MÉXICO, D.F. (apro).- “Yo fui sicario. Cuando tenía diez años
vi como unos hombres mataron a mi padre y a mi madrastra. A mi papá lo
apuñalaron, lo quemaron. La mitad del cuerpo lo tasajearon y la otra la
quemaron y le mocharon la mitad de la cabeza. A mi madrastra la
quemaron por completo en su cocina; a los dos juntos pero con mi papá
se ensañaron más.”
Bryan brindó su relato a mitad del desierto; entre dunas y basura de
plástico que el viento llevó hasta allá. Accedió a hablar con Hoan
Nguyen Manh y Maria Verza, realizadores del documental titulado Mataron a mi papá, que originalmente fue concebido para una televisora cultural franco- alemana.
En la arena, lejos de todo y todos, el exsicario abrió su corazón y
confianza a Verza y Nguyen Manh. Con su acento norteño y sus chés largas
y suaves, les dijo:
“Yo me dije, me voy a vengar. Yo ya no buscaba quién me la hiciera
sino quién me la pagara. Mi infancia estuvo llena de odio. Empecé a ser
muy violento con todos y que nadie me volteara a ver; quería expresar
mi dolor. Fui muy violento con todos. A los 17 años fue cuando maté por
primera vez. No trato de pensar en esa primera vez porque uno se hunde.
Trato de recordar por el por qué lo hice y me deprimo. Luego llegaron
las malas amistades que me decían, `bueno si ya lo hiciste, pues jálale
pa’ acá´. No lo hacía por el dinero, pues trabajaba y no me interesaba
ni el dinero ni lo económico A veces me importaba más el poder, el que
me conociera la gente, que me tuviera miedo por matón.”
Redención
Los cineastas buscaban testimonios de huérfanos de la guerra contra
las drogas que inició el gobierno de Felipe Calderón. Encontraron que
los sobrevivientes tienen heridas más profundas que las provocadas por
las balas.
Actualmente Bryan (nombre ficticio) participa en la Organización No
Gubernamental Sembradores de Paz. Cuando vio morir a su hijo, la
sacudida fue tan grande que dejó todo atrás para redimirse y redimir a
otros. Hoy trabaja con jóvenes para alejarlos de la violencia y del
crimen organizado. Bryan tienen mucho que contar y es una persona ideal
para advertir a los muchachos del peligro que corren y de lo que
significa convertirse en, según sus palabras, “escoria social”.
Con el rostro difuminado para que la entrevista sea totalmente anónima, Bryan contó:
“No bebía, no me drogaba para estar en mis cinco sentidos, totalmente
consciente de lo que hacía. Yo quería experimentar plenamente las
emociones de disparar un arma, de quitarle la vida a alguien. Me
importaba mucho que la gente me tuviera miedo, que supiera de lo que soy
capaz. Yo vivía para matar. Aquí el que no mata, no vive a gusto;
estamos en una zona sin ley, aquí cada quién hace con la ley lo que
quiere. No mataba por dinero, no lo necesitaba, tenía mi trabajo.
“Así pasaron los años hasta que me mataron a un hijo. Miré a mi
esposa embarazada y me dije: esto no puede seguir así. De pronto dejé
todo ese mundo. Si yo hubiera tenido la ayuda psicológica yo creo que
no hubiera pasado nada en mi vida”
Nguyen Manh, camarógrafo y editor del documental es canadiense. De
niño fue testigo del asesinato de su padre durante un asalto. Esa
experiencia se trasluce en su trabajo: un documental conmovedor que
lanza un mensaje: no hay que descuidar a los sobrevivientes de la
violencia y menos si éstos son niños.
El documental también muestra el trabajo de la Organización Popular
Independiente (OPI), compuesta en su totalidad por adolescentes y
jóvenes cuya misión es que los niños de Ciudad Juárez vuelvan a jugar y
que el miedo no los encierre frente a la televisión; que no se olviden
de jugar; es más, que tengan una infancia a pensar del ambiente de
guerra de su ciudad.
Esos muchachos voluntarios de la OPI son constantemente agredidos por
la policía. Los tratan como si fueran delincuentes, les arrebatan con
violencia sus herramientas de trabajo. A pesar de todo la OPI sigue
adelante. Uno de los voluntarios dijo ante la cámara: “Los jóvenes no
somos el problema, sino la solución”.
Mataron a mi papá muestra lo necesario que es darle terapias a
los huérfanos, a las víctimas de la violencia, para que no se
conviertan en sicarios, para que no busquen venganza, para que no caigan
en depresiones y sean suicidas potenciales.
Lupita, una niña de diez años, narró a Maria Versa y a Nguyen Manh:
“Un hombre joven se acercó y le disparó a mi papá. Estábamos comiendo
y cuando abrió la puerta lo mataron. Yo vi todo. Luego le abrió la boca
y le volvió a disparar. Yo vi al asesino a los ojos; él me vio a mí.
Todas las noches tengo miedo. Le digo a mi mamá que cierre bien la
puerta, que ese hombre va a venir por mí, que me va a matar”.
Lupita dice que cuando crezca va a buscar al asesino de su padre para
matarlo. “Tengo mucho coraje. Cuando me entra la tristeza lloro y le
pregunto a mi papá porqué no me llevó, por qué no me morí con él”,
expresa.
Mientras Lupita reza al pie de un altar de muertos, su madre cuenta
angustiada: “Mi hija me dice: ‘Mamá, odio a esos malditos por lo que le
hicieron eso a mi papá. Yo los odio; ojalá y se mueran también ellos’. Y
yo veía mi niña de diez años ya diciendo eso”.
Prosigue: “Lo primero que ella hace es ver a los hombres, les ve la
mano para ver si no traen pistola. Y todas las noches me dice: ¡Mamá van
a abrir la puerta , ya se oyen ruidos, van a entrar a matarme y es que
me vieron, ya saben quién soy’”.
Con la voz cargada de emociones la señora prosigue su relato mientras la cámara muestra las tumbas de niños en el cementerio.
“Ha sido muy difícil. Ay Dios mío y ahora esta mortificación. Es una
mortificación. Mi chamaquita se volvió muy rebelde y dale y dale con que
me quiero morir para ir con mi papá. Es que yo me hubiera ido con mi
papá.”
De víctima a víctima
Lupita le confesó a Hoan, de víctima a víctima: “Yo ya tengo miedo de
salir, tengo miedo de que me vayan a matar Ya lo pienso mucho antes de
ir al parque porque me da miedo”
Javier Sicilia, dirigente del Movimiento por la Paz con Justicia y
Dignidad, narró para el documental con su voz de barítono: “La violencia
no cesa y los juarenses se han acostumbrado a vivir con el dolor.
Muchas víctimas ni siquiera reclaman justicia con tal de salir
adelante. Para los huérfanos hay un programa oficial de ayuda pero ésta
no llega a todos los afectados y muchos, como la mamá de Lupe, no se
fían de nada que venga del gobierno. Prefieren acudir a Organizaciones
No Gubernamentales como Casa Amiga, que ofrece ayuda psicológica en
condiciones de seguridad”.
Hace 15 años, la joven de nacionalidad holandesa, Hesther van Nirop
estuvo de vacaciones en México y después tomaría un curso en Estados
Unidos. Decidió viajar por tierra. Llegó a Chihuahua y se convirtió en
una de las Muertas de Juárez. Su familia, en especial su mamá Arsene van
Nirop, buscó desesperadamente justicia. Se topó con el desinterés de
las autoridades. Arsene, compartió el dolor y la desesperación con las
madres de las jóvenes asesinadas y desde entonces, la señora holandesa
busca todos los medios y los apoyos para las organizaciones que dan
apoyo a las víctimas y sus familias, como Casa Amiga.
Una de las psicólogas de Casa Amiga explica a la cámara: “Muchas
veces las mamás piensan que es mejor no tocar el tema pero con el pasar
de los años ellas se dan cuenta que sí. Los niños crecen y necesitan
saber dónde está su papá, dónde está su hermano o la persona que
falleció. En este taller tu vas a aprender a manejar cuando tu te
sientes triste, cuando te sientes enojado. Los niños se sienten mal y
culpables por las personas que se murieron.
“Cuando los chamaquitos te platican las noticias que ven en la
televisión te acercan al drama. Cuando sólo está en los medios, uno ve
la tragedia de lejos, no se involucra. Es muy impactante. Muchos creen
que por ser psicólogo todo esto no te afecta, pero es al contrario”.
Casa Amiga ofrece terapia a los familiares de las víctimas. La
terapia de contención es cada vez más conocida y más necesaria. Toda
Ciudad Juárez necesita terapia, dicen los pobladores con ironía. Los
psicólogos explicaron a los periodistas que un buen tratamiento puede
evitar que niños como Lupita caigan en una profunda depresión de por
vida, o que desarrolle un odio y un deseo de venganza que la lleve a
integrarse a una pandilla. Con un buen tratamiento, Lupita puede superar
el trauma e incluso ser una persona feliz.
/ 11 de octubre de 2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario