ENRIQUE PEÑA NIETO. El país boca abajo.
A casi cuatro años de su
mandato constitucional, Enrique Peña Nieto está en su peor momento. Ahí están
todas las encuestas. Sobran los números. Los agravios al país se fueron
acumulando mientras él y su gabinete le apostaban al poder y al olvido. La mayoría
de sus secretarios faltos de pericia en la cosa pública de esos niveles, el más
reciente resbalón presidencial fue haber aceptado la visita del candidato
republicano de los Estados Unidos, Donald Trump. El presidente luce solo en la
selva en que se ha convertido la crítica mediática, más que el reclamo social,
que no ha encontrado cauces ni vehículos para expresarse. Y lo peor para Peña y
para el país, es que no se ve con qué ni cómo puedan recomponerse los
escenarios.
Las instituciones están
hechas giras. El Ejército Mexicano, otrora garante de la seguridad nacional,
figura emblemática del respeto a la patria y a los mexicanos, vive ahora su
peor crisis de imagen desde la matanza de Tlatelolco, en 1968, por los crímenes
en que ha sido involucrado, uno de ellos, el más escandaloso, el ocurrido en
Tlatlaya, Estado de México, la madrugada del 30 de junio de 2014. No se han
esclarecido aún los hechos de Iguala, Guerrero, con la desaparición de 43
jóvenes normalistas de Ayotzinapa, por eso no se puede todavía adjudicar al
ejército la autoría de este crimen, pero muchos elementos apuntan hacia allá.
Tocado hasta el tuétano por la corrupción desde que tomó en sus manos la lucha
contra el narco —tarea de la que Peña Nieto lo sacó en parte—, es ahora una
institución totalmente desacreditada dentro y fuera del país.
Las policías ni se diga. El
reciente informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos sobre la matanza
ocurrida en Tanhuato, Michoacán, el 22 de mayo de 2015, vino a confirmar lo que
ya todo el mundo sabía, y es que la Policía Federal, igual que la Marina y el
Ejército y las policías locales, aplican a su entender y conveniencia prácticas
de exterminio en su lucha contra las bandas criminales. De acuerdo con el
informe, 22 hombres fueron acribillados sin oportunidad de defenderse,
recibiendo balazos a una distancia no mayor de 90 centímetros y 13 de ellos
cuando se encontraban de espalda.
El gobierno federal reaccionó
con la remoción del comisionado de la Policía Federal, Enrique Galindo, pero la
descomposición de esa dependencia no se concentra en la dirección, sino que ha
permeado a toda su estructura, sus líneas de mando, de tal modo que lo que se
ocupa es un cambio de fondo que no ocurrirá, al menos, bajo este gobierno.
Y si se habla de la Armada de
México, salvo por sus éxitos en algunas operaciones, se han estado documentando
con el paso de los años, desde que fue incorporada a la lucha contra los
cárteles de la droga, de sus violaciones a los derechos humanos, incluso
crímenes a mansalva hasta de menores de edad, como lo ha expuesto Ríodoce en
sus notas y crónicas.
El sistema penitenciario, por
su parte, mostró su ineficacia con la segunda fuga de Joaquín Guzmán Loera, en
junio de 2015. Y si taparon el túnel o cambiaron al director de la Comisión
Nacional de Seguridad, o encerraron o despidieron a diez custodios, eso no
acaba con el pudridero en que se encuentra.
La PGR es otra institución en
crisis. Cayó en un gran basurero desde los hechos de Iguala con explicaciones
tan absurdas como nefastas ante la dimensión de los crímenes que investigaba y
no se repone desde entonces.
Todo esto tiene que ver con
la Secretaría de Gobernación, directamente o no, encargada, se supone, de la
seguridad en el país. Y con su titular, Miguel Ángel Osorio Chong, que en
cualquier país del mundo ya hubiera dejado el cargo hasta por dignidad, ya no
digamos que por vergüenza.
Y si nos vamos a otros
órdenes, la Secretaría de Educación está en jaque por la CNTE desde que se
promulgó la llamada reforma educativa, el crecimiento económico por los suelos,
los irritantes gasolinazos a la orden del día, la pobreza creciente, el deporte
nacional vapuleado en Río…
La política, que había
manejado bien el presidente cuando arrancó su sexenio y que le permitió sacar
adelante sus reformas, también se extravió. Iguala acabó con su proyecto,
porque a partir de estos hechos todo el mundo se deslindó. Hasta el PRD, que
estaba con la mierda hasta el cuello en la administración de los Abarca.
BOLA Y CADENA
Y NO SE VE POR DONDE EL
PRESIDENTE Peña Nieto pueda remontar el desbarrancadero en que se encuentra
toda su administración. Las elecciones pasadas fueron una prueba que el
gobierno reprobó y un aviso claro para lo que viene. Y entre más, más, como las
enfermedades incurables. Sin asideros firmes, lo previsible es una debacle
mayor, el fin del priismo en la presidencia, aunque esta no sea una certeza. Le
fue mal al PRI, eso es indudable, mal al país, mal a los mexicanos. Y lo que
falta.
SENTIDO CONTRARIO
HA DICHO LA PROCURADURÍA DE
JUSTICIA que el asesinato de Geovanni Parra Zambada nada tiene que ver con el
secuestro de los hijos del Chapo Guzmán, sino con un problema personal. Una
semana después un comando dejó el cuerpo de Ediomar Cuen Camacho en el mismo
lugar donde mataron al sobrino de Ismael Zambada García. En mayo de 2015, un
hermano de Ediomar, Bruno Caín, murió en un accidente durante una persecución.
Y a Ediomar se le ubica como el que ordenó matar o mató a Geovanni. Por
venganza.
HUMO NEGRO
“QUE SINALOA SEPA QUE HICE MI
MEJOR ESFUERZO. Abandoné prácticamente negocios, amigos, descuidé familia y me
dediqué de tiempo completo con pasión y entrega a ser el Gobernador…”. Esto
dijo Mario López Valdez cuando los reporteros le cuestionaron la semana pasada
sobre los resultados de su gobierno. La primera parte es una frase trillada de
los equipos que pierden. La segunda es una mentira descomunal. Él no abandonó
sus negocios y menos a los amigos. Los metió a todos y ahí siguen llenándose
los bolsillos de dinero desde el gobierno.
(RIODOCE/ COLUMNA “ALTARES Y SÓTANOS” DE
ISMAEL BOJÓRQUEZ/ 5 septiembre, 2016)
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