¿Qué
es lo que el Presidente Enrique Peña Nieto entiende por populismo? es un
misterio. Ya en varias ocasiones en las últimas semanas, ha incluido el tema en
sus discursos –la más reciente en la Organización de las Naciones Unidas, y
haciendo un llamado a las sociedades para evitar –supongo- (Gobiernos)
populistas al considerarlos un mal del pasado con miras a regresar.
En
la ONU llamó a las sociedades (del mundo supongo, otra vez) a “estar alertas
frente a quienes se aprovechan de sus miedos y preocupaciones, ante los que
siembran odio y rencor, con el único fin de cumplir agendas políticas y
satisfacer ambiciones personales”.
Enfatizó:
“Nuevos populismos de izquierda y de derecha, pero todos riesgos por igual, el
siglo 20 ya vivió y padeció las consecuencias de individuos que carentes de
entendimiento, responsabilidad y sentido ético optaron por dividir a sus
poblaciones”.
Peña
Nieto no proporcionó nombres ni de Naciones ni de personas que promuevan el
populismo que dice puede afectar el crecimiento de las sociedades, simplemente
llamó a estar alertas.
El
día de su III Informe de Gobierno, el Presidente Peña discursó en Palacio
Nacional:
“En
este ambiente de incertidumbre, el riesgo es que en su afán de encontrar
salidas rápidas, las sociedades opten por salidas falsas. Me refiero a creer
que la intolerancia, la demagogia o el populismo son verdaderas soluciones.
Esto no es nuevo…”
“Es
una amenaza recurrente que ha acechado a las naciones en el pasado. Hay
ejemplos en la historia en donde los sentimientos de inconformidad tras crisis
económicas globales facilitaron el surgimiento de doctrinas contrarias a la
tolerancia y los derechos humanos…”
“De
manera abierta o velada, la demagogia y el populismo erosionan la confianza de
la población, alientan su insatisfacción, y fomentan el odio en contra de
instituciones y comunidades enteras. Donde se impone la intolerancia, la
demagogia o el populismo, las naciones, lejos de alcanzar el cambio anhelado,
encuentran división o retroceso”.
Algo
ha de saber el Presidente que no sabemos el resto de los mexicanos, como para
encabezar lo que parece ser su propia cruzada contra el populismo, tanto en
México como en el mundo.
El
populismo no ha sido clasificado en el estudio de la política, la sociedad y el
ejercicio de gobierno como un régimen
político, ni siquiera llega a considerarse un modelo o sistema de gobierno; el
populismo deviene eminentemente de un líder carismático con una premisa
fundamental: la supremacía de la voluntad del pueblo.
La
gravedad, dicen los estudiosos, es cuando el carismático líder decide lo que el
pueblo quiere. Y de la percepción de una conducta populista, el pueblo transita
a un régimen –ahora sí, régimen- dictatorial, socialista, o autoritario.
En
México las instituciones se han desarrollado en un régimen presidencialista
donde el Poder Ejecutivo influye en el Poder Legislativo y en el Poder
Judicial. Donde lo que el pueblo necesita es lo que el Ejecutivo dictamina y en
consecuencia acciona. No hay figuras de participación ciudadana para que el pueblo
tuviese una mayor participación en la aprobación de políticas públicas, es lo
que el Gobierno ha estudiado y considera importante y urgente, lo que se
realiza de manera institucional.
En
México el populismo se ha utilizado más en términos político electorales, que
como un modo de gobierno. Sí ha habido en México liderazgos considerados
populistas, quizá el más llamativo haya sido el cariz que imprimió a su sexenio
Luis Echeverría Álvarez, o el que por su cuenta llevó a cabo José López
Portillo, quienes tomaron medidas para beneficiar a la masas, para tener
contento al pueblo por encima del desarrollo integral de la sociedad mexicana.
Al final, hicieron ricos a unos cuantos y pobres a millones de mexicanos que
vieron su situación aún más difícil cuando la dádiva del populismo les fue
retirada.
De
los sexenios tanto de Echeverría como de López Portillo, los mexicanos acabaron
pagando el costo de esas políticas populistas cuando se encontraron con una
mayor inflación, más deuda pública y devaluaciones del peso mexicano.
El
populismo en un sentido peyorativo se entiende en México como las medidas que
benefician temporalmente a los más necesitados en la cadena de los estratos
sociales, pero que no marcan políticas de desarrollo y crecimiento para la
sociedad en general. El propio Peña ha tomado acciones populistas incluso desde
antes de ser Presidente de México, cuando fue candidato, su campaña se basó en
la estrategia populista de dar dinero, enceres, comida, mandado, a los
electores de bajos recursos, para quitarles el hambre o la necesidad unos días
a cambio del voto, que, en efecto, lo llevó a la Presidencia de la República
(Ejemplos: Caso Monex, Soriana, etcétera).
Una
vez en el Gobierno, el Presidente apostó su resto a las reformas estructurales,
particularmente a la fiscal: incremento en las tasas impositivas, gravámenes al
consumo, más impuestos, una reestructuración fiscal, que en teoría –y en la
práctica si creemos los números que presenta el Secretario de Hacienda, Luis
Videgaray Caso- benefician a las arcas gubernamentales con una mayor captación
de recursos, que a su vez se utilizan en programas de corte populista –aparte
del elevadísimo gasto corriente y la sospecho inversión- como la Cruzada contra
el Hambre.
A
este Gobierno que alerta del populismo, la política populista le va bien. A las
madres de familia de escasos recursos en el país, les da 600 pesos, 900, mil;
también le da arroz y lenteja, frijoles y harinas, huevos y maíz. A los jóvenes
pírricas becas de 200, 300, 400 o hasta 700 pesos al mes para ir a la escuela.
De
obra poco se sabe, especialmente de la que no está bajo sospecha de tráfico de
influencias. En mi región por ejemplo, en mi Estado, de cinco compromisos de
Enrique Peña Nieto ya como Presidente de la República, no ha llevado a cabo
ninguno.
El
Presidente Peña alerta a las sociedades, en su cruzada contra el populismo, a
no dejarse engañar. A no creer en líderes carismáticos, y en el discurso acepta
las pobres condiciones en las que vive México. En la ONU refirió como el que
puede ser el origen del populismo: “Con las crecientes desigualdades, con una
crisis económica mundial que no cede y con una frustración social que esto
provoca, el mundo de hoy está expuesto a la amenaza de los nuevos populismos”.
Ciertamente
México, el México gobernado por Enrique Peña Nieto, cuenta con esos elementos.
Hay más pobreza, el peso se devalúa frente al dólar cada semana (28 por ciento
en el último año), la inseguridad en nuestro país va a la alza, el crecimiento
del narcotráfico tiene municipios en calidad de zonas de guerra, la incapacidad
del Estado para solucionar los casos de violencia despierta la frustración, la
pérdida del poder adquisitivo del sueldo de los mexicanos emite al hartazgo; la
ausencia de justicia para las víctimas, y la impunidad para los criminales,
llevan a un estado de frustración.
Si
los mexicanos se decantan por un líder populista, será porque en este sexenio,
en el de Enrique Peña Nieto y por lo menos a la mitad de su gobierno, están
dados todos los elementos para que así sea. Entonces la cruzada de Peña contra
el populismo, será solo un pretexto para el México que nos legará, mientras
pasivamente lo permitamos.
(SEMANARIO
ZETA/ GENERALEZ/ ADELA NAVARRO BELLO / FOTOS. CUARTOSCURO/ 30 DE SEPTIEMBRE DEL 2015 A LAS 13:58:58)
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