El jueves pasado, el
Presidente Enrique Peña Nieto convocó a todo el gabinete a una reunión en Los
Pinos. Al filtrarse comenzó la especulación que los conflictos en el gabinete
por la visita de Donald Trump a México el día anterior, requerían de un trabajo
de saneamiento. Lejos está la realidad del fondo de ese cónclave
extraordinario. Peña Nieto los invitó a que vieran junto con él, el programa de
debate en Televisa, conducido por Joaquín López Dóriga, donde el Secretario de
Hacienda, Luis Videgaray, y el líder del PRI, Enrique Ochoa, defendieron ante
el líder del PAN, Ricardo Anaya; el Senador del PRD, Armando Ríos Píter; y el
escritor Héctor Aguilar Camín, los beneficios de ese encuentro. Una silla quedó
vacía, la de la Secretaria de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz Massieu.
La ausencia alimentó el
imaginario colectivo. No fue porque al haberse opuesto a Videgaray sobre la
visita, no podía confrontarlo públicamente. La verdad está muy lejos de la
percepción, pero se empieza a contar desde la madrugada en la que, directamente
del aeropuerto tras regresar de una gira de trabajo en Milwaukee el 30 de
agosto, fue a presentar su renuncia al Presidente por haber sido hecha a un
lado y su recomendación que sería un error que Trump lo visitara, ignorada.
Peña Nieto no le aceptó la renuncia, después de que Videgaray, en la antesala
del despacho presidencial, le dijo con desdén que “estaba exagerando”. Peña
Nieto decidió pocas horas antes de que llegara Trump que la vocería sobre la
visita estaría a cargo del Secretario de Hacienda y de la canciller. Antes, le
había preguntado si estaba dispuesta. Sí, le respondió Ruiz Massieu.
La canciller estaba en Los
Pinos junto al gabinete la noche en que Videgaray y Ochoa defendieron la
visita. Al terminar el programa, se trasladaron a Los Pinos a sumarse a la
reunión. El Presidente les dijo a todos que estaba muy satisfecho con el “gran”
trabajo que estaban haciendo -lo que para uno de los participantes que estuvo
presente le pareció una ratificación de sus cargos y que no habría cambios en
el gabinete-, y les reiteró que la visita de Trump no había sido un error, sino
necesaria para expresarle la relevancia de la relación bilateral. La razón por
la que Ruiz Massieu no había ido al debate, se explicó esa noche, era porque
“había que cuidarla” para que restableciera la relación con los demócratas y la
campaña de Hillary Clinton.
El viernes, Ruiz Massieu y
Videgaray se subieron al avión con Peña Nieto para viajar a China a la reunión
del G-20, donde también estaría el Presidente Barack Obama. No se sabe qué
platicaron en el viaje y qué tipo de contactos hubo con la Casa Blanca, así
como tampoco había una definición clara sobre qué podría hacer el Gobierno de
México para controlar el daño infligido en la Casa Blanca y en la campaña de
Clinton. Los Pinos difundió el domingo fotografías de saludos entre Peña Nieto
y Obama en la reunión del G-20, y el lunes el mexicano dijo que le había
comentado que era legítimo reunirse con candidatos y explicarles la importancia
de las relaciones. La Casa Blanca no tenía programada la reunión que dijo Los
Pinos se había dado.
En todo caso, la intención
mexicana es minimizar el daño en la imagen del Presidente por recibir a Trump,
y el favor que le hizo a su campaña. La preocupación en la campaña de Clinton
fue reflejada por Gabriel de Benedetti, quien escribió este fin de semana en
Político que entre los factores de la inquietud se encuentra el viaje del
republicano a México, “parado junto a un jefe de Estado electo”, que fue “percibido
como un triunfo para la imagen de Trump”. El impacto se pudo apreciar en el
tracking poll que difunde el portal Real Clear Politics, donde se aprecia,
coincidencia o no con su visita, cómo le restó ventaja a Clinton. El 29 de
agosto, antes de saberse del viaje relámpago a Los Pinos, Clinton aventajaba a
Trump por 5.9 puntos porcentuales (47.2 por ciento contra 41.3 por ciento); el
2 de septiembre, la diferencia se había achicado a 4.1 puntos (46.1 por ciento
contra 42 por ciento).
En la columna Bello del
semanario inglés The Economist, que se refiere a temas latinoamericanos, su
autor Michael Reid, un veterano ex corresponsal en México, observó lo que la
visita de Trump significaba. “Al permitir que su visitante luciera
presidencial, (Peña Nieto) ayudó al señor Trump a ejecutar varios de sus
retrocesos retóricos que eran electoralmente inevitables”, afirmó. “Aún si la
señora Clinton gana, no agradecerá a Peña por ello. Si resulta que ayudó al
señor Trump a ser electo, muchos mexicanos jamás se lo perdonarán a él o a su
partido, y tampoco lo hará el resto del mundo”.
Peña Nieto, sin embargo,
tiene una ventana de oportunidad: buscar a Clinton, no para que viaje a México
como tramposamente se planteó en las invitaciones donde el objetivo real era
Trump, sino en Nueva York, donde coincidirán los dos en la tercera semana de
septiembre durante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Quizás la
demócrata lo vea como una oportunidad también ante el empuje que le dio a Trump
y minimizar el daño a través del mismo uso electoral del Presidente Peña Nieto,
que se metió en la campaña electoral en Estados Unidos, y lo arrollaron.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/
Raymundo Riva Palacio/ 07/09/2016 | 12:00 AM)
No hay comentarios:
Publicar un comentario