Kate y Alfredo Guzman
En Sinaloa empezó como un
rumor: Iván Archivaldo Guzmán Salazar había sido levantado en Jalisco. Fue el
lunes. Con las horas, ya se hablaba en plural. “Levantaron a ´los menores´. Así
les dicen por acá. Se sabía ya y se relacionaba con ese hecho, que un grupo de
sinaloenses había sido levantado en el restaurante La Leche, de Puerto
Vallarta, la noche del domingo.
Con las horas y los días, la
información se fue filtrando desde los mismos círculos policiacos jalisciense.
Fichas completas cayeron en manos de los medios de comunicación, que ávidos de
exclusivas, las subieron de inmediato a sus sitios de internet.
El hecho, más allá de las
incógnitas —si fue solo Alfredo Guzmán Salazar o también Iván Archivaldo— tiene
muchas aristas. Pero la atención debe centrarse ahora en la suerte de los hijos
de Joaquín Guzmán. Los entregaron vivos, a pesar de que se planteó la
posibilidad de que el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG), con Nemesio
Oseguera Cervantes, a la cabeza, decidiera otra cosa. Lo cierto es que traerá
cambios sustanciales en el negocio de las drogas en México, pues estamos
hablando de los dos cárteles más poderosos del país. Una salida negociada –como
ocurrió- reconfigura la distribución de los territorios para los cárteles,
porque de haberse dado otra, violenta, habría desatado, sin dudas, una guerra
fatídica con resultados incalculables.
Muchos se preguntan qué pasó,
dónde estuvo el error de los hijos del Chapo al meterse a las fauces del lobo.
Esta es otra incógnita. Por un lado, en Sinaloa corrieron versiones, hace dos
años, de encuentros entre Oseguera Cervantes y los líderes del Cártel de
Sinaloa para acabar con enfrentamientos que prácticamente terminaron expulsando
a las narcofamilias sinaloenses de Jalisco, su segunda casa. Pero la detención
del Chapo y la emergencia de Iván Archivaldo como nuevo líder del cártel, sus
enfrentamientos con Dámaso López Núñez, la liberación de Rafael Caro Quintero,
el fortalecimiento de la organización de los hermanos Beltrán Leyva… pudieron
cambiar la visión del Mencho.
Todo indica que, en
principio, no tenían la intención de acabar con el grupo que levantaron en La
Leche. Y esto hace pensar que el líder del CJNG le apostó a una salida
negociada. Si el problema se hubiera desdoblado en sentido contrario, los
resultados habrían sido incalculables: el Mencho tiene un punto muy frágil en
su contra, y es que su hijo, Rubén Oseguera González, el Menchillo, se
encuentra preso en el penal del Altiplano, el mismo al que Guzmán Loera será
trasladado en los próximos días, según un amparo a su favor. (Imposible no
recordar que el asesinato de Rodolfo Carrillo Fuentes a manos de pistoleros de
Joaquín Guzmán, el 11 de septiembre de 2011, le fue cobrado con el crimen de su
hermano, Arturo Guzmán Loera, el Pollo, el 31 de diciembre de ese mismo año,
cuando acudió al módulo de locutorios del penal del Altiplano).
Aunque en Sinaloa las fuentes
han estado muy cerradas, se sabe que desde las primeras horas después de que
ocurrieron los hechos de Puerto Vallarta, se estableció comunicación con
Nemesio Oseguera. Se ha dicho que el propio Ismael Zambada García, el Mayo, se comunicó con él para pedirle que libere a
los plagiados y hasta corre la versión de que la propia DEA intercedió en la
misma dirección.
¿Tiene sentido esto último?
Sin duda que sí. Por muchas razones. La DEA sabe que si se hubiera dado un
desenlace fatal de esta historia sería el principio de una guerra sin fin, con
decenas de miles de muertos por todos lados. Y otra es que, a pesar de haber
sido detenido con el apoyo de las agencias gringas, el Chapo Guzmán y el Cártel
de Sinaloa han mantenido siempre importantes niveles de interlocución con los
Estados Unidos.
Por lo que toca al gobierno
mexicano, pareció, por las mismas razones, muy interesado en encontrarlos
vivos. El jueves, en esa búsqueda, se toparon en Zapopan con uno de los
operadores financieros del Cártel de Jalisco, Sergio Kurt Schmidt Sandoval, el
Pistola. Y en otro hecho aparte, éste en el municipio de Melchor Ocampo, Estado
de México, elementos de la Armada de México dieron muerte a un presunto sicario
y detuvieron a ocho más en una casa de seguridad.
Así, la privación de la
libertad del o los hijos del Chapo Guzmán, se convirtió en un asunto de Estado
para México. Habría qué conocer detalladamente qué se negoció y qué precio pagó
el Cártel de Sinaloa por la libertad de los miembros de esta organización
criminal, y ojalá que el país no pague con sangre este episodio inaudito en la
historia del narcotráfico en México.
BOLA Y CADENA
ESTE ES EL PRIMER PLANO DEL
ASUNTO pero en torno de él gravitan muchas aristas. Para lo que toca a Sinaloa,
las cosas no han marchado bien en el cártel desde que el Chapo Guzmán fue
detenido en febrero de 2014 y luego de su reaprehensión, en enero pasado. Hay
disputa por los liderazgos. Joaquín Guzmán Loera decidió que su hijo Iván
Archivaldo encabezara sus negocios, pero Dámaso López Núñez, el Licenciado,
había crecido demasiado como para aceptarlo sin chistar. Así que ha estado
jugando con sus propias canicas y esto ha provocado enfrentamientos que han
puesto en peligro la paz en el estado y ha obligado, de nuevo, a la
intervención de los viejos padrinos para que no corra la sangre y se dediquen
al negocio.
SENTIDO CONTRARIO
POR LO DEMÁS, SINALOA SE
SIGUE desangrando desde El Carrizo hasta La Concha. Asesinados en las ciudades,
emboscados en los caminos, descuartizados, enfrentamientos. Todo con la
complacencia de quienes nos gobiernan.
HUMO NEGRO
PUNTUAL EL INFORME DE LA
Comisión Nacional de Derechos Humanos, queda evidenciado que los elementos de
la Policía Federal que participaron en los hechos de Tanhuato, Michoacán, en
mayo de 2015, asesinaron a mansalva a por lo menos 22 detenidos. ¿Quién pagará
por estos crímenes? Nadie. En este país nadie paga nada.
(RIODOCE/ ISMAEL BOJÓRQUEZ/ 22 AGOSTO, 2016)
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