La invitación a Donald Trump
para reunirse con el Presidente Enrique Peña Nieto fue producto de una
reflexión profunda y no sólo una acción pragmática que partió al Gabinete. Peña
Nieto no sólo compró el alegato económico que le presentó el Secretario de
Hacienda, Luis Videgaray, quien argumentó que si no se acercaban al candidato
republicano y buscaban que matizara su discurso de repudio al Tratado de Libre
Comercio de América del Norte, México podía sufrir un colapso si resultaba
electo del 8 de noviembre. También le
dio la razón sobre cómo debían acercarse a Trump. Desde las elecciones
primarias, la discusión en el Gabinete fue de acercarse a los diferentes
equipos, pero cuando se privilegió el encuentro con Trump, la iniciativa de
Videgaray provocó un choque con la Secretaria de Relaciones Exteriores, Claudia
Ruiz Massieu, y la oposición silenciosa del Secretario de Economía, Ildefonso
Guajardo.
Con los demócratas no veían
problemas. La relación se simplificó porque Hillary Clinton nunca estuvo en
peligro de perder la candidatura presidencial, y había fuertes vasos
comunicantes con su equipo. Uno era la subsecretaria de Desarrollo Social,
Vanesa Rubio, quien cuando estudió su maestría en la Escuela de Economía en
Londres hizo amistad con Julissa Reynoso, de origen dominicano, que estudiaba
en Cambridge. Reynoso fue Embajadora de Estados Unidos en Uruguay años más
tarde, cuando Rubio era subsecretaria de Relaciones Exteriores para América
Latina. Muy cercana a Clinton, Reynoso es su asesora en política exterior.
Por el otro lado también se
construyó una estrecha relación con Mark Feirestein, responsable de América
Latina en el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, cuyo enlace es
Paulo Carreño, subsecretario de Relaciones Exteriores para América del Norte.
La vinculación de la Casa Blanca con la Cancillería, desde que José Antonio
Meade la encabezaba, estableció puentes con el entonces consejero del
Presidente Barack Obama, John Podesta, quien dejó la Casa Blanca para
convertirse en el jefe de campaña de Clinton. Cuando se definieron formalmente
las candidaturas, la discusión con el Presidente Peña Nieto fue quiénes
establecerían institucionalmente la relación con Clinton y Trump.
Dentro de las conversaciones
surgieron varios nombres. Para el caso de los demócratas, se propuso al ex
Embajador en Estados Unidos, Arturo Sarukhán, muy cercano al gobierno de Obama,
pero entre quienes participaron en la campaña de Peña Nieto, recordaron que en
2012 él propagaba en Washington que si regresaba el PRI a Los Pinos, habría un
pacto con cárteles de la droga, una acusación que siempre ha negado el
diplomático. Peña Nieto volvió a mencionar a Miguel Basáñez, a quien destituyó
como embajador por incompetente. Luego se mencionó a Meade por su relación con
la Fundación Clinton, quien a su vez propuso a un cercano amigo del ex
Presidente Bill Clinton, el empresario regiomontano Carlos Bremer. La discusión
sobre el enlace institucional con Trump fue menos amigable.
En la mesa de las decisiones
se propuso a Ruiz Massieu, por los contactos de su tío, el ex Presidente Carlos
Salinas, con la élite republicana. La Canciller, además, había venido
fortaleciendo la relación con Paul Ryan, líder de la Cámara de Diputados, quien
es el republicano de mayor rango en un cargo de elección popular, y que está
enfrentado con Trump. Videgaray se opuso. Según dijeron funcionarios, el
Secretario de Hacienda dijo que no había que acercarse por la vía de Ryan o de
los influyentes republicanos texanos, la familia Bush y James Baker, que fue
jefe de Gabinete del Presidente Ronald Reagan, y Secretario de Estado y del
Tesoro en dos administraciones republicanas, muy cercano a Salinas y al propio
mentor de Videgaray, Pedro Aspe. Ellos no tenían ascendencia con Trump, alegó.
Videgaray dijo que había que
aproximarse a Trump a través de republicanos cercanos a él, y pese a las
objeciones dentro del Gabinete que ese sector del partido no era el que
realmente tenía control en el país y que muchos de ellos estaban enfrentados
con los líderes nacionales, Peña Nieto le dio la razón. Los republicanos de
Trump son volátiles, contradictorios y se encuentran en la parte más extrema
del partido que los ha antagonizado con los sectores más moderados del partido.
Pero además, no tomaba en cuenta la postura de otros que apoyaban públicamente
a Trump, como el Gobernador de Texas, Greg Abbot, quien le había hecho notar a
Ruiz Massieu que una cosa era lo que decía Trump en la campaña, y otra la que
en realidad sucedería con el comercio bilateral y la inmigración en caso de que
llegara a la Casa Blanca.
Peña Nieto, pese a las
recomendaciones de Ruiz Massieu y de manera indirecta las de Guajardo, se
inclinó por los argumentos de Videgaray. En buena parte por esa decisión a
favor del Secretario de Hacienda, se explica el porqué tomó el control y la
iniciativa para que tras la indicación presidencial en julio de establecer
formalmente los lazos con las campañas de Trump y Clinton, Videgaray asumió la
encomienda y con el jefe de la Oficina de la Presidencia, Francisco Guzmán,
buscaron el vínculo con el republicano, que finalmente se logró a través de un
empresario mexicano con su yerno, Jed Kushner. A Videgaray le importaba Trump,
no Clinton, y llevó a Peña Nieto a apostar por él, con un costo aún no medible
con los propios republicanos enemigos de Trump, y con los demócratas.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/
Raymundo Riva Palacio/ 05/09/2016 | 12:00 AM)
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