domingo, 24 de febrero de 2013

LA RECOLECCIÓN DE LA BRUTALIDAD EXTREMA


Proceso 
México, DF.- Teun Voeten es claro en su descripción y sobre todo en la forma en cómo compara a México con otros países que se han visto afectados por la violencia. Pareciera que lleva años radicando en nuestro país, sin embargo, sólo ha estado unas cuantas veces y eso le ha bastado para percatarse de todo lo que aquí ocurre. Confiesa haber sentido miedo pues está enterado de que en México el trabajo del periodista es de alto riesgo. Caminaba por las calles temeroso a pesar de la compañía de algunos cuerpos policiacos.

Su intención no es poner a México como ejemplo de país violento, es sólo recolectar lo que ha dejado la narcoguerra por la lucha del territorio y la venta de droga.

En presentación de su libro el fotógrafo Teun Voeten explica cómo vivió sus días en México y la impresión que le causó el país en sus días de estancia.

“En Ruanda, por ejemplo, mataban a la gente, pero dejaban en paz los cuerpos. En México, primero torturan salvajemente a las víctimas y luego los desmiembran, los mutilan, los cuelgan; los asesinos hacen alarde de maneras muy creativas de salvajismo: el sadismo que hay en México no lo he visto en otra parte del mundo; en Sierra Leona atestigüé la locura, pero en México la situación es completamente demencial”, plantea.

Voeten, desde su formación como antropólogo, ofrece una explicación de lo que sucede en México.

Para comenzar, lo define como una “guerra”, pero del tipo que los expertos en materia de seguridad llaman “nuevas guerras”. Los conflictos en Afganistán, Sierra Leona, Ruanda, Bosnia o Liberia son representativos de ese fenómeno.

Estas guerras, a diferencia de las convencionales –donde dos Estados se enfrentan con ejércitos profesionales en campos de batalla delimitados–, se caracterizan por ser conflictos prolongados, de baja intensidad, en los que la ideología no importa y las facciones hostiles toman de pretexto causas religiosas o étnicas. En este contexto, la población civil se convierte en un objetivo de ataque.

En esas “nuevas guerras” –prosigue Teun– la ausencia del estado de derecho, el caos y la anarquía significan un fin en sí mismo, “una precondición necesaria para que los señores de la guerra exploten los recursos locales, como estupefacientes o minerales, y puedan conformar un mercado negro bajo su control”. Tales conflictos no son financiados por gobiernos centrales, sino mediante turbios acuerdos entre facciones rivales con elementos criminales, expone.

Y precisa: “En México, ese fenómeno de “nueva guerra” ha ido más lejos. Ya no es necesario que las facciones rivales desarrollen vínculos con el crimen internacional, pues éstas ya son mafias criminales”.

Narcoestado

El aspecto que más sorprendió a Voeten fue la impunidad prevaleciente en el país. En su libro indica: “Un 98% de los asesinatos en Ciudad Juárez no son resueltos, y probablemente nunca lo serán. Uno se siente muy vulnerable al saber que en cualquier momento, por cualquier razón, puede ser acribillado y los asesinos huyen con toda tranquilidad. A la mayoría de los asesinatos se les clasifica como “relacionados con el narcotráfico” y no se profundizan las investigaciones.

“De todas formas los servicios forenses no se dan abasto con la carga de trabajo. De manera oportunista, el “crimen no organizado” florece en esta atmósfera general sin ley, en la que el Estado ya no es capaz de garantizar la seguridad de sus ciudadanos: partes de México son, de facto, controladas por la delincuencia organizada.”

–De ese análisis nace el título de su libro –se le comenta a Voeten.

–Así es. Fue una idea mía. Tiene que ver con el concepto de los estados fallidos. Hay zonas del país donde el Estado ya perdió el control: Tamaulipas, Ciudad Juárez, partes de Michoacán, Durango... Yo creo que en estos casos se justifica hablar de un narcoestado. Hay grandes zonas donde el Estado se encuentra completamente infiltrado por el narco, la corrupción y la impunidad.

Esa interpretación la comparte Campbell –autor del libro “Drug War Zone”–, quien participa en el libro de Voeten con un texto introductorio.

“El narcoestado mexicano –plantea el académico– es un sistema político y económico en el que los narcotraficantes internacionales, el mercado estadunidense de las drogas, así como banqueros y funcionarios del Gobierno trabajan de la mano. Cada socio del arreglo hace su parte. Los políticos designan a los policías y los militares convenientes en un territorio particular. Los traficantes transportan la cocaína por barco, submarino y camiones desde Sudamérica.

“Los capos de la droga organizan el cultivo, o la producción industrial, de heroína, mariguana o metanfetaminas, así como su transportación a los mercados de Estados Unidos. La policía y los soldados mexicanos protegen la mercancía de los cárteles más poderosos y atacan aquellos cargamentos que no cuentan con apoyo del régimen.”

Y remata: “Los hombres de negocios y consumidores estaduonidenses nunca se cansan de los beneficios y de los “vuelos” baratos de fumar, aspirar o inyectarse tal mercancía. Éste es un sistema perfecto para quienes se benefician de su fructífera cosecha monetaria y de sus alucinantes placeres”.

Por su parte, Voeten comenta que muchos amigos y colegas suyos lo critican por enfocarse en lo que consideran como un “problema criminal marginal”. Ante estos comentarios, el antropólogo responde que su trabajo se enfoca en los conflictos sociopolíticos.

En este tenor asegura que la narcoviolencia en México no es un “caso aislado de una guerra de mafias”, y que, al contrario, “tiene inmensas implicaciones sociales y ante todo políticas”.

Y advierte: “La erosión de la sociedad civil y su gradual reemplazo por el crimen organizado; el nacimiento de una nueva clase de excluidos y de gente desechable que elige una carrera criminal que termina con la muerte; la devaluación de la vida humana, todos estos elementos presentan un escenario de pesadilla de cómo podría ser nuestro futuro”.

(ZOCALO/ Proceso/ 24/02/2013 - 04:03 AM)

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