miércoles, 7 de marzo de 2012

"MANAZO" A LOS MAZATLECOS, ALIADOS DE LOS ZETAS EN SINALOA


Redacción   
La camioneta Ford Lobo, King Ranch, modelo 2007, con placas de circulación AN61831 particulares del estado de Baja California, doble cabina, estacionada en el acotamiento de la carretera, había llamado la atención de los agentes de la Coordinación de Reacción y Alerta Inmediata de la Policía Federal porque era similar a la que aparecía en al menos 20 averiguaciones previas integradas por delitos de homicidio, secuestros y robos, a lo largo de 90 días, en El Carrizo.


La unidad que estaba estacionada tenía una particularidad en la pintura: conforme reflejara la luz natural o artificial, el tono variaba. Iba desde beige hasta tinto, pasando por el verde, y tenía un antecedente: el 20 de de agosto del 2011 había sido robada en Huatabampo, Sonora.

Además, el tipo que la abordaba parecía un vigía, un “puntero”, un “halcón”. Por eso lo interceptaron. Y la corazonada les resultó cierta. Al final de una operación coordinada del operativo Sonora-Sinaloa, cuatro de diez sujetos habían sido detenidos. Era la célula del cártel de los hermanos Beltrán Leyva-Carrillo-Zetas que desde hacía tiempo había impuesto el horror en las comunidades de El Carrizo, de donde algunos prófugos también son residentes. Eran colonos atacando a sus propios vecinos.

Por ese incidente la Procuraduría General de Justicia del Estado aclaró ocho homicidios dolosos, un atentado contra cuatro elementos municipales que son lesionados y tres personas que son privadas de la libertad y rescatadas por la Policía Federal. Y además, identificó el grupo autor: Los Mazatlecos.

El primero en caer fue Francisco Rosario Duarte Pérez, alias el Chayo Loco de 30 años, con domicilio en el ejido Chihuahuita, y este inmediatamente delató a sus cómplices: Édgar Alonso Padilla Rábago, el Maniaquita, de 22 años; Pedro Rafael Armenta Colorado apodado el Pepe o el Güero; al adolescente Alexis Eduardo Mayorquín Limón, y a seis sujetos más.

Édgar y Alexis fueron aprehendidos el 26 de febrero en flagrancia en un cuarto en donde custodiaban y torturaban, mientras estaban amarrados de pies y manos, a Óscar Fernando Ortiz Robles de 23 años, Cecilio Hernández Romero, de 27, y Alexis Omar Castro Rodríguez de 20 años; mientras que Pedro Rafael fue apresado el 28 de febrero en San Miguel. Los tres privados de la libertad serían asesinados, pues así se lo aseguraron sus captores.

En el cuarto fueron encontrados también un paquete prensado con un peso de aproximadamente nueve kilogramos con 180 gramos; 15 pequeñas bolsas con dosis para su venta; 26 cartuchos calibre 45; 22 cartuchos de 38 Súper; 6 cartuchos calibre .223; un cargador de disco desabastecido para calibre 7.62 para uso de AK-47 y dos equipos de teléfono celular.

Los tres detenidos iniciales confesaron que su célula leal al clan de Los Mazatlecos, el 19 de diciembre del 2011, asesinaron a los tránsitos Juan Alonso Niebla Sandoval y Ramón Adrián Higuera Soto, cuando estos patrullaban el bulevar Macario Gaxiola, entre las calles Lázaro Cárdenas e Ignacio Ramírez. 



Tres días después, el 22 de diciembre, privaron de la libertad y decapitaron al policía preventivo Cruz Alberto Castro Valdez, cuyo cuerpo fue localizado bajo un puente de la carretera México 15, entronque con el dren Juárez, y en el que dejaron un mensaje amenazante para las huestes de Jesús Carrasco, director interino de la Policía Municipal.

Aceptaron además el secuestro y posterior asesinato de Carlos Manuel Vega Anaya, perpetrado el 6 de enero del 2012.

Ya embalados en la confesión de sus crímenes, contaron que el 16 de enero privaron de la libertad a tres personas, mismas que ejecutaron y sepultaron en fosas clandestinas. 



Una semana después (23 de enero), se denuncia la desaparición de Olga Lidia Madrigal Soto, residente de El Carrizo, y de Mauro Arnoldo Leyva Salazar, apodado el Mauro, y que resultan ser pareja. La tercera persona no ha sido identificada aún.

Un mes después, el 17 de febrero, privaron de la libertad y mataron después a Luis Carlos Rodríguez Rodríguez. El cadáver fue localizado sin vida por la calle 600 de la carretera El Carrizo a El Fuerte.

Los detenidos afirmaron que su clan también atentó, el 24 de enero del 2012, contra patrulleros preventivos, en dos acciones distintas, donde balearon a cuatro policías.

Aclarados los hechos, el procurador de Justicia del estado, Marco Antonio Higuera Gómez, destacó la colaboración de la Secretaría de Seguridad Pública, Ejército, Armada, quienes contribuyen a restablecer la seguridad y tranquilidad de los sinaloenses en El Carrizo.

Anunció que será la Procuraduría General de la República la que determinará el ejercicio de la acción penal por el delito de delincuencia organizada.

Pese a la operación policial, en El Carrizo aún se vive con miedo.

El cuarto del horror
Los muros fueron levantados de concreto y block. La argamasa está tan pobre que se desbarata con la presión de los dedos. Tiene ventanas y una puerta, pero sin cristales. El metal, quizá en sus inicios fue pintado de blanco, pero la pintura ha perdido su adherencia y se desprende como polvo. Para impedir la visibilidad, los agujeros de la decoración de herrajes fueron cubiertos con ratazos de tela, que más bien parecen trozos de harapos.

En opinión de un albañil, el cuarto se encuentra en obra negra y no tiene ningún lujo. Del techo asoman aún las varillas de cinco octavos. Están oxidadas porque están expuestas a los elementos.

Adentro, una base de madera ya vieja y un colchón pando son los únicos muebles aprovechables. Hay dos burós, pero están tan podridos que hasta las polillas se asoman. Un reguero de ropas viejas y maletas cuyos mejores tiempos ya pasaron, se observan por todo el cuarto. Se nota que el sitio fue esculcado hasta los cimientos. Y esa fotografía que se encuentra en el expediente congeló el momento.

Así es el cuarto del horror que fue descubierto en el ejido Chihuahuita, en donde una célula del cartel de los hermanos Beltrán Leyva privaba de la libertad a civiles para torturarlos y obtener información de enemigos y de delincuentes comunes.

Ahora fue clausurado, pero una endeble cinta amarilla es todo lo que impide que vuelva a ser utilizado como centro de maldad. Una cinta que con el viento ondea y que con el sol tuesta, hasta convertirla en polvo.

Adentro, quien no moría durante la tortura, era asesinado.

 

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