La crisis de la gasolina ha
sido la crisis del nuevo gobierno de México. El equipo energético del
presidente Andrés Manuel López Obrador se ha hundido como resultado, se puede
argumentar, de su novatez. Pemex ha difundido comunicados consecutivos donde
afirma que hay suficiente gasolina para abastecer al país, con la petición de
que no hagan compras de pánico, porque la sobredemanda siempre le ganará la
carrera al suministro de combustible. Pero entre más lo hace, más gente
apresura sus vehículos a las gasolineras. No es un problema de abasto, sino de
distribución, dice el presidente López Obrador. Pero la distribución, se
supone, estaba prevista y organizada, según la secretaria de Energía, Rocío
Nahle.
La secretaria dice que la
estrategia se empezó a preparar desde el 27 de diciembre, cuando el presidente
anunció el programa contra el robo de combustible. Estaba tan confiada de lo
bien que lo habían hecho, que el domingo, mientras seis estados mostraban un
problema de abasto de combustible, Nahle veía el partido de futbol entre
Veracruz y los Pumas de la UNAM, sin pudor para escribir en Twitter sus
sentimientos deportivos. La crisis de la gasolina crecía y ella se divertía.
Cuando la acusaron en las redes sociales de insensibilidad, respondió que todo
estaba bajo control porque había una estrategia para evitar el desabasto.
Nahle, la jefa del sector energético, no parecía tener idea de lo que sucedía.
No se puede decir que la
estrategia fuera un desastre, porque en realidad no había estrategia para la
distribución del combustible. Nahle dijo que 15 secretarías de Estado y
dependencias federales participaban en la preparación de la estrategia, lo cual
es cierto, pero era para detectar los puntos de fuga de combustible al interior
de Pemex, y el reforzamiento militar para resguardar 58 instalaciones
estratégicas de Pemex, que incluían seis refinerías, 39 terminales de
almacenamiento y despacho, 12 estaciones de rebombeo y control de ducto.
Adicionalmente, se intervino a personal de Pemex, se monitorearon y observaron
sus procedimientos de abastecimiento y reparto. Es decir, nada sobre la
contingencia de distribución.
¿Por qué no lo hubo? A partir
de la información aportada el 27 de diciembre, porque no había necesidad de
ello. El abasto y la distribución no sufrirían alteración alguna. Sin embargo,
algo que desconoce la opinión pública sucedió, porque cuando la crisis de la
falta de combustible afectó a seis estados, el presidente López Obrador explicó
a la prensa, a manera de justificación, que obedecía a que se habían cerrado
los ductos para evitar el robo de combustible, y que se estaban utilizando
pipas para suministrar la gasolina. El cierre de ductos no estaba contemplado
en la estrategia contra el huachicoleo, ni hubo explicación del porqué se hizo.
Pero, para efectos de
argumentación, si hacerlo obedeció a circunstancias no previstas al finalizar
el año, Nahle y el director de Pemex, Octavio Romero Oropeza, debieron haber
tenido listo el plan de distribución de combustible a través de pipas. Como ha
quedado perfectamente claro, no lo hicieron, o si lo hicieron, lo realizaron de
manera muy deficiente. El desabasto en seis estados contaminó a la Ciudad de
México, donde en cuando menos 12 puntos de la capital federal se acabo el
combustible en las gasolineras, provocando la percepción desabasto, que fue
creciendo con las horas, como se pudo observar por la forma como se fueron
saturando las gasolineras, y otras tres entidades empezaron a tener los mismos
problemas.
López Obrador es el único que
ha hablado de problemas de distribución. Romero Oropeza está escondido en su
oficina y emite comunicados institucionales poco tranquilizadores, a decir por
los resultados que provoca, mientras que Nahle, en la línea marcada por el
presidente, no habla de nada operativo, sino que se encierra en la retórica del
robo de combustible como la explicación de acción-reacción por la falta de
gasolina. El robo de combustible ciertamente es un crimen lacerante para la
economía en México y en muchos países. Pero no es nuevo. Se viene arrastrando
desde 2002 y tuvo un incremento sustantivo en los dos últimos años del gobierno
del presidente Enrique Peña Nieto.
Sin embargo, el problema del
huachicoleo no provocó desabasto ni una crisis en la distribución de la
gasolina. El contraargumento de que el robo no es la madre del desabasto lo
ofreció el propio presidente López Obrador en su conferencia de prensa el
martes por la mañana, cuando reveló que desde que comenzó el programa contra el
robo de combustible, los criminales se han robado ocho mil 540 pipas menos.
Entonces, la narrativa de que la falta de gasolina es resultado de la
estrategia contra el huachicol, significa que el desabasto tiene que ver con
que se cortaron los suministros de gasolina robada.
Asumiendo que es cierto lo
dicho por el presidente, regresamos al punto de la distribución. Si el programa
del 27 de diciembre se anticipaba tan exitoso en el corto plazo y se cerraron
los ductos para impedir nuevos robos, ¿qué hicieron Romero Oropeza y Nahle para
evitar el desabasto? Romero Oropeza quién sabe, porque no da la cara. Nahle
estaba viendo el partido del futbol confiada en que había una estrategia, que
no contemplaba la distribución, que resolviera el abasto. Entre los dos, por su
incompetencia profesional, provocaron una crisis donde no la había, que de no
atajarse crecerá hasta a afectar el aparato productivo y el transporte terrestre
y aéreo. Por lo que ha dicho el gobierno hasta ahora, todo se trata de un
fenómeno de percepciones. Pero que no se les olvide que las percepciones, sino
se atajan, se convierten en realidad.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(EJE CENTRAL/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA
PALACIO/ 10 DE ENERO DE 2019)
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