El Presidente Enrique Peña
Nieto dijo este domingo qué tipo de candidato presidencial quiere, y tiene
claro qué es lo que peligra en 2018. “Estará en juego todo lo que hemos
construido”, dijo en el evento del PRI donde tomaron protesta los nuevos
consejeros políticos. “No sólo es la Presidencia de la República; lo que está
en juego es el futuro de México”. Peña Nieto precisó que lo que tiene que hay
que defender para que se mantengan en el próximo Gobierno son las reformas
económicas, que son su legado y la apuesta para que la historia lo reivindique.
Si no gana el PRI, esbozó, todo colapsará y varias de sus reformas serán
desmanteladas.
Peña Nieto mostró su mayor
temor, Andrés Manuel López Obrador, quien salvo por enfermedad o por una
circunstancia de mayor peso, estará en la boleta presidencial.
“El PRI ganará para no
regresar a modelos obsoletos y caducos, para mantener la certidumbre y la
estabilidad en México, para no retornar al estancamiento, y para que continúe
el avance nacional”, aventuró el Presidente con una frase hecha a la medida de López
Obrador, quien ofrece reiteradamente que al llegar al poder revertirá las
reforma energéticas y educativa.
Cáusticamente se refirió
también a quienes -como quien escribe esta columna-, han sugerido que en las
condiciones actuales el PRI carece de fuerza para contender por la Presidencia
en 2018, y se perfila al tercer lugar, por lo que su mejor estrategia ante la
opción López Obrador, sería un pacto con el PAN, no para que se subordine a sus
intenciones electorales, sino para que negocie con ese partido a quién de sus
aspirantes le entregará la banda presidencial. “No se dejen contagiar por esos
derrotistas -atajó-, y menos por aquellas voces que intentan confundir y
engañar por supuestos pactos sobre batallas electorales que habremos de
librar”.
El argumento de un pacto con
el PAN para apoyarlo a regresar a Los Pinos tiene como sustento que López
Obrador como Presidente, probablemente lo perseguirá penalmente y será aliado
de los gobiernos y organizaciones de derechos humanos en el extranjero, que quieren
llevarlo a los tribunales internacionales acusado de genocidio.
Una negociación con el PAN
tendría que incluir la protección de ese Gobierno y la garantía que no lo
perseguirían ni a él, ni a su familia, e incluso, blindar a sus colaboradores
más cercanos para que no empiece una pesadilla para su grupo compacto al
concluir la administración.
Peña Nieto fue muy explícito
en sus miedos y en lo que quiere proteger. Utilizó un lenguaje inspirado en
Jesús Reyes Heroles, quien como presidente del PRI elaboró el Programa Básico
de Gobierno 1976-1982, donde la premisa era “Primero el Programa y luego el
Hombre”, cuando al tomar la protesta de los consejeros, les dijo que de cara al
2018, no olvidar “primero el plan, primero el programa, primero el proyectoo, y
después los nombres”.
No deben acelerar sus
intenciones, sino esperar los tiempos, afirmó entre líneas. Estos tiempos los
marcará él. Pero el programa ya lo delineó. Son sus reformas, su mantenimiento
y consolidación, el eje sobre lo que girarán otros temas señalados por el líder
del PRI, Enrique Ochoa, que juegan más a la gradería que al fondo de la
estrategia, como combatir la corrupción, fortalecer los derechos humanos y
buscar la reconciliación.
Si la línea sobre la que
deben trabajar y luchar en las urnas son las reformas, Peña Nieto hará una
decisión sucesoria como la que hicieron los presidentes Miguel de la Madrid y
Carlos Salinas. De la Madrid tuvo que decidir entre sus poderosos secretarios,
Manuel Bartlett de Gobernación, y Salinas de Programación, a partir de qué tipo
de líder necesitaba el país para el siguiente sexenio. Para 1987 había iniciado
la apertura económica e instaurado el modelo neoliberal, por lo que tenía que
escoger a alguien que no sólo lo apoyara, sino que estuviera ideológicamente
comprometido con él.
Salinas, el natural, vivió
una misma disyuntiva cuando asesinaron al candidato Luis Donaldo Colosio en
1994. Escogió a Francisco Rojas, director de Pemex -su preferido, el Secretario
de Hacienda, Pedro Aspe, estaba impedido por la Constitución-, pero su
consejero José Córdoba le hizo ver que Rojas no podría consolidar el programa,
por lo que propuso a Ernesto Zedillo.
Peña Nieto no sólo requiere
de alguien comprometido con su programa, sino ideológicamente convencido de que
ese es el camino. “Construir un país lleva décadas; derrumbarlo, toma unos
cuantos días”, advirtió Peña Nieto en el PRI. “Por eso queremos y trabajamos
para ganar y para darle certidumbre y certeza al México del futuro... El PRI
construye, no destruye. (El PRI ganará en 2018), “para que los siguientes años
sigan siendo de construcción y no de destrucción”.
El Secretario de Gobernación,
Miguel Ángel Osorio Chong, no sabría cómo profundizar las reformas económicas.
El de Educación, Aurelio Nuño, es capaz de cambiar oro por cuentas de vidrio.
Del gabinete, sólo el Secretario de Hacienda, José Antonio Meade, tiene la
claridad para defender las reformas y profundizarlas, junto con el
políticamente renacido Luis Videgaray, ex Secretario de Hacienda. Meade no es
priista, pero eso no parece ser problema. Videgaray, si se analiza su impacto
en prensa en las tres últimas, volvió a ser viable para lo que sea. Son las dos
cartas confiables de Peña Nieto para cumplir lo que anticipó el domingo, a
menos, claro, que no haya sido su intención engañar con la verdad.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/
Raymundo Riva Palacio/ 29/11/2016 | 01:03 AM)
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