapo, había comenzado, y seguiría durante cuatro años más,
hasta su primera recaptura, en 2014.
Andrew Hogan relata en su
libro Hunting El Chapo (Cazando al Chapo), cómo fue que durante cuatro años le
siguió los pasos del narcotraficante, y cómo fue su encuentro con él.
LA CAPTURA. En 2014.
LA CACERÍA DEL ‘CHAPO’
El 16 de febrero de 2014,
Hogan tenía por fin al Chapo. Lo sabía porque había llamadas grabadas sobre la
casa de seguridad dónde se iba a quedar el capo esa noche, y porque elementos
de la Armada de México tenían estudiada esa locación.
A las cuatro de la mañana,
los Marinos ya habían interceptado a sus punteros, y habían cortado todo
sistema de comunicación, y fue entonces que más de 50 marinos de élite fueron
por el capo. Todo esto en Culiacán, Sinaloa.
“No había forma que se
escapara, teníamos cercadas 10 cuadras a la redonda, y sabíamos que ahí estaba,
sólo era cuestión de sacarlo de donde se encontraba”, se explica en el libro.
Lo que no contaba Hogan, que
estaba a cargo de la operación “Gárgola”, es que se habrían de topar con una
puerta reforzada con una lámina de acero de más de cinco pulgadas de grosor, y
ello provocó que los Marinos tardaran 5 minutos para entrar a la casa, y para
cuando por fin lo hicieron, el Chapo, ya había escapado.
Hogan recuerda haber estado
furioso. Nunca lo habían tenido tan cerca, y ese era el instante que debía
caer, de otro modo nunca lo atraparía.
Para sorpresa de Hogan, el Chapo
no desapareció como ellos creían, sino que se quedó en Culiacán, y
posteriormente se fue a Mazatlán.
“Lo ubicamos tres días después en un hotel de
Mazatlán, Miramar, así se llama el complejo, y de ahí lo ubicamos en el cuarto
piso, y en ese momento supimos que era ahí, o nunca lo podríamos arrestar, pues
el Chapo era muy escurridizo”, se explica en el libro.
Pero el arresto de uno de sus
mandaderos, a quien apodaban Nariz, que había salido del hotel donde Guzmán
Loera pasaría la noche, dio confianza a los Marinos, quienes entonces
irrumpieron en la habitación en que se encontraba el capo, mientras Hogan se
quedó afuera, esperando, pensando que tal vez lo mejor era haber esperado, pues
no tenían bien resguardada la zona, y no estaba tan bien planificada como la
que hicieron en Culiacán.
Fue entonces que escuchó en
su radio: “Lo agarraron, ya lo tienen; tienen al Chapo“. En ese momento Hogan
sintió un gran alivio pues había logrado arrestar al hombre más buscado por el
gobierno de Estados Unidos.
Rápido subió a su auto, y se
dirigió al sótano del Hotel Miramar, y para cuando llegó, ya varios Marinos
traían al Chapo.
Hogan explica que los Marinos
lo pusieron enfrente de él, y aparentemente se reconocieron, entonces Hogan
sólo le dijo: “Qué onda Chapo“. Hogan recuerda que traía puesta una gorra negra
del propio capo, que habría dejado en su casa de seguridad de Culiacán, a la
que Guzmán Loera sólo se le quedó viendo. Entonces, lo retiraron.
El libro, ni tampoco Hogan,
explican cuándo ni cómo ambos se conocieron, sólo que el agente encubierto
logró meterse dentro de la organización como posible comprador, que es la forma
más segura de involucrarse con los narcos, y aprender de ellos.
No obstante, esta revelación
devela que es real que el gobierno de Estados Unidos, a través de la DEA, ha
estado interviniendo en cada operativo de gran nivel en México.
EL CHAPO. En una prisión de Estados
Unidos.
LOS ‘TRES LETRAS’
Hogan explica que uno de los
principales temores de los narcotraficantes es que sean agentes de la DEA.
“Ellos les llaman los Tres Letras”.
“Nada les da más miedo que un
güero pueda ser un agente encubierto, pero no los enfrentan, sólo tratan de
evitarlos”, explica Hogan, en las primeras páginas de su libro.
Agregó: La captura fue
posible gracias a que le intervenimos sus teléfonos, y los teléfonos de su
gente más allegada. Y bueno, también que lo seguimos y analizamos durante mucho
tiempo, y así llegamos a arrestar a algunos de sus más cercanos colaboradores”,
explicó Hogan en una entrevista con la cadena NBC.
“Pero la realidad es que el
Chapo comenzó a bajar su guardia respecto a las medidas de seguridad que tenía;
y nosotros aprovechamos todo eso”, enfatizó Hogan.
Un año y medio después, el 11
de julio de 2015, el nombre del Chapo volvió a invadir los medios
internacionales con la noticia de que Guzmán Loera se había escapado de la
cárcel de máxima seguridad El Altiplano, en el Estado de México.
“Creo que esa fuga era
bastante predecible, pues ya se nos había escapado por un túnel, y realmente no
me extrañó que se escapara por un túnel como los que había construido en sus
casas de seguridad, y ahora se había fugado, pero para su recaptura, ya Hogan
no fue asignado, pues entonces estaba decidido a escribir un libro sobre la
experiencia de haber arrestado al Chapo.
ERIC HOLDER. El plan maestro.
FUTURO INCIERTO
Mientras tanto, el futuro de
Guzmán Loera podría estar tomando su último giro, pues nada parece prevenir que
el juicio vaya a iniciar en septiembre de 2018, en una corte federal de Nueva
York.
Doña Consuelo Loera, madre
del capo, dijo a Ríodoce que esperaba que su hijo saliera bien librado del
juicio.
“Todo está en manos de Dios,
pero yo sé que sufre, aunque él trata de calmarme y decirme que todo está bien,
pero yo sé que no. Hay cosas que una madre se da cuenta”, dijo doña Consuelo,
entrevistada hace algunas semanas durante un evento religioso, en Badiraguato.
Eduardo Balarezo, abogado del
Chapo, mencionó por su parte que estaban preparando la defensa, y que sus
únicas dudas eran relacionadas con los testigos protegidos que testificarían en
contra de Guzmán Loera.
“Evidentemente estamos ante
una horda de criminales que serían capaces de vender hasta a sus propias madres
con tal de reducir sus sentencias”, alegó Balarezo.
Por lo pronto, el juzgado se
encuentra seleccionando a los miembros del Jurado que escucharán los
testimonios presentados tanto por la defensa, como por los fiscales, y apenas
el viernes el juez les envió una serie de peticiones presentadas por la
defensa, y que piden ciertas garantías de que el jurado no sea influenciado por
los medios de comunicación.
“Es importante que el jurado,
a partir de este momento, no vea, lea o escuche noticias relacionadas con el
señor Guzmán, incluyendo televisión, radio, periódicos impresos, redes sociales,
blogs, Google, etcétera”, se lee en el cuestionario de 120 preguntas que envió
el juez Brian Cogan a los miembros del jurado.
La idea del cuestionario es
establecer si los integrantes que conformarán la corte tienen algún tipo de
opinión respecto a la legalización de la droga, del tráfico de droga, o bien,
tienen algún punto de vista en particular en contra de mexicanos, o bien, si
están familiarizados con Jesús Malverde.
“La idea es tener un mejor
criterio de la gente que va a decidir si el señor Guzmán Loera es culpable o
inocente”, se explica en un comunicado enviado a Ríodoce.
Artículo publicado el 8 de abril de 2018 en la edición
793 del semanario Ríodoce.
(RIODOCE/ MIGUEL ÁNGEL VEGA/ 10 ABRIL, 2018)
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