Vaya. De la postura arrogante
y bravucona de inicio de sexenio, a la subordinación vergonzosa ante el
presidente Donald Trump en el cierre de la administración del presidente
Enrique Peña Nieto. La caravana de migrantes hondureños detenida en Chiapas, es
la metáfora de un gobierno que se va, que nunca tuvo claridad en la elaboración
de sus políticas, su aplicación y seguimiento. Las consecuencias son la
humillación electoral sufrida, y que sus reformas energética y educativa estén
en riesgo de ser revertidas. La caravana exhibe las contradicciones de un
gobierno asustado ante las amenazas de Trump y el enanismo político de Peña
Nieto, contagiado quizás también de lo mismo el presidente electo Andrés Manuel
López Obrador. No debería de sorprender pero, sin embargo, asombra e indigna.
El gobierno del presidente
Peña Nieto, rompiendo con la política de abrirse a la inmigración y
respondiendo a los deseos de Trump, selló la frontera sur con Guatemala para
impedir el ingreso de hondureños, y establecer retenes donde sólo dejarían
pasar a aquellas personas que tuvieran visas –hasta ahora se desconoce que
alguno las haya presentado- o que documentaran que su vida está en riesgo en su
país y justifiquen la petición de asilo. Lo que parecía ser un acto soberano,
donde cada gobierno toma la decisión que elija en función de sus intereses y
sin interferencia externa, hoy es un acto de genuflexión: México hizo lo que le
dictó la Casa Blanca. Envió a la policía federal a la frontera sur para hacer
el trabajo de contención, y hace el filtro migratorio.
La cadena de televisión Fox
News, que respalda completamente al presidente Trump, reveló el viernes que
México había acordado con Estados Unidos un plan para lidiar con la caravana de
migrantes hondureños, en donde ya no los dejaría recorrer el territorio
mexicano para que fueran las autoridades migratorias estadounidenses quienes
lidiaran con el problema, sino que los detendría en Chiapas donde, con la ayuda
del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas, establecería
albergues para procesar sus peticiones. De esta manera, para efectos prácticos,
México aceptó el corrimiento estratégico de la frontera de Estados Unidos al
Suchiate.
Fox News reportó que el plan
fue informado al equipo del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, que
se comprometió a no criticarlo y que una vez en la Presidencia trabajaría con
Estados Unidos para convertirlo en una acción permanente. El equipo de López
Obrador no ha dicho nada sobre este informe de la televisión trumpista. El presidente
electo tampoco ha criticado el plan y ha dicho que no sólo con deportaciones se
debe abordar el problema migratorio, sino mejorando las condiciones de
desarrollo y seguridad que provocan la expulsión de sus naciones.
No hay nada que indique si López
Obrador estuvo de acuerdo con el plan, pero un ingrediente informativo llama la
atención: el anuncio de un plan del próximo gobierno para dar visas de trabajo
a los centroamericanos, que serían empleados en la construcción del Tren Maya,
con lo cual la solución duradera que describió Fox News se concretaría. En la
región maya, adelantó el futuro secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo
Ebrard, se necesitará esa mano de obra porque habrá inversiones de 20 mil
millones de pesos. ¿De dónde salió esa cifra? ¿Quién va a invertir en esa zona?
¿Estados Unidos? La duda queda sobre el papel que está jugando el próximo
gobierno en este tema.
Lo que quedó de manifiesto es
que la frontera estratégica de Estados Unidos al sur de México, anhelada por
gobiernos estadounidenses por décadas, fue lograda por Trump a través de
amenazas, al dejar abierta la posibilidad de retirarse del reciente acuerdo
alcanzado con México y Canadá si Peña Nieto no hacía con la caravana de
hondureños lo que él quería. El temor a que Trump cumpla con lo que grita –una
razón que explicaría la actitud moderada de López Obrador en este tema-, y que
México sea desenchufado del aparato productivo de Estados Unidos, aparece como
sombra en el entreguismo mexicano. Ni el gobierno actual ni el entrante,
quieren ese desenlace. Pero el costo es alto.
El gobierno peñista quedó
desnudado ante la nueva realidad. Cuando inició la administración afirmó que se
cambaría por completo la cooperación con Estados Unidos, porque consideraban se
había llegado a niveles que comprometían la soberanía. No tardaron mucho en
rectificar y retomar una colaboración similar. Pero lo de ahora rebasó lo que
hizo el presidente Felipe Calderón y todos los anteriores. Entregó soberanía y
se convirtió en subordinado de la Casa Blanca. El presidente Peña Nieto quedó
atrapado en una situación sin buena salida para él.
Los migrantes en la caravana
han mostrado una fuerte determinación por entrar al territorio mexicano y
continuar su camino hacia Estados Unidos, acumulando respaldos y simpatías a lo
largo de su camino. Los aplausos al presidente Peña Nieto vinieron de Trump y
de los sectores más conservadores en Estados Unidos. El jefe de la Casa Blanca
que más ha insultado a los mexicanos, le da palmadas en las espalda a Peña
Nieto. No se vive el mundo al revés. Peña Nieto abandonó el principismo por el
pragmatismo en la política exterior y se entregó a Trump por razones
comerciales. Arrasó con la política de asilo y la protección de migrantes,
incurriendo en un doble discurso al incurrir en prácticas de las que se queja
incurren en Estados Unidos contra los mexicanos. Pero él ya se va. Entra López
Obrador en medio de la sospecha de complicidad con Peña Nieto y Trump, y debe a
los mexicanos una aclaración.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(EJE CENTRAL/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA
PALACIO/22 DE OCTUBRE DE 2018)
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