Se codeaba con algunos de los panistas
más prominentes de México mientras blanqueaba capitales para el Cártel del
Milenio. Marco Antonio Delgado, además, era informante de la Oficina de
Inmigración y Aduanas estadunidense y novio de Lilian de la Concha, ex esposa
de Vicente Fox. Su historia –según se desprende de los documentos de una Corte
de Texas donde fue juzgado– muestra incluso la hipocresía del sistema de
informantes en Estados Unidos, que le permitió a Delgado seguir con sus
actividades ilegales hasta que dejó de necesitarlo.
EL PASO, TEXAS (Proceso).- La
historia oculta del abogado mexicoestadunidense Marco Antonio Delgado quedó
expuesta durante el juicio en su contra que se realizó en una Corte federal en
Texas: al tiempo que mantenía una relación amorosa con Lilián de la Concha
–exesposa del otrora presidente de México Vicente Fox–, lavaba millones de
dólares de procedencia ilícita, mantenía contactos con el Cártel del Milenio y
era informante de la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en
inglés).
Más aún: el ICE le permitió
seguir con el lavado de dinero durante el tiempo en que fue su informante: de
septiembre de 2007 a julio de 2008, según los documentos del juicio consultados
por el reportero.
En enero de 2014 una Corte
federal en El Paso declaró a Delgado culpable de lavar 600 millones de dólares
(equivalentes a 9 mil 600 millones de pesos, al cambio de la época) y lo
sentenció a 20 años de cárcel. Pero Delgado apeló la sentencia en la Quinta
Corte del Circuito de Apelaciones y en mayo de 2015 consiguió una reducción de
cuatro años.
Delgado enfrenta otro juicio
por lavado de dinero no relacionado con los anteriores. En este nuevo juicio
–que se inició el pasado 12 de septiembre– la fiscalía acusa a Delgado de haber
negociado como representante legal de FGG Enterprises Inc., un contrato de 121
millones de dólares con la Comisión Federal de Electricidad (CFE). El contrato
era para adquirir e instalar equipo en la planta de energía de Agua Prieta II,
ubicada en Sonora, y fue el instrumento que supuestamente Delgado utilizó en
forma ilegal para depositar dinero en una cuenta bancaria en las Islas Turcas y
Caicos.
“EL CHICO”
Víctor Pimentel tenía 29 años
y era un estudiante de la Universidad de Texas, en El Paso. El 5 de septiembre
de 2007 fue detenido por la policía de Atlanta sobre la carretera interestatal
10. Conducía un automóvil con placas de México. Fue conminado a frenarse por
David Elliot, policía del condado de Carroll.
Elliot le pidió a Pimentel su
licencia de conducir y éste se puso nervioso. En lugar de dar el documento
solicitado, extrajo la fotografía de su hija de dos meses y se la mostró al
agente. De acuerdo con el testimonio de Elliot ante la Corte, Pimentel estaba
“literalmente temblando” y no tardó mucho en contarle espontáneamente que
llevaba casi 1 millón de dólares en el asiento trasero: iban en varios morrales
de lana gruesa y empacados en bolsitas herméticas para guardar comida. Tampoco
pasó mucho tiempo para que un grupo de investigación de lavado de dinero del
ICE le ofreciera a Pimentel un buen regaderazo, un sabroso desayuno y lo
cortejara para que aceptara ser su informante.
Pimentel era la mano derecha
de Delgado y fue el principal testigo en contra de éste durante el juicio que
se celebró en Texas.
El joven tenía un título
profesional falso comprado por Delgado en la conocida Plaza de Santo Domingo,
en el Centro de la Ciudad de México. Y aunque Pimentel ya se había reunido con
representantes de alto nivel del narcotráfico e inclusive había engañado a
varios inversionistas y letrados en el sentido de que él mismo era un
litigante, aquel día crucial en que lo detuvo Elliot, no representó su mejor
papel como para poder embaucar a un policía y sacar adelante una importante
operación de lavado de dinero.
Los agentes del ICE se
referían a Pimentel como El Chico, porque era “muy, muy joven… y muy ingenuo”,
explicó en la Corte durante su testimonio el agente encubierto del ICE en
Atlanta Alex Ascencio.
UN INMIGRANTE EXITOSO
La de Delgado era la historia
de un inmigrante exitoso. Originario de la Ciudad de México, emigró a Estados
cuando tenía 16 años. Estudió leyes en la Universidad Carnegie Mellon. En marzo
de 2005 inició su carrera como abogado independiente y estableció sus oficinas
tanto en El Paso como en la Ciudad de México. También fungió como miembro del
consejo de administración de su alma máter. Era un reconocido filántropo que
reunía fondos para dar becas a estudiantes latinos.
Delgado también era asesor de
la ex gobernadora de Texas Ann Richards. De acuerdo con el propio Delgado,
también daba consultorías a funcionarios públicos de México, incluyendo –en
2012– al equipo de transición del presidente electo, Enrique Peña Nieto, según
se lee en el currículum que Delgado entregó a la Universidad Carnegie Mellon y
que aparece en su página en internet. Ken Walters, vocero de la universidad,
confirmó a CBS News que Delgado proporcionó dicha biografía, en la que se
asentaba que solicitó un “periodo de ausencia” para colaborar con el presidente
electo mexicano. Eduardo Sánchez, vocero de la Presidencia de México, negó a
CBS News dicho vínculo. Contactado al respecto, el gobierno de Peña Nieto no
dio al reportero ninguna respuesta.
Unos años antes, en 2002, la
vida de Delgado había cambiado drásticamente: conoció a Lilián de la Concha, la
primera esposa del expresidente Vicente Fox. Testigos jurados ante la Corte
aseveraron que De la Concha fue presentada a Delgado por Nareo Vargas, entonces
uno de los líderes del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la
República Mexicana (SUTERM). Delgado conocía a Vargas desde que eran niños.
Debido a que De la Concha
estaba bien conectada con miembros prominentes del Partido Acción Nacional
(PAN), Delgado tuvo oportunidad de tratar a varios de ellos. Así conoció, por
ejemplo, a Felipe Calderón. De hecho, Calderón, Delgado y De la Concha aparecen
juntos en una fotografía tomada en septiembre de 2006, cuando el primero era
presidente electo de México. Tal dato aparece en el expediente Government
Exhibit 8ª, Documento 121, del caso 3:12-cr-02106, que forma parte del juicio contra
Delgado.
Más adelante, tal y como se
reveló en un correo electrónico citado durante el juicio, De la Concha escribió
al exgobernador de Jalisco, antiguo miembro del gabinete de Calderón y en ese
momento embajador en España, Francisco Ramírez Acuña, y a otro “prominente
miembro” del PAN (del cual no se proporcionó su nombre) y trató de convencerlos
de que “contrataran” a Delgado para realizar “labores de cabildeo” en
Washington, D.C. (Documento 122, del caso 3:12-cr-02106).
COMO HERMANOS
De acuerdo con testimonios
ofrecidos ante la Corte de Texas, Delgado y De la Concha presuntamente
diseñaron planes para retrasar la extradición de prominentes capos del
narcotráfico, así como para lavar cientos de millones de dólares en ganancias
derivadas del comercio de drogas. Los documentos de la Corte y los testimonios
presentados tanto por el equipo de defensores de Delgado como por los fiscales
no mencionan los nombres de los narcos a quienes presuntamente querían
proteger.
Supuestamente, la persona de
más confianza de Delgado para llevar a cabo estos planes era Pimentel. Delgado
lo utilizaba para, presuntamente, encubrir su culpabilidad y concretar el
lavado de dinero. Su relación fue descrita en la Corte como la de un hermano
mayor con uno menor.
Durante su relación de
negocios y amistad –y según lo asentado en el juicio– Delgado invitó a Pimentel
durante un feriado de Acción de Gracias a una lujosa estación de esquí en
Ruidoso, Nuevo México; lo llevó con él a sus “frecuentes reuniones” con
representantes de cárteles y lo envió en vuelos comerciales y privados a
paraísos fiscales, como las Islas Turcas y Caicos, al norte de Cuba. Ahí fue
donde Delgado y Pimentel hicieron depósitos para lavar dinero en bancos que
estaban protegidos de la supervisión.
Pimentel describió esta etapa
como un “periodo de exploración”. Para él dichas reuniones eran similares a
unas entrevistas profesionales de trabajo y confesó que estaba impresionado con
el alto nivel de la gente de los cárteles con la que estaba tratando. Pero ese
lapso se alargaba y ello lo ponía nervioso, dijo. Delgado lo tranquilizó: le
aseguró que en cuanto lograran el “acuerdo” para lavar dinero todo saldría
bien.
Según el testimonio de
Pimentel (documento 121 del caso 3:12-cr-02106), no se estableció ningún
vínculo directo con el Cártel del Milenio sino hasta que concluyó el “periodo
de exploración”. Ello ocurrió en la primavera de 2007, cuando Delgado y
Pimentel se encontraron con uno de los capos del Cártel del Milenio conocido
como El Chuy (su nombre real nunca se reveló durante el juicio). En esa reunión
supuestamente también estuvieron un primo de Pimentel –Isaac Ochoa, Inclán, o
El Ready– y varios de los socios de negocios de De la Concha. La reunión, se
lee, se llevó a cabo en un hotel Camino Real de la Ciudad de México.
ENTREGAS CONTROLADAS
Después de que a Pimentel le
decomisaron el dinero que llevaba en el asiento trasero de su auto, el ICE lo
reclutó como informante. Los investigadores encargados de dar seguimiento al
lavado de dinero no estaban demasiado impresionados con El Chico y querían
llegar hasta Delgado. Gracias a Pimentel pudieron hacerlo.
“A la siguiente tarde
abordamos un avión. Mi compañero de la policía, un par de agentes de
inteligencia de Seguridad Interior, agentes de aduanas del ICE y yo mismo
cargamos con el dinero. Lo llevamos a El Paso y pusimos en marcha los
procedimientos para hacer una ‘entrega controlada’”, explicó Elliot en su
testimonio ante la Corte, en referencia a que devolvieron el dinero a Pimentel
para que éste siguiera con el plan de llevarlo a Delgado y juntos entregarlo al
Cártel del Milenio.
Con un helicóptero que los
monitoreaba desde el cielo, Pimentel, acompañado de Delgado, condujo por la
calle Mesa, la principal de El Paso, como si continuara moviendo el dinero. Era
el 7 de septiembre de 2007, apenas unos días después de la detención de
Pimentel en Atlanta, de la que Delgado todavía no sabía nada. El plan era
cruzar hacia México con el dinero y hacer que éste llegara a Colima, la sede
del Cártel del Milenio.
Cuando Pimentel entregó el
dinero, los agentes del ICE los interceptaron, Delgado se mostró tan nervioso
como antes lo estuvo su empleado en Atlanta y muy pronto se encontró también en
las oficinas del ICE en El Paso. Sin que a nadie le causara sorpresa, Delgado
también aceptó convertirse en informante.
Sin embargo, los agentes se
quejaron de Delgado. Decían que tenía una personalidad engreída. Las cosas se
pusieron peor cuando se dieron cuenta que la “cobertura” de Delgado no daba
resultados.
En su testimonio ante la
Corte (documento 123 del caso 3:12-cr-02106), Ascencio dijo que las
investigaciones “no iban a ninguna parte” y sintió que su vida y la de sus
colegas estaba en peligro a causa de Delgado. Comenta que lo máximo que éste
logró fue ayudar a que hubiera una reunión entre Ascencio y varios hombres
fuertes del Cártel del Milenio en la ciudad fronteriza de McAllen, Texas, en
octubre de 2007. A dicha junta asistió un hombre llamado Isidro Vega, a quien
Ascencio identificó como “primo del Chuy” (un capo) y el “brazo” de éste en
Estados Unidos.
Pero apenas unas semanas
después del encuentro en McAllen, el contacto de Ascencio con Isidro “se
esfumó”. Ascencio, siempre según la indagatoria, empezó a ignorar los subsecuentes
intentos de Delgado por contactarlo. Durante este tiempo en que era informante
del ICE, Delgado continuó lavando dinero.
Durante una sesión del
juicio, la fiscal Debra Kanof miró a Ascencio directamente a los ojos y le
preguntó: “¿Es común que un informante continúe con su conducta ilegal y no les
informe sobre ello?”.
Sin parpadear, dos veces
Ascencio contestó: “Sí”.
Kanof volvió a preguntar: “Es
muy común, ¿no es cierto?”.
Ascencio afirmó de nuevo.
A pesar de estas
revelaciones, ninguna acción legal fue emprendida contra Delgado, hasta que en
julio de 2008 Pimentel alertó al ICE de una entrega de dinero en Chicago. Se
trataba de una segunda “entrega controlada” organizada por el ICE, pero no
“autorizada” por la dependencia: esto significa que fue emprendida no para
proteger a Delgado como informante encubierto, sino para recolectar evidencias
en su contra, las cuales fueron clave en su posterior procesamiento.
A los agentes no les gustaba
Delgado y su cooperación no los había llevado a ninguna parte, así que ahora
querían atraparlo… y lo hicieron.
Antes de la entrega, Delgado
trató de comunicarse con Ascencio, quien admitió en su testimonio que pulsó en
su celular “ignorar” cada vez que Delgado le marcaba. Delgado le dijo a
Pimentel que la entrega había sido aprobada por el ICE, pero éste testificó que
él sabía lo contrario.
La “entrega controlada” de
Pimentel casi falló por completo cuando el contacto del cártel que tenía
Delgado percibió correctamente que los agentes de la ley lo estaban
monitoreando. El hombre que debía recibir el dinero, identificado como Martell,
aventó al suelo una bolsa con 50 mil dólares, corrió del lugar, subió a una
camioneta y trató de huir. Los agentes lo arrestaron poco tiempo después. Pero
ahora los agentes ya contaban con la evidencia que querían contra Delgado, y la
entrega “no autorizada” de Chicago se convirtió en la pieza clave que lo
conduciría a su sentencia.
NUEVO JUICIO
Para Ken Rijock –abogado que
lavó millones de dólares para la mafia colombiana y autor del libro
autobiográfico The Laundry man– hay una serie de lecciones y reflexiones que
pueden derivarse del caso Delgado. Este caso “expone el pequeño y sucio
submundo de la aplicación de la ley, porque no fue otra cosa que una vergüenza
que Delgado haya sido exitosamente procesado por lavar al margen significativas
sumas de dinero, al mismo tiempo que era un informante confidencial del
gobierno”, dice Rijock a Proceso.
Él asienta que Delgado “no
sólo era un abogado local, sino que tenía conexiones internacionales”, en
referencia a que tuvo acceso a la familia del presidente Fox y al PAN cuando
éste era el partido gobernante. Considera que el nuevo juicio que se iniciará
este mes contra Delgado expondrá “otras conexiones con México, porque involucra
el financiamiento de una compañía mayor del servicio público (la CFE)”.
En cuanto al futuro de
Delgado, este segundo proceso judicial en su contra involucra acusaciones de
lavado de dinero por decenas de millones de dólares. Si concluye en sentencia,
podría pasar en prisión más de 20 años. Sin embargo, tomando en cuenta
potenciales reducciones de tiempo por “buena conducta” y la apelación que ganó,
así como una posible defensa exitosa en este nuevo juicio, Delgado podría salir
de la cárcel en apenas seis años.
(Traducción: Lucía Luna).
(PROCESO/ REPORTAJE ESPECIAL/ ANDREW KENNIS/ 9 OCTUBRE, 2016)
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