Todos los niveles de Gobierno sabían que el río Culiacán se
desbordaría inundando colonias viejas y fraccionamientos de nueva
creación. Se los advirtieron con estudios privados y públicos en la mano
y urgieron a reencauzar el río… pero nadie atendió el llamado.
Rafael D está parado en lo que debiera ser la sala de su casa y se recarga en una de las paredes. Hace tres días que pasó Manuel y
se llevó casi todo. Vive en Valle Alto, por la calle Hacienda del
Valle. Él y su esposa estuvieron viendo la lluvia y cómo corría el agua
calle abajo. Pero de pronto observaron que la corriente se detuvo un
momento y empezó a regresar. Entonces el agua comenzó a subir de nivel.
Trataron de salir en el auto pero este se había mojado y no encendió.
Escaparon con el agua hasta el pecho y dejaron sus cosas abandonadas.
Cuando dejó de llover regresaron solo para encontrar que todo se había
perdido.
Habla con pausas en pasado: “Teníamos refrigerador, teníamos cocina
integral, teníamos dos libreros, más de cuatrocientos libros, dos
computadoras, una sala, una recámara… la aseguradora del vehículo lo
declaró pérdida total.
Entre tiliches amontonados hay un horno microondas que les acaban de
prestar junto a una pequeña nevera donde apenas cabría un pollo.
Es uno de los 300 damnificados por el huracán en ese asentamiento
construido por Fincamex, cuyos propietarios son Agustín Coppel Luken,
Enrique de Rueda e Isauro Ancira, este último director general de la
compañía.
No es la primera vez que la colonia se inunda, por lo menos en las
etapas Uno y Dos, pero nunca los saldos habían sido tan desastrosos.
Ubicados en el poniente extremo de la ciudad, a 200 metros del río
Culiacán, los fraccionamientos carecen de salidas suficientes para las
aguas pluviales. Hay dos canales de desagüe que desfogan en el dren
Bacurimí, pero este no ha sido desazolvado desde hace décadas.
La Comisión Nacional del Agua (Conagua), con estudios en la mano,
advirtió al Ayuntamiento de Culiacán, cuando Héctor Melesio Cuen era
alcalde, que esto podía provocar inundaciones en este sector, pero el
ahora diputado electo por el Partido Sinaloense (PAS), archivó el documento y lo mismo hizo el alcalde sustituto, Aarón Rivas Loaiza.
Más aún, el curso del dren fue modificado para facilitar la
construcción del residencial Álamo Grande —aguas abajo—, propiedad del
empresario Antonio Sosa Valencia, lo cual, dijo la Conagua, en río
crecido provocaría un remanso con riesgo de inundaciones, debido a que
su desembocadura estaba a contracorriente del río.
Nada se hizo. El día que llegó Manuel el dren Bacurimí se
rompió, como se había previsto, e inundó las etapas Uno y Dos del
fraccionamiento. El agua invadió un terreno baldío contiguo al canal y
corrió hacia el bulevar Valle Alto, entró por la calle Nuevo Valle y
anegó más de 500 casas, 300 de la cuales sufrieron daños graves en su
estructura y pertenencias de sus dueños.
“No es momento de buscar culpables”, ha dicho el alcalde cuando le
preguntan sobre su responsabilidad en el desastre, como presidente
municipal, pero también como ex director del Desarrollo Urbano Tres Ríos
(DUTR), cargo que ocupó durante casi toda la administración de Jesús
Aguilar Padilla.
Y no es para menos, como director del DUTR, tuvo que ver en la
ausencia de obras preventivas para evitar inundaciones no solo en la
parte urbanizada de las márgenes del río Culiacán, correspondiente al
Tres Ríos, sino en el río Tamazula, para proteger a los pobladores de la
zona de La Campiña, Las Quintas e Isla Musala.
Cuando este desarrollo fue creado por el gobernador Juan Millán, en
2003-2004, se abrió el río en dos y con ello se puso en riesgo la zona
de la Campiña, pues con la obra dejaron el afluente sur —pegado a esos
asentamientos— como canal principal.
“El río pasaba por aquí”, dice una señora mayor que vive en La Limita
y solo cuando había crecidas llegaba hasta La Campiña. Cuando hicieron
la Isla Musala solo nos dejaron un dren lleno de moscos y de tule donde
nunca corre el agua”.
El jueves 19, esa parte del río Tamazula se rompió enfrente del
fraccionamiento Riberas del Tamazula dejando a decenas de familias en la
ruina.
La tragedia de Valle Alto
El dren Bacurimí nace en el sur de Mocorito y desfoga en el río
Culiacán, pasando en la ciudad por Bacurimí y los fraccionamientos
Villas del Río II, IV, Valle Alto y lo que será el residencial Álamo
Grande, actualmente en construcción.
La Conagua ya había advertido que con la modificación que hizo Álamo
Grande al dren se podrían generar inundaciones, pues el desfogue se hizo
a contracorriente del río.
No solo eso, cuando el dren pasa por la propiedad de Sosa Valencia, este se modifica generando riesgos de inundaciones.
De acuerdo con el Ingeniero Hugo Castro, director de Urbanización de
Fincamex, una de las causas del rompimiento del dren es que el
residencial Álamo Grande redujo la capacidad del dren en un 50 por
ciento, lo cual en el momento más intenso del flujo de agua provocó un
remanso que subió el nivel a la altura del fraccionamiento Valle Alto.
A esto, agrega, contribuyó el hecho de que, al pasar por ese
residencial se construyeron puentes con el paso de agua dividido en tres
bloques (trampas), lo cual hace que se acumule basura e impida el libre
flujo de las corrientes.
“Al subir el nivel se produjo el rompimiento y por lo tanto la
inundación”, dijo, y agregó que “el dren no se limpiaba desde hace
muchos años y se encuentra (todavía) azolvado, lo cual reduce su
capacidad de traslado del agua de las lluvias hacia el río Culiacán,
donde desemboca.
El dren Bacurimí mide 33 metros de ancho y tiene una caja de
conducción de 19 metros cuando pasa por Valle Alto y estas mismas
medidas tenía hasta el río. Pero a partir de que entra al residencial
Álamo Grande no solo se desvía, también se reduce a 16 metros de ancho
con una caja de nueve metros. En ese tramo el dren fue encarpetado con
cemento hidráulico, algunas de cuyas lozas fueron arrancadas por la
fuerza de la corriente.
Rectificación… de papel
En octubre de 2007, siendo director del DUTR Aarón Rivas Loaiza, se
elaboró un proyecto de rectificación del río Culiacán para un tramo de
ocho kilómetros a partir de la presa derivadora, ubicada a la altura del
Puente Negro. La obra estimada llegaría a la altura de la colonia
Bachigualato.
Se trataba, de acuerdo con la justificación del proyecto, de
recomponer el cauce del río, afectado durante décadas por la extracción,
sin control alguno, de material pétreo para la industria de la
construcción —arena y grava, sobre todo—, lo cual provocó que las aguas
corrieran un día por un lado y otro por donde le daba la gana, creando
fosas profundas que afectan el curso normal del río.
Se advertía de la necesidad de reencauzar el río debido al riesgo de
inundaciones de zonas recientemente pobladas, pero también para proteger
flora y fauna. Era un proyecto hidráulico con un alto contenido de
sustentabilidad.
La inversión estimada para llevar a cabo esta obra sería de 184
millones de pesos y se dijo que la recuperación del capital se daría en
15 años.
El estudio —al cual tuvo acceso Ríodoce— lo hizo la empresa
Bioconsultores Asociados pero fue archivado sin que prosperaran sus
recomendaciones. Al río Culiacán solo le sacaron material para crear
bordos y hacer rellenos en terrenos que ya habían sido vendidos por el
DUTR y que en su mayoría habían acaparado, a través de prestanombres,
los mismos funcionarios del Gobierno, empezando por el gobernador Juan
Millán, sus socios y sus compadres. Todo esto, con el fin de dotarlos de
mayor plusvalía.
De nada sirvió que en el Plan Estatal de Desarrollo de Sinaloa
2005-2010 (PED), cuando gobernó Jesús Aguilar Padilla, en su apartado de
Desarrollo Urbano y Ordenamiento Territorial, considerara que “el
impacto que significa para el medio ambiente el crecimiento de las
ciudades y la diversificación de la economía, exige modelos de
desarrollo sustentable que permitan el crecimiento equilibrado de la
entidad”.
Ni que pomposamente el Plan Municipal de Desarrollo para el periodo
2005-2007, cuando fue alcalde Jesús Vizcarra Calderón, dijera que el
DUTR “ha venido resolviendo algunos complejos problemas de vialidad,
equipamiento, transporte y servicios, reserva territorial y saneamiento
ambiental… planteándose la continuación de los trabajos de urbanización
de 96 hectáreas… e iniciar con el reencauzamiento del río Culiacán en
una longitud de ocho kilómetros.
Conclusiones y advertencias
Las conclusiones del proyecto fallido fueron premonitorias:
“Por muchos años —dice a la letra— la construcción de las
edificaciones en la ciudad de Culiacán y sus alrededores, tuvo como
materia prima el material pétreo (grava, arena y tierra muerta) que se
extrajo de los ríos Humaya, Tamazula y Culiacán. La extracción de los
materiales desde los cauces se realizó sin el control adecuado de las
autoridades responsables en su momento, lo cual provocó que los cauces
naturales de los ríos perdieran su forma y capacidad original,
formándose desviaciones y oquedades a lo largo del cauce.
“En años anteriores se han presentado inundaciones en las zonas
aledañas de los ríos Tamazula, Humaya y Culiacán, realizándose diversas
acciones en los dos primeros ríos que han reducido de forma parcial el
problema de las inundaciones en la ciudad.
“En el caso del río Culiacán no se han realizado acciones de
mantenimiento, por lo cual es urgente su implementación a efecto de
evitar desbordamiento de su cauce y por ende inundaciones de importantes
sectores aledaños a sus márgenes en donde se asientan desarrollos
habitacionales de baja a mediana densidad, ya que la ciudad de Culiacán
se ubica en una zona eminentemente ciclónica por lo que cualquier evento
de esta naturaleza pondría en peligro a los habitantes de la zona.
“Por lo anterior podemos concluir que con el presente proyecto de
reencauzamiento del río Culiacán, aunque sea en el primer tramo de la
parte alta, se concretiza una de las principales acciones para reordenar
el flujo y la capacidad de conducción de la corriente de agua y evitar
posibles inundaciones, además, representa una actividad coadyuvante para
salvaguardar las zonas urbanas plenamente consolidadas en las márgenes
del mismo, protegiendo vidas humanas y sus propiedades, ello a su vez,
también representará grandes ahorros que por efecto de daños,
reconstrucción y mantenimiento requerirá la zona en caso de
desbordamiento de esta importante corriente fluvial, entre otras cosas”.
Pero el proyecto fue archivado.
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