martes, 13 de septiembre de 2016

JOSÉ ANTONIO MEADE, EL SIGILOSO ASPIRANTE PRIANISTA


De diciembre de 2012, cuando entregó la Secretaría de Hacienda a Luis Videgaray, al jueves 8, cuando éste se la devolvió, el itinerario administrativo y político de José Antonio Meade ha sido fructífero. En el ínterin, estuvo en la cancillería y en la Secretaría de Desarrollo Social, donde supo congraciarse con los sectores más necesitados, pero sobre todo cultivó amistad con la clase política, los empresarios y representantes del clero. Hoy que está otra vez en Hacienda, vuelven a mencionarse sus aspiraciones presidenciales para 2018. Sin embargo, el camino está muy accidentado.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El pasado 30 de agosto, José Antonio Meade Kuribreña pronunció dos discursos en los que elogió las aportaciones de los presidentes priistas a la política social, de Lázaro Cárdenas del Río a Enrique Peña Nieto.

Su primera intervención fue precisamente en el Estado de México, frente al grupo de senadores del PRI, en un encuentro previo al arranque de la nueva Legislatura; la segunda, ante la bancada de diputados priistas. Fueron casi idénticos. Eran sus últimos días como titular de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol).

Nueve días después, el jueves 8, el presidente Enrique Peña Nieto nombró a Meade titular de Hacienda y Crédito Público, en sustitución de Luis Videgaray. Ninguno de los partidos mostró reticencia por ese cambio; el PAN incluso externó su disposición para trabajar con él en el paquete económico 2017.

Los comentaristas, por su parte, comenzaron a mencionar a Meade como posible candidato del PRI a la Presidencia para 2018. Y aun cuando él siempre elude hablar sobre sus aspiraciones políticas, los discursos que pronunció ante los legisladores priista cobraron relevancia.

Bajo ese perfil voluntariamente discreto, Meade dedicó su corta estancia en la Sedesol –donde estuvo sólo 378 días– a realizar una intensa campaña política para posicionarse en la administración peñanietista.­

Durante ese periodo Meade no movió una coma a las estrategias de combate a la pobreza implementadas por su predecesora Rosario Robles Berlanga. Eso sí, viajó, y mucho. Encabezó 246 actos públicos, 145 de ellos fuera de la Ciudad de México, de acuerdo con una revisión exhaustiva de su agenda y los discursos que pronunció.

Como titular de la Sedesol aprovechó las “giras de trabajo” y otras reuniones para tejer alianzas con actores clave de la vida política del país, las cuales quedaron plasmadas en 85 acuerdos o convenios; uno cada cuatro días.

Reforzó también sus vínculos con gobernadores –a la mayoría los trata con familiaridad–, alcaldes, empresarios, banqueros, líderes de organizaciones campesinas y ganaderas, militares, académicos y representantes religiosos. Y, por supuesto, se lució repartiendo despensas a los beneficiarios de programas sociales y anunció mayores recursos para entidades federativas y municipios.

Y aunque no milita de manera formal en ningún partido, ha sido funcionario en dos administraciones federales del PAN y otras dos del PRI. En los últimos cinco años, Meade, hijo del priista Dionisio Meade y sobrino nieto de Daniel Kuri Breña, uno de los fundadores del PAN en 1939, ocupó sucesivamente las secretarías de Energía (Sener) y de Hacienda en el sexenio de Felipe Calderón; así como las de Relaciones Exteriores (SRE), de Desarrollo Social, y de Hacienda bajo la administración de Peña Nieto.

El miércoles 7, El Universal publicó una entrevista con Meade, en la que se centró en la controvertida visita del estadunidense Donald Trump a México, que desembocó en la renuncia de Videgaray, presunto autor intelectual de la invitación al candidato republicano.

En esa entrevista, Meade comentó que la visita de Trump “sirvió al país y a los mexicanos”. Los costos, dijo, eran menores. Al día siguiente fue nombrado titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.

LAS GIRAS

De acuerdo con el recuento que Proceso hizo con base en la información pública disponible, como titular de la Sedesol, Meade viajó 17 veces al Estado de México, 12 a Guerrero, nueve a Oaxaca, siete a Puebla y Michoacán, seis a Hidalgo, Jalisco, Chihuahua y Baja California Sur, cinco a San Luís Potosí y Nayarit, y cuatro a Querétaro, Nuevo León y Chiapas.

A principios de este año, Meade firmó con los gobernadores de las 32 entidades federativas un “Convenio por un México sin pobreza”. Sin embargo, en sus “giras de trabajo” el funcionario lucía más como candidato en campaña de seducción que como titular de la Sedesol.

En sus alocuciones frente a los beneficiarios de programas sociales acarreados –después de sesiones de entrega de bienes, ya fueran televisiones, cuartillas sociales o alimentos– solía hablar de su amistad con algunos gobernadores.

En Tlaxcala, por ejemplo, donde gobierna el priista Mariano González Zarur, declaró: “De las primeras cosas que hacía yo después de asumir un nuevo puesto era ir a ver a Mariano. En la casa somos amigos de Mariano. Yo, desde hace 15 años; mi papá, desde hace más”.

Durante 2015, Meade extendió elogios similares a los mandatarios Eruviel Ávila Villegas, del Estado de México; Carlos Lozano, de Aguascalientes; Manuel Velasco Coello –El Güero, lo llama Meade–, de Chiapas; Javier Duarte Ochoa, de Veracruz; Arturo Núñez, de Tabasco; Egidio Torres Cantú, de Tamaulipas; Silvano Aureoles Conejo, de Michoacán; y Héctor Astudillo Flores, de Guerrero, a cuya tome de posesión asistió.

Ante los beneficiarios de los programas sociales, Meade se mostró como un funcionario comprometido con el pueblo, aunque en muchas ocasiones su actitud derivó en demagogia y paternalismo.

“Cada vez que llega un funcionario a trabajar en el sector rural y que no conoce bien el campo, cómo lo criticamos. ¿Qué es lo que decimos? ¿Que el único campo que conoce es cuál? El campo de golf, ¿verdad? Yo ni siquiera juego golf”, declaró Meade en Jalisco el pasado 24 de junio.

“¿Para quién trabaja el gobernador? ¿Para quién trabaja el presidente Peña Nieto?”, preguntó el pasado 29 de junio en Michoacán. Y añadió: “Ningún otro color nos importa, ningún otro nos divide. Quienes aquí estamos venimos a recordarles que el presidente Peña Nieto los tiene en el corazón y que está trabajando por ustedes”.

El Estado de México fue la entidad que más recorrió Meade acompañado por Ávila Villegas. El pasado 22 de enero se reunió con Ana María Chimal Velasco, la presidenta municipal de Atlacomulco, de donde proviene el grupo priista en el poder, Peña Nieto incluido.

El entonces titular de la Sedesol tampoco descuidó al estado de Hidalgo, del que es originario el secretario de gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. Entre el 18 de enero y el 7 de febrero de este 2016 viajó tres veces a la entidad.

ALIANZAS EMPRESARIALES

El 8 de septiembre de 2015, apenas 10 días después de asumir el cargo en la Sedesol, Meade asistió a la comida anual de los 300 líderes más influyentes de México, organizada por la revista del mismo nombre.

Este año multiplicó los encuentros con las élites empresariales del país, las cuales reprobaron en muchas ocasiones la gestión de Videgaray en Hacienda.

Meade viajó a Chihuahua en enero pasado, donde firmó un convenio con el magnate de las telecomunicaciones Carlos Slim Helú. Posteriormente acordó convenios con Banamex, Nestlé, Grupo Bimbo, PepsiCo, Femsa y Soriana, el Consejo Ejecutivo de Empresas Globales, la International y la American Chamber of Commerce y Grupo Bafar, entre otros.

Asimismo, participó en reuniones de la Confederación Patronal de la República Mexicana, la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación, la Confederación de Cámaras Industriales, la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo y el Consejo Coordinador Empresarial.

También asistió a la Cumbre Financiera Mexicana, al Congreso Nacional del Colegio de Ingenieros Civiles de México, a la asamblea general de socios del grupo de consultoría Deloitte México y al de la Confederación Nacional Campesina. Sostuvo encuentros con la Asociación Mexicana de la Industria del Petróleo, la Academia del Derecho Fiscal y el Foro Forbes Mujeres Poderosas.

El 17 de enero, durante la celebración del 50 aniversario de la ordenación episcopal de Antonio Chedraoui, arzobispo de la Iglesia Ortodoxa de México y pieza importante en la élite político-empresarial mexiquense, Meade se encontraba en primera fila, sentado al lado de Carlos Hank Rhon. Ofreció un discurso, no como ciudadano, sino como titular de la Sedesol. Lo acompañó su equipo de Comunicación Social.

En la entidad mexiquense, Meade firmó convenios de colaboración con las empresas Chedraui y Walmart, pero también con la Fundación Teletón, dirigida por Fernando Landeros Verdugo, y la Universidad Anáhuac, operada por los Legionarios de Cristo. En la Ciudad de México rubricó otro con la Universidad Panamericana, la institución del Opus Dei de la que egresó Peña Nieto.

En dos ocasiones viajó a Acapulco, en donde asistió a ceremonias sobre el Buque Escuela Cuauhtémoc, junto con Salvador Cienfuegos Zepeda, titular de la Secretaría de Defensa Nacional, y Vidal Soberón Sanz, a cargo de la Secretaría de la Marina, con la que la Sedesol firmó un convenio en marzo pasado.

También se presentó a las reuniones plenarias de los senadores y diputados del PRI y del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), y participó en dos ocasiones en las conferencias de congresos locales, a las que asisten los legisladores estatales de toda la República.

Incluso, con el pretexto de promover el programa “Futbol por la inclusión” –patrocinado por la trasnacional Coca Cola–, Meade visitó a la Selección Nacional de futbol el pasado 24 de mayo. A menos de dos meses de arrancar el Mundial, el funcionario posó para la fotografía junto a los jugadores.

OPERADORES

El 20 de agosto de 2015, cuando todavía estaba al frente de la SRE, Meade estuvo en la investidura de Manlio Fabio Beltrones y Carolina Del Mazo como presidente y secretaria general del PRI, respectivamente.

La aparente cercanía del funcionario con Beltrones y su intromisión en los asuntos internos del partido provocaron molestia y asombro en varios sectores del tricolor. Las sospechas se confirmaron ocho días después, cuando Peña Nieto anunció el nombramiento de Meade como titular de la Sedesol.

Meade distribuyó los puestos clave de la dependencia entre personas muy cercanas que trabajaron para él en Hacienda y lo siguieron en la cancillería.

Así, ofreció la subsecretaría de Planeación, Evaluación y Desarrollo Regional a Vanessa Rubio Márquez; a Ignacio Vázquez Chavolla lo nombró oficial mayor; su amigo Juan Manuel Valle Pereña heredó la paraestatal Diconsa; Julio César Guerrero Martín quedó al frente de la Oficina del Secretario, mientras Mario Zamora Gastélum fue colocado en la Unidad de Coordinación de Delegaciones de la Sedesol.

Zamora Gastélum, quien trabajó para Meade en Financiera Rural en 2003, aprovechó su puesto clave en la Sedesol para realizar operaciones políticas. En Sinaloa, por ejemplo, reveló malas prácticas del PRI al secretario estatal panista Roberto Cruz para dañar al tricolor, según pláticas telefónicas filtradas a El Universal en junio pasado. La Sedesol confirmó la veracidad de las grabaciones, pero negó que se tratara de una operación política.

El pasado 3 de mayo, Meade movió sus aspiraciones políticas a un nivel superior: reclutó como “asesor especial” a José Ramón Martel López, priista potosino de la vieja guardia, quien asesoró a José López Portillo entre 1976 y 1978, cuando estuvo en Los Pinos.

Martel pasó las siguientes tres décadas moviéndose en las más altas esferas del PRI. Ocupó, entre otros cargos, la secretaría adjunta de Roberto Madrazo cuando éste fungía como presidente del Consejo Ejecutivo Nacional del PRI; como diputado federal –de 2009 a 2012– asumió la vicecoordinación del partido en San Lázaro, e incluso encabezó durante un mes el Sistema Nacional de Seguridad Pública, a principios de 2013.

AL FRENTE

Durante sus primeros dos años en la cancillería, Meade asumió la tarea, relativamente fácil, de alimentar el llamado Mexican Moment. Peña Nieto lucía entonces en el ámbito internacional como un presidente reformista y modernizador.

Sus reformas estructurales, según los medios, abrían la puerta a la inversión extranjera. Meade promovió esa imagen en los foros internacionales y en los encuentros bilaterales.

Sin embargo, a partir de 2014 el funcionario pretendió apagar los señalamientos internacionales sobre la evidente crisis de derechos humanos que sacude el país, marcada por la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa. El 17 de diciembre de ese año, Meade trató de presentar un panorama positivo de la situación en México; incluso negó que la tragedia de Iguala afectara la imagen del país ante el mundo.

Pero en febrero de 2015 la cancillería de Meade envió una nota diplomática al Vaticano en la que expresó su “preocupación e inconformidad” ante las advertencias del Papa Francisco de la posible “mexicanización” de Argentina.

Apenas un mes después la dependencia entró en conflicto abierto con Juan Méndez, el relator especial sobre tortura de la ONU, quien aseveró en un informe que la práctica de la tortura era “sistemática” en el país.

La cancillería descalificó el informe y a su autor, con el pleno respaldo de Meade.­ A partir de ese entonces, el gobierno mexicano rechazó todos los informes que documentaron la crisis de derechos humanos en el país.

En la Sedesol, Meade respaldó las declaraciones de Peña Nieto cuando atribuyó al “mal humor social” la situación del país. En Campeche, el pasado 14 de abril, dijo: “Vale la pena que dejemos el mal humor, vale la pena que dejemos la crítica sin fundamento y vale la pena que nos demos cuenta que tenemos un gran país”. Afirmó también: “Tenemos mucha suerte, hoy, de que el presidente Peña Nieto sea el presidente de México”.

A finales de junio, Meade nutrió durante varios días la versión del gobierno federal según la cual los bloqueos carreteros que mantenía la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación en Oaxaca impedían el abastecimiento de las tiendas Diconsa y Liconsa en ciertas regiones.

Mediante una escena teatral, Meade instaló un puente aéreo y protagonizó la salida del primer avión militar con su cargamento de maíz.

Un mes más tarde estalló la polémica generada por el cambio de metodología que operó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en el levantamiento de la encuesta de Módulo de Condiciones Socioeconómicas, con el que “creció” 33% el ingreso del decil más pobre de México.

Se sospechó que el gobierno maquilló las cifras para reducir de manera artificial la pobreza, pero Meade defendió al Inegi.

Hoy, Meade está en Hacienda, dependencia que recibió en una coyuntura singular, donde la amenaza de crisis es creciente por los desmanes cometidos por Videgaray y sus operadores.


(PROCESO/ REPORTAJE ESPECIAL/ MATHIEU TOURLIERE/13 SEPTIEMBRE, 2016)

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