lunes, 26 de octubre de 2015

LAS TRAGEDIAS DE GUAYMAS

COLUMNA INVITADA

Bulmaro Pacheco Moreno
Fue Don Juan Alfredo Robinson Robinson quien nos presentó en Guaymas con Arturo de la Huerta Oriol, hijo del ex presidente Adolfo de la Huerta y su esposa Clara Oriol. Juan Alfredo, un excéntrico personaje a sus 80 años (había nacido en 1897 y murió un día antes de cumplir los 98), trabajaba con una energía fuera de serie para el Ayuntamiento.

Sus conocimientos sobre Guaymas y su historia rebasaban los de cualquier cronista que se le pusiera enfrente.

El famoso “Juanero” Robinson había vivido Guaymas de cerca y a profundidad. En su permanente recorrido por sus calles y colonias, ubicaba y platicaba con los vecinos. Como testigo presencial había visto crecer a la ciudad y conocía a casi todos los personajes más sonados del pueblo por su nombre. Fue amigo personal de los dos presidentes municipales de Guaymas -en la historia- más cercanos al pueblo: “José “Mocho” Martínez y Florencio Zaragoza Maytorena.

Don Arturo - ingeniero civil de la UNAM, competente y activo- trabajaba entonces para la Junta de Caminos de la SCT y vivía en la medianía de sus ingresos, derivados de su trabajo en el servicio público y de las ganancias de una huerta de naranjas que cuidaba con esmero.

En los tiempos del exilio de su padre, él y su hermano Adolfo, de niños vendieron periódicos en Los Ángeles, California, para completar el gasto familiar; lo presumía con orgullo y se jactaba.

No escatimaba en compartir las amenas charlas de tarde en tarde, acompañadas del infaltable café hervido preparado por su esposa Luz Mendoza y el jugo de sus espléndidas naranjas sin semilla, en medio de anécdotas sobre su padre, los pasajes de la historia en la política y en el exilio y sobre todo, como buen vecino que amaba su pueblo, sus preocupaciones sobre el puerto de Guaymas, sus problemas y su crecimiento. Su casa -hoy ocupada por una notaría- fue sede principal de amplias y acaloradas discusiones sobre el rumbo del municipio con la participación de amigos, ex presidentes municipales y una variedad de liderazgos que siempre lo respetaron.

Su pariente Alejandro Carrillo Marcor que llegó al gobierno estatal en 1975, le ofreció la oportunidad de colaborar en su gobierno; pero don Arturo se mantuvo distante: “Prefiero opinar cuando él me lo pida, tengo mucho que hacer aquí y ayudaré en todo lo que tenga que ver por el puerto para la solución de problemas como el del agua”, decía.

Expresaba su preocupación por lo Indefenso que se encontraba el puerto ante los fenómenos naturales y lo poco que se hacía para la protección de sus habitantes. “El problema real de Guaymas decía, son los pobres que viven en las cañadas, los cerros y los arroyos y que no tienen otra cosa más que la esperanza de regularizar sus terrenos, ¿quién y cuándo hará algo por ellos?”, expresaban al unísono con un dejo de pesimismo un liberal de cepa como don Arturo y un anarquista, muy inteligente, rebelde y temerario como “Juanero”. Con la muerte de ambos, personajes de excepción radicalmente guaymenses, se fue una parte importante de la historia local.

Don Arturo fue donando gradualmente los terrenos heredados por su padre a un costado de la carretera internacional de lo que hoy es la colonia Fátima... por la capilla fundada por don José R. Garibay a principios de la década de 1950, en la punta de un cerro (“para que la vieran los pescadores al salir a jugarse la vida”, decía). Lo que empezó como un asentamiento alrededor de una llave de agua, hoy es un núcleo urbano poblado por marginados provenientes del medio rural del valle y de otros estados, que, bajo la presidencia de Óscar Ulloa, vieron los inicios del ordenamiento.

Esa parte fue la más dañada por la lluvia de la semana pasada y constituye una de las varias tragedias que Guaymas ha vivido en su historia, veamos:

La primera tragedia del siglo XX fue la tormenta que azotó el puerto precisamente ¡un 4 de octubre de 1911!. Dice Teodoro Paz: “Desde muy temprana hora comenzó a caer sobre nuestra ciudad una llovizna menudita, tal y como si se tratara de una equipata; pero conforme pasaban las horas, la lluvia arreciaba y el viento tomaba mayor velocidad dejándose ver en el horizonte negros nubarrones”...” Para que las gentes no sufrieran hambres y fríos, el gobernador Maytorena les mandó en carros tirados por bestias, alimentos y cobijas...Por su parte el presidente Madero, comisionó al administrador de la aduana marítima de este lugar señor Crespo Talamantes, para que en su nombre entregara cantidades de dinero a las personas pobres más afectadas por la catástrofe”.

La segunda fue el llamado Sitio de Guaymas, que duró un año completo entre 1913 y 1914. Eran los tiempos de gobierno de Victoriano Huerta y el puerto jugó un papel estratégico en el plan del gobierno usurpador por someter a los sonorenses que, junto con el gobernador de Coahuila Venustiano Carranza, eran en esos momentos la única resistencia contra la dictadura. Por un lado el general Huertista Pedro Ojeda y los gobernadores espurios Francisco H. García y Joaquín Téllez nombrados por el golpista y que despachaban en Guaymas; y por el otro Álvaro Obregón, Benjamín Hill y Salvador Alvarado. Entre abril de 1913 y julio de 1914, Guaymas asediado sufrió carencias, hambre, insalubridad, abandono y vivió prácticamente en estado de sitio, con abastecimientos que se hacían vía Baja California Sur. La tragedia terminó con la derrota de Huerta y el triunfo de los constitucionalistas, pero la población tardó años en reponerse.

En 1948 ocurrió la tercera tragedia. Guaymas sufrió los efectos de otro fenómeno meteorológico casi tan devastador como el de 1911. Aquí la intervención de Abelardo L. Rodríguez ante el presidente Miguel Alemán fue clave. Agustín García López, titular de la SCOP dirigió los trabajos de rehabilitación del puerto.

La cuarta tragedia fue el 4 de septiembre de 2009. El ciclón Jimena arrasó parejo. Durante días llovió sobre el puerto hasta que se acumularon 798 mm de agua en 36 horas, generando daños considerables entre la población. Fue un completo caos, desastre y el aislamiento de Guaymas. Muchos no habían vivido interrupciones del tráfico carretero hacia Hermosillo y el Sur por la desaparición de tramos completos de carretera y de puentes. En algunos aspectos, Guaymas no se repone totalmente de aquel ciclón.

La quinta y más importante tragedia de Guaymas es su abandono, su falta de rumbo y la carencia de liderazgos con garra.

De tiempo atrás, Guaymas luce sucio, abandonado en algunas zonas, abundancia de basura con numerosos terrenos baldíos dejados a su suerte y sin una pizca de exigencia a sus propietarios, construcciones sin regulación en arroyos, cerros y zonas peligrosas que desaparecen con las primeras tormentas, su centro histórico en ruinas por la indolencia y la falta de interés (“sale muy caro mantenerlo, hay otras prioridades y no hay quién lo haga, dicen con frecuencia para disculparse”) Las viejas casonas otrora motivo de orgullo, lucen abandonadas y alicaídas, una verdadera lástima.

Eso es lo que ha hecho crisis, y ha puesto en evidencia el fenómeno natural que afectó al municipio la semana pasada. Hoy Guaymas luce devastado no solo en lo material, también moral, política y socialmente.

Los liderazgos que en otros tiempos distinguieron al municipio, hoy brillan por su ausencia. En el pasado Guaymas generó liderazgos importantes en los sindicatos, en el cooperativismo, en la empresa privada y en el sector público que-con auténtico sentido de unidad- combinaron con éxito la representación gremial con la política partidista y la gestión económica y social.

Eran liderazgos que se hacían escuchar por los gobiernos, con una buena base social de apoyo y con relaciones estatales y federales que les permitían acceder a gestiones importantes para el desarrollo.

Al tiempo que pugnaban por resolver problemas y se hacían escuchar en todos los niveles de gobierno, también fomentaban y articulaban la representación política, impulsaban la movilidad social y el progreso de las familias que se notaba en el ingreso familiar.

Era frecuente observar a presidentes y gobernadores hacer presencia en Guaymas por lo que sus liderazgos representaban. Hoy, esos liderazgos auténticos no se ven por ningún lado. Los que pudieran estar en ciernes no viven en el municipio (Zataráin, Astiazarán) , y la desaparición del modelo de desarrollo que por años les generó distribución del ingreso y movilidad social (Cooperativismo) ha desaparecido, sin que ese vacío haya sido cubierto siquiera por los nuevos modelos de desarrollo que tienen como base a la industria maquiladora (para una parte de la población del valle), pero que -al no contemplar el factor desarrollo humano- y al no alcanzar para todos, ha agudizado el problema de la distribución del ingreso y la descomposición social muy evidente en la región.

De liderazgos como los de Gaspar Zaragoza, Óscar Ulloa, Florentino López Tapia Julio Luebbert, entre otros, el único que queda y por ahora se observa en el municipio es el que ejerce el ex presidente municipal Marco Antonio Llano, que a sus 77 años sigue dando batallas por el municipio desde su campo agrícola, donde crea empleos, y no deja de trabajar con éxito.

Toño Llano no escatima tiempo ni esfuerzo por participar todavía en tareas de servicio a la comunidad. El orgullo porteño seguido le levanta el ánimo, a pesar de las altas y bajas muy propias de la política.

A principios de los Noventa del siglo pasado con intención política malsana se atacó hasta destruir el sistema cooperativista en la pesca, pasando al sector privado -vía los bancos- los bienes de esas organizaciones con una visión perversa, interesada y sin duda, con doble propósito. ¿Donde quedaron por cierto los reciclados promotores de esa tragedia?

El remedio resultó peor que la enfermedad porque generó una fuerte concentración del ingreso en pocas manos, que sacó el capital del puerto, la pesca con el tiempo decayó por la visión y mercantilista y sin vocación de los nuevos propietarios,los liderazgos reales fueron copados, atacados, desplazados y perseguidos por provocadores, autoridades y bancos y la pobreza no tardó en hacerse sentir en amplias capas de la población, sobreviviendo solo los ribereños.

Con la crisis agrícola del valle disminuyó la fuerza de las organizaciones campesinas, los sindicatos nacionales -otrora poderosos-, también combatidos perdieron fuerza y la representación política en el terreno de la pluralidad partidista -al principio inducida-, abonó más en la discordia y en las diferencias, que en el mejoramiento y la calidad de vida de la población.

La crisis que hoy vive Guaymas se podrá evaluar y contabilizar por los numerosos daños y la destrucción que el fenómeno meteorológico ha causado con la misma intensidad del ocurrido el mismo día de 1911. Pero en el fondo, lo que no se ha valorado ni estudiado todavía, y lo que verdaderamente ha hecho crisis, es el abandono, la indolencia, la carencia de rumbo y la ausencia de liderazgos de un pueblo que, en sus mejores momentos,por la calidad de su gente, le ha respondido a Sonora y a México. Seguido se nos dice que las tragedias enseñan, y obligan a los pueblos a replantear su historia. Que la de hoy no sea la excepción, y pronto Guaymas salga de su crisis. Ojalá.


(MONITOR GUAYMAS/ TOMADO DE TERMÓMETRO EN LÍNEA / BULMARO PACHECO/ 26 DE OCTUBRE 2015)

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