Como
suele suceder en México, cada vez con más frecuencia en crímenes donde están
involucrados funcionarios de muy alto nivel o un conjunto de instituciones
coludidas, el gobierno federal siempre encuentra la forma de crear un
distractor para desviar la atención de lo que es fondo y no solo la forma.
En
las últimas dos semanas la atención pública se ha centrado en la supuesta
cacería de Joaquín Guzmán Loera, cuya búsqueda inició hace más de ese tiempo y
de manera más o menos sigilosa. Al gobierno de Enrique Peña Nieto le convino
filtrar la información del operativo y convertir la cacería fracasada en un
show, justo cuando en la Cámara de Senadores surgieron voces que exigían
juicios políticos a funcionarios como el Secretario de Gobernación, Miguel
Ángel Osorio Chong, o el titular del Centro de Investigación y Seguridad
Nacional (CISEN), Eugenio Imaz, por haber ocultado la existencia del video con
audio de la fuga y haber dicho que no ocurría nada inusual en la celda del
capo, por haber mentido sobre el tiempo en que realmente se emitió el código
rojo y por haber mentido en las horas que realmente inició la búsqueda del
líder del Cártel de Sinaloa.
Personas
cercanas a la investigación que lleva a cabo la PGR refieren que por lo menos
desde fines de agosto pasado en la Subprocuraduría Especializada en
Investigación de la Delincuencia Organizada (SEIDO), hay más de 20 personas
detenidas supuestamente vinculadas en la fuga del Chapo, gente cercana. Para
administrar la crisis de las exigencias del Senado y la filtración del video
con audio de la fuga a través de Televisa y el fracaso de la recaptura, el 22
de octubre pasado la PGR optó por dar a conocer que habían detenido a seis
cómplices “clave” de la fuga: dos pilotos, un cuñado, a su abogado, a personas
vinculadas a la compra del terreno en donde se construyó el túnel por el que
presuntamente escapó. Aun la PGR no dice nada de los otros detenidos bajo arraigo,
entre ellos otro cuñado de Guzmán Loera, otro de los abogados que lo visitaba
constantemente, y algunos otros personajes. Soltará las cartas según le
acomode.
Con
un dejo de drama, la Procuradora Areli Gómez afirmó el 22 de octubre: “Guzmán
logró escapar de la prisión pero ni él ni quienes lo ayudaron escaparán de la
justicia”. Bueno no es por contradecir a la titular de la PGR, pero de hecho
los principales responsables de la fuga de Guzmán Loera siguen libres y
despachando en sus oficinas en la Secretaría de Gobernación, en la Policía
Federal, o en sus lugares de retiro, luego de haber sido despedidos sin ser
sujetos a la acción penal.
La
realidad es que las personas ya consignadas, y las otras que en estas horas lo
están siendo, que trabajan para Guzmán Loera y lo ayudaron externamente, tienen
un rol mínimo en comparación con todos los funcionarios públicos del gobierno
de Enrique Peña Nieto que fueron los verdaderos artífices de la fuga e hicieron
la parte más delicada: dejarlo manejar las cosas como quiso en el penal
mientras estuvo preso, planear sin obstrucción su ‘fuga’, dejarlo cavar
semejante túnel pese a los cordones de seguridad del Ejército Mexicano y la
Policía Federal, dejarlo trasladarse durante horas sin mayores contratiempos, e
incluso aún ahora darle pitazos para que los supuestos grandes operativos
fracasen. El boleto de salida de Guzmán Loera no vino de su grupo, vino del
gobierno.
Cuando
Guzmán Loera salió de Puente Grande en 2001, ocurrió exactamente lo mismo. La
misma película que estamos viendo hoy pasó entonces, incluso algunos de los
actores secundarios irrisoriamente son los mismos, como el empresario Miguel
Ángel Trillo. Buscando su nombre en
google me encontré una nota que bien podría ser de esta semana “Detiene PGR a Trillo
Hernández, protector de El Chapo”. La nota era de diciembre de 2001, lo
detuvieron por proporcionarle casas y refugio a Guzmán Loera tras su
escape. Como suele suceder, la PGR nunca
dijo cuándo y cómo lo liberó, pero es uno de los capturados por este gobierno
por la mismas razones que en 2001.
En
aquel entonces, como ahora, la administración de Vicente Fox nunca detuvo a los
verdaderos responsables de sacar a Guzmán Loera de Puente Grande, al contrario
les dieron más cargos y poder y siguieron al servicio del capo, haciendo su
poder más fuerte.
En
una conversación con José Alberto de la Cruz, abogado de 11 policías federales
encarcelados por su presunta responsabilidad en la fuga de Guzmán Loera, me dio
mucha información de todo lo que la PGR sigue ocultando. Me explicó que desde
el Centro de Control donde los federales monitoreaban a Guzmán Loera y al resto
de los internos, enviaban instantáneamente a las oficinas centrales de la PF en
Constituyentes, todas las tarjetas de incidencias en cuanto las escribían. Es
decir, informes de todas las cosas irregulares que veían. A lo largo del año y
cinco meses que el Chapo Guzmán estuvo en prisión escribieron varias tarjetas.
En
varias de esas tarjetas reportando que los sensores geofísicos no funcionaban, que
algunas cámaras no operaban adecuadamente, de los muy extraños trabajos de
impermeabilización que se hicieron en época de lluvias en el área de
Tratamientos Especiales y cambio de azulejos justo dos meses antes de la salida
del capo de Sinaloa, cuando las visitas de sus abogados con él duraban más de
los 45 minutos reglamentarios, lo cual era muy frecuente, según informan
fuentes del penal, etcétera. Las
tarjetas las mandaron Mauricio Enríquez Flores, director del Centro de
Monitoreo Técnico, quien despachaba en las oficinas centrales de Constituyentes
y, en la cadena de mando, llegaban a Ramón Pequeño, jefe de la División de Inteligencia de la PF, quien fue
cesado días después de la ‘fuga’ del líder del Cártel de Sinaloa.
También
me explicó que tenían acceso al video con audio de la celda de Guzmán Loera no
sólo los agentes del CISEN que estaban en el penal, en las oficinas del
Director General del Penal, Valentín Cárdenas, y en el Centro de Investigación
y Seguridad Nacional CISEN y las oficinas de Ramón Pequeño.
Mientras
la PGR busca a Guzmán Loera con datos tardíos, no ha llamado a declarar ni a
Enríquez ni a Pequeño, ni al coordinador de contrainteligencia del Centro de
Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) Gerardo García Benavente, jefe de los
ocho elementos del CISEN asignados única y exclusivamente para vigilar al
Chapo. Tampoco a Enrique Galindo, titular de la PF, ni a Eugenio Imaz, titular
del CISEN, ni al subsecretario de gobernación Luis Enrique Miranda.
Fuentes
cercanas a lo que pasa dentro de las filas del Cártel de Sinaloa, señalan que
algunos están molestos porque el “show” ha afectado a personas que viven en las
rancherías y poblados bajo el control de la organización criminal. Al parecer
tampoco les parece entretenido hayan cateado casas de sus familiares a
sabiendas que Guzmán Loera no estaba ahí. Así que señalan que en los próximos
días podría haber sorpresas sobre quiénes realmente lo dejaron ir, ¿Será?
(RIODOCE/
ANABEL HERNÁNDEZ/ 25 OCTUBRE, 2015)
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