lunes, 31 de octubre de 2011

CARTELES MEXICANOS INFILTRADOS



Cada vez más presentes, agentes de EU en organizaciones criminales

El 17 de marzo del 2009, dos agentes estadounidenses acordaron verse con un informante del cártel de Sinaloa en un conocido hotel de la Ciudad de México.

 La intención, revela una moción presentada por fiscales federales ante una corte de Illinois, era conocer a un integrante de “muy alto perfil” de ese grupo, quien habría de darles información sobre cárteles enemigos.

La entrevista se concretó, pero uno de los informantes terminó siendo arrestado horas más tarde. Su nombre: Vicente Zambada Niebla, uno de los líderes del cártel de Sinaloa e hijo de Ismael el Mayo Zambada.

Lo anterior es apenas un ejemplo de cómo el Gobierno estadounidense tiene años de haber cambiado su modus operandis, de infiltrar agentes a organizaciones criminales, como lo hacía en los viejos tiempos, por establecer conexiones con esas bandas para que uno de sus integrantes proporcione información “útil” para el Gobierno estadounidense.

Dennis Fitzgerald, autor del libro Informantes e Investigaciones Encubiertas, señala que la idea de usar informantes en lugar de infiltrar agentes es menos riesgoso, aunque en muchos casos cuando se pretende llevar a proceso penal un caso “se tiene que asegurar la información y para ello es necesario infiltrar un agente para que verifique la evidencia”.

“Cada vez son más los informantes, pero hay ocasiones en que las agencias sí infiltran a alguien, aunque eso depende de la condición física y mental del agente que se infiltra en una organización, ya que lo que puede ver y vivir puede resultar traumático”, explica Fitzgerald en su libro.

Esa posibilidad hace que agencias estadounidenses no solo tengan informantes dentro de una organización criminal, sino también a personal infiltrado operando desde hace años y pretendiendo ser uno de ellos.

Extranjeros en Culiacán
Cada vez que llega un extranjero a Culiacán, lo primero que causa es confusión y después curiosidad. No es como Mazatlán, en donde es muy común ver extranjeros; en Culiacán los ven y si bien es cierto los reciben con hospitalidad, pero la duda de quiénes son y qué quieren siempre se mantiene en alerta.

Jorge el Imperial, un cantautor de narcocorridos, dice que en al menos dos ocasiones, “periodistas extranjeros” han ido a entrevistarlo sobre los corridos que compone, y siempre le preguntan que si conoce a narcotraficantes de alto perfil.

“Yo no conozco a nadie. Yo solo canto, pero sí me extraña que me pregunten tanto por ellos, como si fuera policía, yo solo canto y no ando preguntando a qué se dedica la gente que me contrata”, dijo el cantante.

En la tumba de Malverde, se dice, llegan muchos extranjeros, aunque la mayor parte de ellos aseguran periodistas o documentalistas que llegan con sus cámaras de vídeos a tomar imágenes del lugar.

 “Llegan y hacen preguntas, pero no preguntan por narcotraficantes, nada más cosas de aquí del lugar”, dijo don Manuel Heredia, un anciano que vende escapularios fuera del mausoleo.

No obstante, no solo de “periodistas” se tiene conocimiento, también se han documentado casos en donde presuntos agentes estadounidenses han detenido e interrogado a civiles en la región, de acuerdo con la nota publicada en Ríodoce el 14 de agosto pasado.

En esa crónica se detalla cómo un individuo a quien se identificó con el nombre de Josué, fue interceptado en Montebello por un grupo de agentes, que por su acento y su apariencia, debieron ser extranjeros, específicamente estadounidenses.

 La presencia de agentes ha sido tal que tuvo que ser cuestionada por la Cámara de Diputados y el Senado de la República a principios de agosto pasado, que exigió a la Secretaria de Gobernación una explicación por la alta presencia de agentes en el país.

La respuesta fue que, sí se reconocía la presencia de agentes estadounidenses en el país, pero que todos ellos operaban dentro del marco de convenios internacionales que existen entre México y Estados Unidos.

 “No se habló de agentes infiltrados en organizaciones ni nada por el estilo”, dijo entonces René Arce, presidente de la Comisión Bicamaral de Seguridad Nacional del Senado de la República.

El Gobierno de Estados Unidos por su parte, ha negado que sus agentes operen sin el permiso de las autoridades mexicanas, aunque sí han reconocido que “cooperan con México”.

“El Gobierno estadounidense no realiza operaciones de procuración de justicia en México ni de ningún otro tipo, ya que ese es trabajo que compete al Gobierno mexicano, y nuestra única labor en su territorio es cooperar con ellos”, dijo la embajada estadounidense en México.

La Oficinal Federal de Antinarcóticos (DEA) ha enfatizado previamente que, efectivamente, ellos tienen agentes en México, pero que el Gobierno mexicano sabe quiénes son y en qué operaciones se encuentran trabajando.

 Sin futuro Para Shannon O’Neal, experta en estudios latinoamericanos por el Consejo de Relaciones Foráneas en Nueva York, el que el Gobierno estadounidense tenga informantes o infiltrados dentro de las redes del narcotráfico en México no es algo nuevo, sino una práctica que viene ocurriendo desde varias décadas ya.

“Agentes estadounidenses están en México desde principios de los 70, cuando se llevó a cabo la Operación Cóndor, y siguió después con Enrique Camarena”, dijo O’Neal en un correo electrónico enviado a Ríodoce.

No obstante, agrega, nada de eso ha solucionado el problema, fuera de decomisar cargamentos de droga, armas y de arrestar a algunos capos, todo se mantiene igual, si no es que peor.

“Creo que la verdadera solución está en transformar las policías mexicanas y sus sistemas de procuración de justicia, pero también en un compromiso real dentro de la sociedad mexicana”, observó O’Neal.

Las redes de informantes dentro de las organizaciones criminales en tanto, siguen creciendo, y no hay forma de saber quién es quién en el organigrama de una organización criminal.

“Uno conoce gente, extranjeros o sinaloenses, y te hacen preguntas, y ahí es cuando se debe tener cautela, porque vivimos en Culiacán, y hay confusión sobre todo porque uno vive de la cantada de narcocorridos, es mi trabajo, y cuando vienen preguntas incomodas, pues uno siempre responde la verdad y la verdad es que uno no sabe nada”, dijo Jorge el Imperial.

La realidad es que los Estados Unidos está usando estrategias en un país donde sus funcionarios simplemente no se acostumbran a esas prácticas, señala Eric Olson, experto en temas relacionados con seguridad.

 O como observan los abogados de Zambada Niebla: esas prácticas han ayudado a desmantelar grupos de criminales, en este caso, al proporcionar información que ayuda al Gobierno a localizar grupos rivales que están causando psicosis en una población para arrestarlos o matarlos.

“La práctica de Estados Unidos es “divide y vencerás”, por eso se aliaron con el cártel de Sinaloa, porque es más fácil lidiar con uno, que con todos”, observa una moción presentada por los abogados del Vicentillo a finales de julio pasado.

 Además de los informantes e infiltrados que tiene Estados Unidos en territorio mexicano, también opera aviones que manipula a control remoto, los cuales realizan vuelos regulares para monitorear la zona de la frontera principalmente.

El informante Según un código de ética policial, la información que revele un informante muchas veces no es del todo confiable, ya que generalmente esta persona es un criminal y lo que busca es salvar su persona y para ello decide “cooperar con las autoridades”.

“Por cuestiones de ética, el agente tiene que corroborar con otro informante la información que se le da, incluso investigarla para checar su veracidad”, expone Brian Lieberman, supervisor de investigaciones especiales del departamento de Winter Haven, en Florida

Pero la clave es ganarse la confianza del informante, aunque muchas veces durante la relación se desarrolla un afecto personal por el informante, y por ello al agente que sirve de enlace se le investiga constantemente para evitar que el agente proteja al informante.

“Al final, todo mundo es monitoreado, y por más que lo deseen algunos agentes, la última palabra no depende de ellos”, concluyó Liberman.


* Con información del NYTimes y la revista The Police Chief.

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