lunes, 2 de septiembre de 2013

EXPEDIENTE: DEFENDIÓ SU HONRA Y MATÓ A COMERCIANTE

Rosendo Zavala

Saltillo.- Decidido a mantener la honra intacta, José Carlos forcejeó con su potencial victimario, y tras sacudirse las caricias furtivas del comerciante corrió hasta la cocina, donde tomó el cuchillo con que saldó la afrenta apuñalando a quien trató de humillarlo sexualmente.

Al ver que su acompañante yacía tirado con la muerte encima, el estudiante de la Universidad Tecnológica se fue a su casa para evadir la trágica escena, ignorando que el destino estaba escrito con letras de sangre, porque la Policía lo detuvo bajo la acusación de homicidio simple doloso.

Pese a que el atacante se ha mantenido firme en la versión de que sólo intentó defender su integridad física, las instancias penitenciarias que lo procesan opinan otra cosa, pues continúan las diligencias.

Pura fiesta

Invadido por la euforia que le producían “las mieles” del vino, José bailaba al son de la música estridente que le impedía pensar con coherencia, la noche era joven y el futuro ingeniero se embriagaba con el fervor de un puberto ansioso de libertad.

Aunque apenas era jueves, el parrandero provechaba su incipiente bonanza económica, y sabedor de que le sobraban algunos pesos decidió malgastarlos entre las luces de neón que nublaban sus ideas en la mitad de la fiesta donde pernoctaba.

Con la fortaleza de sus 21 años bien vividos, el estudiante se olvidó de los libros para socializar con los conocidos que maximizaron el momento de festejo que pareció eterno, pero que se diluyó cuando el tiempo dio paso a la llegada de la medianoche.

En medio del vaivén de mujeres que intentó conquistar sin éxito, Pepe se sintió sorprendido por las manecillas del reloj que involuntariamente le exigió la retirada, porque sus deberes sociales le imponían el regreso a clases que resultaba inevitable.

Aún con el sabor de la cerveza en sus entrañas, caminó hacia el acceso de la residencia; para entonces ya se había espantado el sueño de los vecinos, porque el nuevo día comenzaba advertido por propios y extraños.

Tras despedirse de sus amistades, caminó lentamente hacia la calle dejando atrás los momentos de placer juvenil que lo cautivaron al momento, aunque la realidad lo había alcanzado y optó por retirarse para volver con su familia en Jardines Coloniales.

Ignorando que tenía una cita con la muerte, enfiló sus pasos entre los sombríos callejones de la colonia Virreyes, mientras la desgracia lo perseguía invisible, dando forma al encuentro que marcaría el rumbo de su vida para siempre.

Encuentro fortuito

Perdido en el mar de los efectos que le producía el alcohol, el universitario avanzó algunos metros por el bulevar Isidro López hasta que el sonido de un claxon lo sacó de sus andanzas mentales, por lo que extrañado se detuvo para ver qué pasaba.

De entre las sombras de la noche, una figura sospechosa bajó de la camioneta para detenerse frente a él, fue entonces cuando se percató que se trataba del hombre que con voz melodiosa le pedía que subiera al vehículo para llevarlo a casa.

Apenas arrancó la Ford Lobo cuando el anfitrión sobre ruedas, que dijo llamarse Ramón, lanzó una propuesta que pareció interesar al joven que continuaba sediento de diversión, pero fingiendo iniciar una amistad lo invitó a embriagarse sin gastar ni un peso.

Envolviendo a su virtual conquista, el conductor cambió el rumbo de su destino y minutos después se internaron ente los escondrijos de la Saltillo 2000, donde tras recorrerla varias veces se detuvieron al exterior de una vivienda en la calle Álamos.

Presuroso, Ramón indujo el ambiente que le pareció perfecto para concretar sus fantasías sexuales, mientras su compañero de ocasión se prendía en las bebidas que le regalaron con el único fin de embrutecerlo.

Ya cuando José Carlos parecía perderse en los efectos de sus propios excesos, el comerciante se le acercó para comenzar con el juego de manos que creyó daría paso a sus reales intentos de concluir la velada con el “acostón” que deseaba.

Abrigado por la complicidad de la madrugada, el seductor se abalanzó sobre el estudiante para acariciarlo, mientras le susurraba al oído que quería llevarlo a la cama, besándolo efusivamente para acelerar su decisión y concretar el acto que hasta entonces parecía factible.

Pero lejos de excitar al futuro ingeniero, sólo logró encender su ira, porque a cambio recibió la tanda de insultos que dio paso al forcejeo donde el ofendido trató de zafarse de entre los brazos del mercader, que de inmediato supo que no podría comprar el amor de su invitado.

Trágico desenlace

Embravecido por el acoso que estaba sufriendo, José se paró de la silla donde reposaba su parranda y como por instinto abofeteó a su amigo de ocasión, manoteando con fiereza para defender la honra.

Y es que resuelto a terminar la fatídica obra, el negociante de frutas sacó lo peor de sus instintos, porque enfurecido intentó someter al gallardo parrandero, que preso de cólera atinó a correr para escapar de las garras de su depravado agresor.

Con la reacción de un animal herido, el técnico llegó hasta la cocina, donde tras rebuscar por todas partes dio con el cuchillo que empuñó con decisión, regresando al cuarto donde encaró al enardecido anfitrión que se resistía a quedarse con las ganas de sexo.

En medio de los gritos y forcejeos que se erigían como el preludio de una virtual tragedia, los “amigos” se enfrascaron en la batalla que el visitante pretendió acabar de tajo con la daga que se había agenciado.

De una certera puñalada en el abdomen de su rival, José buscó tramitar la reyerta que complicó en demasía, porque Ramón le arrebató la navaja para regresar la cortesía en un acto desesperado por defenderse del ataque en que se vio envuelto.

Al sentir que la situación podría cambiar radicalmente, el invitado arremetió a mordidas contra el comerciante para desarmarlo, logrando su objetivo para nuevamente embestir asestándole un piquete en el tórax que comenzó a matarlo lentamente.

Ya con el rival a su merced, José Carlos se ensañó atinando 17 punzadas que dejaron al libidinoso inerte en su propia sangre, generado la escena que convirtió en asesino al joven, cuya única intención era la de embriagarse con el desconocido.

Mirando fijamente la cama donde su víctima permanecía con la vida ausente, el homicida suspiró hondo para concientizarse de su realidad, buscando la puerta de la recámara para darse a la fuga; sus horas de libertad estaban contadas.

Antes de buscar su redención emocional, se desnudó completamente para intercambiar la ropa con la del acompañante que pagó muy cara su osadía, abandonando el lugar encubierto en la incógnita de una identidad que no le pertenecía.

Conciencia turbia

Temblando por la masacre que propició cuando menos lo esperaba, el fugitivo hurgó entre las bolsas del pantalón ajeno y como si un golpe de suerte lo martillara encontró las llaves de la Lobo, que permanecía estacionada al exterior de la casa.

Sin pensarlo dos veces, abordó la camioneta con prisa justificada, arrancando para dirigirse al norte de la ciudad, donde se detuvo en las cercanías de un parque para abandonarla mientras corría a su domicilio emulando que llegaba de una más de las tantas fiestas a las que asistía.

Pero el tiempo se impuso a la incipiente astucia del criminal, porque no le permitió digerir el pasado y dos semanas después validó su peso en la conciencia de José Carlos que, vencido por los pensamientos fatalistas, decidió entregarse a las autoridades voluntariamente.

Durante su declaración preparatoria ante el Juez penal encargado del caso, el estudiante trunco narró lo acontecido aquella trágica noche, alegando haber defendido su integridad de las bajezas sexuales que pretendía saciar su compañero de parranda.

Basándose en las declaraciones del inculpado, agentes ministeriales realizaron las primeras pesquisas de campo logrando la ubicación de la camioneta robada para la escapada, comenzando la resolución del crucigrama que se esclareció en cuestión de horas.

Y es que certificaron sus hipótesis al encontrar el chip del celular de Pepe en el vehículo abandonado, agilizando las indagatorias para tramitar el expediente que se seguía al imputado por el delito de Homicidio simple doloso.

Ahora, José Carlos aguarda la determinación del fiscal que realiza las diligencias, esperando obtener una respuesta favorable porque, de lo contrario, podría recibir una condena penitenciaria como castigo por defenderse de las perversiones sexuales de un desconocido.

(ZOCALO/  Revista Visión / Saltillo/  Rosendo Zavala/ 26/08/2013 - 02:35 PM)

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