domingo, 28 de abril de 2013

‘MENTÍA PARA IR AL CASINO’



Reforma
México, DF.- Rosa María preparó chorizo en su cocina impecable. Lleva el cabello corto teñido aunque se asoman un poco las raíces blancas, porta una pequeña cruz de oro al cuello, alianza matrimonial y aretes discretos.

Es una señora de clase media de la colonia Romero de Terreros, al sur de la ciudad.

A punto de cumplir 70 años, Rosa María tiene la mirada borrascosa de quien bajó al infierno y tuvo la fortuna de encontrar el camino de regreso. Tras salir el pasado 19 de diciembre de una clínica de rehabilitación para adictos en Cuernavaca, ha retomado el gusto por la cocina.

También volvió al repujado en metal, al que dedica las horas que, hasta hace unos meses, pasaba frente a una “maquinita” en el casino Yak de Plaza Universidad, cuando aprovechaba que su marido jubilado estaba fuera de casa “en sus asuntos” y se escapaba sin dar explicaciones entre las 3 y las 6 de la tarde.

Si la llamaban sus hijos no contestaba; después inventaba excusas y mentía sobre el lugar donde había estado.

Con apuestas de 10 pesos por “piquete” al botón electrónico de la suerte, Rosa María perdió los ahorros de muchos años. “Tenía bastantito”, dice, mientras baja la voz para soltar una cantidad de seis cifras.

En los primeros coqueteos, el azar le correspondió con algunos premios, hasta que un día se llevó un “acumulado” de 107 mil pesos, lo que fue “la locura”. Pero en un poco más de tres años de “piquetes”, cada vez más frenéticos, después de que se esfumaron sus ahorros, Rosa María empezó a pedir prestado a una agiotista. Era incapaz de dejar el juego.

En un par de años, la deuda llegó al millón de pesos por los intereses, lo que empujó a la mujer a vivir en una ruleta de desesperación y culpa. “Estaba muy irritable, sólo quería seguir jugando, y en un momento, creí que me daría un infarto”, confiesa.

En el comedor de su casa de una planta, Rosa María cuenta que empezó a ir al casino por diversión.

Rosa María lleva casi seis meses de haber entrado por última vez al casino. Ese día se vio “sin nada de donde echar mano” y, finalmente comprendió que necesitaba ayuda.

Confesó con “gran vergüenza” lo que le pasaba y recibió el apoyo de su familia. Se internó durante 35 días en una clínica. “Los primeros tres días fueron la muerte”, asegura. Aún así, logró salir adelante y su situación ha unido a su familia; su esposo acude a un grupo de apoyo para familiares de adictos.

Está contenta porque a las 7 de la tarde asistirá a su sesión de Jugadores Anónimos, donde en el grupo de siete asiduos hay cinco señoras como ella, de 50 años “para arribita”.

Aceptó la entrevista --aunque pide no ser citada con su nombre verdadero-- porque quiere ayudar a otros ludópatas que, dicen los especialistas, no son viciosos, sino enfermos.

“He pensado en ir al casino y acercarme a las señoras como yo, porque van mucho señor y señora grandes, pero no estoy para regresar ahí y poder ayudar, y no creo que me hicieran caso”.

SÍNDROME DE NIDO VACÍO

La abundancia de personas de la tercera edad en los casinos, principalmente mujeres como Rosa María, es una realidad que han advertido Silvia Morales, jefa del Centro para la Prevención de Adicciones de la UNAM, y el psiquiatra Ricardo Nanni, director adjunto de políticas y programas contra las adicciones del Centro Nacional de Prevención y Control de Adicciones (Cenadic) de la Secretaría de Salud.

Nanni habla del “síndrome del nido vacío”, el cual se presenta cuando los hijos se han independizado, para explicar por qué son principalmente las mujeres -a partir de la cuarta y quinta décadas de la vida-, las que presentan la ludopatía en el segundo de tres tipos: obsesivo compulsivo.

De acuerdo con estudios internacionales, los adultos mayores representan “entre el 20 y el 25% de los jugadores patológicos”, explica el director de Políticas y Programas contra las Adicciones del Cenadic.

Un universo que no es posible precisar para México porque aún no hay estadísticas, aclara.

“Justo en esta población hay depresión, mayor ansiedad y conductas mal adaptativas al no saber cómo compensar el que ya no estén los hijos, la soledad porque probablemente se divorciaron o bien porque perdieron el trabajo o se jubilaron”, explica.

Ese es el fondo del iceberg, cuya punta es la ludopatía. Una problemática que Rosa María vivió casi como una calca. Su matrimonio ha durado 50 años, pero confiesa que se sentía sola: su esposo se ausenta de casa varias horas al día y dos de sus hijos casados viven fuera de la ciudad. “Lo que empezó como un escape para relajarme me fue atrapando”.

Es la misma situación de Teresita, una mujer de 56 años que asiste al grupo Jugadores en Recuperación.

Tras separarse de su marido, hace una década, empezó a ir a un centro en el Estado de México.

Fue el primer casino instalado en 1999 con Bingo, una especie de lotería con números.

La mujer que vive en la colonia Nueva Santamaría, lleva dos meses sin apostar, pero aún conserva en su monedero cinco tarjetas de recarga para jugar en las maquinitas de los casinos que frecuentaba, una de las cuales lleva su nombre impreso. “Ya las voy a quemar”, promete.

Cuando los viernes sus tres hijos de prepa y universidad se iban a una fiesta, ella paliaba la soledad en el casino. Lo hacía de manera controlada porque no descuidaba su trabajo como supervisora de calidad en una empresa de cárnicos. Hace 2 dos años, cuando sólo se quedó en casa su hija, Teresita fue liquidada tras 11 años de trabajo. Ahí empezó una crisis cuyos pormenores, más que menos, coinciden con la experiencia de Rosa María.

“La adicción al juego no es por ganar o perder, es por llenar un vacío existencial que se presenta cuando te das cuenta de que durante muchos años te dedicaste a los demás y los demás tomaron su rumbo y estás sola”.

‘EN CASA MUERO’

Son las 13:05 horas de un martes. Ernesto grita: “¡Línea!”.

Un rumor de frustración sale de los otros jugadores de Yak en este casino del mismo nombre ubicado en Plaza Cuauhtémoc, en la colonia Roma.

El hombre de 63 años, jubilado de la SEP, confiesa, como si de una proeza se tratara, que un día antes entró al casino a las 7:00 de la tarde y no ha regresado a su casa, en la colonia Del Valle.

El jubilado no ve nada malo, es su hobbie, dice: “Ya trabajé mucho”.

En un recorrido por el casino a las 7:00 de la tarde, Ernesto aparece en otra mesa con otra compañía.

--Ya lleva usted 24 horas, ¿Quiere romper su récord? “En mi casa me muero, ¿Qué hago?”, responde Es probable que Ernesto presente el tercer tipo de ludopatía: la adictiva.

El doctor Nanni del Cenadic explica que ésta es la de mayor en prevalencia con el 50 o 60 por ciento de los casos patológicos, y, generalmente se ve en “hombres dentro de la cuarta década en adelante, donde puede haber sujetos de la tercera década” que apuesta y cantidades pequeñas cada vez, aunque hay una subclasificación de los grandes apostadores.

Michelle García, directora de operaciones de Oceánica, explica que el consumo abusivo de sustancias y el juego patológico tienen un común denominador: “Son conductas compulsivas que sirven para evadir sentimientos desagradables”.

En abril de 2008, Oceánica empezó a ofrecer un programa orientado a ludópatas.

Hasta la fecha, ha atendido a 33 pacientes en su residencia de Mazatlán, la mitad de los cuales tiene una edad de entre 40 y 60 años.

(ZOCALO/ Reforma/28/04/2013 - 04:00 AM)

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