lunes, 30 de septiembre de 2013

LOS NOMBRES DE LA NEGLIGENCIA

Ocultos tras la imponente movilización de un pueblo que se organizó para ayudarse a sí mismo, el gobernador Mario López Valdez y el alcalde de Culiacán, Aarón Rivas Loaiza, se disponen a dejar correr la también enorme indignación de los sinaloenses afectados por el huracán Manuel a quienes las autoridades e instituciones dejaron solos antes, durante y después de que el meteoro les arrebatara el patrimonio y pusiera en peligro sus vidas. De seguro transitarán impunes por este tiempo de víctimas tristes e impotentes pero en la memoria social se tatuará un recuerdo indeleble de la ineptitud de ambos políticos.

Los otros lodos que dejó el vendaval habrán de salpicar al gobernador y al alcalde. Pronto, cuando la solidaridad de los sinaloenses haya hecho la titánica labor que el Gobierno no pudo o no quiso, la misma fuerza cívica resolverá qué hacer con un aparato público diestro en fabricar nuevos ricos pero fallido en estructurar un mandato eficiente y confiable.

Por lo pronto las interrogantes flotan en las anegadas irritaciones de un Sinaloa ocupado hoy en resolver desde las bases aquello que los gobernantes provocaron, o bien complicaron. Esforzados en repartir despensas y tapar baches, gobernador y alcalde van tomados de la mano hacia el juicio social sin más estrategia de defensa que el endeble escudo de medios que los solapan en el más rancio regreso del oficialismo.

¿Nadie pagará por la torpeza con la que el Gobierno manejó la alerta y la emergencia? ¿Será el silencio el sello de la impericia y la corrupción que dio origen a la devastación en Culiacán, Angostura y Navolato? ¿En verdad puede dormir tranquilo Aarón Rivas después de ver en lo que acabó el Desarrollo Urbano Tres Ríos que él dirigió? ¿Podría el alcalde siquiera callarse en vez de proponer la ofensa de ponerle a una calle el nombre del niño que resultó ahogado porque nadie lo pudo rescatar? ¿Por qué el gobernador desplegó prematuramente todo el auxilio hacia Topolobampo y descuidó la zona centro abandonando a miles de familias ante el embate del meteoro? ¿Qué lo llevó a decir, la mañana del jueves crítico que los ríos no representaban peligro para la población? ¿Los hogares destruidos y los ciudadanos en riesgo de muerte son el precio de la protección que Malova le da al empresario Antonio Sosa, el “rey Midas” de los negocios?

Alguien debe responder. Y pagar. No es posible que vagando entre las ruinas que dejó Manuel pretendan el gobernador y el alcalde —la mancuerna del elogio mutuo— sanar sus propias responsabilidades. Cualquier atisbo de estado de derecho los haría, al menos, renunciar a sus cargos y si de plano Sinaloa y Culiacán habrán de padecerlos hasta el último día de sus mandatos, que usen la lógica de cortar de tajo a funcionarios que error tras error han llevado a la entidad a pagar costos altísimos.

De Malova, ya se sabe, la impericia le ha valido a Sinaloa retrocesos en materia económica, la corrupción se ha detonado, la rendición de cuentas es un mito y el aparato de seguridad pública es eficiente únicamente al contar a los muertos. Pero en el caso de Aarón Rivas la herida de Culiacán será luego cicatriz que marcará a la urbe y se estampará en el semblante de aquel hombre de vertiginosa carrera política que de ser proveedor del Gobierno un día amaneció siendo presidente municipal.

Y sí, es aleccionadora la unidad popular hacia los damnificados, no hacia el Gobierno. Pero no es nueva. Que nadie se sorprenda por la súbita articulación social en pro de sectores que perdieron hasta lo que no tenían; ya desde antes los sinaloenses se habían tomado de la mano para ensayar un cambio, una alternancia que les repusiera la confianza en las autoridades. ¿Lo recuerda, gobernador?

Queda mucha agua por correr. Bastante lodo por limpiar. Cuando las miles de familias lastimadas estén completamente de pie, cuando no haya un solo niño damnificado, cuando la comunidad sinaloense grite ¡misión cumplida!, entonces vendrá el desfogue de culpas y la asepsia de gobiernos que en sus incompetencias son más devastadores que el huracán Manuel.

Re-verso

Fue la gente, codo a codo,
que detentó el poder,
y el Gobierno, en su lodo,
no supo ni qué hacer.

La sopa y el pelo

La encomiable aportación de los empresarios radiofónicos hubiese sido doblemente loable si en este tipo de causas se alejara a los políticos de los micrófonos. El radiotón fue tomado por asalto (¿o era parte del objetivo?) por el gobernador Malova, pero el que se fue de paso en un intento por lavar sus culpas fue el alcalde de Culiacán, Aarón Rivas, que se creía dueño de la patente de la solidaridad ciudadana. Fue excesivo el espacio que le concedieron. A pesar de ellos, el excelente trabajo de locutores, conductores de noticieros y reporteros logró motivar el ya sensibilizado espíritu humanitario de los sinaloenses.

Oportunismo vil

El huracán descubrió a los vividores del drama ajeno. Patético ver a la fauna política en toda su dimensión especuladora. No tienen vergüenza. Tampoco madre. Eso de ir a tomarse la foto con familias con el agua hasta el cuello es como contar chistes en un velorio. Es la risa de las hienas. Es la burla en plena desgracia.

(RIODOCE /  Colimna Observatorio / )  

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