lunes, 8 de febrero de 2016

BASES MILITARES NORTEAMERICANAS EN LA PENÍNSULA DE BAJA CALIFORNIA


Estados Unidos presionó al gobierno mexicano

Cuauhtémoc Morgan
La defensa de la soberanía de e integridad del territorio mexicano, fue sometida a presiones excesivas antes y durante el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, cuando Washington solicitó al gobierno mexicano la instalación de bases aéreas a lo largo de la península de Baja California, ya que se temían incursiones japonesas y alemanas a territorio de los Estados Unidos por el Pacífico y por el golfo de California, donde un objetivo de defensa primario ademas de la base naval de San Diego, lo era la presa Hoover en Arizona.

De hecho, en Bahía Magdalena funcionó durante más de 20 años una base naval de la armada de los Estados Unidos, donde realizaron prácticas y tuvieron una instalación militar permanente hasta el ocaso del gobierno de Porfirio Díaz en 1910.

Durante la segunda guerra mundial gobernó el territorio sudcaliforniano el general Francisco J. Múgica a quien le tocó atender de la mano del general Lázaro Cárdenas, recién nombrado por Manuel Ávila Camacho comandante de la región militar del Pacífico, la vigilancia de la media península.

Uno de los comandantes de la flotilla a cargo de la supervisión áerea de los litorales sudcalifornianos fue precisamente Miguel Carrillo Ayala “EL PINOCHO”.

LA BASES AÉREAS NORTEAMERICANAS



La intención inicial de Washington fue instalar bases aéreas norteamericanas en Ensenada, La Ventura, El Rosario, Bahía Magdalena y en La Paz, con personal operativo y para lo cual ya había solicitado formalmente al gobierno de Manuel Ávila Camacho el ingreso de tropas a fin de inspeccionar los lugares y proceder a la construcción.

Aunque México en ese tiempo conservaba relaciones diplomáticas excelentes con los Estados Unidos, luego de haber sido superados los resentimientos de la expropiación petrolera en donde incluso, pidieron como indemnización a compañías norteamericanas la cesión de la Península de Baja California, no hubo autorización expresa para el ingreso de personal militar uniformado y armado a nuestro territorio.

Pero en el marco del buen entendimiento entre ambas naciones, y en un caso extremo, luego del ataque de Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941 se llegó a un acuerdo con Washington de que aeronaves estadunidenses “en tránsito” podían utilizar aeródromos de nuestro país.

La vorágine de los acontecimientos del inicio de la guerra, generó una especie de órdenes y contraórdenes en la milicia mexicana. Fue cuando Lázaro Cárdenas se percata de que ya se encontraban en territorio nacional militares norteamericanos inspeccionando áreas en Baja California para la instalación de radares, lo que generó su molestia y de inmediato se lo hizo del conocimiento al presidente Manuel Ávila Camacho.

Se entrevistó con el comandante militar de la costa Oeste de los Estados Unidos John L. DeWitt con el que se acordó que no podía ingresar personal militar norteamericano a territorio nacional con uniforme ni con armas de fuego. Esto durante una conferencia que tuvieron en el casino de Agua Caliente en Tijuana.

Sin embargo, ya con la venia de los presidentes de ambas naciones, se autorizó la operación de tres estaciones de radar del ejército norteamericano en el norte de la península. Las primeras dos estaciones comenzaron a trabajar la primer semana de junio de 1942 y la tercera un mes después, con 25 soldados y un oficial a cargo (sin uniforme) para entrenar a los militares mexicanos en las nuevas tecnologías.

Las estaciones de radar tipo SCR 268 que operaron fueron: B-92 al norte de Ensenada, B-94 en Punta San Jacinto al sur de Ensenada y estación B-97 al sur de San Felipe en el Golfo de California. De hecho el trazo actual del camino a San Felipe se debió en parte a la ingeniería estadunidense de la Segunda Guerra Mundial.

Para el verano de 1943 la mayoría de los norteamericanos se retiraron, dejando un destacamento de tres militares y un oficial en cada una de las tres estaciones, que permanecieron en operaciones dos años antes de ser desmanteladas, luego de que no se detectaron mayores amenazas a su territorio.

La vigilancia aérea de la península de Baja California fue organizada por el escuadrón a cargo del capitán Miguel Carrillo Ayala “PINOCHO”, que a la sazón en esa época era el único aviador militar con experiencia en combate (escuadrones 203 y 206), al que lamentablemente poco se le reconocen sus méritos en la entidad, donde decidió formar su familia y donde murió a su avanzada edad, preparando nuevos pilotos.



BIBLIOGRAFÍA
JAPONESES EN CALIFORNIA
http://www.sandiegohistory.org/journal/72winter/internment.htm

GENERAL CÁRDENAS COMANDANTE DEL PACÍFICO


(COLECTIVO PERICU/ CUAUHTEMOC MORGAN/ FEBRERO 7, 2016)

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