La historia parece de caricatura, pero
es real y explica el fracaso de México en los Olímpicos: el presidente de la
República nombró a Alfredo Castillo al frente del deporte nacional sólo por ser
su amigo. Y Castillo, que no sabe nada de deporte, nombró a la encargada de
“alto rendimiento” sólo por ser su amiga. Si ese cúmulo de incompetencia se
marina en el océano de impunidad que son las federaciones, se obtiene la
fórmula para el desastre padecido en Río…
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).-
El desastre en los Juegos Olímpicos de Río 2016 es el resultado de un cúmulo de
decisiones equivocadas que se tomaron durante el ciclo olímpico, pero sobre
todo en los últimos 16 meses, a partir de que el presidente Enrique Peña Nieto
nombró como director de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte
(Conade) a Alfredo Castillo, un abogado que le dio la puntilla a la ya de suyo
descompuesta estructura del deporte nacional.
Hace cuatro años, en Londres
2012, se obtuvieron siete medallas olímpicas (un oro, tres platas y tres
bronces) y en 21 pruebas los atletas mexicanos lograron terminar dentro de los
primeros ocho lugares.
Y tal vez lo más importante:
se sentaron las bases para que en el presente sexenio México superara las nueve
preseas obtenidas en 1968, el máximo que ha obtenido el país.
Pero la actual administración
lo estropeó.
Hasta el cierre de esta
edición (viernes 19), los atletas mexicanos habían obtenido dos medallas: la
plata de Guadalupe González en marcha 20 kilómetros y el bronce del boxeador
Misael Rodríguez en peso medio (75 kilos). Faltaba la participación de la
taekwondista María Espinoza, doble medallista olímpica, y la de los clavadistas
Iván García y Germán Sánchez.
La caída es innegable. El
avance que existió entre Beijing (dos oros y un bronce) y Londres se
interrumpió. La responsabilidad de este hundimiento descansa en varios actores:
el director de la Conade (Alfredo Castillo, pero también Jesús Mena, quien tuvo
el cargo de diciembre de 2012 a mediados de abril de 2015), por ser este organismo
el eje rector del deporte nacional; los presidentes de las federaciones
deportivas y su respectivas áreas técnicas; los entrenadores, cuya capacidad
empírica y lejana de las ciencias del deporte está rebasada, y también algunos
deportistas, quienes tuvieron las condiciones para subir al podio pero no
pudieron.
Como sea, analistas
deportivos consideran que los resultados en Río 2016 merecen un examen
pormenorizado por disciplina y prueba para deslindar responsabilidades: no se
puede evaluar con los mismos criterios a quienes estuvieron a punto de ganar
medalla, pero no pudieron, que a quienes, por sus tiempos o marcas, no tenían
la menor posibilidad de pelear por una.
Lo que es un hecho es que ni
siquiera se mejoró en el número de atletas que finalizaron en el top 8 de sus
pruebas. Suponiendo que María Espinoza, Iván García y Germán Sánchez se
ubicaran en esa posición (los tres compitieron el sábado 20), México tendría,
como hace cuatro años, 21 connacionales entre los mejores ocho atletas
olímpicos, lo que significaría un estancamiento.
Fragmento de la entrevista que se
publica en la edición 2077 de la revista Proceso, ya en circulación.
(PROCESO/ REPORTAJE ESPECIAL/ BEATRIZ PEREYRA/ 20 AGOSTO, 2016)
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