Pese
al reparto de culpas y deslindes, las figuras representadas por los
generales Marcelino García Barragán y Luis Gutiérrez Oropeza, ambos ya
fallecidos, no pueden quitarse el estigma de represoras por su
participación en la matanza estudiantil de 1968 en la Plaza de las Tres
Culturas. Cuarenta y cinco años después, la apuesta que estos altos
mandos hicieron por la desmemoria resultó fallida. Documentos históricos
confirman que, lejos de aclarar qué sucedió realmente aquel día, ambos
se afanaron por demostrar quién era más fiel al entonces presidente
Gustavo Díaz Ordaz.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Ganada la
apuesta por la impunidad de la matanza del 2 de octubre de 1968 con el
aval de los gobiernos panistas, el Ejército perdió la batalla por la
desmemoria. Aunque el silencio institucional se ha impuesto durante 45
años, los jefes castrenses de la época se encargaron de dejar
testimonios del papel protagónico y de la división de los militares para
asumir responsabilidades.
Con visiones encontradas, los dos
principales mandos de la época –los generales Marcelino García Barragán y
Luis Gutiérrez Oropeza, titular del Secretaría de la Defensa Nacional
(Sedena) y el jefe de Estado Mayor Presidencial (EMP), respectivamente–,
el terminaron por dejar uno en el otro la carga de lo ocurrido en la
plaza de Tlatelolco. La confrontación que tuvieron como militares en
activo la llevaron a su explicación y deslinde de la matanza de
estudiantes el 2 de octubre de aquel año.
En junio de 1999, el
fundador de Proceso, Julio Scherer García, dio a conocer en la revista
(edición 1182) el testimonio póstumo del general García Barragán que
apunta directamente contra el general Gutiérrez Oropeza, el militar de
máxima confianza del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz.
La
versión del titular de la Sedena al momento de la masacre se conoció
tres años después de que el general Gutiérrez Oropeza escribiera un
texto titulado Los presidentes de México y el Ejército (1934-1994),
hasta ahora inédito, en el cual asegura que tras la decisión de Díaz
Ordaz, la operación en Tlatelolco le correspondió única y exclusivamente
al Ejército debido a la “fidelidad” del general García Barragán al
entonces presidente de la República.
En su propósito de dejar al
Ejército y a su entonces jefe, el general García Barragán, como los
únicos responsables de la acción armada, Gutiérrez Oropeza dice en ese
escrito que Díaz Ordaz le otorgó diversos beneficios a la institución,
luego de que los tres presidentes que lo antecedieron “le habían restado
fuerza por el temor que se le tiene”…
Fragmento del reportaje que se publica en la edición 1926 de la revista Proceso, actualmente en circulación.
/1 de octubre de 2013)
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