Juan S. Millán. Foto: EL DEBATE
La historia del restaurante
Mar & Sea ha estado marcada por el infortunio, aun cuando durante el
malovato fuera el centro neurálgico de la política estatal. Hace 15 años lo
adquirieron, en sociedad, Juan Millán y quien era entonces su hombre más cercano:
Joaquín Vega.
Cuando la relación
Millán-Vega se rompió durante el régimen de Jesús Aguilar, Joaquín se apoderó
del negocio, protegido por el gobierno, y se enfrascó en una lucha legal contra
Millán, quien finalmente se erigió vencedor en 2011, al arribar a la
gubernatura Mario López Valdez, su entonces «hijo político», con quien hoy ha
roto relaciones.
Millán nombró inicialmente al
lugar El Farallón, como el afamado restaurante de Los Mochis donde se dio el
«farallonazo»: aquella reunión de 2009 donde JSM «destapó» a Malova para
contender por la gubernatura, en contra de la línea oficial.
El nombre le acarreó otro
problema legal, ahora con el dueño de El Farallón original, Jorge Tarín, por un
tema de pago de derechos por la marca.
Al perder el juicio, Millán,
asociado con otro Vega, Antonio, quien fuera subsecretario de Administración y
Finanzas con Aguilar, le cambió el nombre a Mar & Sea, lo cual no afectó el
éxito del restaurante: para ser importante en política, era menester figurar
entre los habitués de ese lugar.
Toño Vega, quien además de
ser socio minoritario administraba el negocio, fue nombrado en 2014 auditor
general del estado, luego del extraño accidente en que perdiera la vida el
anterior titular de la ASE, que en 2008 asumió el cargo para un periodo de
siete años, Marco Antonio Fox. Entonces, un hijo de Vega, Juan Manuel, quedó a
cargo de la administración. Actualmente es el secretario general de la CNOP
Culiacán.
Antonio Vega cayó en
desgracia apenas arribó Quirino Ordaz al poder, pues ambos fueron
subsecretarios de la SAF al mismo tiempo en medio de fuertes rivalidades.
Cuando Aguilar se decidió por Quirino para ocupar la titularidad de la
Secretaría, Vega, dolido, le hizo una grilla tan intensa que el hoy gobernador
no le perdona. Su salida de la ASE en diciembre fue un efecto natural del
triunfo de Ordaz como gobernador.
En 2016 se abrió un Farallón
en Culiacán, pero en este caso es una filial del auténtico, propiedad de Tarín
y de alguien más; se dice que Malova, también que Armando Villarreal. El hecho
es que los funcionarios de la pasada administración saben que Gerardo Vargas
dio la «instrucción» de no visitar más el Mar & Sea sino El Farallón, que
así le quitó el grueso de su clientela al negocio de Millán, con quien GVL
libró una lucha sorda durante todo el sexenio. Cuando tanto Millán padre como
el júnior manifestaron simpatía pública por Gerardo en 2015, fueron obligados,
y se les notaba que era de dientes para afuera.
Un personaje, sin embargo,
volvió a unir a Millán y a Vargas: Melesio Cuen. Recientemente, Millán y Vargas
hicieron una alianza para —según ellos— golpear a los que no se alinearan con
Quirino. La estrategia, claro, fue la guerra sucia. Sin embargo, las mantas,
los plantones y las marchas que orquestaron con personajes de dudosa reputación
resultaron fallidas. Perdieron las dirigencias sindicales que apoyaron, y por
ejemplo, en el caso de la delegación de Sedesol, si bien impidieron la llegada
de Sergio Torres, no lograron colocar la propuesta de Millán para el cargo,
Joel Hernández Niño.
Es normal que Quirino haya
entendido que JSM y GVL no le resultan útiles; de allí, tal vez, su negativa a
asistir a la comida del viernes en el rancho de Jova en honor a Millán en la
que estuvieron Melesio Cuen, Enrique Coppel y hasta Jesús Vizcarra. Tampoco
asistió Gerardo Vargas, pero en su caso porque no fue invitado, lo cual —dicen—
causó en él gran decepción, pues ya se sentía «parte del grupo».
El «levantón» múltiple del
lunes por la madrugada parece marcar el declive del Mar & Sea. No es el
primer hecho de ese tipo que ocurre en el lugar, cuya clientela de por sí ya
había emigrado a otros con menos riesgo de sufrir, digamos, algún sobresalto...
(EL DEBATE/ Luis Enrique Ramírez/ 30 DE JUNIO 2017)
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